Cumpliéndole un deseo a Stella
Otra vez en trío con mi amigo Cornelio y su exesposa..
–¡Hola! ¿Cómo estás galán? ¿Acostado ya? –escuché cuando le contesté la videollamada a Stella, la exesposa de Cornelio.
–Estoy muy bien, y sí, acostado, ¿y tú? –pregunté dándome cuenta que se veía un brazo tras su nuca.
–Estoy con mi gran amor, mi marido. Corrijo, mi exmarido –dijo girando el celular para que viera la cara de Cornelio quien sólo dijo “Hola” y volví a ver el rostro de Stella, pero ahora también se miraban sus tetas escurriendo hacia los costados–. Nos estamos acordando de ti. ¿Qué vas a hacer el viernes en la noche y el sábado? –preguntó Stella, y vi que la cabeza de Cornelio se acercó al pezón para mamarle una de las chiches.
Yo estaba leyendo, ya acostado y quité la cobija para acariciarme el tronco que se había puesto duro con la vista que me ofrecía Stella.
–Lo que me digas, mira cómo me pusiste –contesté, cambiando la reversibilidad de la pantalla, y mostré la jalada que me comencé a dar.
–¡Ja, ja, ja! ¡Esa si está buena!, la de acá ya se exprimió –dijo, y mostró el pene flácido de mi amigo–. Queremos que vengas a la casa. Quiero amarlos a ustedes en mi cumpleaños, después de empedarme y ponerme bien pacheca con mota.
Obviamente acepté la invitación, aunque no fumo de lo que a ella le gusta, tampoco Cornelio. Prometí llevar el pastel y una botella de lo que ella quisiera. Seguimos platicando y lanzando calenturas que hicieron que el pene de Cornelio resucitara. Vi cómo la penetró, luego la cara caliente de Stella despidiéndose al lanzarme un beso. Lo que siguió para mí fue una buena paja, imaginando a Stella cogida por mí.
El viernes, a las ocho de la noche en punto, fue el acuerdo para la cita, y llegué muy puntual con lo prometido: el pastel y una botella de licor; además de unas ganas enormes de satisfacer y festejar a Stella, al grado de no gastar ni una gota de semen en pajas desde la noche que hablamos.
Stella me recibió en bata, sólo esa prenda traía, me di cuenta pues se le abrió un poco cuando me saludó y le di el ramo de flores que le llevé; Cornelio estaba sentado en la sala, desnudo, con un trago en la mano. Sonrió al verme. “Hace rato llegué y me sentí acosado cuando Stella me encueró. Pero ahora ya estoy tranquilo, ¡llegó la caballería!”, sólo sonreí y coloqué el pastel en la mesa, ese momento Stella se quitó la bata y me comenzó a desvestir. Cuando me quitó la trusa, salió como resorte mi verga; Stella sonrió y bajó a mamármela, mientras acarició con deleite mis huevos, a quienes les tocó el turno de entrar en su boca, uno a uno…
–Los dos tienen el pene y bolas idénticos, ¡muy hermosos los huevos! Cuando se los conocí a Cornelio quedé cautivada y dije estos los quiero para siempre. –y siguió mamándomelos y lamiéndolos.
–Pero te gustaron otras vergas y otros huevos –dijo mi amigo.
–¡Mentira! Bueno, otras vergas sí, pero huevos no… hasta que conocí estas bellezas idénticas a las tuyas. Por eso y otras cosas más, me encanta coger con Ber, pienso que cojo contigo… y siento como si te amara a ti – contestó Stella y volvió a lamerme las bolas.
Cornelio miraba divertido y se acariciaba el aparato con cariño. Su exmujer me chupó el pene y me tomó de las nalgas para empujarme hacia su cara y que le entrara la verga hasta la garganta.
–¿Verdad que esta puta es de garganta profunda? –me preguntó Cornelio, pero no le pude contestar porque ya sentía que me iba a venir, lo cual intuyó Stella y se separó de mí.
