2 zorras maduras
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por granpapi6667.
2 zorras maduras
Entonces me encontraba desempleado, un amigo me recomendó para que ayudara a una contadora durante cierta semana muy complicada en la cual no tendrían a su asistente, la novia de mi amigo. Al presentarme el primer día a la oficina me encontré con que trabajaría en la misma oficina con dos mujeres maduras despampanantes.
Paulina era una castaña cuarentona con unas tetas enormes, al verla sentí como se endurecía mi falo mientras imaginaba sus areolas enormes y mis dedos jalando esas ubres. Al levantarse noté sus tacones altos y delgados que realzaban piernas blancas con algunos lunares, perfectamente depiladas que llegaban hasta un trasero amplio. En el escritorio a mi derecha estaba Lucy, una madura delgada, alta y con el cabello rubio. Se notaba un cuerpo atlético debajo de la apariencia de machorra, con pantalones, saco y tirantes, detrás de sus gafas se escondían unos tímidos ojos verdes.
Tras conocer mis obligaciones, me dediqué a intentar no mirar la entrepierna de Paulina, sentada en su escritorio, justo enfrente mío. Sólo podía imaginarme entre sus muslos lamiendo sus labios gruesos y mojados. Toda la jornada la pasé trabajando, para impedir que mi mente divagara hacia el sexo de aquella mujer. En ciertas ocasiones que tenía que requerirle aprobaciones y firmas, notaba sus canas escapando entre su cabellera ondulada.
Muy aliviado, terminé mi jornada y mientras recogía mi saco y maletín del perchero se acercó Lucy por mi espalda. Sentí sus pezones en mi espalda mientras un escalofrío recorría mi espalda y hacía que mis pelotas se endurecieran, mi pene se agito. Acercó sus labios a mi oreja mientras susurró: “Te veo en la salida del estacionamiento en 20 minutos, ve por condones porque me la vas a meter toda la noche.” Bajé corriendo tres pisos y dos manzanas para conseguir mi encargo.
Llegó a la hora convenida con la puerta abierta. Subí a su van y en menos de 10 minutos llegamos a un motel. Tan pronto cerré la puerta nos abrazamos y empezamos a quitar la ropa. Llegamos a la cama medio vestidos mientras ella buscaba en mis calzoncillos y yo chupaba un pezón grande, con una pequeña areola muy oscura. Ella decía “Sí, cabrón. Así, chupame esa tetita. Mámala.” A mí siempre me encendió que mis novias hablaran y me pidieran, y Lucy estaba más caliente que yo en ese momento. Apenas caímos sobre el colchón mi mano ya recorría su abdomen firme, y abajo su sexo ya mojaba la pantaleta.
Sin más opción me arrodille en el piso frente a su vulva y empecé a lamerla. Chupe y metí mi dedo, ella sacó mi mano “No pendejo, meteme dos para empezar.” Probo su jugo de mis dedos y regresó dos a su vagina, la pantaleta ya estaba muy mojada, alcé sus piernas para quitarle los pantalones y las eché hasta atrás, para verle el culo. Le escupí mientras entré en mi fantasía: “Anda cabrona, para lubricarte el ano. ¿Ahí cuántos quieres pinche puta?” Empezó a reir y yo también. “Nada más quiero tu pitote, a que no puedes metermelo, pinche chavito chaquetero,” me contestó, pero yo ya estaba listo para callarla y darle mi tronco por la boca.
Me levanté y terminamos de sacarnos lo que nos quedaba de ropa. Mi amigo quedó frente a ella y pude ver un cuerpo delgado y muy cuidado, su piel bronceada y el cabello algo descuidado la hacían lucir plena. Sonreía mientras jalaba arriba y abajo para excitarme, me miró a los ojos: “Que rica vergota tienes amor, quiero probar tu leche ya.” Se metio y mi boca y empezó a mover la lengua alrededor de mi cabeza, en un segundo se hinchó, pidiendo cada vez más de la boca y garganta de Lucy. “¿Que tal? No creo que te entre en la boca, te voy a romper el ano si te la meto.” Sacó el trozo de carne y lo contempló. Guardó aire y empezó a bajar por el pene, hasta que no pudo más. No tuve piedad y empecé a moverme taladrando su garganta. Me volteó a ver asustada y noté cómo algunas lágrimas empezaban a llenar sus ojos y cómo éstos se enrojecían. Saqué mi espada de su garganta en medio de un hilo de saliva espeso. Entonces notó que ya estaba completamente erecto. Lucy se sacudió la cabellera y me miró, siguió sonriendo y me dijo: “Acuestate. Ya quiero que me llenes la boca con tu semen.”
