La ocasión en que me follé a mi ex-maestra
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Frank.
Nadie sabe realmente de lo que es capaz de hacer una mujer que uno conoce. Normalmente, las personas que conocemos se reservan bastante frente a la gente que es cercana a ellos, es un instinto que la gente posee. Pero cuando nadie las ve, o cuando están rodeadas de gente que no las conoce, las chicas se destrampan y pueden llegar a hacer cosas que jamás hubiéramos imaginado.
Es por eso que su misterio es tan apasionante. La única manera de saber y de presenciar las cosas que son capaces de hacer las mujeres que conocemos, es, o espiándolas, que no es lo mejor ya que nunca se puede tomar parte, o la otra; engañándolas frente a sus propios ojos. La verdad es que estas cosas pasan sin planeación; por eso voy a contarles algunas veces que he tenido estas experiencias con gente que, ingenuamente, cree que no las conozco, y llegan a hacer locuras inolvidables, que sus parientes o parejas jamás se podrían enterar.
La primera ocasión fue en la despedida de soltera de una amiga de Alejandro, mi mejor amigo. En esa ocasión, recuerdo que la despedida de solteras iba a ser en casa de Alejandro, ya que tiene una terraza muy grande y su amiga vive en un departamento muy pequeño.
Para que cupieran todas las invitadas, la fiesta se llevó a cabo ahí. Era un sábado por la tarde, y Alejandro me habló para que lo acompañara a su casa mientras se llevaba a cabo la fiesta, ya que el debía quedarse en casa para cuidar que no pasara nada extraño con las invitadas, sólo como sistema de precaución. Nosotros estaríamos tomando cerveza en el cuarto de TV. de la planta alta, mientras las chicas se divertían en la terraza de la casa, en la planta baja, junto al jardín.
Recuerdo haber llegado a casa de Alejandro cerca de las siete de la tarde, mientras las invitadas empezaron a llegar a las ocho. Para la fiesta, de unas 15 amigas, se habían comprado dos botellas de Bacardi de 3 litros, las famosas “Patonas”. Pensábamos que con eso iba a ser más que suficiente para quince mujeres. Pero nos equivocamos. Cerca de las 11 de la noche, tocaron a la puerta y llegó un stripper, contratado para amenizar la despedida. La festejada y sus amigas hicieron juegos con el stripper y se fue casi a la una de la madrugada.
Entonces, mientras Alejandro y yo veíamos una película, subió la festejada, Paloma, informándonos que se había agotado el Bacardi, que si le podía regalar una de las botellas de su cava. Alejandro, que como yo, no le gusta desaprovechar ninguna oportunidad, le dijo que le regalaría las botellas que quisiera, a cambio de que nos dejara bajar a la fiesta con sus amigas. A Paloma no le agradó del todo la idea, ya que se supone que la despedida sería con puras mujeres y los novios de la mayoría de ellas no les agradaría.
Le comentamos que nadie debía enterarse de que estuvimos allí, además éramos solo dos hombres, las chicas podrían defenderse solas. Así que Paloma decidió ponerlo a consideración de sus amigas. Debió haber sido el alcohol o algo así, porque aún no acababa de preguntarles, cuando oímos una exclamación generalizada que decía “¡Que vengan!”. Música para mis oídos.
Fuimos a la cava por dos botellas de Vodka Absolut, y cuando entramos a la terraza, todas las chicas voltearon y vitorearon la llegada de los hombres con el alcohol. Fue una entrada impresionante, como si fuéramos los salvadores de la noche que hubiéramos llegado para remediarles la falta de bebidas, y nos trataron como tales.
Inmediatamente, comenzamos a prepararles los tragos a las chicas. Mientras Alejandro abarcó rápidamente a una de ellas, y se la llevó a un rincón a platicar, yo me quedé en al barra sirviendo los tragos de todas. Alejandro, en la distancia, se burlaba de mí como abucheando mi suerte, pero para mí, era la oportunidad de conocer a todas las chicas de la fiesta. Así que comencé a platicar con ellas, pero hubo una que me llamó mucho la atención. Parecía ser la más grande de la fiesta, tendría unos 35 ó 37 años. Comencé a platicar con ella, y se me hacía un rostro muy familiar.