–¿Saben qué?: No soy puta, sólo que me tiro al que me gusta. Sí lo soy cuando me tienen ensartada y moviéndose a mi gusto, disfruto cogérmelos, pero no les cobro –dijo Stella y Cornelio se quedó serio, supongo que su ex esposa ya supo más sobre Tere – Me gusta un trío con ustedes, porque parece que me cojo a mi amor doblemente. Eso quiere decir que a ti te amo en estos momentos en que tomas el papel de mi marido. Perdón, de mi exmarido –concluyó Stella y me abrazó deslizando mi falo hacia su triángulo que estaba muy mojado.
En ese momento, Cornelio se acercó a Stella por atrás, con el palo inhiesto, la tomó de las tetas y empezó a penetrarla por el culo. Yo ya tenía la mitad de mi glande dentro de los labios interiores de la caliente mujer.
¡Cójanme, amores! –exclamó Stella colgándose de mi cuello y la sostuve de sus piernas.
Empezó el movimiento, cada quien con sus propias ganas y desordenadamente, pero poco a poco nos fuimos sincronizando. Cornelio daba hacia adentro y yo hacia afuera, después invertíamos; sentíamos en los glandes el recorrido del otro pene deslizándose, con sólo un par de paredes musculares entre los dos. “¿Te gusta, mi putita?”, preguntaba mi amigo; su mujer no podía contestar: gritaba de placer. Seguimos moviéndonos guiándonos por los quejidos y gritos de Stella que daban cuenta de sus orgasmos, hasta que estallamos dentro de ella casi simultáneamente dando un grito de satisfacción. Bajamos lentamente a Stella hasta que sus pies tocaron el piso, pero estaba tan débil que no podía sostenerse. La llevamos al sillón y, nosotros aún de pie, fuimos aprisionados en nuestros miembros por las manos de Stella.
–¡Qué rica cogida me dieron! Fue de las mejores en mi vida… –dejó claro la mujer de mi amigo y se puso a besarnos alternadamente lo que tenía en sus manos.
Sentados a su lado, todos descansamos. Al rato, ambos, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, nos pusimos a chuparle a Stella el pezón que teníamos a nuestro lado. Ella, quien seguía con la respiración agitada, nos acarició el pelo. Más tarde, Cornelio se levantó para traernos una copa de vino blanco, dulce, espumoso y frío, el cual tomamos con deleite.
–¡Brindo por la mujer más hermosa del mundo! –dijo Cornelio al levantar la copa.
–Yo, por los hombres con quienes he hecho el mejor trío –nos dijo Stella.
–¡Salud! –dije yo.
Pasamos al comedor. Stella había preparado una rica comida: sopa de mariscos y pescado frito. “Aquí está la reposición de la energía que gastaron y un poco más”, dijo cuando nos sirvió. Al terminar de comer, saqué de su envoltorio dos velas en forma de falo y otra de vulva; las coloqué en el pastel (la vulva entre los penes) y las prendí. Cantamos “Las Mañanitas” sustituyendo una de las partes por “a las putitas bonitas, se las cantamos aquí”. Ella sopló para apagarlas y le aplaudimos. “¡Gracias, amores!” dijo jalándonos el tronco.
Partió el pastel y sirvió una rebanada a cada quien. Aprovechando que estábamos aún de pie, se acercó a escurrir en su rebanada el presemen que traíamos por las jaladas que nos hizo en el agradecimiento, “Me gusta con leche, pero también es rico con gotas de miel…”, expresó como justificación. “De haber sabido le hubiera puesto leche al pastel cuando lo batí…”, dije.
Tomamos el coñac en la sala, nosotros fumamos cigarro y ella encendió un carrujo de mariguana, el cual fumó con desparpajo sentada en el sillón con las piernas abiertas y acariciándose la panocha.
–Dale las tres, cornudito… –le dijo Stella a su exmarido, al acercársele, poniendo el carrujo en la boca–, te pondrás más caliente…
–No, Nena, sabes que no me gusta –le contestó alejándole la mano.
–¿Tú quieres…? –me preguntó ofreciéndome la bacha.
–Yo ya estoy caliente, tú sigue fumando, le dije y me hinqué para chuparle la pepa.
