Vecinos (cuarta parte)
Un par de horas solos, para seguir cogiendo sin que nadie se entere….
—¿No venís a la reunión de consorcio? – le preguntó su mujer, mientras terminaba de maquillarse.
—No, tengo que terminar con unas cosas del laburo-contestó él, mientras escribía en la computadora.
—Pero mirá que es importante, hoy se decide si cambian al administrador.
—Y.… pero si no hago esto ahora, mañana voy a estar a las corridas y puedo tener quilombo con el gerente. -dijo él, con todo algo cansado.
—Ok, luego te cuento cómo fue todo. Salgo porque ya está por empezar. -dijo ella.
—Dale.
En cuanto su mujer salió y cerró la puerta, él agarró su celular y envió un mensaje: «mi mujer acaba de irse».
Casi inmediatamente, le llegó la contestación de ella: «mis viejos se fueron hace unos minutos. Estoy solita. Vení».
Inmediatamente, fue hasta el depto de sus vecinos y tocó la puerta. Al instante ella abrió y él se metió adentro. En cuanto ella cerró la puerta, él se le tiró encima, apretándola contra la puerta, mientras le comía la boca, con una mano le manoseaba una teta y con la otra casi que le pellizcaba el culo. Ella también empezó a hacer lo suyo, apretando con una mano su pija por encima del pantalón y con la otra agarrándole su culo para traerlo aún más cerca, mientras levantaba su pierna y lo envolvía. Él dejó de besarla y pasó a lamerle el cuello.
—Ya ni pensás en rechazarme, ¿no? – le dijo ella, con picardía.
—Ni pedo, me encantás, adoro cogerte. -le contestó él.
—¿Querés mucho esta putita?
—Sí, la quiero toda, la extrañaba- dijo él, mientras pasaba de su cuello a sus tetas, a las cuales empezó a lamer luego de levantarle ligeramente la remera.
—¿En serio? Hace solo un par de días que cogimos.
—Te cogería todos los días, trolita. -le dijo él, chupándole las tetas, desenfrenado.
—Mostrámelo entonces, mostráselo a esta conchita-le dijo ella, agarrándole la cabeza y haciéndolo bajar hasta ponerlo de rodillas, justo abajo de su cintura.
Él le levantó la pollera y contempló su concha, brillosa por la humedad. Le dio una lamida. Ella gimió ligeramente.
—Otra vez sin tanga, bien de putita, como siempre-le dio otra lamida, más profunda. Ella gimió más fuerte.
—Sí, siempre-contestó ella, gimiendo, esta vez un poco más fuerte.
—¿Siempre fuiste tan putita? -le preguntó él, antes de lamer de nuevo y al mismo tiempo meterle un dedo.
—Sí…bueno, no. -respondió ella, gimiendo, algo dubitativa. -No hasta el profe.
—¿Qué profe? -preguntó, algo desconcertado. Volvió a lamer, cada vez más profundo, y le metió otro dedo.
—Un profesor que tuve en la secundaria.
—Contame-le pidió él, ya comenzando a chuparle toda la concha y metiéndole un par de dedos más.
Yo tenía 18…-arrancó ella, gimiendo, hablando como podía-Ya había cogido varias veces con un par de pibes, pero nada especial… Él era un practicante…de Biología…tenía veintipico, casi treinta.
Él seguía chupando, metiendo su lengua cada vez más profundo.
—Primero fue a hacer un par de observaciones y después tenía que darnos clases… Ya la primera vez que lo vi me re calentó…Tenía pinta de nerd y era re amable, re correcto…hasta nos dijo que se casaba en unos meses…No sé por qué, pero me volvía loca…me pajeaba a cada rato pensando en él…
—¿Como conmigo? -preguntó él, tomándose un respiro.
—No, más todavía…estaba re obse…Y más cuando nos dio la primera clase…hubo una vez que se acercó para ayudarme con un trabajo…se puso cerca, me tocó el hombro, me sonrió…sentir su mano…su perfume… me hizo mojarme toda…tenía que cogérmelo…me tenía loca…
—¿Y cómo hiciste? -le preguntó él, mientras uno de sus dedos, todo mojado, pasaba de su concha a lubricar su ano.
—Él nos había dejado su mail para consultas…le escribí por ahí, pero le inventé una excusa boluda para sacarle su número de celular…él al principio dijo que no, que no correspondía, pero después aceptó…
—Quizás ya sabía lo que querías-dijo él, metiéndole despacito un dedo en el ano. Otro de sus dedos presionaba sobre su clítoris. Ella gimió, casi dolorosamente.
