Ya acordamos fecha para trío
Relato cómo nos pusimos de acuerdo mis amantes Bernabé, Dalita y yo para retozar juntos..
–Oye amor, ya conocí a tu amante Amador de verga tan sabrosa, pero tengo la impresión de que te pusiste celosa porque ya han pasado casi tres meses y no me has invitado a conocer a Bernabé. ¿Él dijo que no? ¿Acaso sólo te quiere para que jueguen con Teya? –me preguntó Dalita mientras le mamaba sus ricas chichotas. Así que tuve que suspender mi deleite para besarle la boca antes de contestar, pero ella ya me había metido en la cabeza las ganas de mamárselas a Teya.
–Parece que la celosa eres tú. Teya es bonita, se ve más joven que nosotras, con chiches tan hermosas como las tuyas, mi amor, pero no he vuelto a estar con ella –le dije después de lamerle la boca, aunque seguí acariciando sus tetas.
–¿Y tú quieres volver a mamarle todo? –preguntó con un gesto triste.
–Me gustaría un trío entre nosotras tres. Imagina que ella estuviera llena de leche de toda una noche, más otras descargas anteriores de sus amigos y nos la turnamos tú y yo para las tijeritas y las chupadas de panocha. Las mamadas de tetas las podemos hacer juntas, una cada quien –le dije recorriendo su raja mojada con mis dedos en movimiento independiente.
–¿Eso en lugar de Bernabé? –preguntó deteniendo mi mano para que siguieran allí mis dedos hurgando en su canal vaginal y cerró los ojos para mejor gozo.
–¡Eso será aparte y sin pedirle permiso! Teya y yo somos suficientemente maduras para decidirlo solas –aseguré y le di más velocidad al dedo…
–Sí, son muy putas y les gusta el sexo –contestaba meneando su pubis en mi puño.
–A la puta más hermosa la tengo en ti… –dije metiendo la mano en la vagina hasta donde me llegaba y Dalita abrió más las piernas…
–¿Cuándo nos tiramos juntas a Bernabé? –insistió Dalita con la boca muy ensalivada de tanto pasarse la lengua.
–¿Te parece bien el lunes siguiente? –pregunté porque todos los lunes nos vemos mi amante Bernabé y yo, añadiendo una mano más a los cariños que le daba a ella en la panocha–. Él ya dijo que sí quiere, incluso me pidió que le mandara la foto tuya que le enseñé para que se animara a cogernos juntas.
–No, al siguiente para que esté advertido tu puto que atenderá a dos viejas calientes.
–Como digas, mi amorcito –le dije clavándole el dildo de doble punta, el cual resbaló hasta adentro por tantos jugos.
Me metí la otra punta del dildo, abracé las piernas de Dalita y besé los pies de mi amada chichona para iniciar los movimientos de coito. Con Bernabé he aprendido que nuestros maridos no saben dar las caricias que enchinan la piel, pero yo se las doy a Dalita tal como las recibo de mi amante y ella hace lo que yo con Bernabé: cierra los ojos y se acurruca en mi piel deseando fundirse conmigo. ¡Ah, el amor!
Al terminar de venirnos varias veces, unas con ayuda del dildo, o “a mano”, o con la boca, descansamos. Nos bañamos y salimos a comprar lo que requeríamos para preparar la comida. Nos vestimos sin colocarnos ropa interior para jugar con la mente de los locatarios del mercado.
Las compras las hicimos rápido, moviendo las nalgas y tetas lo mejor que salía de “manera natural”. A nuestro paso hubo silbidos, piropos y, sobre todo, ostentosos levantones de vergas. Recibimos a nuestros viejos vestidas así y las metidas de mano bajo la falda o la blusa que nos dieron fueron frecuentes. El café lo tomamos en el regazo de ellos cada una sentada en el palo del esposo de la otra. Ramón, mi marido tomó su café con teta de Dalita y Pedro lo apuró pronto para hacerme saltar en su verga hasta venirse, quedando desmadejado con sus manos en mis chiches, que fueron su punto de apoyo para zarandearme.
–¡Ya hace falta un fin de semana juntos…! –exclamó mi marido.
