Al fin sentí el sabor de su vagina!
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por amantelatina27.
La conocí hace unos meses en un curso sobre vinos que estamos haciendo.
Somos muchos, más de treinta, todos grandes, mujeres y varones de distintos países, que disfrutamos beber, comer, y las cosas buenas de la vida.
Es un gran grupo.
Desde el principio las dos nos destacamos.
Yo soy linda, alta y elegante (humilde no), un poco atrevida, y ella también es alta y linda, pero se viste llamativa, mucho escote, se pinta mucho, y siempre busca llamar la atención.
Entre las dos nos volvimos un poco el centro, y lo disfrutamos.
Siempre hay un clima como de vacaciones, de viaje de egresados, y eso se potencia con todos los chistes de doble sentido, y los gestos, y el wattsap durante la clase.
Pesado a veces, aunque divertido todavía.
Pero entre nosotras siempre hubo algo más.
Una noche en que fuimos todos juntos a tomar algo, yo le comenté que mi novio había visto una foto de ella y que le había parecido muy linda, y que yo estaba de acuerdo con él, que con ella no me pondría celosa.
“Sabés que soy una mujer casada”, me dijo, muy seria.
No respondí, nos sonreímos las dos y todo pasó.
Pero se creó una complicidad que sigue reapareciendo en cada charla, y el sexo también se volvió una gran tema de conversación para nosotras.
A ella le sorprende que yo pueda hablar libremente de lo que me gusta, que le cuente que hice un trío, que me gusta el bondage, las fiestas, el spank, que miro las colas de las mujeres cuando caminan.
No como un varón, eso se lo aclaré, las miro como una mujer que las mordería todas.
Eso la hace reir.
Este viernes fuimos casi todos a una degustación de vinos, y quedamos en reunirnos a la salida para ir a tomar algo, pero al fin, con una excusa u otra, todos se fueron yendo, y sólo quedamos nosotras dos caminando hacia su auto.
“Adónde querés ir”, me preguntó.
“Sorpendeme”, le respondí.
Nos reímos, y creo que todo quedó dicho.
Condujo a gran velocidad hasta la salida de la ciudad, mientras charlábamos, escuchábamos música fuerte y nos reíamos mucho.
Al fin llegamos a una cervecería y nos sentamos a una mesa alta a tomar algo.
Fue todo muy delicado, muy sutil, pero yo fui sintiendo que su mirada se volvía más intensa, que su mano se apoyaba sobre mi pierna, que insistía en acomodar mi ropa y en convidarme de su vaso.
Puede sonar muy ingenuo, pero yo no quería generarle ninguna incomodidad, por lo que estaba dispuesta a ser paciente y dejar que ella avanzara.
Al fin el bar cerró, volvimos a su auto, subimos el volumen del estéreo, y ella me preguntó “Puedo hacer algo que tengo muchas ganas de hacer?”.
“Por supuesto”, le respondí.
No me dio tiempo a nada.
Desde el asiento del conductor se volvió hacia mí y me metió la lengua en la boca, me besó de manera descontrolada, gruñendo, gimiendo, me apretó la cara, me acaricíó los pechos, parecía que quería comerme.
Me encantó que me atacara así.
Disfruté mucho de su boca, pero en un momento la tomé de las muñecas y la inmovilicé, le cerré la boca con la mía, la mordí, la acosté sobre el asiento, me monté sobre ella y empecé a moderle el cuello.
Eso la enloqueció.
Le abrí la blusa, le bajé el corpiño y empecé a morderle un pezón, mientras acariciaba el otro, lo apretaba, lo retorcía.
“No puedo creer esto, no puedo creer que me excite así una mujer, nunca pensé algo así”.
“Y ahora te encanta y no querés que pare, no? Pedime que no pare, pedime que te muerda, pedime o freno acá”.
“No pares”, suspiró, y le mordí el cuello más fuerte.
Entonces me volví hasta mi asiento mientras seguía besándola, y con una mano le desabroché el cinturón, y le metí la mano debajo de la bombacha.
Sentí su vagina depilada, muy mojada, y la escuché decir “No por favor, eso no”.
“No? Querés que saque la mano?”, le pregunté mientras le lamía la cara, la mordía, le chupaba las tetas.
“No, no la saques”.
Y empecé a pajearla.
Entonces, justo en ese momento, sonó su celular.
“Mi marido”, dijo, y se rió.
Y era lógico, eran las tres de la mañana, ella estaba con el auto, él se preocupó.
“Sí sí, todo bien, ya salimos, estoy acercando a una de las chicas a su casa y voy, sí, quedate tranquilo, un beso amor”.
Cuando cortó nos reímos a carcajadas.
“Por suerte no tenés videollamada”.
Estábamos todas despeinadas, babeadas, con el maquillaje corrido y la ropa en cualquier lado, la música al palo y los vidrios totalmente empañados.
Impresentables.