Cuando me dijo su nombre, inmediatamente relacioné todo aquello. Era la Srta. Ligia, mi maestra de religión y moral durante casi toda la primaria. Recuerdo que mientras cursábamos el segundo grado de primaria, la Srta. Ligia era la maestra más guapa de la escuela, y todos los maestros y entrenadores de fútbol querían una cita con ella. Pero la Srta. Ligia siempre fue la mujer más reservada, con faldas largas hasta los tobillos y ropa floja que no develaba nada de su cuerpo. Por algo daba clases de religión y moral. Mientras crecíamos, escuchábamos historias de que era una de las mujeres más ricas de la ciudad y que sus padres eran multimillonarios. Cosa que con el tiempo resultó cierta.
Finalmente supe que se casó con un español de mucho dinero y que prácticamente vivía en una rutina privada de toda relación social por los celos de su marido. En público rara vez se le veía, pero era famosa por su belleza. Y ahí estaba, en la despedida de soltera de una de sus ex alumnas. Yo tengo 24 años, y Ligia debe tener unos 37, lo que significa que cuando fue mi maestra, tenía aproximadamente unos 22 años. Por lo tanto, como es de pensarse, no me reconoció como su alumno de hace más de 12 años.
“Miss Ligia”, como le llamábamos en al escuela, es una mujer muy delgada y alta, que medirá 1.75 metros y no debe pesar más de 55 kilos, es decir muy ligera para su estatura. No es una mujer voluptuosa, con unas tetas pequeñas pero un culo bastante amplio. Su característica más notable es su lindísima cara, como de top model, que combina con su delgado cuerpo. Ligia se ve que se cuida bastante en lo físico, ya que hasta el más mínimo detalle, como sus manos y pies, están perfectamente cuidados con su respectiva manicura y pedicura.
Toda ella parecía una obra de arte de la feminidad. Por supuesto, no iba ataviada de manera sexy, seguro su celoso marido no se lo permite. Pero el alcohol fluía entre todas las invitadas a la fiesta, y Ligia, aunque tal vez la más sobria de todas, también parecía disfrutar sus bebidas.
Mientras Alejandro ya se comía a besos con una de las invitadas, yo estaba más interesado en platicar con mi ex maestra, sin duda la más bella de todas las chicas esa noche. Mientras servía una bebida a otra chica, ya en plenas funciones de barman, se me acercó Paloma, y me aconsejó que buscara a otra chica a quien ligar, ya que, me dijo, Ligia sería algo más que imposible. Estaba casada, tenía dos hijas pequeñas y un marido celoso que en cualquier momento se presentaría para recogerla, porque eso sí, por las noches Ligia no debía manejar sola a ninguna parte. Le dije a Paloma que se tranquilizara, que yo sólo quería platicar con ella, y se alejó.
Serví un vino para Ligia, que levaba ya unos minutos sin probar trago, y se lo llevé, sacándole plática y conversando amenamente. Se tomó la bebida bastante rápido, y yo hice lo mismo. Sin perder el tiempo, fui a servir uno más para cada quién. Ligia me dijo que ya se sentía algo mareada, que debía dejar de tomar ya, pero le dije que no importaba, que si algo malo pasaba, yo me haría cargo de todo. La verdad es que mentía, el sólo estar junto a ella me ponía tieso el aparato. Recuerdo, cuando estaba chico, haber soñada repetidas veces con la maestra, a la cual me follaba incansablemente en el salón de clases, en presencia de mis compañeros muriendo de la envidia.
Sin embargo, el sueño siempre terminaba igual: el director de la escuela llegaba, me tomaba del cuello, y pateaba mi trasero desde el tercer piso del edificio de la escuela, cayendo yo al patio de concreto y muriendo instantáneamente.
La fiesta entonces comenzaba a tomar tintes más salvajes. De pronto, Paloma puso una canción estilo strip tease en el stereo, y nos tomó a Alejandro y a mí de la mano, y nos llevó hasta una mesa de granito, invitándonos a subir con ella para hacer un baile cachondón rodeados de todas las invitadas gritando y cantando, vueltas locas. Así que subimos y comenzamos a bailar cachondo, entre los dos tomando a la festejada de las caderas y sobándola completa.