Ella abrió las piernas para que yo no tuviese obstáculos para mamarla y, acariciándome la cabeza, siguió fumando. Cornelio, al verla tan dispuesta al goce, se puso a mamarle las chiches. Nuestros miembros fueron creciendo hasta querer cogérnosla otra vez, pero respetamos el “pasón” que traía y lo manifestaba con risas “¡Ja, ja, ja…! ¡Mámenme toda, putos! Me fascina sentirlos y verlos con ganas de mí”, dijo arrastrando las palabras y apagó la colilla en el cenicero para usar una de sus manos en jalarle el falo a Cornelio y la otra en apretar mi cabeza contra su pubis. Luego, con la mano llena del presemen de mi amigo, me acarició la cara, obligándome a lamerle los dedos olorosos a deseo; ¡La verga se me puso durísima!
Stella nos llevó a la recámara, a jalones, tomando el aparato de cada uno de nosotros, quienes la seguimos con docilidad…
–Ahora, a ver cómo se acomodan, porque quiero a los dos dentro de la panocha –nos ordenó.
Cornelio se acostó y Stela, de frente a Cornelio, lo besó y se ensartó en el pene de mi amigo. Me monté sobre ella, le abrí más las piernas para meterlo en el momento que Cornelio iba en el mete y saca. La puta ya estaba con la pepa muy abocardada de tanta verga que le dábamos. La besé y lamí del cuello y la nuca; sus risas se tornaron en jadeos para llegar a ser sólo gemidos de satisfacción que emitía en cada viaje que le dábamos cornelio y yo sincronizadamente. Sentí mi verga húmeda por tanto flujo que soltaba y nuestros glandes se friccionaban con las paredes de la vagina y entre los filos de la cabeza del otro. Se escuchaba el golpe de nuestros cuerpos y el resbalar de nuestras pieles sudorosas. Ellos alternaban un “Te amo” y besos sonoros en los labios, en cada golpe de pubis. Mi lengua seguía paseando por el cuello y la nuca de la putísima exesposa y en cada una de mis manos aprisionaba una chiche para moverme mejor.
Estuvimos todos moviéndonos como diez minutos, sólo se escuchaban besos y jadeos, el sudor humectaba nuestra piel y permitía deslizar bien nuestros cuerpos al tallarlo con el de ella. Sentí que el pene de Cornelio engordó y automáticamente me preparé para la misma acción. Estallamos dentro de Stella mientras ella daba gritos de placer, “Sí, esta caliente su semen”, gruñía entre dientes sin dejar de moverse; una vigorosa catarata de fluidos escurrió desde su pepa. Yo sentía escurrir semen y flujo desde mi tronco.
Me separé cuando empezábamos a estar en calma. Cornelio y Stella se besaban amorosamente. Los labios vaginales de ella se contraían al hacerle el perrito a su exmarido para exprimirlo más. La vista de ambos con las piernas abiertas y el río que bañaba los huevos de Cornelio no me dejó lugar a dudas, ¡debía saborearlos en su jugo!, así que me puse a chupar y tragar el jugo de amor. Me metí uno por uno los testículos de mi amigo y recorrí el tronco exangüe que estaba circundado por los labios morenos y serrados de Stella. El tallo del falo adquirió algo de dureza con las lamidas que yo le daba, pero no se repuso completamente. Stella aprisionó mi cabeza al tratar de cerrar sus piernas, pero desistió. Cuando salió el desmayado falo de Cornelio, me apresuré a limpiárselo. Stella rodó hacia la cama y mi boca fue a paladear el sabor de los tres en ese recipiente que ha recibido litros de pasión. Stella me revolvió el pelo con ambas manos y le suplicó a Cornelio: “Bésame otra vez, cornudito…”. Mi amigo obedeció y el beso duró lo suficiente para que yo terminara de dejar limpia a Stella, desde las ingles hasta la profundidad que alcanzaba mi lengua.
–¡Es increíble, ambos chupan y maman igual de rico, y mejor que cualesquiera de mis machos! –exclamó Stella cuando reposábamos boca arriba.
Nos cubrimos con las cobijas. Stella llevo nuestras caras a cada una de sus tetas; abrimos la boca y dormimos como bebés durante varias horas…
En la madrugada, Stella se montó sobre Cornelio y lo cabalgó hasta que ambos se vinieron. Yo desperté con el frenético movimiento que ellos traían y el espectáculo lo seguí jalándome la verga. De vez en cuando Stella me sonreía y me enviaba besos al aire. No me quise venir pajeándome, cosa bastante difícil al ver sus semblantes en el momento del orgasmo.
