AHORA SI, ME ENCANTÓ ESTAR DEL OTRO LADO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por rafles69.
Afuera me encontré a Salomón nuestro almacenista quién frotándose las manos y con una mueca de sorpresa me dijo – ¿Qué pasó Inge.
? ¿Se le perdió algo por acá? Fingí no escuchar y seguí de largo a mi oficina.
Mi secretaria me preguntó dos o tres cosas relacionadas con el trabajo y me preguntó que si me pasaba algo, que traía la cara muy roja y los ojos muy irritados.
– Debe haber sido el polvo – Silvita, le respondí.
Tiempo después me daría cuenta de que Silvia también era fan de tan fina literatura pero esa es otra historia.
Nos dieron las dos de la tarde y yo seguía trabajando.
Normalmente teníamos dos horas de comida pero ese día no traía prisa por regresar a casa pues mi esposa se había ido de visita con sus padres llevándose a los chicos que faltaron a clases.
Debe haber sido un viernes.
Yo seguía turbado por las revistas que había visto y por más que me mentalizaba no podía abatir una erección que iba y venía.
Los chicos y mi secretaria se despidieron de mí y cerraron las cortinas de la bodega.
No tenía sentido tener abierto el negocio pues ningún cliente recolectaba sus productos directamente pero así nos había acostumbrado el anterior gerente del negocio.
Ahora yo era el gerente y las cosas podían cambiar.
“Iré a casa a descansar un rato”, decidí y salí del edificio.
Me sorprendió encontrar a Salomón afuera de la bodega recargado en mi auto.
– ¿Podría darme un ride, Inge? Ya es fin de quincena y no traigo ni para el camión –; – Por supuesto Salomón, vámonos –
Salomón tenía 2 años trabajando en la empresa y me parecía un buen elemento.
Cuando lo contraté me pareció un muchacho con muchas ganas de superarse, era muy servicial y activo; en fin me dio buena espina.
Antes había trabajado como policía y se le notaba inmediatamente tan solo de ver su pinta; caminaba exageradamente erguido como si estuviera forrado de músculos y fuese cargando una pesada armadura, movía los brazos como si fuera desfilando, su ceño era agresivo y siempre se cortaba el cabello al rape.
Hubiera sido un buen guardaespaldas.
Vivía en una colonia humilde por la que podía pasar camino a casa si me desviaba un poquito.
Pocas veces le daba aventón pues no quería que se fuese a hacer una costumbre.
Subimos al auto y nos movimos lentamente a través del tráfico de la ciudad que cada vez era más pesado.
“Esta ciudad es un desmadre, no hubo quién previera este crecimiento tan fuerte”, pensaba cuando escuché a lo lejos la voz de Salomón.
– ¿Qué le pasa Inge.
? ¿No me escuchó? – ; – Disculpa Salomón, venía distraído –
Comenzó por platicar sobre temas de trabajo a los que yo apenas atendía respondiendo si o no.
Yo seguía pensando en nalgas y tetas, en caras bonitas y locuras irreales.
Después comenzó a señalarme las chavitas que salían de las secundarias y prepas; – ¡cada vez están más buenas las condenadas muchachillas Inge.
! -, – Si Salomón, tienes razón-; – Y son bien cabronas Inge.
Si viera todo lo que hacen – Luego me platicó de sus tiempos de policía, de cómo golpeaban a los detenidos en los separos, me contó que cuando detenían muchachas había compañeros que las manoseaban e incluso las desnudaban.
Me contó que una noche de Cervantino habían detenido a tres chavitas fresas fumando marihuana en la calle subterránea.
Ellas les rogaron que no las llevaran a la delegación pues se meterían en graves problemas con sus familias.
Las dejaron ir, por supuesto, no sin antes recibir unas ricas mamadas de las bocas de cada una de ella.