Mientras me llevaba hasta mi casa la seguí besando, le toqué toda la concha, el culo, le metí los dedos, le chupé las tetas, seguí provocándola.
Seguimos besándonos en la puerta de mi casa casi una hora, no queríamos despedirnos.
Entonces se me ocurrió algo.
“Estás muy caliente? Decímelo.
Mañana a la tarde voy a ir a visitarte a tu negocio, te parece bien? Pero con una condición.
Ahora te vas derecho a la camita, y no podés masturbarte, no podés hacer nada que te dé placer, tenés que quedarte caliente para mí.
Mañana, cuando te vistas, ponete ropita linda, una pollera, portaligas, tanga, vestite para mí, sabés que voy a manosearte, sabés que te voy a chupar toda, no? Te vas a dejar? Te va a gustar mucho”.
Y eso pasó.
Cuando llegué a su negocio al día siguiente había gente, pero me las ingenié para ir a la trastienda y llamarla desde allí, y cuando fue, ella me besó, apoyó sus tetas contra las mías, abrió su boca como desesperada.
Yo me quedé ahí, y ella salió a terminar de atender a los clientes.
En cuanto se fueron, trabó la puerta y corrió hasta la trastienda, se apoyó contra la pared y cerró los ojos.
Y yo me aproveché de su deseo.
Fui muy lento.
No la besé, le agarré las muñecas, le subí los brazos, le abrí la ropa, le desabroché el corpiño, le fui chupando el cuello, las tetas, seguí bajando, le besé la panza, levanté la pollera y me quedé quieta, mirándola desde abajo.
Ella abrió los ojos y me miró.
Y justo en ese momento, mientras nos mirábamos, yo corrí su tanga roja, y empecé a besar el costado de su vagina, mordí sus muslos, la agarré de la cola y la di vuelta, la dejé mirando hacia la pared, con el culo parado, mientras le acariciaba las piernas, las medias, el portaligas.
“Qué lindo culo tenés, me lo voy a comer todo, sabés?”.
Ella gemía, yo agarré su cola con las dos manos, y le metí la lengua en el culo, le pajeé la raya con la lengua, le abrí el agujero, la cogí con mi lengua, la empujé, la sentí temblar.
Le metí un dedo en el culo y otro en la vagina, desde atrás, y empecé a cogerla, me encantaba escucharla gemir, subí una mano mojada de saliva y desde atrás le toqué las tetas, se las apreté, empujé todo su cuerpo, todo su culo hacia mi cara.
Entonces me puse de pie, la giré hacia mí, y la besé, sin limpiarme, para que sintiera su sabor, igual que yo.
“Te voy a comer toda la concha, ahora.
Nunca estuviste con una mujer?”.
“No, te juro que no”, me dijo.
“Ahora una mujer te va a chupar, y te va a hacer acabar, abrí las piernas”.
Mientras le besaba la cara, la boca, el cuello, fui bajando, besé su panza, y esta vez sí, al correr su bombacha toda mojada, apoyé mi lengua contra su vagina depilada.
Me encantó sentirla tibia y húmeda, y la besé mus suave, como una boca.
Desde abajo hasta el clítoris, subía y bajaba, mientras pajeaba sus tetas y metía un dedo en su vagina, y la sentía gemir, jadear.
No bajé el ritmo, al contrario, lo mantuve mucho tiempo, hasta que la sentí endurecerse, abrirse más, gritar más fuerte, y me acabó en la boca, me llenó de jugo, toda su vagina quedó sobre mi cara.
No quería parar, ella me pedía que me detuviera pero a mí no me importaba, me puse de pie, la abracé y la pajeé con fuerza, la hice acabar dos veces más con mi mano mientras le besaba toda la cara.
“Yo no sé cómo tocarte, no sé qué hacer”, me dijo.
“No te preocupes, yo te enseño, ayudame a pajearme”.
Mojé sus dedos en mi boca y los bajé hasta mi vagina, y con sus dedos y los míos me hice una paja.
“Te estoy acabando”, le dije mientras la miraba a los ojos.
Nos quedamos paradas contra la pared, abrazadas, besándonos, mucho tiempo.
Ese día también me llevó hasta mi casa, y seguimos besándonos en su auto.
Con el grupo seguimos compartiendo clases y salidas, y nada de esto se deja entrever, aunque nos divierte pensar las pajas que se harían nuestros compañeros si supieran.
Mañana viene a la tarde a “dormir la siesta”.
Ya le dije que quiero tenerla en una cama, comerla despacito, mirarla, que se familiarice con mi cuerpo, que vaya aprendiendo lo que me gusta.
Tengo juguetes, videos y disfraces que quiero compartir con ella.
Estamos fascinadas.
Ya hablamos de armar un trío.
Quizás sea más fácil con mi novio antes que con su marido, aunque no sé si lo haremos, lo divertido es planearlo, hablar de eso, calentarnos.
Espero que hayan disfrutado este relato, prometo volver pronto con el siguiente capítulo.
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