Yo, cornudo de mi mujer (Parte II)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sumiso88.
Era viernes por la noche Lucía y yo estábamos cenando. La semana había transcurrido con normalidad pero hoy la notaba más distante. Como si su mente estuviera en otra parte, como si hubiese algo que quisiera comentarme pero no se atrevía. Estaba tan absorbida removiendo su sopa que ni siquiera se dio cuenta de que yo la estaba mirando atentamente. Tosí para intentar traerla de nuevo al mundo de los vivos. Ella me miró de reojos pero no quiso mantener la mirada. Fue entonces cuando me decidí a preguntarle que estaba pasando.
“Juan supongo que tendrás en mente lo que paso el sábado pasado ¿no?”
“Sí, sí que me acuerdo. ¿Qué ocurre?”
“Pues… hay algo que no te conté.”
“¿De qué se trata?”
“Bueno… es que… le prometí a José de que este sábado nos volveríamos a ver…”
“Cariño”- la interrumpí- “acordamos de que ya se acabaría”.
“Ya lo sé… pero es que me gusto mucho y me quede con ganas de más. Y ahora pues no lo quiero dejar tirado… se portó muy bien conmigo, y si lo veo por la calle tendré que agachar la cabeza…”
“Pues lo siento Lucía pero tendrías que haberlo pensado antes”.
De nuevo volvió el silencio y ella siguió removiendo su sopa. Yo estaba empeñado en demostrar quién mandaba en nuestra relación, quería imponer mi autoridad. Sin embargo, al mismo tiempo un cosquilleo se apoderaba de mi estómago. ¿Será que yo también quería que volviese a pasar eso? ¿Me estaría convirtiendo en un marido cornudo de esos que veía en internet? Quería sacarme todas esas dudas de la cabeza pero no podía. Esa idea de ser cornudo era absurda. ¿Por qué alguien iba a querer serlo? En mi mente estaba teniendo lugar una auténtica batalla campal. Dos posturas enfrentadas entre sí en mi propia mente. Tras un rato batallando los cañones de la curiosidad vencieron al abandono de esa práctica. Sí, quizás yo también quería que ella volviese a ausentarse y volver con un hermoso y real relato erótico sobre su aventura y mis crecientes cuernos.
“Está bien cielo, lo he pensado y te dejo que vuelvas a verle y para que veas que te quiero mucho te voy a dejar una semana entera, así después ya te quedarás saciada y podremos volver a nuestra vida normal. Eso si nada de corridas que te conozco”.
Tras oír estar palabras Lucía saltó de su asiento casi tirando el plato que se hallaba en la mesa y se vino para mí corriendo y besándome como nunca me había besado. Yo apenas podía respirar. Mi miembro empezaba a ponerse erecto. Al cabo de unos minutos de incansables besos, salió corriendo al cuarto de baño dejando un gritó en el aire: “me voy a duchar”.
A lo largo de la semana vi como ella iba llegando a casa muy feliz y cada vez más y más cariñosa conmigo. Como si yo me hubiera transformado en su ídolo. Siempre me contaba sobre sus orgasmos y las veces que lo habían hecho. Esta vez notaba en su cara la sinceridad de que había cumplido y todas las corridas habían acabado en el condón. Yo cada día aceptaba más el hecho de que ella lo estuviera haciendo con José. Me iba acostumbrando y por lo que parecía era un buen tío. Se acercaba el domingo y ya ese día todo volvería a la normalidad. Una vez más me equivoqué. Esta vez no se mostró para nada tímida me lo dijo directamente a la cara.
“Juan esta noche viene José a cenar y cocinaré para ustedes. ¿Y sabes qué? esta noche podrás por fin ver a tu mujer acostándose con otro. Quiero que estés bien presente. Lo haremos en el salón y tú te sentarás en una silla, delante de nosotros. ¡Ah! Y por favor deja que se la chupe sin condón ¿vale?”
La idea era tentadora, se me puso erecta al instante, no obstante, me daba un poco de miedo a cómo podría reaccionar yo en una situación así, pero ya había dado unos cuantos pasos, había que seguir un poco más adelante. Total, quizás viéndola podría controlarles más. Acepté la propuesta.
Eran las 9 y media José estaba a punto de llegar y mi mujer estaba bien vestida con un precioso vestido rojo, bastante cortito y unos tacones de aguja. Solo con verla ya me entraban ganas de llevarla para el cuarto y olvidarnos de todo. No obstante tenía que cumplir con la promesa de dejarle hacerlo delante de mí. También le prometí comportarme y ser amable con José. Ella me avisó de que él estaba más nervioso que yo y que en cierto modo tenía un poco de miedo por mi reacción.