– Mmmmm, olían riquísimo Inge, su olor me quedó impregnado por semanas; hoy día cuando camino por Plaza Mayor y paso cerca de una chava o señora que lleva el mismo perfume se me para bien acá – me dijo, – las chicas se fueron fumando rise y rise como si nada hubiese pasado-
Recordó que por las mañanas al salir del turno de noche el y sus compañeros e incluso el comandante se desperezaban dándose un manguerazo de agua fría totalmente desnudos en el patio; me presumía que lo hacían delante de las mujeres policías y de la excitación que sentían de enseñarles sus enormes miembros bien erguidos ni siquiera sentían el frío de la madrugada.
– Había una chava que nos las mamaba a todos , ¡ ahhh que rico la chupaba Carmelina! Inge; porque todas chupan, eh?, todas maman, todas cogen- ; – Si Salomón – ; – si -.
El tráfico era mas pesado que nunca, bastaba una ponchadura de llanta o un pequeño arreglo en las calles para crear un tremendo atasco.
– Y un día me fajé a un señora de unos 40 años en el camión Inge.
Ibamos parados, la unidad estaba a reventar.
Olía bien gacho a puro sobaco.
Entonces la vi.
Traía un vestidito blanco de esa tela que usan para los mosquiteros.
Ya estaba ruca, pero estaba buenísima.
Fui moviéndome entre la gente hasta llegar a su lado.
Un tipo me la hizo de tos porque sin querer le di un codazo pero cuando lo enfrenté se agachó y no dijo ni pio.
Yo si le parto su madre – presumió Salomón.
– Me puse atrás de ella y coloqué mi verga entre sus nalgas.
Pensaba que se iba a molestar pero hizo como que no se daba cuenta -.
– Empecé a moverme y ella también lo hacía, parecíamos perros copulando en público.
¡Qué rico movía el culo! Inge -.
– No me aguanté y la tome por la cintura; estábamos ya bien calientes.
Luego le agarré las tetas y comencé a sobárselas.
La vieja gemía bien sabroso y yo mas me exitaba – .
– El movimiento del camión nos ayudaba.
Mi verga se quería salir; la cabeza se asomaba por la pretina.
Me valió madre que la gente me viera – .
– Ella puso su mano en mi entrepierna y me masajeó bien rico.
Terminé por venirme dentro del pantalón -.
– Me mojé los bóxers -.
– La señora se bajo antes que yo, al llegar al López Mateos.
No me dijo nada solo me sonrió.
Ay inge, ¡que bonita sonrisa! Nunca la voy a olvidar – .
– Al llegar a la casa pasé la sala de largo sin saludar a mi mamá y ya en mi cuarto mi esposa Gaby me preguntó que me sucedía.
– ¿te orinaste Salomón? – Me dijo; – No aguante Gaby, le mentí y me fui a cambiar al baño-.
– Metí en una bolsa negra mi ropa y mas tarde la eché en un contenedor de basura que hay en el barrio -, – Esas son vivencias lindas Inge -; – ¿No me cree? –
“Pinche Salomón”, pensé, “Le está afectando ver tanta pornografía barata.
– Si conociera a mi esposa le caería muy bien Inge; le gusta la misma música que a Ud.
Y Se que se llevaría muy bien con la suya – , – Si, Salomón, si – le respondí mientras pensaba que ese hombre hablaba hasta por los codos.
Transitábamos a vuelta de rueda por un Boulevard de los principales de la ciudad y Salomón no paraba de piropear a las chicas y señoras que pasaban por las aceras.
Me dejaba sin palabras tantos y tan variado piropos que Salomón les decía y sobre todo ver como ellas se sonrojaban y sonreían.
“Debo aprenderme algunos”, pensé.
Al doblar por una calle secundaria vimos de espaldas una joven bajita y regordeta que caminaba contoneándose con mucha naturalidad.
– Aquí va Gaby – dijo Salomón, – ¿Podemos darle un ride Inge.
? .
