La Granja Capitulo 1
Karim Rafi llega a la desolada Granja Higgins buscando trabajo y refugio. Elena Higgins le ofrece quedarse, mientras que Anya Gorman, una trabajadora reservada, también forma parte del lugar. Karim descubre que la granja oculta misterios y que su vida aquí será compleja… Y apasionante..
-En algún lugar del interior de los Estados Unidos. Fecha desconocida.-
El sol apenas caía detrás de las colinas, bañando el paisaje en tonos anaranjados y dorados. El camino de tierra que conducía a la granja estaba casi desierto, con solo el sonido del viento alborotando las hojas secas y el crujido ocasional de alguna valla vieja que se resistía a caer.
Karim caminaba despacio, con la mochila colgando pesadamente de su hombro, el cansancio reflejado en su andar. Sus zapatillas blancas ahora estaban cubiertas por el polvo del camino, pero eso era lo de menos. Lo que necesitaba, lo que realmente importaba, era encontrar un techo donde pasar la noche y, con suerte, un trabajo. Su estómago rugió en protesta, pero lo ignoró.
Al llegar a la cerca de la Granja Higgins, el viejo buzón oxidado con el letrero desgastado lo hizo detenerse. El lugar se veía tan maltratado como él: la pintura de la casa desconchada, las cercas inclinadas y algunas caídas, ventanas con polvo acumulado.
Karim (murmurando para sí mismo):
—Bueno, esto seguro necesita algo de trabajo… —Miró alrededor con una media sonrisa, sus ojos escudriñando cada rincón del terreno mientras avanzaba hacia la entrada—. Quizás aquí tenga suerte.
Al llegar al porche, notó que la puerta principal estaba apenas entreabierta. Algo no cuadraba. Las huellas de neumáticos marcadas en la tierra húmeda sugerían que alguien había salido con prisa. Karim se detuvo por un momento, sopesando si debería tocar o simplemente esperar a que regresaran. Pero entonces, un sonido rompió el silencio. Era leve, casi imperceptible, pero lo suficiente para hacer que sus sentidos se activaran.
Eran jadeos. Suaves, interrumpidos por un crujido de madera.
Karim (pensando):
—¿Qué diablos…? —Se tensó, debatiéndose entre la curiosidad y el sentido común.
Finalmente, empujado por esa voz interior que siempre lo metía en problemas, empujó la puerta con suavidad y entró.
El interior de la casa estaba sumido en penumbras, con el aire viciado y una sensación de abandono. Avanzó con pasos ligeros, sus ojos adaptándose lentamente a la oscuridad. El sonido provenía del piso de arriba. Tomó aire y subió las escaleras, su corazón latiendo más rápido con cada escalón que subía.
Al llegar al pasillo, lo primero que notó fue el olor a madera vieja, mezclado con un ligero toque a perfume. Las puertas a ambos lados del pasillo estaban cerradas, salvo una al final, apenas entreabierta, desde donde se colaba el misterioso ruido.
Se acercó con sigilo, y empujó la puerta con cuidado. Lo que vio al otro lado lo dejó clavado en el sitio.
En medio de una habitación llena de muebles viejos y cajas polvorientas, una mujer se inclinaba, luchando por mover un pesado mueble de madera. La luz tenue que entraba por la ventana acentuaba sus formas, y su postura inclinada hacía que su trasero, grueso y bien formado, se destacara bajo sus ajustados jeans. Cada movimiento hacía que su trasero se moviera con una cadencia hipnótica, y Karim, sorprendido, se encontró incapaz de apartar la vista.
Karim (pensando, embobado):
—Maldita sea…
Durante unos segundos, no pudo moverse, sus ojos fijos en la escena frente a él. Pero pronto, la consciencia lo golpeó, y sintió cómo el calor le subía a la cara. Carraspeó, tratando de sonar natural.
Karim (nervioso pero intentando sonar firme):
—Ejem… disculpe, ¿necesita ayuda?
La mujer soltó un leve grito de sorpresa y dejó caer el mueble de golpe. Se giró rápidamente, sus ojos verdes brillando con una mezcla de sorpresa y desconfianza.
Elena (sobresaltada):
—¡¿Quién diablos eres?! —Su respiración era pesada, probablemente más por el esfuerzo físico que por el susto.