En una de esas, Alejandro le agarró las tetas a Paloma y comenzó a sobarlas, y todas las chicas gritaron eufóricas de emoción. Para seguir el acto intrépido, me despojé de mi camiseta, y las mujeres lanzaron un grito incluso más ensordecedor que el anterior. Poco a poco, me bajaba los pantalones, mientras Alejandro hacía lo suyo, despojándose el también de su ropa y mientras los dos le aplicábamos el polvo más salvaje que le hubieran hecho a Paloma, que se casaría en un mes.
Tomé a Paloma de los brazos, los levanté y le quité de un jalón la playerita que llevaba sin sostén. Vaya tetas de la tía, que recién se había operado para lucirlas en su boda. Por atrás Alejandro, ya con sólo las trusas puestas, la tomó de las tetas y comenzó a masajearlas al ritmo de la canción. Mientras, tomé mis pantalones y, observando solamente a Ligia, se los arrojé. Las chicas se dieron cuenta de mi osadía al jugar en terreno peligroso, y la emoción sólo creció más y más.
Seguimos Alejandro y yo tomando a Paloma, cuando me agaché y desabroché la diminuta falda que Paloma traía puesta, revelando una tanga de hilo dental tan pequeña que apenas podía verse entre sus carnes. Paloma no es una mujer gorda, pero si rellenita, por lo tanto en el festín que mi amigo y yo nos estábamos dando había para todos.
De pronto, una de las amigas de Paloma agitó una botella de agua mineral y nos baño por completo. Luego otras la siguieron, y aquello se convirtió en una fiesta mojada. Tomé yo una botella, y mojé a dos amigas de la festejada, y todos entonces ya habían estallado las botellas de todo tipo de refrescos hacia nosotros, y nosotros hacia ellas. Algunas comenzaron a quitarse la ropa mientras las mojábamos, y mientras tanto yo estaba casi desnudo, buscando a Ligia, que al igual que las chicas, se mojaban unas a las otras. La fiesta se comenzó a poner cachonda, con la música a todo volumen, y algunas chicas comenzaron a bailar unas con otras.
Tomé a Ligia del brazo, y le comencé a bailar cachondo, recorriendo sus caderas y su cintura de arriba abajo con suavidad. Me puse detrás de ella, y la tomé del abdomen mientras le recorría su húmedo cuello con la lengua. Mientras, ella me tomaba de las nalgas, de pronto, una de las amigas de Paloma, me jaló los boxers hacia el piso dejándome totalmente desnudo.
En venganza, yo hice lo mismo con ella, y así todos se comenzaron a desnudar. Ligia estaba nerviosa, no estaba segura de lo que debía hacer, pero llegó Andrea, otra amiga de Paloma, y le arrancó por completo la camiseta de botones que llevaba puesta Ligia. Eso hizo que Ligia tomara venganza y comenzó a su vez a jalar la ropa de sus amigas, que respondían de igual manera. Al cabo de dos minutos, ya no había nadie que no estuviera al menos en bragas y sostén.
Yo, completamente desnudo, tomé a Ligia de las caderas y le di un enorme beso. Su reacción, aunque lenta, fue tomarme de las nalgas y apretar tan fuerte que sentía que me clavaba sus largas uñas en el trasero. La tomé del sostén y lo arranqué con fuerza, develando sus pequeños pero firmes pechos. Totalmente húmedos, bajé con la lengua y mordí suavemente su pezón, mientras sentí que con su mano tomaba mi polla y la apretaba con fuerza, casi como si quisiera arrancármela.
El ambiente era de total descontrol. Todo mundo bailaba, gritaba y se tocaba mutuamente. Mientras besaba los pechos de mi cachonda ex maestra, otra de las amigas de Paloma comenzó a besar a Ligia, y esta respondió besándola también. Tomé las nalgas de nuestra improvisada amiga, y la jalé, apretándola en contra de Ligia, que estaba en medio de nosotros dos. De reojo pude ver a Alejandro tomar a una chica, tirarla sobre la mesa, y, sacándose la polla, comenzó a follarla mientras besaba a otra chica.
Aquello era increíble. Toda la fiesta se había salido de control y no había manera de pararlo. El alcohol fluía por las venas de cada invitada, y mientras, siendo nosotros los únicos hombres del lugar, éramos asediados por todas las mujeres.
