Así me volví publica
Abandoné las citas en línea y comencé a buscar amantes desconocidos en encuentros casuales. Fue a finales de agosto cuando lo encontré. Es importante destacar que siempre he sido una mujer que disfruta ser el centro de las miradas. Quizá por eso mi manera de vestir siempre fue algo atrevida.
Por algunos amigos, me enteré de un pequeño festival que se llevaba a cabo en un pueblo cercano a mi hogar. Además, allí había un famoso complejo acuático que, hasta entonces, no conocía. Decidí ir sola, no solo para explorarlo, sino también para entregarme a ese aspecto de mi vida que mis conocidos ignoraban: el placer de ser observada por desconocidos.
Me hospedé en un hotel poco conocido y, una vez allí, me di cuenta de que el pueblo estaría mucho más concurrido de lo que había imaginado. Sin embargo, no le di mayor importancia. Pasé la primera noche en calma, recorriendo un poco el lugar. A la mañana siguiente, me levanté temprano y me dirigí al tan mencionado complejo acuático.
Resultó ser un conjunto de piscinas hermosas, todas conectadas entre sí de distintas maneras: puentes, toboganes y túneles. Me pareció un lugar realmente fascinante. Pero no solo había ido de turismo. Decidí quedarme en una de las piscinas menos concurridas, un rincón más apartado donde solo se encontraban una pareja de ancianos que disfrutaban del agua con tranquilidad, un hombre de mediana edad que parecía sumido en sus pensamientos y una chica joven que tomaba el sol en el borde de la piscina con los ojos cerrados.
Llevaba un bikini rojo de tela brillante, con un top de triángulo que realzaba mi figura y una parte inferior de tiras finas a los costados, que dejaba ver mi piel bronceada.
Para llamar la atención, me sumergía lentamente en el agua, dejando que cada movimiento resaltara las curvas de mi cuerpo. De vez en cuando, me acomodaba el cabello con delicadeza o deslizaba las manos por mi piel húmeda, fingiendo distraídamente no notar las miradas que, poco a poco, se posaban en mí.
Me sorprendí cuando un joven llegó a la piscina, pues su risa llamó mi atención y me hizo voltear. Iba abrazado de una mujer, pero, a pesar de ello, su mirada se posó en mí de manera insistente, recorriéndome con descaro.
De repente, lanzó un comentario un tanto desagradable, algo que me hizo fruncir ligeramente el ceño.
-Vaya, vaya… parece que alguien está intentando ser un poco zorra, ¿no?
No supe si lo dijo para impresionarla o simplemente porque le divertía provocarme. Sin embargo, no esperó mi reacción, pues continuó riendo con ella como si nada hubiera pasado.
Bajó su brazo hasta la cintura de quien asumí era su novia, acercándola a él y luego algo más le dijo que no alcance a escuchar, pero ella se rio y asintió para luego dirigirme la mirada. Ahí me di cuenta que él era realmente apuesto, era bastante musculoso, mantenía una risita que si me parecía insoportable, claramente burlándose de mí, algo que no esperaba, fue una reacción bastante atrevida.
Se lanzaron al agua y poco a poco se fueron acercando hacia mí. Yo me había recostado en una de las paredes. Mis tetas se alzaban por encima de la superficie del agua. Él seguía riendo, peor ella, se acercó mucho a mí, espero un instante a que quizás yo le dijera algo, pero no lo hice, me causaba intriga su comportamiento. La chica alzó su mano y paso uno de sus dedos por la parte superior de mis tetas, no le dije nada, me encantaba la forma en que me estaba tocando, y creo que mi mirada le daba la aprobación, paso su dedo por debajo de la tela y la hizo a un lado, para exponer uno de mis pezones.
Siempre me he sentido orgullosa de mis tetas por su firmeza, pero cuando ella hizo eso, hice una inevitable comparación, las suyas eran mucho más grandes. Su novio miraba con morbo mis tetas y mantenía su risita burlona, acercándose a mí, ambos al frente mío tan cerca que nadie podría ver mi pezón que no fueran ellos.
La chica bajo sus manos hacía la parte inferior de mi bikini bajo el agua y me la quito por completo, hice una leve objeción al principio, pero luego me dejé hacer, estaba desnuda en una piscina pública, no lo podía creer. A la vez, el muchacho había agarrado mi teta libre posesivamente.
La chica me dio la vuelta, mis pechos se aprisionaron contra el borde de la piscina, sentí como pegó su boca a mi cuello y me chupo con fuerza. Sentí luego una mano bajando por mi cola y el desliz de unos dedos en la entrada de mi vagina. Supe que eran las manos de ella, porque el muchacho acerco su mano por delante de mí y tomo mi cuello, inmovilizándome.
Los dedos de la chica entraron violentamente en mí, para bombear a gran velocidad sin importar la resistencia que generaba el agua. Me llamaban puta al oído y yo solo jadeaba de excitación. La mano del chico seguía presionando mi garganta y creo que miraba a nuestro alrededor, pero como mis gemidos se hicieron cada vez más expresivos cambios mi garganta por mi boca, amortiguando cualquier sonido que de mi saliera. Los dedos dentro de mi vagina se curvaban dominantes haciéndome sentir un placer indescriptible.
Mis rodillas comenzaron a ceder, estaba cayéndome al fondo de la piscina, solo sostenida por las manos que estimulaban mi cuerpo. De un momento a otro se detuvieron, ambos salieron de la piscina pasando junto a mí, me detuve a mirar sus cuerpos sin dejar de jadear. El pánico me invadió cuando observo en las manos del chico mi bikini, se rio cruelmente al igual que ella y desaparecieron de mi vista.
Me quedé allí, inmóvil, con el corazón latiendo con fuerza y la mente en blanco. El agua, que antes me había parecido un refugio, ahora se sentía como una trampa. Miré a mi alrededor, buscando una salida, mientras una mezcla de vergüenza y desesperación me envolvía.
Respiré hondo, tratando de mantener la calma a pesar del nudo en mi garganta. Me aseguré de cubrir bien mi pecho mientras permanecía sumergida, pero la sensación de vulnerabilidad era abrumadora.
Después de unos segundos de angustia, vi a la chica que estaba tomando el sol en el borde de la piscina. Con algo de vergüenza, nadé hasta ella. Necesitaba ayuda, pero no quería contarle lo que había pasado. Así que, fingiendo una sonrisa incómoda, le dije:
—Disculpa, mi bikini se rompió y no puedo salir así… ¿podrías prestarme tu toalla?
Ella me miró con sorpresa por un instante, pero sin hacer preguntas, me alcanzó la tela. Con movimientos cuidadosos, me envolví con la toalla bajo el agua antes de salir. Caminé con paso rápido hacia los vestidores, sintiendo algunas miradas curiosas a mi alrededor, pero sin atreverme a levantar la vista. A pesar de la humillación, me repetí a mí misma que no iba a dejar que aquel incidente arruinara mi viaje.
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