La pareja de anfitriones
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Pidroso.
Siempre había querido ir a París y por fin lo había conseguido.
La nueva compañía aérea de Low Cost que operaba desde mi ciudad me permitía cumplir mi sueño por un módico precio.
El mismo día que saqué mi billete, hacía ya tres meses, reservé habitación desde mi ordenador por Airbnb en el piso de una pareja que estaba muy cerca de los Jardines del Trocadero, tocando con la Torre Eiffel.
Tuve muchísima suerte porque, para ser Paris, la habitación me salía bastante económica e incluía el desayuno y la cena.
Por cierto, me llamo Martín y tengo veintiocho años recién cumplidos.
Actualmente estoy de nuevo soltero, tras finalizar de una forma bastante poco agradable la relación con mi última pareja Cristina, después de descubrirla follando en nuestra cama con mi mejor amigo Sito.
Ese día rompí con mi novia y con mi mejor amigo.
Había sido hace casi un año, pero aún estaba jodido por ello.
En parte lo del viaje a París era para ver si se me sacaba de la cabeza la imagen de Sito bombeando como un loco a Cristina mientras ella gritaba como nunca lo había hecho conmigo.
No los había vuelto a ver a ambos.
Borré sus números y cambié de teléfono para no conservar sus contactos ni tener que estar recibiendo sus “arrepentidas” llamadas.
Estaba muy enamorado de Cristina, y, antes de que pasara lo que pasó, me planteaba pedirle matrimonio.
Que burro fui joder, cómo no me había dado cuenta.
Tras tres años de convivencia, volví a casa de mis padres, que fueron los que se encargaron de ir a recoger mis cosas y de llevarle el recado de que no quería verla ni hablar con ella nunca más.
Físicamente no estoy nada mal, creo.
Mido un metro ochenta y tres, peso ochenta y seis kilos y soy de complexión fuerte.
Hago natación desde pequeño por lo que tengo una ancha espalda y estoy bastante fibrado.
Moreno de ojos castaños y últimamente me dejo la barba de tres días.
Soy de piernas y pecho peludo, aunque me paso la máquina, recortándomelos, para ofrecer menos resistencia al agua.
Nunca he tenido excesivos problemas para ligar porque soy bastante extrovertido, pero desde la ruptura ni salía ni me apetecía ponerme a ello.
Antes del viaje intercambié un par de mensajes por la propia aplicación de Airbnb con Olivier y Marie, la pareja que me alquilaba la habitación, para notificar hora de llegada, el código de la entrada, tan típico de París, y confirmar la parada de metro más cercana a su piso.
Decidimos darnos mejor nuestros números para contactar mejor por wass cuando llegase y pasar del chat de la app que iba como el culo.
En el wass descubrí como eran por su foto de perfil.
Mayores que yo, pasaban los cuarenta pero se veían una pareja muy maja.
Ella era rubita y por la foto parecía menuda y bien proporcionada, con una sonrisa muy luminosa y él era fortachón, moreno, bastante más alto que ella y lucía una barba bastante arreglada.
Daban muy buen rollo los dos, tanto que ya tenía ganas de llegar y conocerlos en persona.
Además hablaban castellano, porque habían trabajado en Colombia tres años.
Yo como Francés no hablaba y mi inglés era un poco de “relaxing cup and café con leche…”, ya me entendéis, del que sirve para hablar como un arapahoe estando de viaje y haciéndose entender en lo básico, pues estaba encantado con poderles hablar castellano a mis anfitriones.
Y llegó por fin el día del viaje, estaba tan emocionado que subí al aeropuerto con dos horas de antelación.
La verdad es que entendí porque el viaje era tan barato.
La compañía aérea era mas bien tirando a cutre, los asientos super pegados, el trato bastante desagradable por parte de los auxiliares de vuelo, no tanto en lo que decían sino como lo decían y durante todo el vuelo rallándonos por los altavoces para vendernos todo tipo de chorradas.
Me alegró llegar y dejar ese autobús chungo con alas que nos había transportado a la capital francesa.
Llegué a la ciudad en tren y cogí el metro hasta la parada que me habían indicado.
Hice uso del roaming en el móvil para contactar con Marie y anunciarle mi inminente llegada, y con el soporte de Google Maps llegué a su portal.
