LA HEMBRITA SEÑUELO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Tenía yo 22 años y en una disco conocí a Laurita, de tan solo 19. Era muy simpática y muy bonita de cara, pero era algo gordita y eso -por el narcicismo reinante- no la favorecía con los machitos. Sin embargo, poseía hermosas tetas grandes y duras, y un primoroso culito parado.
Una de mis amigas, que algo la conocía, me comentó que se decía era ninfómana, que se calentaba como una loba en celo con cualquier tocamiento. Entusiasmado por esa revelación y ya imaginando las fiestas bisexuales que podría organizar con una compañera así, me propuse encararla y conquistarla. Dediqué toda esa noche en la disco a seducirla y lo logré. En un momento, sentados en un reservado, comenzamos a besarnos, la recorrí con mis manos mientras le ponía toda mi lengua en su boca, le acaricié las piernas, le subí el vestido y con dos dedos bajé suavemente su tanguita. Sin dejar de besarla, con mi dedo acaricié su clítoris e introduje mi dedo en su conchita. Enseguida empezó a gemir ("mmm, mmm") y a mover rítmicamente su cadera, mojándose tanto que me empapó la mano.
Salimos de la disco y la llevé a un hotel, donde le hice de todo con gran gusto de ella. Debo reconocer que Laurita me cojió a mi, me dejó extenuado. Así empezamos una relación, durante la cual yo le conté que me gustaban los tríos con otro chico y ella me dijo que le iba todo.
Pensé en algunos chicos, más que amigos "conocidos", que me gustaban como machos y que me morboseaba verlos cojérsela adelante mío. En ese tiempo, tuve la suerte de que unos tíos que viajaban a Europa, dejaron su departamento solo y me pidieron que -cuando pudiera- lo visitara y cuidara, dejándome la llave. Mi plan empezaba a cerrar perfecto.
Contacté a uno de los chicos elegidos por mí y, tomando una cerveza, le conté de la chica que había conocido y que era tan perra caliente que yo no daba abasto con ella. Le planteé mi idea de que me ayudara a dejarla satisfecha, pero eso sí, haciendo un trío. Flavio, que así se llamaba el chico, se entusiasmó con la idea, pese a que -muy machito hétero- me dijo que nunca lo había hecho con otro chico mirando y luego participando, pero que le gustaba la idea de conocer esa experiencia. Yo sabía que Flavio era muy sexual, como un potro, y que la propuesta lo morbosearía. Le rogué que no cuente a nadie este pacto. Fijé un día y hora y lo cité en el departamento de mis tíos.
Allí fui con Laurita, ya al tanto de la situación. Le pedí que me obedeciera en todo o la dejaría. Ella aceptó gustosa.
A la hora señalada llegó Flavio, se lo veía algo ansioso y agitado. Era un machito hermoso, una cara perfecta de hombre, labios gruesos, cabello castaño ondulado hasta pasando el cuello. Apareció vistiendo una remera con breteles que le facilitaba lucir sus músculos, su pecho marcado y su espalda ancha, y un pantalón deportivo que resaltaba su culo duro, sus piernas fuertes y la bolsa de su bulto.
Luego de las presentaciones, tomamos coca cola y cerveza, hablamos un rato para crear confianza, mientras Laurita se mostraba juguetona y cariñosa conmigo y hasta con él. Saqué temas sexuales en la conversación y le conté a Flavio como había conocido a Laurita, que ella era la mujer más hermosa y la más hembra.
Conté a Laurita que Flavio hacía mucho deporte y que -como se veía- había alcanzado a desarrollar un muy buen cuerpo. Le ordené que lo comprobara, diciéndole a Flavio que se quitara la remera y le marcara sus músculos, mostrándole sus logros gimnásticos, y a Laurita que tocara sus brazos, su pecho, su espalda para verificarlo. Así el clima fue poniéndose cachondo. Conocía a Laurita y me dí cuenta que se estaba calentando, y noté que en el bulto de Flavio empezaba a marcarse una verga gorda y dura, en erección.
Me retiré un momento al cuarto y regresé casi desnudo, vestido solamente con el boxer que denunciaba mi importante erección. Enseguida, empecé a quitarle la ropa a Laurita, hasta dejarla solamente con su tanguita. Entendida la consigna, al mismo tiempo Flavio se quitó rápidamente toda su ropa, quedando sólo con el slip, de cuyo borde superior ya asomaba la cabeza hinchada y roja de su pija.
Me puse detrás de Laurita, apoyando mi bulto erecto en su culo, la rodeé con mis brazos y, desde atrás, comencé a acariciarle las tetas, mostrándoselas a un Flavio ya jadeante, mientras le decía: "ves, que buenas gomas Flavio, que pezones duros, es hermosaa…". Ya la pija del chico se había salido completamente por encima del slip.
Le dije a Flavio que se acerque y que toque las lolas de Laurita. Él las tocó, las amasó, pero enseguida se puso a chuparle los pezones con frenesí, mientras ella y yo comenzamos a revolverle y acariciarle el pelo y la espalda a él.
