EL VIRIL AMANTE DE MI MARIDO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PerraSinDueño.
Mi marido es un hombre guapo. Siempre hemos tenido poco sexo y de bajo nivel. Por eso siempre sospeché que era homosexual y que se había casado conmigo por acallar los comentarios mordaces de la gente. No tenemos hijos pese a que ya tenemos ambos treinta y dos años.
Es un hombre muy ordenado y educado, oficinista intachable en una escuela de nivel medio. Sus manos son hermosas y sus pies y sus muslos son para besarlos y saborearlos a ojos cerrados, cosa que hago con frecuencia. ¡Con qué placer he pasado mi lengua lujuriosa por la curva suave de sus nalgas y cómo he explorado con placer el suave canal de carne que las separa, hasta tocar con dulzura su culo que se estremece con la humedad de mi lengua! A él le encanta esa caricia tan íntima en la que he saboreado su culo tantas veces mientras manipulo su pene pequeño hasta el orgasmo. A mí me excitan sus espasmos y sus gemidos, hasta que unas cuantas tímidas gotas de semen corren por la piel de mis manos.
Así he aprendido a llevar mi realidad con juguetes sexuales y una que otra relación sexual ocasional, que él no desaprueba.
Siempre me había parecido que, vestido de mujer, nadie notaría su realidad masculina, pues es menudo y de baja estatura.
Solemos salir a dejar los cansancios semanales en algunos bares de buen nivel los viernes y los sábados para llevar mejor la vida fatigosa de la ciudad grande en que vivimos.
Una de esos viernes nocturnos de copa y baile llegamos a casa bastante felices y bromistas. Fuimos a la cama pronto y él se desnudó del todo, como hacemos ambos cuando la temperatura es agradable. También lo hice yo. Al sacarme el calzón, se me ocurrió ponérselo a él a modo de broma, cosa que aceptó entre risas. Estuvimos bromeando un buen rato y luego saqué mi equipo de maquillaje y sin decirle nada, marqué las líneas bellas de su rostro y los espacios hermosos de su piel hasta dejarlo convertido en la mujer más bella que había yo visto en muchos días. A él le encantó su aspecto.
Ahora vas a ser mi putita -le dije -.
Él se excitó visiblemente con el tono ronco de mi voz y me dejó besarlo con toda la lujuria acumulada en muchos meses. Hundí mi lengua en su boca hasta donde pude y bebimos cada uno la humedad del otro. Le di mis senos ansiosos a morder hasta hacerme gritar casi en el orgasmo mientras lo tomaba del cabello para guiarlo en sus caricias salvajes. Y mi vientre y mi vagina y mis muslos quedaron bañadas con su humedad bucal. Luego me puse de espaldas y le ordené que me besara el culo, cosa que él nunca había hecho. Sólo mis amantes ocasionales habían conocido el sabor de mi ano. Pero su boca resultó mejor en ese dulce trabajo y mientras entornaba los ojos de placer, miré en el espejo de nuestra recámara la escena sexual tan intensa que reflejábamos.
¡Me encantó el ver el rostro de una mujer bella comiendo mis regiones más íntimas y sensibles!
Entonces me separé de su boca y fui a buscar un vestido, unas zapatillas y todo lo necesario para completar su atuendo de mujer hermosa. Él esperó complacido y luego me ayudó a disfrazarlo hasta dejarlo transformado en una dama bella y sensual que me miraba con atención esperando la aprobación, que no era ya necesaria, pues era evidente en mi mirada.
Y luego, fuimos a la cama donde muy pronto llegué al orgasmo con una mujer que me lamió el sexo y las tetas y el ano y toda la piel hasta hacerme gritar de pura lujuria. Así dormimos esa noche, yo desnuda y él vestido de mujer, uno en brazos del otro, sin importarnos quien de los dos, en la pareja, era la mujer.
Al día siguiente, nos bañamos juntos para iniciar el día. Yo llevé al baño la ropa de cada uno y, a propósito, llevé dos calzones coquetos de mujer, rosados, con encaje oscuro y con corazones estampados a los lados. Al terminar el baño y secarnos la piel y el cabello, tomé uno de los calzones míos y se lo entregué sin decirle nada. Él me miró un segundo y, sin más, se lo puso y luego se miró al espejo disimuladamente.
Es hermoso –le dije-.En adelante usarás también mis bragas…
Salimos del baño y luego, tomé mi equipo de maquillaje y marqué sobre sus ojos negros unas líneas femeninas discretas mientras él me miraba silencioso, quizás agradecido porque había ya descubierto sus gustos. Perfumé suavemente sus senos y también los míos y puse con delicadeza un poco de mi desodorante en sus axilas y entre sus nalgas grandes y bellas.
