Julia y Sergio me enseñan a gozar
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Marqués.
Hace dos años viví este episodio, dónde terminé en la cama con mi mejor amiga y su esposo. Así que me decidí a contarlo y confesar que, la verdad, fue la mejor sesión de sexo que he tenido en mi vida. No solo Julia es una mujer divina, de 1.75 metros, curvas deliciosas, trigueña y bronceada, con unos senos envidiables y culo como hecho a mano, y unas piernas que parecen salirle del cuello. Sergio, su marido, terminó siendo para mí el inicio de mi vida bisexual; un hombre buen mozo, con cuerpo atlético, bíceps y brazos bien formados, que se cuida y mantiene, y que debido a sus actividades deportivas se depila completamente.
Salimos de una reunión, los tres con algunos tragos encima, aunque suficientemente sobrios para tomarnos otro en el apartamento de Julia y Sergio. Pusimos música suavecita, nos servimos unos rones con hielo, y Sergio saco a bailar a su mujer. Ellos empezaron, fue su culpa. Sergio empezó acariciando a su esposa y a bailar sugestivamente frente a mí. Julia lo besó y ambos empezaron a tocarse por todas partes hasta que Julia terminó con el top bajo los senos y la minifalda una poco más arriba de donde debía.
Al verme la cara de ganas Sergio me pidió que bailara con ella mientras él preparaba unos emparedados en la cocina; era solo una excusa para dejarnos solos. Empezamos a bailar y Julia se me pegó mientras me daba besos en el cuello y tocaba mi culo. Obviamente sentía la enorme erección que ya tenía y yo sentía sus senos duros y sus pezones parados, invitantes. Me separé un poco y empecé a acariciarle las piernas, y subir mi mano hasta sentir su diminuta tanga. La besé, empecé a acariciarle los senos, mientras pasaba el dedo índice por encima de la tanga. La sentí húmeda, excitada.
Me estaba muriendo de ganas pero pensaba que tenía que parar. Sergio me iba a volver pedacitos apenas entrara de la cocina, pero mis manos y mi boca no podían parar, y Julia ya empezaba a jadear. Ella me pidió que la acompañara al baño y no pude evitarlo.
Se sentó en el inodoro, me sacó la verga y empezó a darme una mamada profesional. Yo no podía creerlo, estaba en éxtasis, en el quinto cielo, cuando sentí un forcejeo en la puerta, que yo había asegurado. Entonces me acordé de Sergio y mientras trataba de subirme los pantalones él se coló al baño. Entré en pánico, no sabia que hacer y se me notaba en la cara. Sergio, muy comprensivo, me pasó el brazo por los hombros y me pidió no preocuparme mientras se dirigía a Julia y le pedía que nos mamara a los dos al tiempo. Yo estaba un poco cohibido pero mientras Sergio permitiera que su esposa alternara nuestras vergas, no tenía problema. Lo disfrutaba, estaba casi por venirme, y empecé a sentir una mano que acariciaba mi culo.
Pensé que Julia quería arrecharme más hasta que, casi sin creerlo, me di cuenta que era la mano de Sergio, que buscaba ansiosa la entrada a mi ano. Mi primera reacción fue de asombro, de echarme para atrás, pero la mano de Julia no lo permitió, ya que me presionaba para seguir mamándome, casi tragándose entero todo mi pene.
Con un poco de susto permití que Sergio siguiera acariciándome. Ya Julia solo me chupaba a mí, mientras él se concentraba en tocarme, no solo las nalgas sino también la espalda, que ya tenía desnuda y por donde él empezó a pasar sus labios. Me pidió que separara un poco más las piernas y empezó a chuparme el ano, a pasar su lengua despacio, en círculos. Nunca me habían hecho esto y la sensación, al tiempo de la mamada, era deliciosa. El hecho que fuera un hombre me impresionaba, pero no podía detenerlo. Vi a Sergio buscar en el gabinete del baño un tarro de lubricante, que pasó primero a Julia para que untara todo mi pene.