–Claro, Salomón, con mucho gusto – Solo una vez había visto a Gaby, la esposa de Salomón; y fue el año antepasado en la cena de navidad de la empresa.
Era una mujer no muy guapa pero simpática, de unos 22 o 23 años, gordita y muy tímida.
Exageradamente tímida diría yo.
– Súbete al carro mamacita que te vamos a coger – le dijo, soltando una sonora carcajada.
“Vaya patán”, pensé.
La chica volteó y apenas esbozó una forzada sonrisita.
– ¡Ay Salomón, como eres! – Se subió en la parte trasera del carro e hicimos el corto trayecto hasta su casa en un par de minutos.
Vivían en una casa contigua a la de los padres del muchacho en un barrio bravo de la ciudad.
Su casa sencilla y pequeña pero bonita.
– Pásele Inge.
Le invitamos un taco – me dijo Salomón; – No gracias, tengo que ir a casa – ; – ¡Pasele Ing.
Va ver que taco nos echamos! –; – Nooo, de verdad gracias.
Será para la próxima -; – No nos rechace Inge, por favor – me dijo la esposa con una voz bajita con cierto dejo sensual.
No pude rechazarlos.
Estacionamos el auto a unos metros de la puerta del hogar y los seguí.
“Diablos, y yo que soy tan especial para la comida” me dije, “¿qué voy a hacer si no me gusta?”
Me senté en un silloncito viejo tipo reposet cubierto con una sabana marrón mientras Salomón seguía hable y hable sin parar de forma tal que mi mente se fue de paseo viendo un set de fotografías que tenía en una repisa y lo ignoré por un rato.
– Enséñale el menú al ingeniero amor – escuché como entre sueños.
Gaby se puso de espaldas hacia mí, y ante mi sorpresa se levantó la falda dejando al descubierto un hermoso culo moreno.
No traía calzones y eso disparó en mi cerebro la orden de erección que de inmediato mi pene obedeció sin chistar.
Sus cortas piernas eran preciosas; macizas y bien delineadas.
Sus gordas pantorrillas eran de antología.
Era una Serena Williams en miniatura.
– ¿A poco no está bien buenota mi vieja Inge? – Si si si – respondí con voz temblorosa.
Con sus manos Gaby se abrió el culo mostrándome un ano perfecto y una rajita moradita muy bien depilada.
Me pareció que el mundo se detuvo y todo comenzó a dar vueltas.
Gaby volteó hacia mi sonriendo pícaramente.
Seguía siendo la misma chica callada y tranquila pero en sus ojos brillaba la sensualidad sólida.
– Atiende a nuestro anfitrión cariño -; Gaby se dio la vuelta, se puso de rodillas y con notable habilidad sus manitas regordetas buscaron mi bragueta.
Sacó mi arma de su lugar y comenzó a juguetear con ella; su mano derecha subía y bajaba rotando suavemente como si estuviese agitando el chocolate con un molinillo.
Luego me acarició los testículos y mi glande con un amor que daban ganas de casarse con ella.
Su dulce y negra mirada extraviada a lo largo de mi se encontraba ocasionalmente con la mía provocando chispazos de colores con sabor a metal azul.
Su actitud sumisa me provocaba escalofríos.
“¡Que mujer más hermosa!” musite quedamente olvidando a la gordita chaparrita que conocía.
Gaby comenzó a gemir como si estuviese sollozando y fue entonces que me percaté que Salomón le esta haciendo sexo oral desde atrás.
– Méteme la lengua por el culo papacito – dijo Gaby y sentí que un chorro de esperma anunciaba su inminente salida.
Me mentalicé y no deje que ese momento terminara.
Gaby se empinó un poco mas y sin mediar palabra se llevó mi pene a la boca.
Su boca pequeña se atragantó con mi miembro; entre gemido y gemido me daba unas tremendas lamidas de antología; mi vara estaba totalmente mojada y lubricada.
Necesitaba cogérmela.
