La verga de Polo. Un relato de adolescente.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
A los 14 años, tenía un amigo que ocasionalmente se quedaba a dormir en mi casa. No teníamos cuarto para invitados, por lo que se quedaba en la cama con mi hermano o conmigo.
Una noche que se quedó en mi cama, me despertó una mano que jugaba con mi verga. Yo estaba en la gloria y me hice el dormido para que continuara el placer que estaba sintiendo. Mi amigo cogió mi mano y la llevó a su verga que era más larga y gruesa que la mía.
La sensación de una verga erecta y muy caliente en mi mano fue muy excitante e intensa, era algo completamente nuevo en mi vida, aunque rechazaba la idea de estarme iniciando en una relación homosexual.
Decidí dejarme hacer, pero Polo me incitaba a que moviera mi mano para masturbar su verga, que ahora estaba muy dura. Acepté a regañadientes mover mi mano y entonces se volvió y me ofreció sus nalgas.
Colocó la cabeza de mi verga en su culo y me dijo “métemela”. Empujé, y por más que lo intenté, no logré meterle ni la cabeza. Me vine a chorros y le dejé el culo embarrado. Sabía bien lo que me esperaba, hora me tocaba a mí dar las nalgas!
Me dijo muy suavemente al oído que colocara su verga directamente en mi culo y empujó. En verdad yo esperaba que en algún momento, mi ano cediera y su verga me penetrara, pero no fue así. La verga se negaba a entrar.
No se nos ocurrió lubricar con saliva nuestros intentos de penetración y yo solo sentía como esa verga me lastimaba sin causarme ningún placer. Polo también se vino en mi culo y me lo dejó igual de embarrado de semen, como yo se lo había dejado a él.
Recientemente me he cuestionado que hubiera sucedido si Polo hubiera tenido una verga menos gruesa, que no me hubiera lastimado y me hubiera penetrado fácil y repetidamente? Seguramente, por las vueltas que ha dado mi vida, le hubiera tomado sabor a sentir el culo lleno de verga y hubiera disfrutado lo mejor de dos mundos.
Creo que deseaba en el fondo de mi alma sentir su verga penetrándome, pero no reunía el valor de reconocer este deseo, que equivaldría a considerarme puto. Una noche ya nos habíamos acariciado las vergas por un rato y le di la espalda, pidiéndole me la metiera.
Como siempre, el intento de penetrarme era infructuoso y doloroso. Esta vez, Polo empezó a venirse, los dos primeros chorros de semen, sirvieron como el más efectivo lubricante y en los dos siguientes empujones, sentí como se deslizaba suavemente su verga dentro de mi culo.
En cuanto su verga estuvo totalmente penetrada, Polo se abrazó a mi espalda y empezó a besar mi cuello y hombros y a pesar de que la penetración fue dolorosa, una vez que entró todo lo que tenía que entrar, la sensación se hizo placentera, sobre todo los espasmos de su venida, que hacían que yo sintiera como latía su verga en el fondo de mi culo. Que rico!
Polo se quedó quieto sin dejar de besar mi cuello, mientras yo sentía como su verga se iba encogiendo e iniciaba su retirada y escuché que decía: No sabes cuánto me gustas mi muchachito.
A prendí que el semen ajeno es el mejor lubricante que existe para esos menesteres, así que a partir de esa noche, lo masturbaba hasta que se estaba viniendo y entonces le daba las nalgas, para que me penetrara con la ayuda de los primeros chorros de su venida. Y aunque todavía me dolía, empezaba a gustarme.
Polo se aficionó a mi culo. Nos visitaba cuando menos una vez por semana y todas las veces se acostaba en mi cama y en cuanto suponíamos que mi hermano se había dormido empezábamos a cogernos las vergas y acariciarnos las nalgas. Años después me enteré que también se había cogido a mi hermano y a varios de los amigos de la palomilla.