Dejé unos minutos asi, y de un golpe bajé la tanga de Laurita hasta sus tobillos, ella lo completó sacándosela con un pie y arrojándola a un costado. Siempre desde atrás, la hice abrir de piernas y Flavio, aceptando la propuesta, bajó y comenzó a chuparle la concha con desesperación. Cuando se detenía un instante para respirar, se le veía la cara empapada por los jugos que ya había empezado la soltar mi perrita, que gemía y movía su cadera adelante y atrás pidiéndo más mamada.
Me saqué mi boxer y lo arrojé al costado, al mismo tiempo que Flavio se arrancaba su slip y dejaba al aire su bulto con una tremenda erección y las bolas, redondas e hinchadas, pendulando. Estando Laurita con las piernas bien abiertas, pasé mis manos hacia adelante y con mis dedos separé los labios de su concha para que se viera bien ese tremendo agujero rosado. Flavio volvió a chupárselo enloquecido, mientras con una mano se pajeaba.
Le pedí al chico que subiera, que la abrazara y le diera lengua en la boca. Así lo hizo, sacudiéndola con sus lamidas de boca. Yo, desde atrás, con una mano sostenía la cintura de Laurita y con la otra tomé la nuca del machito acompañando sus movimientos al besarla. Habíamos quedado como un sandwich, los tres de pie, la hembra caliente en el medio.
Ordené a Laurita que baje y mame a Flavio. Ella lo hizo, tomó los huevos del macho y los lamió y chupó, y después le hizo una enloquecida chupada de pija, mientras yo -con mi mano- acercaba a mi rostro la cabeza del chico, como abrazándolo, y le acariciaba los hombros. Él, muy excitado, aceptaba todo el juego bisexual.
De repente, bruscamente, interrumpí la mamada y llevé a Laurita de la mano al dormitorio, mientras Flavio nos seguía como lobo en celo. Me acosté en la cama, hice que Laurita se acostara sobre mí, con su espalda en mi pecho, con mis brazos la rodeé y amasé sus tetas y con mis piernas hice que ella abriera las suyas. El chico jadeba mirando al borde de la cama.
Allí fue que le dije a Flavio: "montala macho, hacela tuya, dale con todo". Flavio se subió a la cama, chupó los pezones de la hembra mientras yo los amasaba, fue bajando hasta la concha y se la lamió y chupó desesperado, casi violentamente, mientras ella se movía y revolvía como una gata recién servida. Me excitaba sentir los calores de esos cuerpos y los olores que se desprendian de sus sexos.
Le ordené a Flavio: "dale verga, dale verga, ponésela". El chico la montó y le hundió su pija en la concha. Yo, desde abajo, sentía el peso de los dos cuerpos, y los movimientos frenéticos de bombeo de Flavio dándole a la concha de la perrita. Sentía como se movía él, como se revolvía adentro de ella, todo entre gemidos de la hembra y del otro macho. Mientras tanto, mi pija parada se frotaba en el culo de Laurita, ayudada por el roce que provocaban los movimientos de ellos dos.
Tanto fue el goce de ese rozamiento, que me llegué así, llenando con mi leche las nalgas de Laurita y mi propia panza. En ese momento, Flavio empezó a lanzar los gemidos del orgasmo y a acelerar el movimiento de su bombeo. Con un fuerte quejido, eyaculó bestialmente adentro de Laurita, que se retorcía de placer y acompañaba con su propia acabada y sus gimoteos.
Aproveché bien ese momento de locura sexual. Al desprenderse ellos, Flavio quedó arrodillado en la cama, entrecruzado con Laurita. Le ordené a ella que limpiara la verga y los huevos del chico, empapado de jugos de hembra y de leche. Ella lo hizo con su lengua, lamiendo y chupando. Enseguida la aparté y continué yo con esa tarea, puse toda la verga de Flavio en mi boca y se la mamé, tragándome todo el líquido que todavía salía de la boquita de su glande. El chico, en su excitación, aceptó esa maniobra bisexual de mi parte.
Seguimos en la cama, Laurita en el medio y los dos machos uno a cada costado de ella. Entre Flavio y yo le abrimos las piernas y nos fuimos turnando para meterle los dedos en la concha, mientras el otro le amasaba las tetas. Ella se retorcía de placer y decía cosas calientes. Así la tuvimos un rato, hasta que a la hembrita le reventó otro orgasmo, y Flavio y yo nos disputamos chuparle esa acabada jugosa.
Entonces yo, nuevamente muy erecto, me la monté y le clavé mi verga en la concha, empezando a cojérmela con fuerza. Fue allí que siento a Flavio salivándome el culo y luego montándome. Apoyó su glande en mi ano y empujó con fuerza hasta meterme toda su pija bien dentro del recto. El trío bisexual se había consumado para mi felicidad !!.
Asi nos sacudimos los tres salvajemente, yo dándole a la hembra en su conchita caliente y mojada y Flavio reventándome con esa tremenda verga en mi culo. La perrita acabó y con las contracciones de su orgasmo me sacó mi eyaculación. Al notar eso, la excitación de Flavio subió a mil y sentí como largaba interminables chorros de leche en mi culo, bien adentro.
Quedamos los tres sudorosos, agotados y satisfechos. Tomé a Flavio de la nuca y nos lenüeteamos las bocas. Habíamos vivido nuestra cama bisexual.
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