Era un cuarto piso pero tenía ascensor por lo que estaba en un periquete en la puerta del piso que me albergaría los tres días de mi viaje.
Me abrió la puerta Marie, con una gran sonrisa y tres besos en las mejillas.
Era una mujer mucho más atractiva en persona que en foto.
Rubia natural, lo supe por sus cejas y pestañas, era super clara de piel y tenía unos hermosos ojos azules.
Ciertamente era bajita, sobre un metro sesenta, pero muy bien proporcionada.
Me había abierto la puerta vestida con unos mallas negras ajustadas que marcaban perfectamente el contorno de sus nalgas y no pude más que admirarlas, si, yo era de culos, un culo bien puesto en una tía me ponía bastante burro la verdad.
Llevaba también una camiseta de lycra ceñida que además de ajustársele a su vientre plano , dibujaba claramente sus pechos, ni excesivamente grandes ni pequeños, y sobre todo sus pezones porque no llevaba sujetador en ese momento.
Mientras me mostraba la que sería mi habitación no podía dejar de mirarla y ponerme un poco palote.
Tuve que, en un rápido movimiento, recolocar mi polla para que no notase que me estaba excitando.
Además su forma de hablarme, tan sonriente y dulce, con ese acento francés, me ponía mogollón, tanto que una vez solo en la habita me hice un pajote en su honor.
Me la imaginaba a veinte uñas sobre mi cama mientras le comía el ojete y le acariciaba su coñito rubio jejejeje.
Tras limpiarme el corridón que lancé con los propios gayumbos que llevaba puestos decidí darme una ducha y salir a dar un primer paseo por el barrio, así vería ya la Torre Eiffel que estaba al lado.
Me puse un albornoz blanco grande que tenían con las toallas colgado tras la puerta y unas zapatillas que saqué de mi maleta y salí al pasillo para ir al baño.
Desde el pasillo vi una habitación abierta, era la de mis anfitriones.
Marie estaba en una esterilla a los pies de la cama con las piernas en posición de loto y los ojos cerrados en plena meditación de Yoga.
La observé un instante pero no paré de repetirme mentalmente sobre lo buena que estaba la condenada.
Una ducha tirando a fría era lo que mejor me vendría para calmar esa salidez mental en la que estaba cayendo.
Tras darme esa ducha ciertamente reconfortante y mientras me estaba secando escuche a Marie riendo y hablando en francés con un hombre, habría llegado Olivier, su pareja, pensé mientras me ponía de nuevo el albornoz.
Efectivamente me lo encontré en el pasillo al volver del baño a mi habitación.
Me saludó también con los tres besos en las mejillas tan típicos de los parisinos.
Era realmente corpulento, debía medir más de un metro noventa y estaba cuadrado.
De ojos verdes, muy moreno de piel y con una barba muy poblada pero también muy arreglada.
Venía de currar, era jefe de eléctricos de cine y televisión me dijo.
Por eso venía totalmente vestido de negro y llevaba ese tipo de pantalones de currela con mogollón de bolsillos.
Era muy agradable y el acento francés con el que me hablaba en castellano le daba un tono dulce que no pegaba nada con su apariencia física.
Me comentó que iba a hacer pato a la naranja de cena, por si no me gustaba, porque podría hacerme otra cosa.
Le respondí que perfecto, que saldría a dar una vuelta por el barrio por si necesitaba que comprase algo, entre risas me dijo que no y que cenaríamos a las nueve más o menos.
Tras mi ok ya fui a cambiarme para salir.
Llegué a la Torre Eiffel en menos de cinco minutos y flipé al verla, molaba mucho más que en fotos.
Yo mismo como buen guiri le hice unas cuantas.
También me fijé en la cantidad de turistas que poblaban el Campo de Marte.
Había alguna turista a la que le habría enseñado mi torre eiffel, ya me entendéis jejeje.
Volvía a estar salidillo, y me alegré al pensar en que mi paja pensando en mi anfitriona de piso hubiese reactivado un poco mi lívido.
Volví a mi alojamiento recién pasadas las nueve de la noche y en el salón ya tenían puesta la mesa con una bandeja de pato al horno que lucía muy apetitoso y una tabla de quesos.