Se me antojó probar a que sabía su verga y como me gustó, frecuentemente me bajaba a mamársela. Hubo un momento en que me estaba acostumbrando a darle las nalgas. Entonces me cuestioné. Hice una lista y fui poniendo paloma o tache a nuestras actividades:
Masturbar y jugar con nuestras vergas…. Paloma. Mamarle la verga….. Paloma. Cogérmelo… Paloma. Que me penetrara… Tache!! El dolor no desaparecía pero cada vez era menor, y ya teniéndola adentro no me molestaba para nada.
A mí me encantaban las niñas y empezaba a pensar si las iba a cambiar por las vergas y decidí que no. Que aquella había sido una experiencia en mi vida, pero que no era determinante… y así regresé a mis orígenes. Si la penetrada hubiera sido placentera… quién sabe!
Poco tiempo después, me hice novio de Laura y rehusé todo contacto con Polo. Me gustaba masturbarlo, me encantaba sentir su vergota bien dura en mis manos y en la boca, o bien clavada en el culo, pero esto me había hecho sentir puto.
Ahora con nueva novia, sentía recuperada mi masculinidad y no me sentía tan amenazado por aficionarme a su verga. Quien me iba a decir que algunos años más tarde, me iba a reunir con esa misma verga, gracias a quien en ese momento me servía para liberarme de ella!
Pasaron los años, me casé con Laura y tuvimos varios hijos. Laura era una mujer muy bonita, blanca, de ojos verdes y cabello negro, con muy buen cuerpo, pero su mayor mérito eran sus tetas. Nunca ví, a lo largo de mi vida unas tetas tan hermosas como las de ella.
Deseaba que exhibiera sus tetas, y así hicimos un poco de nudismo en las playas a las que acudíamos de vacaciones. Quería que los hombres vieran aquel prodigio de tetas que tenía mi esposa. Yo creo que una cosa llevó a la otra y empecé a fantasear que mi esposa estaba siendo deseada por otros y que esos otros se la querían coger.
No tengo la menor idea como nació esa perversa idea, pero de repente me vi consintiendo en el pensamiento, que mi esposa y madre de mis hijos cogiera con otro. Este pensamiento era obsesivo, estaba en mi mente día y noche y me mantenía caliente a todas horas. Laura me decía que no lo entendía, que si ya no la amaba. Yo le decía que era algo que no podía razonarse y que por el contrario, mientras más pensaba en ello, más ganas me daban de hacerle el amor.
Empezamos a coger más a menudo, con la fantasía persistente de que se acostara con alguien y mientras cogíamos, le deslizaba al oído mis perversiones. Llegó el momento en que a ella le empezó a excitar la idea de coger con otro.
Una casualidad obró a mi favor. Laura llevó a los niños a la escuela y yo permanecía en la cama ya que había tenido guardia en el hospital la noche anterior. A su regreso vio a un muchacho en un auto estacionado frente a la casa, que le hacía señas. No le hizo caso y entró a la casa. Curiosa, se asomó a la ventana y vio que el muchacho tenía la verga en la mano y se estaba masturbando.
Oculta por la cortina, pudo ver toda la maniobra hasta que empezó a lanzar chorros de semen, que captó en su pañuelo. Laura no perdió detalle. Estaba clavada en el lugar, incapaz de moverse por el efecto que la escena le causaba. Cuando el muchacho acabó, entró en nuestro cuarto, se metió a la cama desnuda y me dijo: “Acabo de ver una verga!” Me puso al tanto y noté que estaba muy caliente, así que aproveché para decirle al oído:
Te gustó ver otra verga? Una verga diferente a la mía? Como la que acabas de ver? Te gustaría coger con otro? Para que acaricies otra verga, y la mames, y te la metas? Estos temas se los recité al oído cuando cogíamos y a todas las preguntas ella contestó afirmativamente. Obviamente la repetición causó su efecto.
Una noche, con un par de copas entre pecho y espalda la encaré y le pregunté si alguna vez había considerado seriamente mi propuesta. Me respondió que estaba muy confundida, pues si bien la calentaba muchísimo mi que yo le insistiera en acostarse con otro,, no sabía si se lo estaba pidiendo formalmente o solo era para calentarnos con la plática que se había hecho habitual en nuestra cama.
