ESPOSA PARA DOS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por dulces.placeres.
Las cosas cambiarían en la intimidad de nuestro matrimonio a partir de ese día. Con cincuenta años en mis espaldas aún tenía cosas por descubrir.
Vamos a decir las cosas como son, Celeste es una mujer sin igual, en nuestra relación de muchos años de casados yo siempre puse el cuerpo, pero ella el cuerpo y el corazón.
Siempre fui una mierda con ella, nunca la respeté como mujer, como esposa, mis aventuras extra matrimoniales eran y son moneda corriente, trabajo en negocios de comercios exterior, tengo muchos contactos y algunas relaciones laborales irremediablemente terminan en la cama, y si no conseguía nada por el lado de mi seducción, siempre encontraba una prostituta disponible para aplacar mis fantasías.
Pero ella solo tenía ojos para mí, yo era el amor de su vida y si bien sospechaba de mis aventuras jamás me hizo un planteo, supongo que solo lo dejaba pasar, haciendo la vista gorda, en resumen, nunca merecí todo lo que ella me daba día a día.
Nosotros nos conocíamos demasiado, desde los cabellos hasta las uñas de los pies, nuestras mas ocultas fantasías, pero claro, las mías siempre las había cumplido fuera de casa, pero ella… para ella eran solo eso, fantasías, y hay que dar un paso muy grande para llevarlas a la práctica, pasado el límite no hay retorno.
Pues bien, se me ocurrió para su cumpleaños cuarenta hacerle realidad su mayor fantasía, tantas veces me había hecho la descripción del hombre que imaginaba siendo el tercero en nuestra cama que no sería difícil para mí contratar un stripper que la atrajera.
Después de buscar, arreglé con un tipo de un poco más de veinte años, de piel morena, cabellos largos, ojos verdes y lo suficientemente musculoso como para que ella no pudiera resistirse.
Obviamente le di a Paul, ese era su nombre, todos los detalles de la puesta en escena que debíamos montar, Celeste es demasiado vergonzosa, todo debería darse naturalmente, paso a paso, había que seducirla como la noche en que la seduje para llevarla a la cama por primera vez, a la mínima sospecha la noche hubiera sido un fiasco.
La trampa estaba tendida, según le conté a ella, Paul era un posible socio, debíamos ser muy cuidadosos y condescendientes con él, así que llegando la noche preparó pastas con una exquisita salsa que lentamente aromatizaba el comedor abriendo el apetito. Mientras ultimábamos los detalles, ella se puso un encantador vestido que combinaba distintos tonos de grises, a media pierna, un tanto holgado porque tiene una cola tipo pera, de esas que se van ensanchando a medida que baja, llegando al punto máximo donde comienzan las piernas, y como es grande en proporción al resto de su cuerpo hace que para Celeste sea un complejo, se ve demasiado culona, aunque a mí me encanta.
Su elección me vino como anillo al dedo, es un vestido de amplia espalda descubierta por lo cual no podía usar sostén y sus bubis se notaban sueltas bajo la tela.
Cuando llegó Paul y se lo presenté, vi un brillo en sus ojos que me animaba a seguir con el plan, él le entregó una botella de vino fino, ‘casualmente’ el preferido de Celeste.
Nos sentamos a la mesa, ella en la cabecera y nosotros una a cada lado, hablábamos de negocios que nunca sucederían, entre risas y palabras, aunque ella intentaba negarse, discretamente la llevaba a beber en demasía, sabía que el alcohol la aflojaría.
Cuando trajo el postre noté a mi esposa ponerse un tanto nerviosa, cada tanto tartamudeaba, y sus mejillas estaban rojas como tomates, señal inequívoca de que Paul por debajo de la mesa estaba acariciando sus muslos, yendo tan cerca de su entrepierna como le fuese posible, tal cual habíamos acordado.