Aprovechando que la situación era más ardiente que nunca, tomé a Ligia de la nuca, y separándola de su amiga, la llevé directo a mi polla, que estaba dura como poste. Comenzó a mamarla mientras cogía con su mano derecha mi tronco, y con la izquierda me masajeaba los huevos. Agarraba mientras su cabeza, y la jalaba en contra de mi cuerpo, para que mi polla entrara al fondo de su garganta, que abría como pozo para tragarme todo mi aparato.
Mientras Ligia se ocupaba de mamar mi verga, jalé a Paloma, que estaba tirada en una silla inerte del cansancio, y comencé a besarla y acariciarle los pechos. Al ver que Ligia estaba ahí debajo, chupando pito como una loca, Paloma se le unió y comenzaron a turnarse para mamar. Nunca antes dos chicas me habían hecho una mamada al mismo tiempo. Fue el momento más increíble de mi vida, al ver a mi ex maestra, y a una futura esposa tragándose mi polla completa una a una.
En un momento, tomé a Ligia y la arrojé hacia la mesa, ya desocupada, y le abrí las piernas. Comencé por lamerle los muslos, arriba de la rodilla, y seguí por su entrepierna hasta llegar al coño. Debí haberle chupado el coño por unos dos o tres minutos, hasta que la hembra estaba ya ansiosa por que alguien se la follara. Finalmente le cogí las piernas, y trayéndola hacia mí, la penetré con fuerza hasta el fondo, y comencé un vaivén sereno, follándola y disfrutando cada movimiento como si fuera el último. En una de esas, la penetré hasta el fondo y acerqué mi cara a la suya.
Después de besarla apasionadamente, le dije al oído “Gracias, Miss Ligia”. La hembra abrió los ojos y me miró fijamente. Luego, emitió un sonido casi imperceptible de sus labios y dijo mi nombre. Ella sabía quién era yo, y pensó que no la había reconocido. Nos besamos de nuevo, y luego, casi viniéndome, saqué mi polla de su coño, y la jalé hacia abajo para que me mamara la verga. Tan pronto como se la metió a la boca, un río de semen inundó su garganta, provocando que casi se ahogara, y retuvo dentro de ella todo lo que había aventado. Luego, mirándome a los ojos, lo tragó, como una verdadera puta. Tal visión me dejó totalmente pasmado y agotado. Ella tomó mi polla y siguió mamando por un minuto más o menos.
Finalmente, se paró y me besó, y por unos momentos sentí el sabor de mi propia leche. Cuando volteé a mi alrededor, me di cuenta de que, a excepción de Alejandro, que se follaba a Paloma y a una amiga en el sillón del estar, las demás chicas estaban o tiradas y ahogadas en alcohol, o se habían retirado al baño o a algún cuarto a dormir o devolver el estómago.
Aquello parecía zona de guerra. Al ver la hora, le pregunté a Ligia si vendrían por ella, y me dijo que su marido estaba de viaje, y que gracias a ello pudo asistir a la fiesta. Paloma me había mentido, y quién no, ella no quería que me llevara una desilusión al tratar de tomar a la mujer más difícil de la fiesta. Pero lo había conseguido.
Finalmente, desnudos como estábamos, subimos a la habitación de los padres de Alejandro y nos acostamos, Ligia y yo, y nos quedamos abrazados y profundamente dormidos. Casi al amanecer, nos despertamos, nos besamos, y follamos de nuevo hasta que el sol salió. Después nos duchamos juntos, como dos enamorados, y salió de la ducha para cambiarse e irse a su casa. ¡Que follón!
De eso hace unos seis meses, y cuando puedo, asisto a misa de 8 de la noche los domingos, a la iglesia que sé que ella va. De lejos nos miramos como quien hizo una travesura, pero hasta ahí. Su esposo está siempre cerca de ella, y hasta sé donde vive. Algunas veces, me paseo cerca de su casa, y a veces ella me ve por su ventana, y me sonríe. Sólo espero que su marido se vuelva a ir de viaje para repetirla experiencia. Mientras tanto, hay muchas mujeres listas para olvidar lo que saben y hacer lo que sienten.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!