Me acoste y ella puso su trasero en mi cara, unas nalgas redondas que encerraban unos labios salidos perfectos para chupar; entonces noté el culo tan comentado, se veía que muchos (y tal vez muchas) habían gozado esa entrada. Pero inmediatamente sentí ganas de perforarle ese hoyo toda la noche. No pude continuar con aquellos pensamientos, su boca comenzó a darme una mamada como nunca antes había sentido. Subía y bajaba sus manos mientras movía la lengua y succionaba, con un ritmo cadencioso. Siguió así mientras yo metía tres dedos en su vagina y recorría con mi otra mano las nalgas, poniendo especial cuidado en su ano, que ya empezaba a sentirse mojado por su escandalosa vagina.
Sentí un espasmo y cómo se reunía el semen para salir expulsado. Apenas pude emitir un gemido y ella se pegó al glande chupando. Sentí la succión y liberé mi leche en su boca. Un chorro interminable que no salió de sus labios. Se puso de rodillas y me mostró su boca llena de mi semilla caliente. Comenzó a hacer gárgaras y burbujas, algo de semen se escurrió por su mejilla. Con mis dedos lo recogía y regresaba a su boca. “Eres una perra Lucy. Te gusta comerte la venida, como las putas.” Entonces le dió un trago al semen y empezó a reir. “Vete a bañar cabrón, que te espera una super cogidota, me la vas a dar por el culo. A ninguno le he dado este hoyo así de fácil.” El agua bañaba mi piel y me relajaba el cuerpo.
Ella encendió la tele y puso el canal porno a todo volumen. “Siempre he querido hablar más sucio que los que salen en las porno.” Cambió en un par de ocasiones, siempre en los mismos canales. “A mí me prende primero,” le dije “pero ya en acción lo quito.” Cerré la llave y regresé a la cama. Ella se había puesto sus tacones y me esperaba en cuatro patas, como perra alzando la cola para que el macho la huela. “A trabajar. Afloja mi culo para que te lo folles.”
De nuevo sentí cómo se llenaba mi verga, los testículos empezaron a cosquillear, anticipando un ano entrenado, dispuesto a aceptar castigo. Empecé lamiendo, apretando y mordiendo las nalgas. Mis dedos y nariz cruzaban su oscuro agujero tan rápidamente que empezo a jadear y a hacer ruidos. Escupí de nuevo su culo y entré en el juego. “¿Qué quieres cabrona? Dime, ¿que es lo que buscas?” Metí la punta de mi lengua de repente en el sitio prometido y soltó un gemido. “Dame tu pito, quiero mamarlo para que me llenes el ano hijo de la chingada.” Me puse de pie y le metí la verga hasta el fondo de la garganta, de nuevo vi su rostro sorprendido y cómo se notaba que gozaba sufrir con mi enorme pene en la boca. Tal vez estaba preocupada por cómo se iba a comer ese pedazo de carne por atrás.
Chupó y chupó, ya segura de que mi tronco aguantaría más castigo antes de liberar su carga. Cuando mi falo no podía crecer más dejo por completo todo para poner el condón con mucho cuidado, para que no se rompiera y tuviéramos que pasar una vergonzosa noche en una sala de urgencias. Cuando quedó todo forrado me levantó de la cama y acercó una silla diseñada para aquellos menesteres. Cuidadosamente colocó el lugar frente a la pantalla y frente al porno. Se dió la vuelta y abriendo sus nalgas empezó a sentarse tratando de empalarse con mucho cuidado. Mi glande sintió su entrada, la punta embonó a la perfección en la entrada, sentí como una quemadura.
Los dos estábamos ardiendo, intenté atraerla a mi cuerpo, puse mis manos en sus pezones duros y los acaricié y jalé, pero ella no se terminaba de animar a recibir mi herramienta por atrás. “Anda cabrona, ¿no que me ibas a deshacer?” Ella siguió calentándo mi pene pero no queria dejar que su anillo se abriera a mi vergota. Se levanto y volteó a verme. Iba a decir algo justo cuando sonó su móvil. Sin decir nada fue hasta su saco y contestó la llamada. Entre palabras cortadas sólo pudo decirme: “Llega temprano, nosotros llegaremos más tarde. Tienes trabajo listo para empezar.” Y salió de golpe de la habitación.