La miraba discretamente, como si estuviera ajeno de lo que ocurría, pero su perdición iba en lento aumento, su pecho se agigantaba aspirando demasiado aire, sus dulces y excitados pezones se marcaban bajo la suave gaza de su vestido, fue entonces cuando le di la señal al joven, me acerque a ella y tomándola de la nuca le di un dulce beso de enamorado, llevando mi mano sobre su muslo izquierdo, subiendo lentamente mientras él hacía lo propio sobre el derecho hasta llegar juntos a acariciar su entrepierna, ella respondió abriéndolas, excitada, entregada.
La llevé al dormitorio, el siguió nuestros pasos y en el silencio del cuarto la dejamos al medio, por delante yo la besaba, por detrás en la acariciaba, Celeste giró su cabeza y tomándolo el cuello buscó su boca, ahora ellos se besaban, nuestras manos recorrían su cuerpo, Paul fue levantando su vestido desnudándola, ella cerró los ojos y de repente solo quedó con el culote celeste que disimulaba sus anchas caderas, a todo esto sentía mi pija dura bajo mi ropa, me desnudé a un costado, y Paul al otro, en ese momento sentí que ella me ignoraba, no sacaba los ojos del torso musculoso del moreno, ansiosa, expectante pero él se quedó en calzoncillos haciéndola desear.
Volvimos a los besos, a las caricias, a los arrumacos, hasta que tomándola de los hombros la conduje sutilmente hacia abajo, Celeste comenzó entonces a lamer mi verga, mientras acariciaba con la otra la serpiente que aun estaba oculta por la tela de su prenda íntima.
Cuando el terminó de desnudarse los ojos de Celeste parecieron salirse de órbita, ese animal me triplicaba en largo y era tan gruesa como una lata de gaseosa, se acercó a ella ofreciéndola y ella con su inocencia me miró a los ojos y preguntó:
– Puedo?
– Si mi amor, es mas… deseo ver como lo haces…
La excitación que me produjo ver los labios de mi esposa llegando a una verga que no era la mía fue indescriptible, porque yo daba por sentado que Celeste era tan mía que jamás lo haría, daba por sentado que le parecería asqueroso, por sentado que se enojaría conmigo, pero no, ahí estaba ella con su boca bien abierta, lamiendo la verga de Paul, engolosinada, sosteniendo el tronco lleno de venas de nuestro amigo con su mano derecha sin poder abrazarlo por completo, el grosor no se lo permitía.
Su mano izquierda estaba sobre mi miembro, por lo que alternaba entre ambos, pero luego de unos minutos su vicio pudo más, soltó el mío para aferrarse a la de él, tomándolo con ambas, una atrás, otra delante, con su cabeza brillando y ella rendida a sus pies.
Había quedado en segundo plano, relegado, hecho que despertaba en mi impotencia y envidia, solo se sentía en el cuarto los gestos de mi esposa chupando como si fuera la última vez, Paul tenía una sonrisa lasciva en los labios mientras acariciaba los cabellos de mi perra compañera, empujándola sutilmente hasta conseguir arrancarle profundas arcadas, al fin mirándome me dijo ‘con tu permiso amigo’…
Tomó a Celeste de los brazos, la hizo parar y al fin terminó de desnudarla, para luego levantarla entre sus poderosos brazos, ella lo abrazó con sus piernas sin dudarlo, rodeándolo con sus brazos por el cuello, llenando su boca con la otra boca, hasta escucha balbucear:
– Cogeme animal, cógeme toda!
El la llevó suspendida en el aire hasta apoyarla contra la pared, entonces sí, el aullido de mi esposa me hizo saber que la estaba penetrando, con furia se movía, destrozándola, ella solo gritaba y dejaba escapar frases como ‘por Dios! Que pedazo de verga’ mientras yo era espectador de lujo a un costado del cuarto
Los minutos pasaban, a mis oídos llegaban los continuos orgasmos de ella, uno tras otro, ambos parecían haberse olvidado de mi presencia, hasta que Paul giró sobre si mismo quedando el sobre la pared y la cola de pera de mi esposa ante mis ojos, fui tras ella como había pergeñado, escupí mi mano llevando la saliva sobre su culo, mientras no dejaba de sacudirse sobre la verga de Paul, el esperó unos segundos a que me acomodara para dejarla caer lentamente, mi verga dura iba penetrando su apretado culito a medida que iba bajando, se hacía dificultoso porque el otro animal ocupaba casi todo el espacio, hasta que al final pareció acomodarse.
