Desde la ventana
Las dos parejitas adolescentes procedieron a sentarse. Lara, que iba de mal tercio, hizo lo mismo, y sacó el móvil para distraerse. Pero entonces, sus amigas empezaron a morrearse con sus novios..
Lara estaba agotada. Ese día, no había hecho otra cosa más que seguir a Ainoha y Kelin a todos sitios: habían estado de compras durante toda la tarde, desde ropa y maquillaje, hasta sabores exóticos para sus vappers (“son unas adictas”, decía Lara). Ella, para empezar, no recibía de sus padres ese tipo de pasta, ni siquiera para ropa nueva, y se avergonzaba de tener los mismo pantalones cortos y tops que el verano anterior. Esto porque, tras la entrada al completo en la pubertad, la hacían sentirse bastante incómoda respecto a cómo percibirían su cuerpo los demás. No le agradaba que su pecho (apenas unos senos incipientes con pezones protuberantes), quedaran parcialmente cubiertos por su top blanco anticuado, que le quedaba pequeño y dejaba mostrar su vientre plano. Menos le agradaba que sus glúteos, más planos y huesudos que los de sus amigas, sobresalieran por debajo de la tela gastada de sus pantalones cortos, además de dejar ver claramente la raja de su sexo por lo mucho que le apretaban.
En definitiva, envidiaba a Ainoha y Kelin tanto por su aspecto como por la pasta que manejaban. Esto, estaba segura, hacía que fueran las más populares de la generación, y por tanto, las más seguidas por los chicos. Lara estaba con ellas, básicamente, porque no tenía con quien más estar, y también en parte por ser blanca y de cara bonita (al contrario del resto de su clase). Sin embargo, su timidez y complejo de inferioridad le dificultaba interaccionar con chicos, por lo que continuamente iba de “mal tercio” cuando Aihnoa y Kelin salían con sus respectivos novios, Karim y Brian. Sí: tampoco entendía qué veían ellas en ese par de chicos, hijos de inmigrantes y que, hasta donde sabía, se habían salido de la ESO por trabajar en los negocios familiares. Por un lado, Karim era alto, flaco, nariz grande, ojos tristes y melena “afro” tupida. Por otro, Brian era también alto pero regordete, de muslos gruesos, fuerte como una mula, y cara redonda con pelo corto. Definitivamente no eran el tipo de chicos que ella idolatraba, sintiendo más atracción por el típico guapete de “buena familia”, muy acorde a lo que eran sus padres y a lo que le habían inculcado desde niña (“tú algún día te casarás con Felipe, el hijo de Cayetana”). Así, ni le pasaba por la cabeza lo que le dirían sus padres si su hija de 14 años se hiciera novia de un hijo de marroquíes como Karim o hijo de bolivianos como Brian. Y sin embargo, sentía cada vez más una atracción prohibida por ese tipo de chicos, gamberros y con una escala de valores tan distinta, lo que se manifestaba en una envidia durmiente e intensa por sus amigas.
Así, esa tarde que estaban en el parque del barrio, cuando vio llegar a Karim y Brian en sus patinetes eléctricos, sintió una mezcla de celos y de odio por sus amigas. ¿De verdad han venido estos? ¿Y que pretenden que haga yo aquí, sola? Karim, nada más llegar, cogió a Ainoha de la cara bruscamente y le plantó un beso mientras le decía:
-Ya me urgía verte, teta.
-Yo igual, Kari – dijo ella.
-Te traigo ganitas – respondió Karim, a la vez que colocaba su mano de modo mal disimulado en su entrepierna.
-Mmmm.
Casi al mismo tiempo, Brian cargó casi sin esfuerzo a Kelin del culo, con sus manos presionando cada glúteo como si fuera masa de panadería:
-¿Qué haces tío? Suéltame.
-Ya te quería tener así, todo tu culo para mi solito.
-Eres un guarro, Brian.
-Calla y ven pa acá.
Las dos parejitas procedieron a sentarse en dos bancos, enfrentados uno al otro, entre una fuente comunitaria frecuentada por los vecinos y sus perros. Lara acabó por sentarse junto a Ainoha y Karim, lo más separada de ellos que pudo, e inmediatamente sacó el móvil para refugiarse en él. Ni Karim ni Brian la habían saludado, como si no existiera, y eso le dolió.
Las dos parejas empezaron a charlar en voz baja, posiblemente hablando de cómo había ido su día o cualquier cosa. Pasados unos minutos, Brian encendió un porro y le dio a Kelin, quien le dio una calada de inexperta que la hizo toser. “Ya empezaron”, pensó Lara. Le dio miedo que el olor se pegara a su ropa y que sus padres le recriminaran algo. Mientras Lara seguía pegada al móvil, las parejas siguieron hablando de lo suyo, sin más, hasta que casi en sincronía, comenzaron a cuchichearse cosas a la oreja y a pegarse más y más entre ellos. Lara levantó disimuladamente la mirada.