Stella cayó sobre Cornelio y lo besó; él le correspondió al beso con un amoroso abrazo mientras yo le acaricié las nalgas a su exmujer. Al terminar el beso, Stella se bajó para chuparle el pene. De inmediato mi boca fue a la panocha que rezumaba los jugos del amor que habían consumado. Hasta que fui interrumpido con una súplica:
–Ayúdame, Ber. Toma uno y yo el otro, porque éstos no caben juntos ni en una bocona –me ordenó Stella y yo abrí la boca para saborear el manjar regado con el atole que hizo Stella y había escurrido en los huevos de mi amigo.
Stella, con una mano le daba jalones al tronco de Cornelio y con la otra buscaba al mío, así que, sin dejar de chupar, me acomodé para que ella logrará su propósito. Desde mi punto de vista, miraba la parte inferior del cuello de mi amigo, bajo su barba, y seguramente él tenía los ojos cerrados, gozando el jugueteo que nuestras lenguas hacían en cada una de sus bolas. El cornudo acariciaba con sus manos cada una de las cabezas de los mamadores: Stella y yo. La imagen de cornelio disfrutando la mamada, se me obstaculizaba intermitentemente por el viaje de la mano de Stella haciéndole la chaqueta cada vez más rápido y soltó un borbollón de esperma que escurrió por la mano de su exesposa, quien lo exprimió desde la base hasta el glande. Lamió ella su mano y, aún con residuos de lefa, me la ofreció para que yo hiciera lo mismo. Lamimos y chupamos con deleite. Dejamos de chupar para permitirle el descanso a Cornelio. Al terminar, Stella y yo nos besamos y volvimos a dormir todos.
En la mañana, mientras desayunamos y comentamos lo bien que la habíamos pasado, no sólo en la noche sino también en el baño, en la tina donde difícilmente cabían dos.
–Quiero comprar un yacusi donde sí podamos caber tres –dijo Stella–, pero sale caro… ¿Cooperarían para que lo estrenemos?
–Yo sí, Nena puta. ¿Cuánto me tocaría a mí y a cada uno de tus machos? –señaló Cornelio y me pareció que con muy mala leche surgida de sus celos.
–Obviamente no pienso en los otros, aunque quizá llegue a usarlo con alguno –dijo molesta la exmujer de mi amigo–. Pienso en ti, y en tu adorado doble –completó la idea volteando a verme y me besó con dulzura jalándole el pene a Cornelio, quien dulcificó su gesto.
–Gracias por contemplarme en la cooperación, cuenta conmigo –le dije sonriente al terminar de besarme.
–De acuerdo, mi Nena puta, será entre nosotros, aunque otros más lo lleguen a usar… –dijo conciliadoramente mi amigo y la besó–. ¿Bailamos? –Preguntó Cornelio tomándola de la mano.
Bailamos, bromeamos, morreamos, y más. Entre eso “más” ella nos llevó a la cama. Me acostó y, tomando mis huevos, me ordenó que cerrara mis piernas. Lo hice y, jugando con mis bolas, lamió mi glande obteniendo la erección de mi aparato, para sentarse sobre mi verga, dándome la espalda. “¡Qué rico resbalan tus huevos en mis nalgas!” dijo al moverse en círculos. “¡Qué lindas nalgas tienes, tan hermosas como todo lo demás!, expresé, mirando su culo que se descubría o quedaba semicubierto por mis vellos al ritmo de su movimiento. Puso a su exmarido de pie, con las piernas abiertas para que no le estorbaran las mías y le comenzó a mamar la verga sincronizadamente con las ondulaciones de su cadera. Cuando ella sintió el chorro de mi venida, se puso de rodillas, y vi escurrir mi leche saliéndose de la ardiente pucha. Puso su trasero en mi cara sin dejar de jalarle y mamarle el falo a Cornelio. Tragué mi semen al tiempo que escuchaba gritar a mi amigo “¡Así, puta, como se la mamas a tus amantes…! ¡Así, mi amor, así…!” y cayó de rodillas sobre el colchón, Stella se lamió deleitablemente la mano para aprovechar el sabor de la leche que se había escapado de su boca. Aunque dejó de mamar, no lo soltó del pene. La miré con envidia y mi boca abierta. Ella miró mi gesto y sonrió antes de compartirme el esperma con un beso frotando su lengua con la mía obligándome a quedar acostado. Separó su cara de la mía y continuó la tarea de masturbación, ahora en mi verga, antes de decirle a Cornelio “¡Ahora te toca a ti, ayúdame, mi amor!”. Stella me chupó uno de los testículos y Cornelio entendió lo que su mujer quería: mis huevos fueron hacia el interior de sus bocas. ¡Sí era una sensación extraordinaria y sumamente cachonda! Aunque ya había eyaculado unos minutos antes, me vine otra vez. Ahora le tocó a Stella compartir mi semilla con su eterno enamorado…
Pocos instantes después, sólo se escuchaban mis jadeos tratando de recuperar aire y veía el delicioso beso en el que compartían el sabor de las ganas que me ordeñaron. Agotado y exprimido tuve que dormir un poco para reponerme.