Glup! Había que decidir en ese momento si se iba a quedar como una fantasía o si deberíamos hacer planes para llevarla a cabo! La miré fijamente a los ojos y le pregunté si aceptaría coger con otro. Me respondió que me dejaba a mí la decisión, pero que si yo así lo decidía, podía contar con ella! Y que si no me enojaba, ¡hasta le encantaba la idea!
Cogimos como locos esa noche. Ya nos habíamos dado permiso y habíamos formalizado llevar a cabo nuestra fantasía de varios años. Después de venirnos, y en el postcoitum, Laura me preguntó quién sería el elegido. Yo me había adelantado y había pensado que la única opción era mi amigo Polo.
No había nadie a quien pudiera pedirle que se cogiera a mi esposa, y la serie de intimidades que habíamos vivido Polo y yo me facilitaban, al menos, tratar el asunto. Laura me cuestionó la elección y tuve que ponerla al tanto, de lo que había sucedido muchos años antes.
Su respuesta fue inesperada! Se calentó nuevamente y cogimos desesperadamente con dos ideas en mente: 1.- Ya teníamos un candidato factible y 2.-A ella también la calentaban mis aventuras homosexuales!
Ambos teníamos la duda de si Polo querría coger con ella. Laura fue pragmática y decidió que cualquiera que fuera la respuesta de mi amigo, debería ser bienvenida entre nosotros, pues si lo que queríamos era otra verga en nuestra relación, lo mismo era que ella la aprovechara… o yo!
No bien amaneció y ya estaba buscando su nombre en la guía telefónica. Lo encontré rápidamente y me felicité porque vivía a unas 10 calles de donde nosotros vivíamos. En ese mismo momento me vinieron a la mente las imágenes que yo guardaba de su verga y de las sensaciones que me provocaba en las manos, boca y especialmente en el fondo de mi culo…. Pero también dolor de la penetración.
Lo llamé y me invitó a visitarlo esa misma tarde a su departamento. Cuando me despedí de Laura, me dio un apasionado beso y me dijo que no me detuviera en nada, que cualquier cosa que saliera de esta entrevista la íbamos a aprovechar para intensificar nuestra vida sexual y si lo convencía de que se la cogiera, que mejor, pero si al que quería cogerse era a mí, ella lo disfrutaría igualmente.
Llegué puntualmente, me recibió con un abrazo y un beso en la mejilla y un: “que gusto verte mi muchachito” . Con un vaso de whiskey en la mano. Nos pusimos al tanto de lo que había sucedido en aquellos años que no nos habíamos visto.
Se levantó para ir al baño y yo lo seguí diciendo “un mexicano no mea solo”, como era costumbre decir y hacer de chiquillos. Quería verle la verga.
Cuando nos regresamos a la sala, me miró a los ojos y me preguntó:
“Fuiste a verme la verga verdad?”
“Siempre he sido curioso, acuérdate”.
“Y que te pareció?”
“Igual que siempre,
“Ya verás que no! …. Y tu visita tiene que ver con mi verga?”
“Definitivamente sí”
“A ver, cuéntame….”
Lo puse al tanto de las inquietudes sexuales que teníamos Laura y yo y le dije abiertamente, que esperaba que él nos ayudara cogiéndosela.
Para mi decepción, me confesó que hacía años se había declarado homosexual, que no le interesaban las mujeres, pero que sí le entusiasmaba revivir aquellos tiempos idos conmigo.
Me levanté para despedirme y me besó en la boca diciéndome al oído lo mucho que le gustaría que la próxima vez que lo visitara, fuera porque había decidido tener algo con él.
Llegué a casa, para encontrar a Laura desnuda, sobre la cama, tomando un trago y me preguntó: “Que tal te fue?”
Entre besos y cachondeos, la puse al tanto de mi gestión y noté cuanto se calentaba cuando le dije que Polo quería coger conmigo. Cogimos intensamente entre sus insistencias de que fuera a verlo, le mamara la verga y me dejara coger. En ese momento le ofrecí que lo haría.