Finalmente, al sonido del timbre mi mujer abrió la puerta y atravesando el umbral se hallaba un chico alto, moreno, de ojos castaños y buen físico así como bien vestido. Intentando ser lo más amable posible me acerqué a él y le intenté estrechar la mano. Al principio él dudo si hacerlo o no, no había duda de que un poco cortado sí que estaba pero al rato me la estrechó. Mi chica le dio un pequeño beso en la boca y ofreciéndonos asiento, se dirigió a la cocina a traer la cena que con gusto había preparado. En la mesa, ella se sentó en uno de los bordes, presidiendo la cena y nosotros a ambos lados de ella. Fue una situación un poco incómoda ya que tanto José como yo nos sentíamos así a pesar de que mi mujer pusiera un gran esfuerzo en remediarlo. Terminada la cena mi mujer impaciente dijo que deberíamos comenzar con lo previsto para esta noche. Estaba realmente impaciente a penas me lo podía creer. No obstante, José no quiso empezar sin antes hablar conmigo:
“Oye Juan, si tú no quiere no hay por qué hacerlo. Vaya yo no quiero ofenderte ni nada. Si he hecho algo con tu mujer es porque ella me dijo que tú estabas de acuerdo, pero creo que esto de esta noche es algo un poco fuerte”
“Estoy de acuerdo contigo José y te agradezco el respeto que me muestras, la verdad es que no estoy muy seguro de querer hacerlo, pero ella confía en que eres un buen chico y veo que al menos me respetas así que bueno… si a ella le hace ilusión, que remedio. Eso sí no te acostumbres porque tu suerte cambiará pronto ¿ok?”
“Ok, ok, pero que conste que me has dado tu consentimiento, hoy haremos lo que queramos tu mujer y yo, respetando tus limites pero lo que queramos”
Después de esta breve charla mi mujer me acercó una silla cerca del sofá donde lo iban a hacer y me susurró al oído si confiaba en ella. Le dije que sí, mentí, pero que otra cosa iba a hacer. De este modo ella me besó intensamente y de repente me vi atado de manos a la silla, y ella de rodillas atándome las piernas.
“¿Qué es esto?” Pregunté
“Quiero asegurarme de que no lo estropeas y además así atadito estás más mono, estás en mi poder”.
La cosa se iba poniendo fea para mí, así atado me sentía más inseguro. De repente ella empujó a José para que se callera en el sofá y montada encima de él empezó a besarlo. El culo de mi mujer estaba mirando para mí y ya que el traje era bastante corto pude ver perfectamente un tanga negro que le regalé cubriendo su hermoso sexo y rodeado por su culo redondito y firme. Una mano asomaba, José le estaba acariciando sus bajos. Una vez excitada comenzó a desnudarlo de cintura para arriba y completada la faena, empezó a besarle el cuello, su torso, sus abdominales y llegó la parte más dura: le empezó a desabrochar los pantalones, bajar su ropa interior y dejar al descubierto el pene de José. La verdad es que estaba bien dotado el chico. Viéndola erecta mi mujer la introdujo en su boca y empezó a chupar lentamente para saborearla bien. Unos minutos más tarde se incorporó, no sin antes rozar el miembro de José bien por toda su boca y se acercó a mí. Me preguntaba que iba a hacer. A lo mejor me la chuparía a mí también. Me equivoqué. Acerco lentamente su boca a mi cara y empezó a lamerme la cara de arriba abajo. ¡qué asco! Pensé. Ella notó que me daba asco y me dijo:
“No arrugues la cara cariño, solo quiero hacer que huelas a su poya. Está rica y tú tienes derecho a olerla. Anda deja que te deje bienoliente a poya del amante de tu mujer”.
“Querrás decir maloliente”
“Anda anda, no te quejes tanto. Además así oliendo a poya me gustas más jeje”.