Al despertar, lo primero que vi era cómo sonreían y se besaban diciéndose cosas de marido y mujer. “Confieso que he probado a muchos, pero nadie como tú, mi amor”, le dijo Stella a Cornelio. “¿Nadie, nadie…?” preguntó. “Bueno sí, hay uno que se ha acercado mucho a ti. Éste” le contestó volviendo su rostro hacia mí, descubriendo que yo ya había despertado y sonrieron.
Cornelio fue a la nevera y trajo a la cama una botella más del mismo vino que habíamos tomado desde que llegué.
–Espero que no se aburran, éste me encanta y compré una caja con seis –se excusó–, de cualquier manera, hay de otros por si no quieren de éste que se sube suavecito…
–Yo lo tomo si le dan las tres a mi carrujo. También se les va a subir despacito… –dijo prendiéndole fuego a su cigarro de mariguana.
–Gracias, yo no fumo eso, ya lo sabes –contestó Cornelio–. ¿De cuál vino te sirvo…? –le preguntó para reforzar su negativa.
Stella le dio dos profundas fumadas a su cigarro, al tiempo que movía negativamente su mano y aceptaba el vaso que le había ofrecido originalmente Cornelio. La cara de Stella cambió con un gesto de ausencia, pero que reflejaba mayor putez, lo cual me entusiasmó. Volvió a insuflar profundamente el carrujo y se lanzó hacia mí soltándome su inhalación en un beso, provocando que aspirara profundamente de su droga y ella soltó una carcajada al retirarse.
–¡Ja, ja, ja…! Sí, me pongo más puta cuando la fumo, y así quiero tenerte yo también. ¡Ja, ja, ja! –exclamó entre risas, dejándome asombrado de que pudiera haber adivinado lo que yo había pensado segundos antes.
En verdad me pegó fuertemente la mariguana y tosí bastante, pero más me golpeó que ella supiera lo que yo había pensado. Sospecho ahora que detectó mi cara de lascivia al verla fumar. Me estaba reponiendo y me ofreció un trago de su vino. Le dio otra fumada a la mariguana y dijo “Aquí está tu puta para lo que quieras cloncito de cornudín”, dijo sonriente soltando el humo sobre mi cara y volví a aspirar la hierba.
–Ya sabes para qué te quiero, putita… –le contesté acariciándole el pecho y, desde su mano, aspiré una fumada más, que no la metí a mis pulmones, sino que la expiré en la cara de Cornelio quien se reía divertido con la escena.
Mi amigo se retiró quejándose, haciendo aspavientos manuales, en tanto que Stella seguía carcajeándose divertida. Dio una bocanada más a la bacha y la puso en el cenicero. Cornelio se apresuró a apagarla. Stella se acostó. Tomó sus piernas flexionando las rodillas dejándonos ver la raja brillante y roja con un tupido marco de vellos pringosos de tanto esperma que le habíamos surtido.
–Aquí tienen a su puta, mis amores, háganme lo que quieran, para eso soy su mujer, mujer de ambos… –recalcó.