Karim levantó las manos en señal de paz, sintiendo cómo su corazón se aceleraba aún más, pero por razones completamente diferentes ahora.
Karim (rápidamente, intentando calmarla):
—Lo siento, no quise asustarla. Mi nombre es Karim Rafi. —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. He estado viajando por aquí, buscando trabajo, y vi que la puerta estaba abierta… solo quería asegurarme de que todo estuviera bien.
La mujer lo miró de arriba abajo, evaluándolo con cuidado. Sus ojos, después del susto inicial, parecían más calmados, aunque todavía mantenían cierto aire de cautela. Finalmente, después de lo que a Karim le parecieron minutos de incómodo silencio, la mujer suspiró y dejó caer los hombros.
Elena (cansada, pero menos tensa):
—Bueno, este lugar necesita más que solo «un poco de ayuda». —Sus ojos se encontraron con los de Karim, ahora con una leve sonrisa que suavizó su rostro—. Pero parece que tienes buen corazón. Supongo que podrías quedarte.
Karim dejó escapar una sonrisa amplia, sin poder creer su suerte.
Karim (agradecido):
—¡De verdad? Muchas gracias, señora… —Sus palabras se detuvieron cuando la mujer le dirigió una mirada divertida.
Elena (con una sonrisa burlona):
—Higgins. Elena Higgins. Pero no tienes que ser tan formal. Elena está bien.
Karim (asintiendo rápidamente):
—Elena, entonces. Aprecio mucho la oportunidad. Haré lo que sea necesario para ayudar.
Elena (con una sonrisa cansada):
—Lo veremos. —Se apartó del mueble y se limpió las manos en sus jeans ajustados, lo que inevitablemente llamó la atención de Karim. Notó el pequeño vistazo que el joven le echó y sonrió de medio lado—. Vamos, te mostraré dónde puedes quedarte.
Karim la siguió por el pasillo, tratando de no dejar que su mirada se desviara de nuevo hacia sus curvas, aunque le resultaba casi imposible. La figura de Elena, con sus caderas amplias y su trasero redondeado, se movía con una cadencia natural, casi provocadora, mientras caminaba por el corredor. Finalmente llegaron a una pequeña habitación en el piso de abajo.
Elena (deteniéndose frente a la puerta):*
—Es modesta, pero al menos tendrás un lugar donde descansar. —Lo miró con una mezcla de seriedad y algo más que Karim no pudo descifrar—. Y créeme, después de trabajar aquí, vas a necesitar descansar bien.
Karim (riendo suavemente):
—Estoy seguro de que puedo manejarlo.
Entró en la habitación, dejando caer su mochila en el suelo y sentándose en la cama. El colchón era duro, pero comparado con el suelo frío donde había dormido las últimas noches, era un lujo. Elena se quedó en la puerta, apoyada en el marco mientras lo observaba con los brazos cruzados.
Elena (pensativa):
—Dime, Karim… ¿Qué te trajo hasta aquí, exactamente?
Karim levantó la mirada, algo sorprendido por la pregunta. Se encogió de hombros.
Karim (con sinceridad):
—Solo estaba buscando un lugar donde trabajar y… bueno, este sitio me pareció una buena opción.
Elena lo miró fijamente, sus ojos verdes examinándolo por un momento antes de sonreír.
Elena (enigmática):
—Bueno, te diré algo, chico. No todo es lo que parece en esta granja. —Hizo una pausa antes de añadir, con una sonrisa que no llegó a sus ojos—. Mi familia decía que este lugar está… encantado.
Karim levantó una ceja, intrigado y algo divertido.
Karim (riendo suavemente):
—¿Encantado? ¿En serio?
Elena (sonriendo misteriosamente):
—Oh, créeme. Si escuchas cosas raras o ves algo que no tiene sentido, no te preocupes demasiado… Nos vemos luego, Karim. —Y sin decir nada más, se dio la vuelta, saliendo de la habitación con un meneo natural en sus caderas que, una vez más, Karim no pudo evitar notar.
Cuando la puerta se cerró, se quedó sentado en la cama, mirando al techo.¿Encantado? pensó. Algo en la manera en que lo dijo no le pareció una simple broma. Y ese lugar, con sus crujidos y sombras, definitivamente tenía un aire extraño. Pero por ahora, estaba demasiado cansado para preocuparse por eso.