–Sí –afirmó Dalita–, de este domingo en ocho –precisó, y yo entendí que ella lo quería hacer ese día para darle gusto al día siguiente a Bernabé, quien gusta del atole.
Ya saben que sábado y domingo me la paso ordeñando a mi marido y untándome en las tetas y las axilas la leche obtenida en la cubana y en los pies, el ombligo y nalgas, la que escurre de las cogidas y mamadas, todo para que mi amante me limpie el cuerpo con la lengua. Cuando llegó el lunes, me eché el mañanero, di de desayunar a mi marido y, en cuanto éste se fue, salí para el departamento de mi amante.
–¡Qué rico hueles mamacita! –Dijo, levantando mi mano para olerme la axila, al abrirme la puerta –. ¡Vamos a encuerarnos!, porque me encanta limpiarte la leche que traes por todo el cuerpo, aunque, para saborear, es mejor el atole que haces –me dijo al oído después de meter allí la punta de la lengua. Me fue quitando la ropa y pasando la lengua por las partes descubiertas; yo también le quité lo que pude, dejándolo en calzones solamente cuando llegamos a la cama.
Bernabé se quitó su última prenda y se acomodó en 69. “¡A mamar se ha dicho!”, pensé al abrir la boca. Poco duró la tarea: nos vinimos juntos. “¡Qué rica lechita!”, grité. “Rico el atole y los jugos con el que me lo diste”, replicó tallando la cara en los pelos de mi panocha. Descansó un poco antes de lamerme las verijas y las nalgas, dejé que hiciera de mí lo que quisiera, ¡todo me gustaba! Si lengua subió por mi ombligo y reconoció el sabor de la leche con la que mi marido lo inundó pues removió la pátina de semen completamente de la oquedad, Pasó por mi pecho, que también, en su momento, usé para hacerle una cubana a Ramón, mi marido, siempre presente con su esperma entre las ensalivadas que me hacen mis amantes. Por último, les tocó el turno a las axilas y al cuello, mientras me tomaba con sus manos de las nalgas y con el pito al interior de mi vagina. Lo abracé para movernos con furor hasta que sentí la calidez de su eyaculación. Quedamos pegados de los labios de la boca y de mi raja para dormir así, enamorados.
Al despertar del descanso, y antes de que sus caricias me volvieran a poner muy arrecha, le informé que debería cumplir los deseos de Dalita, mi amante mujer.
–Espero que tu fin de semana sea tranquilo y acumules la mayor cantidad posible de simiente en sus bolotas, porque el siguiente lunes te cogerás juntas a dos viejas muy calientes y deseosas de tu amor –le espeté– Dalita y yo te queremos hacer el amor y exprimirte hasta el alma.
–¡Fantástico, por fin conoceré en persona a tu chichona! –exclamó jubiloso.
–A ver cómo me va a mí… –señalé temerosa que me cambiara por ella–. Ya ves que pasó con Amador: Dalita le insistía en que la invitara a su casa sin mí, para emborracharse con un six de Asti mientras cogían sin descanso.
–¡Ja, ja, ja! Sí, lo leí en tu relato. Me pareció una chica sin recato estando briaga –refiriéndose a la putez que aflora con el alcohol.
–Ni se te ocurra ofrecerle algún trago porque se empeda fácilmente –le advertí.
–Pierde cuidado, mi amor, las trataré cariñosamente, aunque te advierto que quizás le deje las chichotas moradas de tanto mamarlas y apretárselas en la cogida –insinuó–. Se me figura que ha de hacer unas ricas cubanas, compitiendo con las que hace Teya.
–¡Que ni qué! Me doy unos atracones de leche cuando ella se las hace a mi marido. ¡Me fascina ver cara de puto que pone Ramón al eyacular en esas montañas! Pero también así me pongo cuando le limpio lo que mi esposo le dejó.
–Será delicioso ver las mamadas que le des para tragarte mi semen.
–Debo irme ya, mi amor, vamos a la ducha para que me encules allí, al chorro de agua.
Nos levantamos para irnos a la regadera. Lo llevé jalándolo de los huevos y la verga. Bajo la precipitación del agua tibia, me hizo gritar con esa tranca de carne dura que jugaba al mete y saca en mi esfínter.
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