EL DIARIO DE PIRUCHA: Me culiaron en un trío cuando menos lo esperaba.
“Ese verano no pude concretar lo que le había dicho a Arturo “Zorro” de que sería la yegua del potro que montaba. Tuvimos que volver a retomar las actividades ya que las vacaciones y la escuela habían concluido y debía ingresar al colegio..
Me culiaron en un trío cuando menos lo esperaba.
“Ese verano no pude concretar lo que le había dicho a Arturo “Zorro” de que sería la yegua del potro que montaba. Tuvimos que volver a retomar las actividades ya que las vacaciones y la escuela habían concluido y debía ingresar al colegio de secundaria. Quedé con la idea de continuar mi aprendizaje de la zoofilia para la vuelta al año siguiente. Arturo sería el guía y el maestro, y yo, su discípulo”.
En tanto, otras aventuras sexuales ocurrieron ese año y quedaron registradas en el diario que tengo la obligación de compartir con mis fieles lectores.
En la escuela, me hice la fama de ser desordenado e inquieto. Aprendía rápido y después me dedicaba a molestar a los demás. Otras, era solo conversar. El tema era siempre el mismo: el deporte, las chicas, el sexo.
Mi lugar era en el medio de la sala. Mi compañero, el Chino. Un muchacho retraído y silencioso. Por eso me ubicaron a su lado.
Cuando ingresé a la educación secundaria mi indisciplina se acentuó y ya era catalogado como uno de los líderes del…desorden.
En la clase de matemática, la profesora con su voz chillona me obligaba a sentarme en la primera fila, al lado de Nita Estela y Abraham. Las primeras veces no advertí nada extraño. Era una pareja de lo más aburrida. Nunca hacían desorden y obedecían todo lo que los profesores decían. Abraham era hijo de un comerciante y trabajaba con él durante los períodos en que no había clases. Nita Estela era una chica regordeta y de carnes muy blancas que se asomaban cuando se le subía el jumper al sentarse.
Una mañana, observé que Abraham dejó la mano en la silla de Nita Estela y ella tranquilamente se sentó encima sin inmutarse. No dije nada. Salimos a recreo y me dirigí a conversar con mis amigos.
Cuando volvimos a la sala, dejé mi mano en el asiento de Nita. Un poco sorprendida, se dio vuelta y me miró. Pensé que me acusaría con la profesora. Estaba en un lío bastante complicado. Nita Estela, después de mirarme fijamente, esbozó una sonrisa. Supe que me daba permiso para hacer lo mismo que Abraham. Era una chica de mediana estatura, de muslos y nalgas prominentes y, lo que más me excitaba, su piel blanca que concordaba con la palidez de su rostro. No era bonita, pero sí muy agradable y, por lo que supe después, muy cachonda.
La clase de matemática fue para mí un paraíso en que la chica tenía dos servidores sexuales que se esmeraban en complacerla. Las manos intrusas ya no se conformaban con sentir la piel de Nita, sino que, en maniobras cada vez más arriesgadas, incursionaban en las partes íntimas de la muchachita. Sin proponérnoslo cada uno sabía qué lugar le correspondía: a veces, mi mano ingresaba a las albas colinas de su trasero y se sumergía en las nalgas y, apartando las bragas, llegaba hasta el hoyito apretado de su ano. La otra mano chapoteaba en el charco del coño excitado por la situación y deseoso de algo más.
Con mi otra mano, metida en el bolsillo, me masturbaba frenéticamente en los momentos en que la profesora se iba al fondo de la sala, desde donde llegaba su desagradable voz disonante. Mi compañero replicaba mi faena desde el otro lado. No fueron pocas las veces que sentimos cómo Nita llegaba al orgasmo. En ese instante, su mano iba directo a la mano que la estimulaba y la apretaba sucesivamente con los telúricos movimientos de su sexo. El dedo que le había introducido en el ano fue la víctima estrangulada por esos deliciosos espasmos…
-¿Y te pasó algo? Yo acabé… Abraham me miró y serio, moviendo la cabeza:
-¿Qué crees? Después vamos a conversar. Y se dirigió al patio. Durante el recreo se dedicaba a jugar a la pelota. Entendí exactamente por qué no le interesaban los baños. Aunque no era lo mismo que en la escuela. Los retretes eran usados para fumar o beber licor a escondidas de los profesores. Para el sexo hetero u homo había otros momentos y los descubrí con gran placer de mi cuerpo.
Cuando volvimos a la sala, Abraham se dirigió a la chica y le preguntó si podía estudiar con ella para la prueba de historia que se venía luego. La chica asintió muy sonrientemente. Había un cúmulo de materias que me abrumaba porque no me gustaba la asignatura ni la forma cómo se enseñaba en ese tiempo. Ni corto ni perezoso me sumé al grupo de ‘estudio’.
La mañana siguiente había que levantarse muy temprano porque el lugar en que se reunían los estudiantes madrugadores era el recinto del estadio bajo los árboles o en las graderías.
Ese día no había otros grupos y solo nos reunimos los tres. Nita llevaba su bolso los textos de estudio y Abraham un termo con café con malicia. Nos dirigimos al sector de los árboles y nos emboscamos de manera que nadie podía vernos. Al menos eso creíamos.