Ella en ningún momento se quejó, ni trató de disuadirnos, por el contrario, estaba perdida ante nosotros, giró su torso rodeándome con un brazo, me besaba profundamente, ahora a él, volvía a mí, mientras yo la tenía de las nalgas abierta y el otro por la debajo de las piernas abiertas, entre los dos la levantábamos y la bajábamos sin tregua, nuestros miembros la penetraban por ambos frentes, recordaría en ese momento que muchas putas pagas se habían negado a hacer lo que ahora ella hacía gratis…
Fuimos a la cama, me recosté y ella vino sobre mí, a cabalgarme con una pierna a cada lado, su concha estaba patinosa, empapada en jugos, perra viciosa…
Paul se acomodó detrás, ella se asustó cuándo intuyó lo que pasaría, pero yo la apreté fuerte, reduciéndola, para que no se me escapara
– Shhhhh! Tranquila, tranquila… te va a gustar…
– No… no!! es muy grande… me va a doler…
Pero no tenía tiempo para resistirse, el ya estaba por detrás y lo sentía forzar, la carita de mi esposa era indescriptible, solo inspiraba lentamente, solo sentía un continuo ssssssss! que hacía el aire al pasar por sus labios, a medida que el otro le rompía el esfínter ella iba clavando sus uñas en mis brazos.
Al fin pareció entregarse, yo no podía moverme, pero mi verga dentro de su concha me dejaba saber como Paul entraba y salía de su culo.
Rápidamente sus gestos de dolor se transformaron a placer, y volvía a tenernos a ambos dentro, solo que ahora en canales opuestos.
No faltaba mucho, solo contarles que ahora ella estaba en cuatro patas, otra vez mamándole el tronco a Paul. Engolosinada, mientras yo la cogía bien profundo, su esfínter me daba lástima, todo inflamado, abierto, del tamaño de una moneda, la pija de mi amigo había dejado huellas, pero la muy perra lo había disfrutado, y eso me enloquecía.
No pude mas, saqué la pija de su raja caliente y una catarata de leche cayó en su intimidad, llenando todo a su paso, su culo, sus labios, su clítoris, todo, hasta la última gota.
Pero ella pareció no percatarse de mi final, estaba engolosinada lamiéndole el inmenso falo a nuestro amigo, me senté a un costado, solo a descansar y esperar el final, ella no podía con los casi treinta centímetros de dura carne, su boca apenas succionaba el glande y un poco mas…
Paul comenzó a contraerse, le dijo que se estaba acabando, ella no solo que no paró sino que aumentó el ritmo, el exhalaba con fuerza, el ceño de Celeste se frunció, sus ojos cerrados se apretaron aun mas, imaginé que le estaba acabando en la boca, pero esa no era mi esposa, no señor, ella no lo hubiera hecho… pero luego de unos instantes ella seguía chupando como si nada, solo que un fino hilo blanco escapaba de la comisura de sus labios para comenzar a bajar por el tronco de esa enorme verga, pronto dejó caer más, y más, abundante leche caliente mezclada con saliva fue bañando todo a su paso, hasta llegar a sus testículos…
Celeste me miró entonces, riendo, satisfecha, como una buena perra.
Al tiempo despedimos a Paul, fuimos a dormir, pasados unos minutos ella roncaba mientras que yo no podía conciliar el sueño, pensando en todo lo ocurrido.
Al día siguiente nos despertamos cerca del medio día, Celeste era nuevamente una mujer con ‘freno de mano’, se ponía colorada con solo recordador lo ocurrido y culpándome a mí de todo era la forma con la cual se libraba del peso de su conciencia.
Nunca más tuvimos una aventura de ese tipo, creo que no salí muy bien parado, ella ya no habla del tema, yo tampoco…
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