Marie seguía vestida como me recibió pero Olivier vestía en chándal y llevaba un delantal de cocina amarillo con topos verdes muy gracioso.
La cena fue muy agradable, regada con un tinto de la Borgoña se desvivieron en darme ideas de sitios curiosos para visitar en la capital los dos próximos días.
Olivier comentó alguna anécdota del rodaje en el que estaba de una directora francesa se ve que famosa en el país vecino pero que no me sonaba de nada, y Marie contó también alguna cosilla del gimnasio donde curraba de profe de Yoga y de Body Balance.
Nos dieron las once de la noche de cháchara y nos retiramos a dormir porque ellos se tenían que levantar a las seis y media de la mañana y yo también me levantaría temprano para aprovechar el día.
Me quedé dormido de inmediato y ni me di cuenta cuando se fueron al día siguiente.
Había puesto el despertador para las ocho y me desperté prácticamente en la misma posición en la que me había acostado.
Tenía un día lleno de lugares por visitar por eso me tomé el desayuno y salí de pateo a toda prisa.
Museo de Orsay, Campos Elíseos con el Arco de Triunfo, Los Inválidos, Notre Dame y la Sacre Chapelle habían ocupado toda mi jornada.
Paris estaba cumpliendo con creces mi expectativa.
Iba feliz callejeando por sus calles y visitando algún que otro café y tuve la gran suerte de tener una jornada con una climatología espectacular.
Volví al piso paseando y por primera vez en esos dos días pensé en mi ex.
Me sonreí al ser consciente de que no había pensado ni en ella ni en la putada que me había hecho… a ver si ya lo estaba superando gracias a la ciudad de la luz.
Para cenar había cocinado Marie un arroz con vieiras exquisito y la sobremesa de esa noche fue mas corta porque los tres estábamos bastante cansados.
Como era Viernes ellos no trabajaban al día siguiente, pero el día había sido bastante duro en sus trabajos, se retiraron mientras yo lo recogía todo y lo metía en el lavavajillas.
Me acosté tan cansado que me quedé nuevamente dormido casi en el acto pero sobre las tres y media de la madrugada me desperté de golpe al escuchar un ruido.
Era como si algo metálico hubiese caído al suelo.
Escuche con atención y llegaron a mi unos sonidos muy leves de gemidos y risas.
Alguien se estaba echando un polvo, jejeje.
Como tenía ganas de mear me levanté y sin encender la luz de mi habitación, cogí mi móvil, activé la opción de linterna y abrí la puerta muy despacio.
No quería que, si eran Olivier y Marie los que estaban en faena, se rallasen al sentirme pasar por el pasillo.
Camine descalzo y muy despacio hacia el baño.
El pasillo estaba levemente iluminado porque una luz cálida salía de la habitación de mis anfitriones dado que tenían su puerta entreabierta.
Como esa iluminación era suficiente para que pudiese llegar al baño apagué la linterna y metí el móvil en el bolsillo de mi pijama.
Avancé por el pasillo muy, muy despacio pero a medida que me acercaba a su puerta eran mas claros los gemidos de ambos.
Me estaba dando mucho morbo escucharlos y mi entrepierna comenzaba a espabilarse.
Al pasar frente a su puerta no pude evitar, más bien lo hice conscientemente, mirar hacia el interior.
Paré en seco a verlos, Marie estaba espatarrada en la cama, totalmente desnuda y entre sus piernas vi la gran cabeza de Olivier totalmente metida en la zona de su ingle y moviéndose muy lentamente.
Joder, le estaba comiendo el coñito como un campeón.
Marie tenía su cabeza sobre una gran almohada y estaba con sus ojos cerrados gimiendo mientras se mordía el labio de una forma muy morbosa, acariciando la cabeza de su esposo de una manera muy sensual con sus dedos.
Esa visión provocó que mi polla de un respingo se pusiese totalmente tiesa y formase una tremenda tienda de campaña en mi pijama.
Con la tranquilidad que me daba estar protegido por la oscuridad del pasillo me desabotoné la bragueta del pijama y saqué mi rabo por la abertura resultante sobándomelo lentamente.
Olivier levantó la cabeza y vi como se pasaba sensualmente la lengua por todo el contorno de sus labios, sonriendo mientras se ponía de pié a los pies de la cama.