Sacó tres jarros y sirvió sendas porciones del brebaje que nos hizo entrar en calor. NIta bebió un buen sorbo y me di cuenta de que estaba a acostumbrada a la bebida. Sus padres procedían del sur y la gente era asidua al alcohol para evitar el frío. Después empezó a leer uno de los textos que debíamos estudiar. Ahora Abraham no se conformó con poner su mano en el asiento en que sus nalgas reposaban, sino que se dirigió desenfadamente al interior de sus piernas con la meta de llegar a su sexo a través de su abundante vello púbico. Nita, sin inmutarse, siguió la lectura sin interrupciones. De modo que hice lo mismo y mi mano se aventuró hacia el lugar de su espalda. La chica levantó el trasero para permitir el paso de mi ávida mano que se regocijaba con el roce de sus nalgas mientras se deslizaba hacia el apetitoso orificio de su ano.
No podía durar mucho tiempo sin que la muchacha reaccionara y dejó los libros y una mano se dirigió a mi sexo y la otra al de Abraham. Nos empezó a masturbar mientras nosotros le abordábamos sus deliciosos rincones.
La verga de Abraham fue la primera que la chica acogió en su boca. Aproveché ese momento para subirle el vestido y abrirme camino hacia su ano que empecé a lamerlo mientras la mano de la chica me estrujaba el pene a cada lengüetazo que le daba.
Cuando la boca de Nita rodeó mi pene y lo empezó a succionar, sentí deseos de terminar en su boca, pero apreté la base del pene para retardar la eyaculación.
Cuando miré a Abraham, ya le había introducido la mitad de su herramienta en el trasero de la cachonda muchacha. Sus mamadas se combinaron ahora con los empujones del invasor que la obligaba a tragarse mi pene. No pude evitar llenarle la cavidad bucal con la caliente leche de mi sexo. Lejos de molestarse, la chica se tragó toda la carga seminal.
Pronto ocurrió lo mismo, pero ahora fue Abraham quien le llenó de semen el exquisito trasero de Nita.
Abraham se levantó y fue hacia un árbol y se dispuso a orinar. Nita y yo quedamos abrazados y ella empezó a revolverse y a restregar su cuerpo junto al mío. Me di cuenta de que necesitaba atención urgente.
Abrí sus piernas y me dirigí decidido a darle una buena lamida a su coño que, húmedo de sus jugos y del semen de Abraham, me parecía demasiado apetitoso como para no hacerlo. Sumí la cabeza entre sus blancos muslos y me interné en la selva del pubis apartándolo para luego dejar que mi lengua hiciera su trabajo.
La chica se estremeció con la primera lamida. Cuando separé sus labios mayores y dejé al descubierto sus labios menores coronado por un erecto clítoris, Nita me apretó la cabeza contra su coño y succioné su clítoris acompañado de un dedo en su ano palpitante. Sentí como no uno sino varios orgasmos se sucedían como las marejadas de un océano encabritado.
Embebidos en nuestro ritual, nos olvidamos de Abraham que, miraba la escena y se masturbaba. Su presencia se hizo notar cuando siento que me bajan la ropa interior y de una salvaje clavada ingresa el duro pene vulnerando mi entrada posterior. La dolorosa maniobra no impidió que siguiera realizando el trabajo para la ninfa que estaba en otro mundo del goce.
Pasada la sorpresa y el dolor, empecé a tomarle el gusto a esa culiada repentina e inesperada. El pene invasor doblegó la defensa inicial para ser acogido en todo su esplendor. Traspasados los esfínteres que ofrecían resistencia, mi culo se volvió complaciente y disfrutó de cada ingreso y salida del ariete. La reacción placentera y excitante se trasladó a mi pene que empezó a eyacular sin ser siquiera tocado.
Los grititos de placer de la chica acompañaron las últimas estocadas del muchacho que recibí con contracciones involuntarias de mi ano.
El estado de hiperactividad sexual fue bajando de intensidad para dejarnos a los tres tendidos uno al lado del otro en el descenso de la meseta en que concluimos.
El primero en romper el slencio fui yo:
-¿Qué pasó, Abraham?
-No me digas que no te gustó.
-No es eso. De gustarme, claro que me gustó.
-“El Pirucha presta el poto”. Exclamó con un tono de burla.
-Ah, claro. Y cómo lo supiste.
-Un pajarito me contó tus aventuras sureñas y también lo que pasó en la escuela y lo del cura…
-¡Pascual!- dije, elevando la voz. ¡Maldito deslenguado! No se le puede contar nada porque no calla ni lo de él.
-¿Qué cosa?-Terció Nita Estela.
-Nada. Le dije. Bueno ahora ya es muy tarde para estudiar, así que cada uno para su casa y nos vemos en la escuela. Arreglé mi ropa y me despedí, dejando a Abraham y Nita que hicieran lo mismo. Ahora pensaba en la ducha que me daría y el desayuno que me esperaba para otro día de colegio.
No nos dimos cuenta de que desde arriba del cerro alguien nos observaba con sus binoculares. Debe haberse masturbado con la escena del trío de los chicos.
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La próxima entrega de las notas del diario de Pirucha estarán centradas en la vuelta al sur en las vacaciones de verano y todo lo relativo a lo que quedó pendiente en el verano anterior.
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Siempre respondo
Bueno, queridos lectores, esta entrega fue un poco retardada, pero prometo que la próxima estará luego en sus manos y podrán gozar de las aventuras sexuales de la querida Pirucha. Hay mucho material esperando ser extraído de las páginas del diario y tomar vida en las lecturas acompañadas de masturbaciones íntimas.
No se olviden de comentar o de hacerme llegar sus impresiones a mi mal. Un beso
Disculpas por no subir aún el relato prometido, pero me ha tomado más tiempo seleccionar lo relevante en el cúmulo de anotaciones de lo ocurrido en esas vacaciones, lo terminaré sin falta este finde. Gracias por la paciencia.