Victoria y Soledad
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por mighi.
Era una tarde de otoño, mientras cenábamos en casa de Victoria; mi pareja en aquel entonces, y su hermana Soledad, la mayor. Era un día cualquiera cenábamos y hablábamos de todo y de nada, cosa que hacíamos a menudo.
Victoria trabajaba en un bar de copas, de los que abren casi todos los días, no tenía una hora fija de entrada, así que cuando terminábamos la cena, ella se iba. Yo a veces me iba con ella o otras veces, no muchas, me quedaba un rato mas con Sole y seguíamos hablando de todo y de nada.
Ese día fue distinto, hablábamos de sexo, concretamente de una amiga de ellas. Decían que era una guarra. Empezaron a contar batallitas sobre la chica en cuestión, batallitas que ahora no vienen al caso pero que ponían cachondo a cualquiera. Se hizo tarde y Victoria se fue. Ese día habíamos decidido que me quedaba a dormir porque sus padres no estaban. Me quede en casa con Sole por hacer tiempo antes de salir y no llegar al bar donde trabajaba Victoria en el momento aquel que los bares de noche están vacios y dan pánico.
-¿No sabias todo eso de Sandra? -Me preguntó.
-No, no tenía ni idea que fuese así. -Le respondí yo.
-Es que ponías una cara mientras hablábamos de ella que no veas.
-¿Yo?
-Si si tu.
-No sé. ¿Qué quieres que te diga?
-¡Nada! Pero seguro que muchas cosas de las que hemos contado de Sandra tú las tienes como fantasía sexual incumplida.
-Joder Sole! ¿Porque me dices eso? ¿Qué sabrás tú de mis fantasías sexuales?
-Va, cuéntame una anda.
Empecé a ponerme nervioso, no sé por qué. Mientras hablábamos estábamos recogiendo la cocina y yo no sabía donde dejar las cosas. Iba pululando por la cocina con un paquete de galletas príncipe en la mano sin saber donde guardarlo. Nunca había hablado de sexo con ella.
-Si me cuentas una tuya, yo te contare una mía. Insistió Sole.
Sentía algo dentro de mí que no sé cómo explicar, era como un sentimiento de nervio-excitación. ¿Cómo iba a decirle que una de mis fantasías era hacerlo con ella? No le podía decir eso a la hermana de mi novia. La notaba rara yo también a ella. No sé, parecía como si me estuviese provocando. Estuve muy cerca de contarle la verdad pero al final le dije que lo que me gustaría era estar con dos mujeres a la vez.
-Bah! Típico… -dijo ella.
-¿Qué pasa? Es una como otra cualquiera.
-Sí pero poco morbosa ¿no?
-¿Qué más da si es morbosa o no?
-No nada pero pensé que serias mas morboso.
-No despistes el tema Sole, cuéntame tu fantasía.
Se hizo un momento de silencio. El corazón se me puso a mil revoluciones. Sole dejó la botella de Coca-Cola que tenía en las manos en la nevera, se acercó, me cogió las galletas de las mías mientras me decía
-¡Seguro que quieres saberlo? Si te lo cuento algo cambiara para siempre.
-¿Qué? ¿Porque? ¿Anda dímelo!
Dejó las galletas en el armario, se me acercó despacio, se planto justo delante de mí.
-Quiero que te corras en mi boca.
-¿Que dices tía? ¿Estás loca?
-No loca no, es mi fantasía. Me gustaría que te corrieras en mi boca, es así de fácil. Me gustaría que te masturbaras delante de mi cara y que te corrieras en mi boca sin tocarnos ni nada.
No sabía que decir, ni qué hacer, ni dónde ponerme. Ni si quiera abía como me llamaba. Además me lo había dicho a un palmo de mi cara con esa voz dulce que tiene Sole. Tenía que desbloquearme como fuese. Le decía que si, o le decía que no, pero tenía que ser ya. Me daba la sensación de que si tardaba en contestar todo se desvanecería. Pensé durante diez segundos que me parecieron eternos.
-Esto sí que te daría morbo, eh. -Le dije
-Si esto si que es morboso. -Dijo ella
-Pues vamos a hacerlo más morboso aun…
-¿Cómo?
Te voy a vendar los ojos, no te desnudarás para nada, solo te desabrocharás el pantalón y mientras yo me masturbe delante de ti, tú harás lo mismo.
Mientras le decía esto, vi un pañuelo de esos que las chicas se suelen poner en el cuello, colgado de una de las sillas de la cocina, parecía que alguien lo hubiese dejado allí adrede. Lo cogí rápidamente y con el pañuelo en la mano mire a Sole.
-Vamos al salón. Le dije
Salí de la cocina y Sole me siguió hasta el salón. Me paré justo entre la mesa y el sofá, ella se puso delante de mí, muy cerquita, de pie, nos miramos a los ojos, se los vendé. Su respiración ya no era normal se notaba que se estaba excitando igual que yo. Se desabrochó el pantalón y se arrodilló delante de mí con las piernas bien separadas, lo máximo que le permitían los Lois que llevaba. Se metió la mano por dentro de las braguitas amarillas y empezó a tocarse despacio.
Yo, nada más ver como se tocaba, me puse a cien, la tenia bien dura. Me saque los pantalones y los bóxers, ella movía la cabeza de un lado a otro, notaba que me movía pero no sabía que pasaba, no decía nada, solo se tocaba. Su respiración ya era bien fuerte, acerque mi polla a su boca de manera que notaba su aliento caliente. Empecé a masturbarme. Ella iba incrementando el ritmo de su mano, yo hacía lo mismo con la mía. El hecho de no poder tocarnos me excitaba mucho más. Estuvimos así unos minutos, no deje de mirarle la boca en todo momento. Yo ya no aguantaba más baje mi ritmo quería que se corriese ella, quería ver como se corría, aparté la mano de mi polla. Ahora si que notaba bien su aliento Sole ya estaba gimiendo estaba a punto de correrse, acerque más la polla a su boca entreabierta.
-Voy a correrme! decía Sole, ¡voy a correrme!
Incremento el ritmo de su mano frenéticamente hasta que arqueo su espalda mientras gemía cada vez más fuerte, se estaba corriendo. Unos segundos después volvió a serenarse. Ella seguía acariciándose muy despacito se iba relajando. Me llevé la mano otra vez a mi polla y seguí masturbándome.
-Acércate voy a correrme para ti, le dije.
Ella aun tenia la mano dentro de su pantalón seguía tocándose despacio.
-Vamos, acércate mas, abre la boca
Me acerque muchísimo, casi la tenia dentro de su boca, exploté. Sole se sobresaltó con el primer chorro, pero no cerró la boca ni se apartó, se la llene de leche. Algunas gotitas cayeron por la comisura de sus labios, el resto se lo tragó.
No le deje que se quitara el pañuelo antes de que yo me vistiera, una vez destapados sus ojos, todavía en el suelo, me dijo:
-Eres un guarro.
-Y tú una guarra. –le contesté sonriendo.
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