Kelin, a quien claramente ya se le había subido el porro, se sentó sobre los muslos de Brian, dándole la espalda mientras él tomaba una posición relajada echado hacia atrás. Kelin empezó con un twerking suave, casi imperceptible, embarrando ambas nalgas en la pelvis de él mientras miraba ocasionalmente a ambos lados para comprobar que no había mirones. Porque era un espectáculo a plena luz del día el que estaban dando, en un parque público rodeado de decenas de pisos alrededor y uno que otro niño jugando a no mucha distancia. Por momentos, Kelin se reclinaba hacia atrás y se dejaba abrazar por Brian, que le daba besos en el cuello abrazando su delgada cintura. Lara miró fijamente cómo las manos de él, grandes y burdas, acariciaban el vientre plano y bronceado de su amiga. De pronto, Kelin se puso de pie y giró para sentarse cara a cara con Brian, y fue en ese medio segundo que pudo ver el bulto erecto debajo de la delgada tela de los pantalones cortos. Lara sintió que un golpe de sangre caliente le subía a la cabeza: jamás había visto tan claramente una polla, y menos una de ese tamaño. Sí, ese era el efecto que su amiga tenía sobre los chicos. Sintió envidia y algo de repulsión, para luego ver como Kelin se sentaba encima de él, escondiendo el bulto protuberante entre ambas nalgas.
A su lado, la escena no era muy diferente. Ainoha y Karim estaban comiéndose a besos, lengua hasta el fondo, con ese sonido peculiar del intercambio de salivas. Podía escuchar también como ambos gemían suavemente, totalmente en su mundo y sin importarles tampoco quien los viera (y menos ella, sentada a medio metro). Sin mucho disimular, Karim empezó a acariciar los bustos pubescentes de Ainoha, primero los bordes exteriores siguiendo su curvatura pero luego extendiendo la mano y cogiendo cada teta por completo, cual pelota desinflada.
-Para, Kari, que nos van a ver – dijo Ainhoa levantando la mirada alrededor, mirando que Lara estaba en su móvil.
-No pasa nada, aquí Lara nos echa un ojo por si viene alguien.
Eso fue casi demasiado para Lara: sus amigas la estaban usando como centinela para sus morreos y metidas de mano. Pero tampoco podía pararse e irse, ya que su amistad dependía de que fuera fiel con ellas. El conflicto era aún peor porque el morbo de ver a sus amigas siendo manoseadas la tenía con el corazón a tope. Karim ya había metido la mano, fugazmente, debajo del top de Ainoha, acariciando sus pezones. Brian cogía fuertemente las caderas de Kelin, apuntando sus nalgas hacia su pelvis mientras ella hacía un twerking cada vez más rápido (básicamente follando con ropa puesta) ¿Cómo era posible que ellas, siendo supuestamente chicas de 15 años, buenas, de sociedad, pudieran comportarse de esa manera? (Puta Kelin! Puta Ainoha!)
Tras unos 15 minutos así, sumergidas en un lívido sin inhibiciones, las parejas llegaron a su climax. Karim metió mano entre las piernas cruzadas de Ainhoa, mientras que Kelin recostó su cabeza sobre la pelvis de Brian. El aire se cargó de una energía sexual, densa y eléctrica, con Karim masturbando rítmicamente la entrepierna de Ainoha, y Brian dirigiendo la cabeza de Kelin hacia su miembro erecto (¿¡se la está chupando!?). Cuando Lara no podía soportarlo más, como caída del cielo misericordioso, se acercó hacia ellos una señora con su perro.
-¡Chicas! – suspiró Lara, casi sin aire dentro, dando el aviso.
Ambas parejas levantaron la mirada y viendo lo que se aproximaba, se sentaron rápidamente, acomodaron lo que tenían que acomodar (Ainhoa se acomodó el top que estaba a media teta, Brian acomodó su polla lo mejor que pudo) e hicieron como que no había pasado nada ahí.
Cuando la señora terminó de darle de beber a su perro, se marchó, y ese aire cargado de tensión sexual se desmoronó.
-Vámonos, tías, aquí ya no hay nada – dijo Kelin – ¿Nos acompañan?
-Venga – dijo Karim – tengo un poco de hambre.
Se levantaron, acomodaron sus ropas un poco más, y comenzaron a caminar rumbo a la avenida, Lara detrás de las parejas con las mejillas sonrojadas y la mirada gacha. No se percataron de la sombra detrás de la ventana de uno de los pisos de enfrente, ni mucho menos, del móvil entre las cortinas que había grabado dicha escena con un morbo irreprimible
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