Joder, era un tiarrón el Olivier, muy peludo y hostia… con un rabo enorme.
Yo no calzo nada mal, dieciocho centímetros y bastante ancha, pero el gabacho me ganaba por goleada.
Menudo trabuco tenía, de los veinte centímetros pasaba seguro y también era bastante más gruesa que la mía.
Aún estaba flipando con la herramienta del fortachón cuando vi que Marie, con una cara de cerdeo brutal avanzaba boca abajo reptando con su cuerpito por la cama para inmediatamente pasarle la lengua por la punta del capullo a Olivier y comenzar a realizarle una mamada que por los gemidos del jefe de eléctricos debía ser maravillosa.
Aumenté la cadencia de mi paja y no fui consciente de que fruto del movimiento mi teléfono móvil, que sobresalía del bolsillo de mi pijama, cayó al suelo de parquet del pasillo.
Acababa de descubrirme y me quedé petrificado, con mi polla en la mano viendo como ambos se sobresaltaban y miraban también inmóviles.
Maríe agarrando el pollón de Olivier y él entre girado hacia la puerta.
Vistos por cualquiera desde fuera de la situación la verdad es que parecíamos la escena de una peli porno a la que alguien le ha dado al pause.
Olivier sonrió entonces de una forma muy morbosa y alternando su mirada entre mi cara y mi polla habló.
– Veo Martín que te está gustando mirarnos… ¿No prefieres unirte? Por nosotros perfecto ¿no?
Esto último lo dijo mirando hacia Marie que me sonrió y le dio un lametazo al sable de su marido sin dejar de mirarme, con una cara de guarrilla total.
Como yo seguía petrificado en la puerta de su habitación, aún cortado por que me hubiesen descubierto, pero sin que se me bajase ni un centímetro la polla.
Olivier, dejando a su esposa sin su caramelo, se me acercó y cogiéndome de la mano me llevó hacia su cama matrimonial.
– Voilá Marie, Ça c’est pour toi ma cherie!
Marie se lanzó rápidamente hacia mi polla y empezó a lamerme el capullo mientras me pajeaba por lo que salí de mi trance gimiendo bien a gusto.
Casi un año llevaba sin que me comiesen la polla y no iba yo a protestar porque aquella cuarentona francesa me la estuviese devorando de puta madre.
Cerré los ojos y me dejé invadir por la sensación que aquella lengua juguetona me estaba proporcionando y sentí como Olivier me quitaba la camiseta del pijama para agacharse después y sacarme los pantalones.
Lo hizo acariciándome las piernas lo que provocó otro gemido por mi parte.
Allí estaba yo, desnudo totalmente de pié a los pies de la cama de ese matrimonio francés gimiendo como un loco mientras Marie me comía la polla, cuando noté algo diferente, abrí mis ojos y flipé al ver como quien se tragaba ahora mi rabo hasta la base era Olivier.
No supe reaccionar, ver a aquel hombretón barbudo comiéndome el nardo mientras se pajeaba el trabuco era algo nuevo para mi.
Nunca me la había tocado otro tío que no fuese yo, y mucho menos comido.
Abrí los ojos como platos, dispuesto a decir algo pero la verdad es que Olivier sabía mamarla como dios provocando cada vez que se la tragaba entera que yo me pusiese de puntillas fruto del placer que me provocaba.
Marie se coloco sonriendo de rodillas sobre la cama, se me acercó y me besó, primero dulcemente sobre los labios, para pasar posteriormente a darnos un morreo salvaje.
Fui arqueándome sin dejar de besarla mientras ella se tumbaba en la cama.
Descendí lamiéndole el cuello hacia sus apetecibles pechos, esmerándome en los pezones tan rosaditos que tenía sobre su blanca piel.
Olivier se sentó en el suelo sin dejar de comerme el rabo, joder para el barbudo, parecía que quería arrancármelo de los chupetones que me daba.
Yo fui bajando sin parar de besar y lamer el vientre de Marie hacia su coñito.
El olor que de el emanaba me tenía loco de ganas por meter allí mis morros.
Y así lo hice, fui recorriéndolo entero con mi lengua para parar a darme un festín.