Los siguientes días fueron iguales, quería saber cuándo iría, si le mamaría la verga y si dejaría que me la metiera. A todo le decía que sí y empecé a entusiasmarme con el proyecto.
Finalmente decidí enfrentarme nuevamente a la idea de tener una verga metida en el culo y fui a verlo. El consabido whiskey se transformó en dos, lo que hizo que me preguntara si era para darme valor. Se sentó a mi lado, cogió mi mano y la puso en su muslo, cerca de su verga.
Pude ver como un bulto se abría paso bajo su ropa y recorría su camino hacia mi mano. No esperé a que llegara y lo cogí con una mano, mientras con la otra, buscaba la forma de abrir su pantalón y tener acceso a su verga desnuda. Polo empezó a besarme en la boca, cosa que no me agradó.
Menuda sorpresa! La verga le había crecido! La extraje completamente y pude ver que era una verga portentosa! Morenita, larga, gruesa y con una cabezota como una ciruela! Y palpitaba! Ah! Como me calentaba que se hinchara en mis manos. Me hizo recordar como palpitaba dentro de mi culo mientras se venía y me entusiasmé!.
Recordé que Laura me había pedido que no me detuviera, que fuera por todo para que después lo gozáramos en casa, así que sin pensarlo dos veces, me agaché y metí esa vergota en mi boca. Ah que sensación tan deliciosa! Apenas me cabía, la cabezota se sentía suavecita y lisa y reparaba con el contacto de mi lengua.
Polo me acariciaba las nalgas, que ya estaban a su alcance. Sus dedos buscaban introducirse en mi culo. Empezó a bombear y en poco tiempo empezó a lanzar chorros de semen que me provocaron náusea, me dijo que lo tragara y así se me pasaría. Tragué todo lo que pude, pero tuve que ir al baño a escupir lo que no había podido tragar.
Me abrazó y me recostó en su hombro diciéndome “mi muchachito, que rico eres. No sabes cómo te metiste en mi cabeza. No fuiste el único que me cogí, pero fuiste siempre mi preferido” Entonces me enteré que habíamos sido muchos los que fuimos seducidos y penetrados por él.
Nos despedimos y me pidió que regresara pronto, que me estaría esperando y que por cuanto a Laura, ya pensaría que podríamos hacer.
Laura se vino muchas veces y muy intensamente, cuando le conté que había mamado su verga, y que se había venido en mi boca. Cogíamos todas las noches! Y todas las veces me pedía que le repitiera cuanto me había gustado mamar esa vergota y cuando yo contestaba “un chingo”, se venía explosivamente y entonces me pedía que le prometiera que se la seguiría mamando.
Me insistía en ir a verlo y me pedía que lo dejara que me la metiera! Si de jóvenes era dolorosa la penetración, imaginaba que sería lo mismo. Laura seguía porfiando y empezó a meterme dedos en el culo, para dilatarlo y ayudar a que aquel monstruo pudiera penetrarme. Incluso compramos un dildo de buen tamaño, para que me fuera dilatando.
Iba a ver a Polo una vez por semana y además de mamarle la verga, le daba mi culo para que intentara penetrarme. Así, le di las nalgas de pié y empinado, de lado, a gatas y hasta le pedí que se acostara para que yo, montado, controlara la penetración. Es de reconocer que Polo fue paciente y cariñoso a lo largo de todo este período. Su deseo de meterme la verga era superior a su frustración de no poder hacerlo en las oportunidades que lo habíamos intentado.
Una de las veces que lo visité, me dio un beso y me dijo que ya tenía la receta para que mi visita fuera más placentera. Un amigo suyo, que se quejaba de dolor cuando lo penetraba, igual que yo, había estado en California y había traído una crema lubricante y desensibilizadora y que si quería la podíamos probar de inmediato!