A la mañana siguiente llegué una hora antes. Tranquilamente avancé el trabajo de un par de días al no tener distracciones en la habitación. Tras la hora de la comida llegaron las dos, vestidas como recién salidas del gym. Me percaté de lo pequeña que era Paulina, ya con zapatillas me dí cuenta de el tipo de tacones que usaba para salir al trabajo. Lucy presumía su cuerpo y condición. Las dos se notaban cansadas, pero extrañamente radientes. Tras un saludo efusivo de parte de Lucy y un abrazo fraternal de Paulina, continué en lo mío. Tras una media hora Paulina me dijo que podía salir, y que llegara de nuevo temprano, que repetiríamos la rutina.
Me despedí de las dos y salí de ahí algo desconcertado.
De nuevo llegué temprano y me dediqué por completo a terminar el trabajo que me habían asignado. Llegó la hora de la comida y al regresar me encontré con las dos mujeres en la oficina, Lucy llevaba un traje sastre con falda todo negro, con zapatos de tacon corto y su cabello recogido la hacían ver muy profesional; Paulina llevaba un vestido formal morado y unas zapatillas de tacón muy alto. Lo sorprendente era la escena en la cual las encontré, Paulina sostenía sus senos fuera del escote mientras Lucy los chupaba. Cerré la puerta y me acerqué a ellas mientras sacaba mi pene de su encierro.
“Si son un par de perras. Las muy putas me quieren provocar.” Lucy sonrió y Paulina se paralizó. Comenzamos a reir, mientras ellas seguían ocupadas con sus cuerpos yo me sacaba el pene y me quitaba la corbata y la camisa. Paulina extendió su mano y lo agarró. “Que cosa tan rica, papi.” Entonces noté que ella estaba prácticamente desvestida. “Pero déjate tus tacones, quiero verte como una golfa suplicando por mi leche en tu cara.” Lucy se apartó y dejó que explorara el cuerpo de Paulina. Sus senos eran enormes y sus areolas tal como las imaginé, me soñé bebiendo su leche, llenándolos de semen caliente. Metí mi rostro entre ellos y bajé mis manos, escurriendo entre el vestido para llegar a sus nalgas. Anchas, carnosas, de inmediato sentí el calor que brotaba de su culo. Entendí que me enfrentaría a un par de maduras zorronas. Aproveché la oportunidad para hacer de aquello una verdadera orgía.
“Quiero que las dos se pongan de rodillas y se coman mi pene.” Agité mi falo desde la base y vi cómo sus ojos brillaban con el enorme nabo rojizo en la punta. No tardaron mucho en hacer caso y llenar de besos y mordiscos aquella parte. Poco a poco alcancé mi punto más alto. Mi pene no crecería más. Las tome por las manos y llevé hasta el frente del escritorio de Paulina. “¡Dóblense! Quiero ver esos culotes abiertos.” Muy obedientes lo hicieron. Entonces alcancé unos condones en mi saco y empecé a calentar a Lucy a la distancia: “Sabias que tu perra amiga no iba a resistir la curiosidad. Le contaste de mi pene. Eres una cabroncilla, y tú, una caliente, de premio por ser tan golfas les voy a dar por el culo hasta que lloren. Tú primero Paulina, para que vea Lucy de lo que se salvó.” La mujer se levantó y me miró asustada: “No Carlos, a mí no me gusta por la colita. Me duele.” Su cara de mujer madura se transformó en un instante, de la tierna súplica a un gesto de perversa, acentuado por el maquillaje tan recargado que la hacían lucir, en medio de nuestra lujuria, como una callejera. Lucy se acercó y la regresó a su posición: “Cállate pinche marrana. Te van a hacer ancho el ano y lo vas a gozar. ¿Y a mí que me va a tocar papi?” Le dió una sonora nalgada y empezó a lamer los hoyos de su amiga mientras abría aquellas masas de carne que era el trasero de Paulina, se notaba que aquello era frecuente entre ellas. “No te lo voy a decir, pero te juro que no te vas a sentar mañana. Ahora calienta a tu zorra amiga.” Observé cómo la mancha negra que tenía como centro el culo de la mujer empezaba a dilatarse con la lengua de Lucy. “Anda amiga, dile todas las cosas que me contaste querías que te hiciera Carlos con su verga.” Me acerqué y la arranqué de las nalgas, la acomodé sobre el escritorio junto a la otra calenturienta. Nalguée a una y otra, mientras apretaba y buscaba sus hoyos, ya mojados y caliente.