Los grititos que lanzaba la gabacha me animaban a esmerarme en ello y unida a la mamada brutal que me estaba dando Olivier me tenían a puntito de caramelo.
Jugueteé con mi lengua y la yema mis dedos con el clítoris de Marie, y poco a poco, con los dedos llenos de mi saliva y sus jugos fui llevando una de mis mano hasta la raja de sus nalgas, buscando su ojete y dedeándolo ligueramente lo que provocaba unos movimientos muy sensuales en ella sin parar de gemir y me animaba a mí a continuar explorando.
Sentí que la boca de Olivier había abandonado mi polla, no así una de sus manos que continuaba pajeándome.
Pero ahora su lengua estaba dando cuenta de mis cojones que se fue metiendo de a uno en su golosa boca.
Si su boca me hacía suspirar de placer, sentir las cosquillas de su barba en mis genitales me tenía loquísimo.
Quien me iba a decir a mi que las incursiones de un tío por mis partes me iban a excitar tanto, sería el hambre atrasada que llevaba, que se yo, pero me estaba molando retozar con esta parejita francesa.
Al rato Olivier se levantó y mirándonos sonriente sacó de un cajón de la mesilla de noche unos condones.
Yo seguí comiéndole el coñito a Maríe y metiéndole un dedo en el ojete cuando sentí que Olivier me había calzado uno de ellos y acercó su boca a lamer junto a la mía el coño de su mujer.
Guiñándome un ojo se acercó a mi oído y tras un sensual lametón me dijo “¡Fóllatela!”.
Joder, no hizo falta más, me levanté y poco a poco, con la mano de Olivier dirigiéndomela le fui metiendo la polla a Marie.
Diosss, lo de las mamadas había estado genial, pero sentir de nuevo el calorcito de un coño en mi polla me llevó al séptimo cielo.
Se la metí despacito, mientras Olivier acariciaba mis bolas y tras tenerla toda dentro comencé a bombearla suave pero subiendo progresivamente el ritmo.
Por sus grititos sabía que no había perdido el arte de follar, ¡como había podido estar todo un año amargándome sin esto joder!
Olivier se subió a la cama y de rodillas al lado de la cabeza de Marie se la entre giró para clavarle en la boca su polla mientras me pellizcaba las tetillas.
Comencé a bombear con fuerza y Marie gritaba de placer, se corrió, con un grito apagado por tener el pollón de su esposo en la boca.
Tras correrse se lo quitó y me rogó que la besase, eso hice sin dejar de bombear a gusto.
Sentía el pollón de Olivier en mi oreja y en un momento dejé de morrearla para darle un lametón a aquel capullazo lleno de precum, ¡que coño!, ¡ya de perdidos al rio! pensé.
El sabor no me desagradó, por lo que me la metí en la boca y sin dejar de follarme a su mujer ambos nos entregamos a la polla de su peludo esposo.
Yo dándole una mamada y ella lamiéndole las bolas para encontrarnos con nuestras lenguas en su base y retomar el morreo.
Yo ya notaba que me iba a correr, me incorporé ligeramente y bombeé aún con más fuerza gritando que me venía.
Joder que corridón.
Estaba convulsionándome cuando vi que Olivier también se corría sobre la boca de Marie.
Menudos trallazos que soltaba el fortachón.
Yo me retire hacia atrás sacando mi polla de ese coñito que me había dado tanto placer.
Olivier vino a mi lado y me acarició la espalda sacándome el condón.
Volcó su contenido sobre el vientre de Marie y bajó a lamer toda mi corrida.
Joder, estaba flipando con lo cerdako que era el Olivier, para ser tan “macho men” se veía que le molaba mi leche un huevo.
Nos tumbamos y nos dimos un morreo a tres, por lo que pude apreciar el sabor de mi propia lefada y de la de Olivier en las lenguas de mis anfitriones.
Me pidieron ambos que durmiese con ellos.
Así lo hice, yo en medio y uno a cada lado.
Nos fuimos besando y acariciando mientras nos vencía de nuevo el sueño.
Antes de dormirme Marie me preguntó que visitaría al día siguiente, sonreí y la bese mientras Olivier me acariciaba la nuca.
No se, le dije, creo que me apetece seguir visitándoos a vosotros… Y nos reímos los tres.
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