Ello lo hizo y empezó a pajearme en forma tan exquisita que ni yo mismo lo hubiera hecho mejor. Sentir su mano resbalar sin problema por mi glande, desplazarse hacia arriba y abajo mientras con su lengua repasaba la punta, me tenía a punto de venirme. Con mucho esfuerzo estaba aguantando mi corrida, cuando sentí el dedo de Sergio que empezaba a jugar alrededor de mi ano. Confieso que esto me siguió excitando hasta que no pude más y mientras sentía el dedo aceitado de Sergio entrar en mi culo, virgen y estrecho, me vine en las tetas de Julia en chorros y chorros que ella trató de atrapar con sus labios.
Nunca me había venido con tanta potencia, y me perturbó mucho saber que lo había logrado por tener el dedo de otro hombre en mi ano y mi verga en la boca de su bellísima mujer. La confusión era obvia, a pesar de la cara de extasiado que tenía. Sintiendo que yo quería volar por la ventana del baño, y tal vez para retenerme, Sergio decidió que debía darme un espectáculo y aprovechó que Julia seguía sentada en el baño.
Empezó a besar su conchita, a pasar su lengua por su delicioso clítoris, a chupar los jugos que ella estaba derramando. Julia mientras se acariciaba los senos pinchándose los pezones. Nunca había tenido un espectáculo similar y seguía sin salir de mi asombro y confusión hasta que la cara de Julia, mientras gritaba de placer, mostraba que se venía por la chupada de su marido.
Solo faltaba Sergio, quien a estas alturas solo se había dedicado a satisfacer a su mujer y a jugar conmigo. Julia me pidió que la acompañara a la alcoba mientras su marido se daba una ducha rápida. Antes de salir alcance a ver a Sergio desnudo bajo el agua mientras se acariciaba su verga. La tenía de buen tamaño, ni grande ni chica, pero lo que más me llamó la atención fue la ausencia de bellos púbicos. Descubrí que Sergio no solo depilaba su pecho, piernas y brazos, si no también toda el área alrededor de su pene. La verdad, se veía hermoso, varonil.
Mi cabeza giraba a diez mil revoluciones, porque mientras una hembra como Julia me invitaba a compartir su cama, yo tenía el pensamiento en el pene de otro hombre.
Ya se me pasará, pensé, mientras empezaba a acariciar a Julia, a besar sus deliciosas tetas, a chupar sus pezones. Julia nuevamente metió mi verga en su boca, me chupaba con destreza, y con la mano me apretaba los huevos y bajaba su dedos juguetones a la región del periné; y hasta llegó a tocarme la entrada al ano, pero con delicadeza y rapidez. Empecé con mis dedos a jugar con su clítoris y sentir que seguía húmeda y deliciosa.
Tome sus jugos y empecé también a jugar con su culito y a sentir por sus jadeos casi apagados que lo disfrutaba. Le metí la punta del dedo, despacio, para sentir su reacción. Ver que abría más sus piernas fue la mejor aceptación a mis caricias. Le pedí entonces que se volteara y levantara el culo para empezar a chupárselo, cuando me di cuenta que Sergio nos miraba sentado en el sofá de la habitación. Se masturbaba lentamente mientras yo jugaba con su esposa.
Le chupe el culo a Julia con ansia. Ella estaba excitadísima y se tocaba el clítoris y la vagina con los dedos, que brillaba nuevamente por los jugos que derramaba. Los labios carnosos y húmedos fueron una invitación a que la penetrara desde atrás. No la quería dejar esperando más y decidí meterle mi verga de una vez; entró rápido y sin ningún esfuerzo a la chocha mojada, casi chorreante. Me estaba moviendo lentamente, sacando y metiendo mi verga y decidí hacerla sentir también las delicias de tener un dedo por el culo mientras gozaba la penetración.
Me chupe el dedo gordo, lo humedecí y empecé a metérselo con el mismo ritmo que le metía la verga. Le sentí el culo caliente, apretado, aunque se notaba que Julia hacía esfuerzos por relajarse y permitir que dedo y verga entraran sin problemas. Aumenté mi ritmo al tiempo que ella jadeaba cada vez más duro, llegando casi a gritar a mientras se venía en espasmos.