Acabemos de vestirnos – le dije -. Y él su puso su ropa masculina de siempre sobre el fondo real de su naturaleza contraria. Así pasó ese día, mitad hombre y mitad mujer, mientras atendíamos los asuntos normales de la vida y hacíamos las compras entre la muchedumbre que aspiraba su esencia de mujer con indiferencia.
Esa noche salimos a bailar un poco como tantas veces.
Sin decir nada, le entregué ropa de mujer y platicando nos vestimos las dos comentando con naturalidad sobre esas cosas que comentamos todas las mujeres del mundo.
Al final, dos mujeres sexis y hermosas, se miraron mutuamente y se admiraron con un silencio aprobador. Ella llevaba una hermosa falda negra suelta que volaba sobre sus muslos coquetos con cada movimiento que hacía y que dejaba de vez en cuando ver unas bragas blancas y breves hundiéndose en la carne seductora de su cuerpo de mujer nueva. Yo llevaba también una falda sujeta a mi cintura, blanca y larga y que resultaba más elegante que coqueta.
Salimos en el coche familiar rumbo al bar y al llegar, el portero de siempre, Luis, veinteañero robusto, nos saludó con más ganas que como hacía antes, y puso sus ojos sobre el rostro bello de mi compañera. Luego miró su cuerpo y sus ojos brillaron cuando mi amiga echó a caminar dándole la espalda con coquetería y haciendo volar la falda hasta enseñar un poco de lo que cubrían.
Puedo invitarlas esta noche a otro sitio- me dijo con discreción. Hoy que no viene su marido…
¿A dónde? –pregunté-
A mi departamento – me dijo-
Lo pensé unos segundos y acepté. Tomé a mi amiga del brazo y le expliqué. La idea la excitó y luego, los tres, enfilamos en el coche nuestro hacia el departamento de Luis.
Al llegar, Luis tomó a mi compañera en sus brazos sin pedir permiso y besó su boca con los ojos cerrados. Mi compañera correspondió también a ojos cerrados dejando que la boca de Luis explorara la suya con su lengua fuerte y ansiosa. Luego hizo lo mismo conmigo mientras mi compañera respiraba hondo para recobrar la serenidad ante tanta excitación como sentía.
Luego de unas copas para el relax, tomamos a nuestro hombre entre las dos, lo abrazamos, lo acariciamos, lo besamos, lo desnudamos y lo tiramos en la alfombra donde seguimos el viejo juego del placer macho-hembra. Ambas seguíamos vestidas y mientras mi compañera bebía golosísima en la boca de Luis, yo bebía en su pene moreno y enorme abriendo mi boca al máximo y dejándolo sólo para recobrar oxígeno. Luego, cambiamos posiciones y vi a mi compañera estremecerse con cada subida y bajada que daba su boca a lo largo de aquella maravilla viril que Luis tenía entre las piernas.
Después, para mi sorpresa, mi amiga bella se levantó y se acuclilló de espaldas al rostro de Luis sobre aquel enorme pene y luego, empezó a bajar y subir, poco a poco, introduciéndoselo en el cuerpo cada vez más. Luis levantó un poco el rostro para ver la escena, pero yo, temerosa de que descubriera la realidad sexual de mi compañera, sujeté su boca con la mía y seguí con aquellos besos lujuriosos y cargados de saliva que estábamos dándonos.
Advertí preocupada que mi compañera se estimulaba muy visiblemente su pene pequeño mientras el de Luis penetraba por su culo con gran libertad hasta topar con sus grandes nalgas de mujer. Y por eso seguí con mis caricias bucales hasta que ambos llegaron al orgasmo, casi juntos y vi salir el garrote prieto de Luis desde el ano dilatado de mi compañera dejando escurrir hacia su cuerpo un gran chorro blanco y denso que mi compañera no tardó en limpiar con su lengua hasta acabarlo. Luego, se levantó y ocupó mi lugar para que yo tomara el suyo. Por supuesto que lo hice, pues el gran pene de Luis estaba de nuevo mirando hacia el techo de la habitación.
Cabalgué aquél miembro hasta lograr que me anegara con su maravilla líquida y luego quedamos los tres amantes vencidos sobre aquella alfombra cómplice. Vi a mi compañera reposar su cabeza sobre el hombro poderoso de Luis y abrazar su pecho y besarlo con pasión en las mejillas y en la boca. Y luego bajar su mano hasta aquél pene vencido y acariciarlo en su longitud hasta los testículos enormes. Y Bajar la mano delicada más abajo, hasta el ano de Luis, quien volteó a mirarla un segundo para sonreírle con aprobación y abrirle un poco las piernas para que le acariciara también el ano. Ella lo hizo unos minutos, mirando atentamente el rostro de Luis y hundiendo de a poco el dedo medio en aquél orificio de macho complaciente.
Yo observaba el juego sexual en que mi compañera se iniciaba.
Lo dejamos dormido y regresamos silenciosamente a casa.
Seguiremos en esto, desde luego, porque hemos descubierto el placer…
Espectacular !!!