Se dejó caer en la cama, cerrando los ojos. No importaba si la granja estaba encantada o no. Al menos, por primera vez en días, tenía un lugar donde dormir.
El sol ya había caído por completo cuando Karim despertó de golpe, desorientado por unos segundos. La habitación estaba en penumbras, iluminada solo por la luz de la luna que se filtraba a través de la ventana. Se incorporó en la cama, sacudiéndose la somnolencia de encima. No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado desde que se había dejado caer agotado. Su estómago rugió, recordándole que no había comido nada decente en días.
Karim (pensando):
—¿Cuánto dormí?—Se estiró, haciendo crujir sus articulaciones mientras observaba el pequeño cuarto.
El silencio de la casa lo envolvía, pero ya no parecía tan inquietante como antes. Se levantó de la cama, frotándose los ojos, y decidió salir a explorar. Al abrir la puerta, se encontró con un leve aroma a comida que provenía desde la cocina. Su estómago rugió con más fuerza.
Bajó las escaleras con pasos ligeros, esperando encontrar a Elena. Sin embargo, cuando llegó a la cocina, vio a alguien más de pie junto a la estufa, removiendo algo en una cacerola grande. Era una mujer joven, de más o menos la misma edad que él.
De espaldas, lo primero que Karim notó fue su figura voluptuosa. Vestía una blusa azul a cuadros que apenas lograba contener sus grandes pechos, y unos jeans negros tan ajustados que resaltaban con descaro sus caderas anchas y el prominente trasero que tenía. Su cabello negro estaba trenzado y caía por su espalda, contrastando con su piel oscura. La escena lo dejó sin habla por unos instantes.
Anya no se percató de su presencia de inmediato, concentrada en lo que hacía. Los movimientos de su cuerpo eran firmes, y cada vez que se movía, sus curvas se contoneaban de una manera casi hipnótica.
Karim (pensando, aún sorprendido):
—Vaya…
Finalmente, él carraspeó, haciendo que ella se girara rápidamente. Sus ojos cafés se clavaron en él, evaluándolo con una mezcla de desconfianza y curiosidad. Era hermosa de una forma robusta y poderosa, con unos labios gruesos que parecían esculpidos.
Anya (con voz firme, aunque algo cautelosa):
—¿Quién eres tú? —Sus ojos lo recorrieron de arriba abajo, como si estuviera midiendo cada detalle.
Karim (sonriendo de manera tranquila, levantando las manos en señal de paz):
—Soy Karim. Elena me dio trabajo aquí… —Se detuvo, viendo que ella lo seguía mirando con esa intensidad que lo hacía sentir incómodo—. Y un lugar para quedarme. ¿Tú eres…?
Anya (interrumpiéndolo, sin soltarle la mirada):
—Anya. Trabajo aquí desde hace un tiempo. —Se limpió las manos en un trapo de cocina, observándolo con más atención, aunque sin suavizar del todo su expresión—. No me dijo que iba a llegar alguien más.
Karim (encogiéndose de hombros, intentando romper el hielo):
—Supongo que fue algo de último minuto. —Sonrió un poco nervioso, mirando la cacerola humeante—. ¿Qué estás cocinando? Huele bien.
Anya (sin mucha emoción):
—Sopa. —Hizo una pausa antes de añadir con un leve tono más relajado—. Supongo que puedes quedarte a cenar, si te gusta la comida sencilla.
Antes de que Karim pudiera responder, Elena entró en la cocina, secándose las manos con una toalla. Llevaba una camiseta ajustada que realzaba su figura y unos pantalones de trabajo que abrazaban sus curvas. Al verla, Karim sintió que la atmósfera se volvía aún más cargada.
Elena (sonriendo al ver a Karim):
—Veo que ya conociste a Anya. —Sus ojos brillaban con algo que Karim no terminaba de comprender—. Espero que se lleven bien, chicos.
Anya (mirando a Elena con una leve sonrisa sarcástica):
—No me dijiste que tendríamos compañía nueva. —Le lanzó una mirada significativa, y luego su atención volvió a Karim—. Así que… ¿vas a quedarte por un tiempo?