Paulina gemía mientras yo observaba los dos traseros agitándose, el cuarto empezaba a oler a sexo. No pudé aguantar más y me lancé sobre las caderas de una mujer deliciosamente redonda, mi pene buscó su vagina y me topé con sus enormes nalgas. Atrapé sus ubres colgantes y seguí explorando su enorme cola. Ella guió mi pene hasta la meta y gimió al sentirlo. Cuando entró todo, se hizo todo calma. Paulina en silencio, yo a punto de hacer una embestida y Lucy golpeando mi trasero, animándome a follar a su amiga.
Mis caderas embistieron a la mujer sobre sus tacones casi de aguja, no me había percatado de que estaba bufando con cada golpe de mi pelvis. Ella gritaba y agitaba las manos. Lucy también colaboraba: “Dale cabrón. Métesela y luego dame tu leche. Quiero tu leche calientita papacito.” Me salí antes de explotar adentro. Su vagina no me dejaba salir, parecía atraer mi miembro con hambre. “Afloja las nalgas Paulina, te la voy a dar por el culo. Pero quiero que tu amiga pruebe tu concha.” Lucy llegó muy pronta a meterse el vergón en la boca. Sin usar sus manos lo recorrió de arriba abajo hasta lubricarlo.
Jalé el rostro de Paulina y le dí un beso, al alejarla mirandola a los ojos le dije:“Tu amiga nada más sirve para calentar huevos. Tú sí que la vas a gozar.” Lucy apareció con un lubricante y empezó a chorrearlo en las nalgas de Paulina, mientras decía. “Somos unas putas papi, pero nada pendejas. Y nos vas a cumplir a las dos.” Sacó un anillo e inmediatamente lo deslizó hasta la meta en la base de mi pene. “Ahora rómpele el ano a mi amiga.”
Con la autorización de Lucy puse la cabeza en el ano a Paulina y empecé a escarbarla lentamente. “Abrete para mí. Yo sé que quieres sentirme dentro, profundo en tus hoyos.” Ella lentamente se relajó, cuando terminó de entrar la punta decidí hacer un poco más de esfuerzo y descargar un poco de mi frustración en Paulina, más para impresionar a Lucy que para hacerla sufrir. Apenas lo intenté, sentí cómo se relajaba y me daba acceso, como una experta. “Papito, yo ya entregaba este hoyo antes de que nacieras, ahora quiero que te muevas.” En la ventana a mi izquierda me reflejaba y pude gozar de la escena, mi enorme tronco entraba y salía y sus piernas carnosas se veían delineadas por los tacones que la sostenían, mis manos solaron sus caderas para volver a acariciar sus tetas, Lucy seguía golpeando mi trasero pero podía escuchar su vulva mojada agitarse. “Dale, abre esas nalgas y clavala. Para que me la metas a mí, papito.” Seguí con mi movimiento cada vez más furioso, las dos eran mujeres experimentadas y se atreverían a todo con tal de tener un palo de ese tamaño en sus hoyos.
“Ya me aburrí de ti, quiero metérsela a la zorra de tu amiga.” Saqué mi pene y removí el condón, Paulina ya estaba arrodillada comiendose un gran pedazo de mi carne, “Está muy rica tu vergota, mi amor, aguanta un rato más y nos disfrutarás todas las veces que desees.” Lucy se acercó y remató: “Y todavía no conoces a nuestra amiga María.” Excitado por la promesa de disfrutar esos cuerpos cada vez que lo deseara, mi pene se convirtió en hierro. Sujeté a Lucy y la coloqué en cuatro patas en el piso. Aproveché el lubricante para deslizar mis dedos en su ano. Ya se sentía relajado y listo para mí.
Acerqué a Paulina al culo de su amiga, “escúpela, que no llore cuando se la meta.” Reunió saliva en su boca y dejo escurrir un hilo grueso y muy espeso de saliva hasta el agujero. Cuando terminó un poco se desbordaba hasta sus labios. La señora de la cabellera castaña alzó sus ojos y se volvió a meter mi pene en la boca. Aproveché la ocasión y empujé mi cadera para follarle la garganta. Unos cuantos centímetros de mi verga quedaron fuera, pero empezó a aflojar su garganta hasta que cubrió con su boca mi pene hasta los vellos. Recuerdo que grite, tome el rostro de Paulina miré cómo quedaba enrojecida y poco a poco saqué mi pito de su boca completamente bañado de saliva. Sujeté mi glande y dejé caerlo sobre su cara. El sonido de mi pene en su rostro me hizo seguir con el golpeteo unos segundos más. “Que rico, me gusta que me des unos vergazos. Pero ya cógetela, papi. Quiero saborear tu leche.”