Ella adivinó mis intenciones y se quitó su blusa dejando al descubierto un par de tetas pequeñas pero bien formadas.
Me las acercó y yo las chupé y lamí como si fuese un lactante.
Sabían a frambuesa, estaban deliciosas.
Con su mano ella sobaba su clítoris mientras Salomón seguía lamiendo su ano.
El tiempo estaba congelado y la felicidad inundaba mi corazón.
“Que todo vaya al demonio”, pensé.
Gaby se montó en mis piernas abriendo las suyas y metiéndose magistralmente mi verga en su vagina.
Me dio un largo beso, otra más y otro más.
Sus besos eran maravillosos, para despertar muertos.
Me quitó la camisa y sus manos iban y venían por mi espalda.
Mientras se movía cadenciosa y rítmicamente me besaba en el cuello y el pecho.
– No morder, por favor – le pedí; – Mira que se me marcan las chupadas y me podría ir mal -.
Su cuerpo de diosa prehispánica subía y bajaba metiendo y sacando mi pequeña reata de sus panochita.
En mi mente escuchaba música de tambores y me sentí Cuahutemoc cogiendo a la princesa mas bella de la época momentos previos a su sacrificio.
Con mis manos agarré sus nalgas y me masturbé con su cuerpecito, la levantaba y la devolvía a mis piernas.
¿De dónde me había salido la fuerza para levantarla? Pues aunque chiquita si pesaba sus kilitos.
Los ruidos del chapoteo de nuestros órganos sexuales en contacto me ponían mas cachondo y Gaby comenzaba a jadear mas y mas fuerte cada vez.
Me percaté de que Salomón estaba bien atento a la acción soplando y resoplando de placer viendo como su jefe se cogía a su esposa.
Sin quererlo lo miré de reojo y pude ver que se estaba masturbando.
Tenía un tremendo vergonon de unos 20 cm, grueso, cabezón y totalmente depilado.
“Estos gastan una fortuna en rastrillos”, pensé.
Busqué el rostro de Gaby y me concentré en ella.
Estaba a punto de venirme cuando escuché la ceremoniosa y ronca voz de mi almacenista diciendo con voz entrecortada y muy afectada por la emoción; – ¡Que vergota tiene ingeniero, hasta a mi se me antoja! -.
Ese fue el switch que desconectó la luz, dando por terminada la feria.
Mi libido se desvaneció y mi pene comenzó a desinflarse pero Gaby se dio cuenta y se bajó de la montura volviendo a su labor de felación.
Se metió mi agonizante palo en la boca y lo resucitó.
A pura chupada y jalón de testículos hizo que me viniera en su boca en la cual eyaculé rociando su cara y su pecho.
– No se agüite Ing.
– me dijo Salomón; – Si Ud.
no quiere conmigo; aquí esta Gaby para lo que guste y mande; a ella le encanta la verga y a mi me vuelve loco verla gozar –
Me vestí como pude y me despedí como si no hubiera pasado nada.
Salí al resplandeciente sol del exterior como si fuese un bandido.
Me subí a mi auto y me fui a casa a tomar un baño.
Las siguientes semanas pasaron como si nada hubiese sucedido.
Salomón venía a mi oficina y planeábamos el trabajo de la semana.
Me pedía permiso para salir temprano o para ir a algún evento al kínder de su niña pero nunca hablábamos de lo acontecido.
Un día, el día menos pensado, me dijo que quería hablar conmigo.
Me contó casi llorando que Gaby se había enamorado de un vecino más joven que él.
Dentro de su locura él le permitió tener relaciones ocasionales con ese muchacho a cambio de que por la noche le contará todos los detalles de los encuentros.
Al poco tiempo Gaby se fue de casa y Salomón me presentó su renuncia.
Regresó a la academia de policía.
Ahora es un importante comandante a cargo del combate del narco y Gaby es la feliz esposa de alguien mas.
Por mi parte, algunas noches me masturbo pensando en Gaby.
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