Sergio mientras tanto había traído el tarro de lubricante y lo había untado generosamente por toda su verga, que manoseaba y pajeaba con destreza. Me miró con unos ojos irresistibles y me envió un mensaje que aunque claro, mi mente no quería aceptar. Me decía con la mirada que era mi turno, que me disfrutaría de la misma manera que yo había gozado a su mujer. Julia lo entendió, me acomodó hacía arriba en la cama y me besó apasionadamente, me acarició por todas partes, me tranquilizó con cu cuerpo y su delicadeza. Yo tenía la verga enorme, parada y Julia la acaricio con cuidado, pajeándome con delicadeza, poniendo sus dedos alrededor del glande. Mientras, Sergio me pidió que levantara la cola para colocar una almohada debajo de la base de mi espalda. Mi mente se estaba resistiendo, pero mi cuerpo estaba paralizado por los cuidados que ella me daba. Como un ente permití que Sergio me separara un poco las piernas para empezar a untarme lubricante en el culo. Lo hizo con el mayor cuidado, de forma que yo lo disfrutara. Me masajeo la entrada del ano con destreza, me pidió que me relajara y empezó a meterme, despacio, la punta del dedo. Una vez lo sentí adentro, lo sacó un poco para tratar de meterme dos dedos.
Mi culo se apretó, como queriendo evitarlo, pero rápidamente lo permitió, disfrutando el dolor de perder la virginidad en esa parte. Sergio, al verme nervioso, se quedo un rato tranquilo e invitó a Julia a chuparme la verga para que yo me acostumbrara a la sensación de tener sus dedos metidos por el ano. La verdad que todo la situación parecía una fantasía y mis pensamientos se perdieron el sentir la mamada deliciosa que Julia estaba aplicando a mi verga.
Disfrutaba pensar que Julia, la hembra que yo conocía hace tantos años, me chupaba la verga y tocaba todo el cuerpo. Sentí entonces los dedos de Sergio salir de mi culo. Con destreza y rapidez los reemplazó por la punta de su pene que introdujo mientras yo gritaba de dolor y desesperación. Me sentí violado y con un enorme dolor aunque, confieso, lo disfrutaba. Quería y no quería que Sergio me penetrara; pero la reacción de mi ano fue contraerse y darme un dolor enorme. Solo las caricias de Julia empezaron a relajarme; Sergio lo sintió y aprovecho para seguir metiéndome su verga despacio, con la tranquilidad de quien sabe que está en control. Estaba frente a mi, con las rodillas recogidas al lado de mi espalda, mientras me sostenía las piernas en alto.
Me las abrió un poco más para poder meter finalmente toda su erección. Se me escapó una lágrima de dolor, pero mi mirada le pedía que siguiera, que la metiera toda. Julia aprovechó para volver a mamarme la verga, y me llevó a niveles de placer que nunca creí posibles. Sentir una deliciosa verga entrar y salir de mi culo mientras una mujer hermosa, formada, un hembra, me daba una mamada sensacional me llevó a venirme en espasmos largos y deliciosos que Julia chupó sin dejar gota. El éxtasis de mi expresión llevaron a que Sergio se viniera también y sentí entonces sus chorros calientes en mi cavidad mientras él daba empujones y gritos de placer.
Julia limpió con su lengua los restos de semen que Sergio dejó salir de mi culo, y me acarició con delicadeza el ano, que estaba resentido por esta nueva experiencia. Tenía ya el pene flácido, tranquilo, y Sergio aprovechó para meterlo en su boca, para darme un último suspiro de placer. No podía ya venirme nuevamente, ni siquiera tener una nueva erección, pero sentir su boca húmeda y caliente con todo mi pene adentro fue una rica sensación.
Fue así como mi culo perdió su virginidad: a manos de mi mejor amiga y su esposo, que me usaron y me enseñaron nuevas formas de placer. Desde ese día he tenido otras experiencias con hombres, y lo disfruto, pero sin dejar de disfrutar también los placeres del sexo con buenas hembras. En ningún caso, sin embargo, he disfrutado tanto como con Julia y Sergio.
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