Nos tomamos dos whiskys y empezamos. Me pidió que nos desnudáramos, para que me aplicara la crema y fajáramos mientras hacía efecto. Lo dejé que disfrutara mi culo a sus anchas. Me lo mamó, me acarició toda la zona y sentí lo frío de la crema en el ano y como deslizaba un dedo al interior para lubricarlo.
En espera de que hiciera efecto, me apoderé de su verga. La miré por todos lados, la acaricié, le mamé la cabezota, traté de introducir la lengua en el orificio de la uretra, lamí todo el tronco! Me sentía embelesado por esa verga tan grande y tan dura. Le pedí que me dejara montarlo. Separé mis nalgas y apunté su verga directamente a mi ano y me dejé caer lentamente sobre ese tronco.
Por primera vez casi no había dolor! Y sentía como la verga bien lubricada se deslizaba en mi interior causándome una sensación de bienestar. Con la mitad dentro me elevé para sacarla un poco y otra vez metérmela poco a poco. Continué mi descenso hasta que sentí que chocaban mis nalgas contra el abdomen de Polo y supe entonces que la tenía toda metida en el culo.
Me detuve para apreciar conscientemente la sensación de plenitud que me causaba! Me sentía completamente lleno! Estaba en la gloria! Después de tantos años, finalmente estaba disfrutando que mi amigo me cogiera. Recordé que estaba ahí por encargo de mi esposa! Como lo íbamos a disfrutar! Así que me puse a cabalgar sobre la verga durísima de Polo.
Polo nunca duró mucho para venirse, así que pronto empezó a bufar y yo a sentir como latía su vergota mientras bañaba mis intestinos con su semen. Me alegré de tener material para que mi esposa y yo disfrutáramos con mi relato y pensé lo que podría estar disfrutando de ver a mi Laura ensartada en esa verga, como tanto había deseado.
Me vestí rápidamente. Tenía prisa por llegar a casa a compartir mi aventura con Laura !Llevaba una gran sonrisa, y al verme, me dijo: Se puede ver a leguas que te fue bien! No es así?
La llevé de la mano a nuestra recámara y la fui desnudando mientras la besaba apasionadamente. Te la metió? Me preguntó al oído. Dije que sí y se vino sin tocarla! Se le doblaron las rodillas y tuve que cargarla para acostarla en la cama. Estaba delirante! Terminó de desnudarse y me urgió a que le contara con todo detalle la cogida que me acababa de dar Polo.
Me pedía detalles de su verga, de sus huevos, de sus dedos penetrándome con la crema, de mis movimientos mientras lo montaba, de cuanto me había gustado, de si iba a regresar, de cuando? Se vino incontables veces y yo sentí que todo había valido la pena para disfrutar, como estaba disfrutando con mi esposa esos momentos.
“Te gustó mucho?” Preguntó y contesté que sí! “Pero no vas a dejar de quererme a mí, verdad?” Por supuesto que no! Esto lo hemos estado haciendo por los dos. Igual estaría pasando si hubiera aceptado coger contigo! Yo también me sentiría un poco celoso, pero feliz. “Vas a seguir yendo?… dime que siiii!”
Ahí estaba, acostado, cogiendo riquísimo con mi amada esposa, recordando una aventura de la que muchos se avergonzarían y sin embargo a nosotros, nos estaba causando tanto placer. Pero a pesar de que la aventura había sido fabulosa, dentro de mi cabeza seguía viva la idea, de que fuera ella la que se metiera una verga, de ser posible, del mismo tamaño y pronto!
Fui a que Polo me cogiera varias veces y le cedí el privilegio de que eligiera las posturas en las que quisiera metérmela. Me pedía que se la mamara y cuando casi se venía me colocaba de perrito, de lado, con las piernas en sus hombros, etc. Para que así me metiera la verga.
Una noche, después de cogerme, me dijo que ya tenía la solución para mi Laura. Me contó que uno de sus amigos, podría servir para nuestros propósitos. Se llamaba Armando, era músico, de buen ver, soltero y había vivido en Estados Unidos y tenía una mentalidad muy abierta.
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