Karim (asintiendo):
—Esa es la idea. —Hizo una pausa antes de continuar, buscando un tono relajado—. Espero no ser una molestia.
Elena (interviniendo con voz suave):
—No lo serás. De hecho, Karim puede sernos de mucha ayuda aquí. —Su tono era cálido, pero había una chispa juguetona en sus palabras.
Anya (arqueando una ceja, cruzando los brazos sobre su pecho):
—Bueno, veremos si puede aguantar el ritmo. —Se giró hacia la estufa, removiendo la sopa con movimientos firmes que hacían que sus caderas se movieran ligeramente.
Karim intentó no quedarse mirando demasiado, pero era casi imposible no notar cómo ambas mujeres, en sus propias formas, llenaban el espacio con una presencia magnética. Elena tenía esa energía sensual, con sus curvas llenas y su sonrisa juguetona, mientras que Anya, más reservada y dura, también desprendía una fuerza imponente y atractiva.
Elena (rompiendo el silencio, con un tono relajado):
—Vamos, siéntate, Karim. —Le señaló una de las sillas junto a la mesa—. Anya es una excelente cocinera, así que estás de suerte.
Karim se sentó, sintiéndose extrañamente como el centro de atención mientras las dos mujeres interactuaban a su alrededor. Elena se apoyó en el marco de la puerta, sus ojos verdes fijos en él, mientras Anya servía la sopa en tres platos hondos.
Karim (rompiendo el silencio, algo incómodo por la tensión en el aire):
—Entonces, ¿cómo es trabajar aquí? —Preguntó, dirigiéndose tanto a Elena como a Anya.
Anya (sin voltear, mientras terminaba de servir):
—Difícil. Si no tienes las agallas, no durarás mucho.
Elena (riendo suavemente, mientras caminaba hacia la mesa):
—No lo asustes, Anya. —Se sentó frente a Karim, inclinándose ligeramente hacia adelante, lo que inevitablemente hizo que sus pechos se destacaran aún más—. Pero tiene razón en algo. No todo el mundo puede manejar esta granja.
Karim tragó saliva, sintiendo el peso de la mirada de ambas mujeres. Mientras comían, Elena y Anya lo miraban de vez en cuando, aunque sus estilos eran completamente diferentes. Elena era juguetona y coqueta, dejando caer comentarios ligeros que parecían ocultar algo más, mientras que Anya se mantenía seria y en su lugar, aunque no por eso menos intimidante.
Después de un rato, Elena se levantó de la mesa y estiró los brazos, arqueando la espalda de manera que su cuerpo se estiró de una forma casi provocativa.
Elena (mirando a Karim con una sonrisa pícara):
—Creo que será mejor que descansemos. Mañana habrá mucho trabajo que hacer, y necesitarás toda la energía que puedas reunir. —Sus palabras eran suaves, pero cargadas de algo más que solo amabilidad.
Karim (sonriendo, aunque sintiendo el calor en su rostro):
—Sí, seguro. Mañana será un día largo.
Anya (mirándolo con ojos entrecerrados):
—Veremos si puedes mantenerte al ritmo. No nos gustan los holgazanes aquí.
**Elena (riendo, sacudiendo la cabeza):**
—No seas tan dura, Anya. Dale una oportunidad. —Se inclinó hacia Karim antes de salir de la cocina, sus ojos brillando con diversión—. Buenas noches, Karim. Nos vemos mañana.
Mientras se marchaba, sus caderas se mecieron suavemente, y Karim no pudo evitar seguir su figura con la mirada por unos segundos antes de voltear hacia **Anya**, que lo observaba con sus ojos oscuros, como si pudiera leer cada pensamiento en su cabeza.
Anya (con voz firme):
—Más te vale estar listo para mañana. Aquí no somos tan complacientes como Elena.
Karim (sonriendo tímidamente):
—Lo estaré… Tengo por seguro.
Anya (seria):
–Veremos sí de verdad tienes lo que se necesita, niño bonito.
Anya lo miró un momento más antes de marcharse también, sus pasos firmes resonando por el suelo de madera mientras sus curvas seguían moviéndose con la misma intensidad que antes.
Karim se quedó solo en la cocina, sintiendo que, además del misterio de la granja, había algo más entre esas dos mujeres. Algo que, de alguna manera, ya lo involucraba.
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