Le dí gusto. Tome mi pene y lo apunté a la oscura profundidad de Lucy. “Tu amiguita se lo comió todo por atrás, a ver qué tan puta resultas tú.” Paulina jaló las nalgas de Lucy y empujé lentamente. Mi pene era lo único que tocaba a la señora, ella empezaba a decir: “Ay no, por favor. Me vas a reventar.” Seguí con mi avance hasta que entró la cabezota, sentí cómo su anillo apretaba la punta y comencé a subir y bajar, primero lento, y con movimierntos cortos, unos segundos después le entraba la mitad, y un par de minutos luego, ya me entregaba el culo completamente. “Ay cabrón, dame más. Ah, me vas a reventar. Chingame el ano con tu vergota.” Le hice bajar la cabeza al piso y que se abriera las nalgas con sus manos.
Paulina observaba mientras se masturbaba en una silla frente a nosotros. Sus tetas carnosas colgaban mientras su pierna derecha colgaba del brazo de la silla. Su panocha roja escurría por sus sedosas piernas. Decía algo en voz baja. Yo me atreví y saqué todo mi palo de ella. Un suspiro leve brotó de ella, de repente, regresé hasta el refugio entre sus nalgas de una sola estocada. Lucy gimió y se estremeció, el único contacto que tenía con su cuerpo era con mi pene entrando con fuerza por su cola.
Ya no podía aguantar. Mis bolas querían estallar, pero el anillo no lo permitiría. Decidí intentar algo que jamás había hecho, básicamente porque jamás pensé tener dos mujeres tan cachondas en mis manos. Me salí de su maltrecho culo y me saqué el condón. “Ahora me van a cumplir la fantasía a mí. Acérquense, se van a acomodar en el piso de cabeza y van a levantar los culos y las piernas. Y para sostenerse junten sus caderas, que los pies les lleguen a los hombros, en el piso.
Tuve que intervenir para dejarlas listas para ser escavadas por cualquier hoyo que yo deseara. Indefensas y calientes, se abrian las nalgas y golpeaban para calentarme. No tarde mucho en cubrirme y me dirigí a perforar a Paulina, ya acomodada así las tetas le caían sobre el rostro, se notaba muy incómoda, pero sus gordas nalgas y pegajoso culo se abrían y las redondas piernas ya tenían las rodillas en sus hombros, al ver qu me podía sujetar de sus zapatillas de tacón despertó mi lujuria. De nuevo visité su vagina y tras unos cuantos segundos de escarbarla ya salían sus jugos. Decidí despedirme de su pucha y empecé a dilatar a Lucy, quería taladrar su ano ya.
Clavé mi dedo medio en su culo. Gimio como perra en brama, me veía desde el suelo con ansiedad. “Rómpeme el culo. Si me haces terminar la próxima vez tendrás a tres golfas bramando por tu pito, mi amor.” Le metí otro dedo, Paulina ya se había incorporado, muy aliviada. La acerque para que me pusiera el último preservativo. Con una sonrisa me lo coloco con un beso y terminó la obra con su mano. Saqué los dedos y empecé a taladrarla fuerte, mis pelotas rebotaban en sus labios mientras aporreaba sus nalgas. “¡Cómetela por la cola! ¡Ésto es lo que querías!” Lucy gemía y mi pene ya explotaba.
Para terminar entraba y salía de su culo roto, ella movía sus piernas. Un sonido entrecortado y los araños en mis nalgas me indicaron su orgasmo. Saque el palo de su maltrecho ano. Arranqué el condón y liberé el anillo, un torrente de leche se agolpó en la punta de mi verga. Paulina succionó mi glande y me liberé. Dejé que mi semilla saciara su sed. Su rostro era el de una mujer satisfecha de sexo. Lucy se le acercó y en medio de un beso hizo que el semen las bañara, mi pito recibía caricias y lamidas.
Empecé a golpetear sus rostros con mi falo. “¿Qué tal? ¿Tengo el empleo?” “Como asistente eres muy malo”, dijo Paulina, “Pero te vas a quedar a darnos tu vergota, papacito.” Completó Lucy. Con el paso de los meses he descubierto que Paulina prefiere embriagarse antes del sexo anal. Yo la hago que se coma mis mecos en champaña. Lucy quiere invitar a una amiga del gym, mientras tanto, cada vez que salimos le pongo una mascarilla de semen extraído de su boca. En cuanto a su amiga, es otra historia que algún día les contaré.
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