Cornelio, con la verga tan flácida como la mía, dijo “Tú primero”. Yo solté una carcajada y dije “Aunque sea con la lengua, pero debemos apagarle el fuego”. Stella se dio cuenta de nuestra imposibilidad y dijo “Acuéstense, pero encontrados, porque se les va a parar el rifle aunque sea a mamadas”, y nos acarició y chupo los aparatos, alternando su cara para uno y otro lado. Cuando nuestros miembros comenzaron a reaccionar, espetó: “Quiero verlos ahora en un 69 entre ustedes” y …obedecimos.
–¡Ah, verdad que sí son tan putos como yo! –dijo cuando estábamos disfrutando la mamada y jalones de escroto –. ¡Esperen, no se vayan a venir, esa leche la quiero en mí! –dijo y nos separó la verga de las bocas para ensartarse en la de Cornelio y chupándomela a mí.
Cuando eyaculamos, me dio un beso para compartirme el semen de su exesposo y a éste le ofreció la panocha con mi lefa. “¿Verdad que compartirla así conmigo es más rica? Expresó, pero ambos creímos que se había excedido en la intromisión de lo que nos había obligado a hacer y le habíamos tomado gusto…
Después de cenar nos acostamos nuevamente.
–Si se portan bien y me cogen en sándwich, hasta hacerme venir mucho, sin que me suelten su blancura dentro de mí, su premio será tomar la leche, uno del otro, para que se les quite la frustración que les produje al separarlos en la tarde –dijo Stella.
Cornelio y yo nos miramos y sonreímos afirmando con la cabeza. Nuestros penes se fueron poniendo en forma para satisfacerla. Cornelio la tomó por delante disfrutando de sus chiches y yo la enculé sin piedad. Nos movimos hasta sacarle múltiples orgasmos continuos, tantos que nos suplicó parar. Sacamos nuestros afilados sables y nos dimos el premio merecido.
–Sabe rico, pero me gusta más el atole en la pucha de mi esposa… –me expresó Cornelio cuando nos repusimos sin darse cuenta que dijo “esposa”.
–A mí también me gustó, pero en tu exesposa sabe mejor tu leche, con el flujo que suelta la puta –contesté subrayando la palabra exesposa.
–¿Verdad que sí les gusta la leche que ordeño? Sea del macho que sea… –precisó Stella.
¡Te lo dije hace tres años!: Terminarás haciendo un 69 con Cornelio a petición de Stella, y hasta un trenecito. Al parecer esa parte no la contaste. Nos faltó saber cómo amanecieron. Cuéntanos que más pasó.
A mí me parece que quienes toman leche en la panocha, también les gusta la leche desde el biberón, como a ti. Supongo que no será difícil que la reciban inyectada por el ano, ¿o no?
Perspicaz… Pero no, no hubo trenecito.
Creo que sí, que si eres un hombre que te gusta la leche de otro en la vagina de una mujer, entonces te animas fácilmente a tomarla desde la verga, pero de ahí a que quieras que te la metan… A mí, hasta hoy, no me resulta atractivo.
¡Órale, hasta 69 hicieron! Cuando te tuve con Chicles y Mario, no vi que se las chuparas a alguno de los otros, ¿acaso no se te antojó tomar leche o chupar verga escurriendo leche y llena de mis flujos?, como se lo hiciste a Bernabé.
La verdad, sólo me di cuenta que, mientras Chicles se refocilaba con mis labios inferiores, Mario me la metió y deslizó el tronco por la lengua que me lamía y sólo por un instante. Yo sólo disfrutaba y no me fijaba. ¿Se la chupaste a alguno de ellos?
A mí no me la chupó Ber, no se si a Mario, pero, ademas de la lamida involuntaria que le hice a Mario cuando entró, me esperé a que saliera de regreso para lamer el atole, ¡rico!
También, aunque no te diste cuenta, cuando estábamos tú y yo en 69, yo abajo, llegó Ber por atrás y te la metió por el culo, de tal manera que sus huevos rozaron mi nariz y abrí los ojos. Los miré antojables, depilados, colgando, ¡enormes!, y moviéndose como campana… No pude evitarlo y se los mamé, uno por uno. Tú te retorcías de orgasmos y me mamabas más rico. Hubo tiempo hasta que él se vino en tus intestinos, y yo en tu boca.
