Deseo (I.)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PCD18V.
Dos chicas, están hablando conmigo, en una habitación de luces tenues pero blancas, la decoración es roja, dorada y plateada. Hace un poco de calor. Una es rubia, al estilo de Dianna Agron o Amber Heard, la otra es de cabellos negros y piel blanca, al estilo de Odette Yustman. Pero ambas tienen la sensualidad en los ojos, labios rojos, vestidos ligeros que se van quitando, y antes de quedar en lencería, una de ellas, la pelinegra, se coloca de pie y enciende la radio, empieza I Kissed A Girl.
La rubia se desnuda, deja ver la lencería blanca y roja, la pelinegra se termina de sacar el vestido, y queda en lencería negra y roja. Se miran, se acarician, cantan, se tocan los muslos, los labios con los dedos de uñas largas y bien cuidadas. Se desatan los moños, dejan caer sus cabellos, se huelen los cuellos, se acercan mas.
La pelinegra es la más atrevida, alza su pierna, su rodilla roza la entrepierna de la rubia, la otra, con sus labios pintados al rojo, abre la boca en una hermosa "O" me mira y sonríe maliciosa.
Ambas están en tacones, ambas se comienzan a besar suavemente, mirándome, sus lenguas se dejan ver, y una nalguea a la otra.
No puedo más, la camisa me aprieta, siento calor, siento el deseo arder, cae a los lados, me pongo de pie, acariciando mi abdomen, deslizando mis dedos hasta alcanzar la pretina del pantalón, meto mi mano y me toco frente a ellas. Me acerco, las miro y dejo de tocarme, quito el cinturón, sonrío y llevo las manos de ellas al pantalón, entre ambas lo quitan y yo, cinturón en mano, golpeo ligeramente los glúteos de la rubia, la que parece más inocente.
Sin más, tomo del cuello a una, con fuerza, las venas se hinchan, ella jadea, y la beso, no con calidez, lujuria, mientras tanto, la otra, me besa la espalda, me muerde los omóplatos, araña mi abdomen desde atrás.
Dejo a la rubia, tomo a la pelinegra, le agarro los cabellos de la nuca y le echo el rostro hacia atrás, su cuello queda expuesto, le comienzo a morder, a lamer, y la rubia, excitada, comienza a besarme el miembro sobre el bóxer. La canción ha pasado a algo más sensual aun, Inertia Creeps, quizá.
Miró a la rubia, sus actos se me hicieron lujuriosos, pero yo la dominaba, no podía hacer nada si yo no lo rodeno. Sin más, la alzo del suelo, la pongo de espaldas a una cómoda y le muerdo el hombro, dándole varias nalgueadas seguidas, ella gime y jadea, la otra se acerca y me mira, sonríe con malicia, la miro y con los ojos le digo que hacer. Ella comprende y va y nalguea a la otra, antes de tomarla del cabello y morderle el cuello, hasta alcanzar su boca y besarla.
Las miro, y quiero ver más, me acerco y les susurro algo al oído, ambas van a la cama, se comienzan a tocar con las manos sus feminidades sobre las lencerías, gimen, hasta que la rubia queda en la cama, la pelinegra se desliza por su cuerpo, le besa la parte interna de los muslos y le quita las bragas. Oh, que excitante que es ver como la pelinegra hunde su boca en los labios vaginales de ella, como estimula el clítoris con su boca, como desliza un dedo dentro de la feminidad de la otra. La rubia gime, grita, se agita y me mira. Me pide que la folle, niego y me acerco a ella, terminando de desnudarla. Sus pechos son compactos, medianos, duros, son una belleza. Sin más, la tomó de las manos, le alzo esos brazos delgados y con la corbata de mi traje, que ha quedado por ahí, le amarro las manos, dejándolas sobre la cabeza, ella grita, pero ya no la escucho, ni sé que suena en la radio. La otra sigue follándole con la boca, me encanta, y me coloco casi sobre la rubia, ella comprende y con sus dientes comienza a deslizar mis bóxer, mi pene salta y ella, sonríe, abre la boca y saca su juguetona lengua, juega con él, lo lame, a veces se desliza hacia los testículos que cuelgan llenos.
Se muerde el labio, y yo me doy vuelta, quedando en un 69, acercándome a la otra y entre ambos, lamiendo de la feminidad de la rubia, como si fuéramos perros, la rubia comienza a chupar mi miembro. La otra parece tener envidia y pretende irse hacia la rubia y quitarle su cena. No se lo permito, la tomo del cabello, me levanto de un salto y la coloco contra la cama, boca abajo, tomo sus manos y con un laso de una cortina, amarro sus manos al cabecero, queda de espaldas, y sin más, alza su pelvis, dejándome ver su esplendido trasero. Me acerco, mirándolas a ambas, que se buscan y se besan. Me acerco a la pelinegra y rasgo sus bragas, deslizando, desde arriba, mi mano hacia su vagina, hundo mis dedos, sin contemplaciones van dos, y ella grita y, como los lazos son largos, se escurre hacia los pechos de la rubia, quita la parte superior de la lencería de encaje blanco de la rubia y se come los pechos, con maestría.
Yo me estoy volviendo loco, me encanta tenerlas sometidas, sin ser salvaje, sólo sabiendo que hacer, que provocar.
Los labios de una están hinchados, los rostros enrojecidos, con muestras de labial por aquí y por allá. Las miro, son tan ardientes.