Después de esas palabras el asco se iba mezclando con el morbo. No me gustaba oler así pero que morbo me dio que me hablase de esa manera. A José parece que le encantó la idea, no podía evitar soltar alguna risilla. Ella volvió a mamar de nuevo. Esta vez poniéndose de lado para verla bien y mirándome cada dos por tres. Era una situación muy morbosa y como disfrutaba la jodía. Cansada ya de chupar le pidió a José que se pusiera el condón y la penetrará. Así lo hizo. En frente mía me encontraba a un “desconocido” penetrando una y otra vez a mi mujer y yo atado sin poder hacer nada. Las embestidas iban subiendo de velocidad y se escuchaba como los huevos de este chico azotaban el sexo de mi mujer cada vez que este la embestía. Al cabo de un rato mi mujer pidió ponerse encima. Se supone que tendría que estar enfadado pero verla a ella tan entregada me estaba dando morbo. Tras sentarse en la verga de José empezó como loca a cabalgar. Subía y bajaba bajada y subía estaba totalmente entregada a follar con ese chico. A veces de espaldas para que pudiera observar bien su culo y otras veces mirándome a mí para que viera como su sexo permanecía abierto por aquel miembro que había tenido la suerte de penetrarla. He de decir que aunque su coño no esté rasurado, es bastante lindo. La verdad es que me estaba gustando ver el coño de mi mujer subiendo y bajando por aquel mástil. A José parece que le excitó bastante que mi mujer se lo follara mirándome a mí porque dio un aviso de que iba a correrse. ¿Por qué avisa? Pensé yo, total iba a correrse dentro del condón. Sin embargo mi mujer, muy excitada se incorporó tiró de sus brazos para ponerle de pie también a él y mientras yo le preguntaba a mi mujer inquietamente que qué hacía delante mía vi como ella se arrodillaba ante él tirada el condón y se la mamaba esperando impacientemente a que la leche de aquel chico hidratase su boca seca de tanto jadear. Y así fue, a pesar de que yo no quería, ahí estaba mi mujer con la boca rebosante de leche. Yo no sé si es que ella dejaba asomar un poco o es que José echaba corridas descomunales porque la leche se le salía por los dos lados de la boca. Realmente no fue que ella lo hiciera adrede puesto que luego se acerco hacia mí y me enseñó claramente toda la corrida en la boca, escúpelo, le dije y ella me hacía ruidos como de que quería tragarlo. Acepté. Después de tragar se me sentó en mis piernas diciendo:
“Ay mi amor, ya sí que empiezas a ser cornudo. Me encanta convertirte en cornudo. Me encanta. Me lo he pasado muy bien y así te quiero mucho más. Solo de pensar que te estoy humillando así me entra un cosquilleo por dentro que no puedo aguantar. Además me encanta me encanta poder decirme a mí misma que mi marido es un cornudo.”
“Bueno cielo, me alegro que te haya gustado, no me ha gustado eso de tragarte la corrida pero en fin que remedio. Anda desátame por favor”.
“Eso está hecho. Y perdona por lo de recibirla en la boca y tragarla, es que mi amor, José está tan bien que quería notar el sabor de su leche y como se corre brutalmente, no sé si te diste cuenta pero ha echado una enorme cantidad de semen, pues he tenido el deseo de tragármelo todo. Nunca había tenido tanta leche en mi boca”
Mmmm esas palabras me estaban volviendo loco, realmente me estaba empezado a gustar eso de que mi mujer me quisiera hacer cornudo y me hablase así. Al fin al cabo mejor cornudo consentido que ignorante. No obstante mejor no darle demasiados ánimos a mi mujer que ella más que correr vuela. Mientras José se aseaba en el servicio mi mujer desnuda hablaba conmigo de lo mucho que le había gustado la situación y cosas por el estilo. Recogimos el desorden y tiró el condón a la papelera. Cuando volvía de la cocina se encontró con José en el pasillo. Se besaron y José se acercó a mí:
“Bueno Juan espero que estés disfrutando de los enormes cuernos que te están creciendo estos días, yo sinceramente me lo he pasado de puta madre. Tu mujer folla muy bien y me ha encantado que tengas que presenciar como ella se tragaba toda mi corrida. Eres un buen tío sin duda, y cornudo ya que veo que no estás demasiado enfadado”.
“No te pases”, le dije y luego le estreché de nuevo la mano.
Nos quedamos los tres un rato tomando unas copas y viendo la tele, él y yo vestidos y mi mujer desnuda aunque de vez en cuando le sacaba el pene a José para acariciárselo un poco más. Después de un buen rato miramos el reloj y ya eran las 3 de la mañana. Le ofrecí a José que se quedase a dormir pero rechazó mi oferta dejándola según él para otro día. Mi mujer y yo nos acostamos tras despedirle y yo pensando que ella no iba a querer follar conmigo esa noche puesto que estaría cansada cerré los ojos. Al cabo de unos segundos me la encontré preguntando que qué hacía y desnudándome a gran velocidad. ¡Qué manera de follar! Se notaba que estaba excitada nunca a pesar de que ella es muy muy activa la había visto tanto. A pesar de todo y los ya pocos celos que rondaban en mi cabeza, después de hacer el amor de esa forma, dormí como un bebé y abrazado a mi mujer.
Continuará…
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