¡Ah, fuiste tú, Chicles!, creí que tú eras el que estaba en la alberca y que era Mario quien me ayudó a obnubilarme cuando enculé a Gloria. ¡Sentía que estaba en la idem! Imagina: agarrado de las hermosas chiches de la Vaquita, deseosa de que se la cojan como quieran, y yo metido en un culito caliente y muy lubricado sintiendo que me chupan los huevos con placer y juego de lengua. Me vine rico y quedé tendido reponiéndome, así que ya no verifiqué si había sido Mario o no.
Aquí entre nos, se me antojó chupar verga, pero lo que más quería era cogerte otra vez y a eso me dediqué…
¡Cómo me calientan estos relatos de tríos! Voy a juntar a dos de mis queridos, pero no sé cómo decirles. Obviamente mi marido no, pues uno de mis mayores deseos es mamar verga mientras otro me coge. Ha de ser rico que los tres nos vengamos al mismo tiempo.
Aunque… ¿qué pasará si uno , o los dos, quieren mamar verga y yo me quedo sólo mirando? ¡Ay, no!
Mejor, ¿qué tal si les propongo a los dos putos de este grupo que se cojan a una madurita unos cuantos lustros mayor que ellos? ¿Se les antojará hacerme este favor?
No exageres sólo son dos lustros. He cogido con algunas maduras mayores que tú y es delicioso sentir sus orgasmos, cómo se retuercen y gritan sin soltarte, aunque a veces rasguñan la espalda sin darse cuenta…
Si yo soy de los putos a quienes te refieres, y Ber acepta, sólo pon lugar (que no sea en tu casa) y fecha, estoy para servirte.
Tus tetas se antojan, no me importa que tengas once años más que yo. Es más, mi sueño oculto es coger con Tita, quien es mayor que tú..
Yo también estoy listo para cumplirte el deseo de un trío, hacerte una enculada como a la Vaquita (con Ber y tú en 69…)
¡Épale! ¿Qué pasó aquí? dices » ¡Esperen, no se vayan a venir, esa leche la quiero en mí! –dijo y nos separó la verga de las bocas para ensartarse en la de Cornelio y chupándomela a mí. Cuando eyaculamos, me dio un beso para compartirme el semen de su exesposo y a éste le ofreció la panocha con mi lefa»
¿A qué hora cambiaron de lugar?, o ¿se trata de otra cogida más?
Yo creo que a ti (y a Cornelio, si es que son de instrumentos idénticos) se la mama cualquiera, sobre todo se antoja lamerlte los huevos. Mi amante los gozó y mira que sólo lo había hecho cuando él era niño con sus amiguitos.
¡Buena observación! Aunque te aclaro que entre los dos párrafos (que tú pusiste a renglón seguido), me faltó copiar un párrafo faltante:
«La verdad, mi amigo y yo hubiésemos seguido entusiasmados, durante más tiempo, dándonos mutuas caricias de glande y mamadas de huevos sin que hubiésemos eyaculado. La interrupción que hizo, no la tomamos a mal pues se movió exquisitamente. Disfrutábamos, sí, pero aún no nos subía la leche. Así que Stella cambió de posición: ahora se la mamó a Cornelio y me la cogí yo. Otros minutos más de disfrute alterno, hasta que sentimos que nos engordó la tripa y que ya la podíamos surtir.»
Gracias por tu piropo a mi fábrica de leche, mi amor.
Delicioso trio , con mucho semen para compartir y gozar todos
Gracias por tus palabras, hansolo69. Es verdad, fue delicioso.
¡Qué rica cogida le dieron! Me impresiona la putez de Stella (me recuerda las aventuras de Tita) pues a pesar de exprimirlos hasta tenerlos secos, aún así, logra con mamadas propias y entre ustedes que produzcan más leche y se les pare para seguírsela cogiendo.
Es verdad, Stella es una puta natural y ninfómana. Es delicioso estar con ella, y se pone más puta cuando está borracha y/o fumada. También coincido contigo, su conducta se parece a la Tita de tres décadas.
No sé si sentirme halagada con los múltiples comentarios de ustedes hacia mí, o enojarme. No niego que me gustan las bolas de Ber, a las que sólo he visto en fotos y se me hizo agua la boca.