Me acerco a la rubia, y metiendo dos dedos en la vagina de la pelinegra, en ella meto tres, ella grita y pide más, con el pulgar estimulo su clítoris, grita, grita de placer.
Llamo a la pelinegra y ella alza el rostro, me mira desde su lugar y yo sonrío, me arrodillo frente a ambas, dejando mi pene cerca a las bocas. Golosamente, cada una le da lo que él desea, una se encarga de los testículos, otra del falo, se turnan, a la pelinegra le tomo la cabeza y le follo la boca cuando chupa, y como chupa.
Las miro, les regalo un guiño y me bajo de la cama.
De nuevo en el suelo, agarro a la rubia, la abro de piernas, y sin más, la penetro, una estocada limpia y abro su feminidad, grita, se retuerce y la miro con severidad, la pelinegra le da una bofetada, diciéndole que debe dejar de ser tan gritona. Le regalo un guiño a la candente pelinegra, quien mueve su trasero, mirándome, deseando más.
Las miro, a la rubia le doy lo que pide a gemidos, la otra le muerde los pezones.
La rubia está cercana al orgasmo, grita, grita, pide más, se retuerce como puede. Pero antes de que pase algo, me alejo y tomo una vela cercana a la ventana, me acerco a la pelinegra que está distraída, antes de que vuelva la mirada, le doy una sonora nalgada, la piel se torna roja, y sin más, hecho esperma derretida en su nalga. El grito que larga es de dolor, pero esconde el placer, la miro y muerde su labio con fuerza, la otra se mueve y queda bajo ella, enrolla sus piernas en la cadera de la pelinegra y se besan. Rasgo la parte trasera de la lencería de encaje negro de la pelinegra y dejo su espalda expuesta, comienzo a regar esperma de vela por su columna, ella grita, pero ahora es placer, puro placer, pide mas, y se besa con la rubia, ambas gimen y jadean, gritan, y, Dios, que cachondo me tienen. Me bajo de la cama, dejando la vela lejos de cualquier cosa que pueda quemarse. Me acerco a una mesa donde hay un arnés con dos penes, uno hacia el frente y uno hacia atrás. Me acerco a la pelinegra, cuidadosamente coloco el arnés, tomo los penes de goma y acerco el glande de uno a la vagina húmeda de la pelinegra y el glande del otro a la vagina de la rubia. Se miran y se sonríen. El pene para la pelinegra es mas chico, para la otra es más largo, y de una embestida que da la pelinegra, ambas quedan empaladas. Gritan y se retuercen y la pelinegra comienza a follarse a la rubia. Joder, joder, que me tienen ardiendo.
Estoy tan caliente, que me coloco tras de la pelinegra, abro sus duros y bien proporcionados glúteos, me deslizo y paso mi lengua entre sus glúteos, hasta alcanzar el ano, le doy el mejor beso negro de su vida, grita, gime, y yo, pensando con el pene, la penetro. Oh, mierda, que estrecho, que rico, que caliente. La comienzo a follar, duro, como una bestia, y ella grita, grita y grita, y se folla a la rubia que grita, yo bramo, gruño, y ellas gritan y gimen y piden más. No puedo, oh, jodidas mujeres ardientes que me vuelven un dominante sometido, esclavo de ellas, porque debo darles placer.
Salgo del ano de una, cuando sé que ambas han alcanzado el orgasmo con los penes de mentira. Las miro y les gruño, suelo a la rubia y me siento en la cama, ella me mira y la otra se le acerca, tocándole el ano, la rubia se rehúsa pero una jalada de cabellos la hace aceptar.
Se va encajando mi falo ella sola, y la otra le va colocando el arnés a ella, esta vez la rubia se debe follar a la pelinegra que se abre de piernas y le da su vagina. Y allí comienzo a moverme, dándole una gran follada por el trasero a la rubia, mientras la pelinegra es follada con un pene de plástico.
Gritan, parecen poseídas. Y deseo más.
Pasados los minutos, salgo de la rubia, les ordeno a ambas ponerse en cuatro y me las follo a ambas, una a la vez, desde atrás, pero en la vagina. Gritan y se besan, y piden más, les doy lo que piden, estoy sudando como animal, estoy ardiendo en mi mismo.
No puedo, no puedo más, y ellas lo saben, ambas se niegan a que todo quede allí, se incorporan y se lanzan contra mí, una se sienta en mi pene y la otra prácticamente en mi cara, no puedo más que follarme a la pelinegra y comerle la vagina a la rubia. Y se besan a su vez.
Y no puedo más, se los hago saber, se levantan y van al suelo, se arrodillan y unen sus lenguas, sin más, eyaculo como bestia en sus bocas, les doy todo mi semen, en sus caras, en sus lenguas, y se tocan y gimen y ellas luego se acercan a mi, me piden que me acueste, lo hago, y me sorprende cuando una de ellas desliza un dedo en mi ano y estimula mi próstata, mierda, que es el cielo, joder.
La otra comienza a masturbarse en mi boca y pronto, su vagina suelta todos sus jugos, los como, son una delicia. La que me follaba con su dedo viene y repite el proceso de la pelinegra, dándome todos sus jugos.
La habitación huele a sexo, huele a deseo, a semen y jugos de mujer, a sudor, a todo.
Despierto y sobre mi pecho esta la pelinegra, mi esposa, quien me sonríe y ve mi erección matutina. Me dice al oído que esa rubia ha sido muy hermosa, que he sabido elegir a la mejor colegiala, ella dice que esa noche me tocara a mi disfrutar de su alumno varón.
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