—Sí…pero el primer día solo tuvimos una charla normal…al otro día, le envié una foto mía en bikini…le dije que me había confundido de número…pero me sirvió para cambiar el tono…terminamos teniendo una charla re caliente…incluso me mandó una foto de su pija…me daban unas ganas de chuparla…
—¿Y qué pasó después? -preguntó él, metiendo y sacando sus dedos, chupando todos sus jugos. Ella envolvió su cabeza con su pierna.
—Él me pidió vernos en una esquina como a diez cuadras del colegio… estaba muy nervioso y me quiso pedir disculpas…decía que todo era ilegal, que estaba mal, que no quería lastimar a su prometida…Pero yo no lo dejé seguir hablando, le planté un beso bien fuerte y él ya no pudo resistirse…al minuto estábamos apretando contra la pared de una casa…le empecé a tocar la pija…estaba tan dura…
El lamió más todavía y con una mano empezó a desabrocharse el cinturón. Ella se detuvo un momento y luego retomó su narración.
—Él me metía mano por todos lados…incluso por debajo de mi pollera…yo estaba toda mojada…le empecé a desabrochar el cinturón…estábamos en plena calle…alguien nos podía ver en cualquier momento…y eso me daba más morbo todavía…ay, estoy muy cerquita…
—Y le pediste que te cogiera, ¿no? – le preguntó él, casi sin dejar de chupar.
—Sí…nunca había tenido tantas ganas…
—¿Cómo se lo pediste? ¿Qué le dijiste?
—Le dije “profe, cójame, cójase a su alumnita, que nos vea todo el mundo” … él me contestó que no se podía, que estaba loca…pero yo le tomé la mano, le hice sentir mi conchita caliente y le dije “sí, mire lo loca que me tiene” …eso lo sacó por completo…se terminó de desabrochar el pantalón, sacó la pija, me corrió la tanguita y me la metió de una…sentía toda la conchita llena…me cogió re fuerte y rápido…me llenó toda…nunca había sentido tanto placer…
—¿Te gustó ser la putita del profe en plena calle?
—¡Sí…me encantó!!! – el recuerdo la terminó de llevar al éxtasis. —¡Acabo! ¡Acabo, la puta madre!
Ella prácticamente temblaba por la violencia del orgasmo. Él tomó todos sus juguitos, limpiando su conchita. Se paró, tomó su rostro y le comió la boca. Ella se dejó besar y lamer, casi rendida, pero todavía excitada.
—Ahí le empezaste a tomar el gustito a coger en lugares donde te pueden pescar, ¿no? Por eso quisiste hacerlo en la terraza, en mi casa mientras trabajaba, en tu cuarto con toda la gente cerca, ¿verdad?
—Sí…pero bien que a vos te gusta también, ¿no?
Él no le respondió. En cambio, abrió la puerta del departamento y la hizo salir al pasillo del edificio, para luego ponerla contra una pared. Ella, sorprendida, no atinó a decir nada.
—¿Te gusta lo público? Bueno, hagámoslo bien público. – dijo él, con tono desafiante. – Te voy a coger acá en el pasillo, donde cualquiera nos puede llegar a ver o escuchar.
Ella no dijo nada, pero sonrió. Evidentemente, le gustaba el desafío. Él sacó su pija, la cual tenía durísima y, sin preámbulos, la llevó hasta su concha, metiéndola hasta el fondo, comenzando a cogerla lo más fuerte que podía, dándose cuenta de que no iba a durar mucho. Ella, a pesar de haber acabado hacía un minuto, empezó a sentir que un nuevo orgasmo estaba muy próximo.
—¿Así te cogía el profe? -preguntó él, en voz alta.
—¡Sí…bien duro!! -casi gritó ella.
—¿Le gusta a la alumnita que la cojan como toda una putita?
—¡Sí, vecino, cójame como me cogía mi profe! -ya prácticamente gritando.
—¡Tomá, alumnita trola! – gritó él, sintiendo que estaba por acabar.
—¡Sí, dale toda la lechita a esta puta, hacela bien cornuda a tu mujer!
Él empezó a acabar, llenándola con su semen. En cuanto lo sintió, ella también acabó. Ambos, agitados y transpirados, se sostuvieron como pudieron contra la pared para no caerse. En cuanto pudieron, miraron y escucharon expectantes, tratando de detectar algún movimiento que indicara que alguien podría haberse dado cuenta de lo que acababan de hacer. Sin embargo, dio la impresión de que habían tenido suerte.
Se recompusieron como pudieron y volvieron a entrar en el departamento de ella. Todavía tenían un rato más solos antes de que terminara la reunión de consorcio. Mientras cerraba la puerta, ella dijo:
—Esa no fue la única vez que estuve con el profe.
—Lo imaginaba. – dijo él, sonriente.
—Pero antes, quiero saber más de vos. – dijo ella, con una sonrisa entre pícara y malvada. – De vos, lo que hiciste hasta ahora y tus fantasías.
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