LA VISITA DE CORINA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por barquito.
LA VISITA DE CORINA
Aunque Andrea la había invitado en esa reunión de ex compañeros de secundaria que organizaran por Facebook, la visita de Corina le resultó, si no desagradable, por lo menos intempestiva pero esta, con su verba locuaz y desvergonzada hasta lo chocante, impuso un clima de festiva cordialidad al que se sumó su marido, quien vio con agrado que aquella hermosa mujer no era otra pacata más de sus amigas y así, trascurrió la tarde y a la hora de cenar, ya con unas copas demás, la franqueza de Corina relatando con elocuencia casi gráfica el trato sexual humillante al que la sometiera su ex marido provocando su ruptura y posterior divorcio, pusieron incomoda a Andrea que, aun a los treinta y cinco años y con un buen bagaje sexual a cuestas, todavía se avergonzaba cuando una mujer hablaba de esas intimidades delante de Carlos.
Transcurrida la cena y luego de los postres, cuando creía que su amiga los dejaría en paz, se desató una tormenta de verano, pero de esas que hacen creer que el cielo se derrumba…El calor encerrado en la casa pareció acentuarse y como no cesaba de llover, su marido sugirió gentilmente que Corina se quedara a dormir.
La casita era linda y confortable pero no se distinguía por sus comodidades y, disponiendo de un solo dormitorio, Carlos sugirió que ellas ocuparan la cama matrimonial y el se tiraría sobre una colchoneta en el living.
Duchándose para aliviar un poco la pesadez del ambiente, ocuparon la gran cama aun envueltas en los toallones y la verborrágica mujer no cesó en sus confidencias íntimas, profundizando en los detalles ahora que su marido estaba ausente y Andrea comenzó a escuchar ya con curioso estupor las aberraciones que su amiga cometiera de la mano de su ex marido, especialmente cuando aquella hizo especial hincapié en sus relaciones con otras mujeres y los placeres que obtuviera.
No podía negar que, aunque chocante, el lenguaje de su amiga y las cosas tan vividamente descriptivas la habían excitado, pero no imaginaba que Corina terminaría por arrimarse más a ella y tomándola por la nuca, acercando la cara hasta casi tocarla, le pediría roncamente que la hiciera feliz después de casi un año sin sexo; Andrea no había sido indiferente al llamado de la homosexualidad soterrada que hay en todas las mujeres, pero había sido en su lejana secundaria y en sólo tres ocasiones, pero ahora, esta mujer tan madura como ella, en lo físico y en lo sexual, la invitaba a algo en lo cual no pensara en tantos años.
Esa actitud de Corina había instalado un repentino escozor en el fondo de su bajo vientre y aunque estaba cansada de ver por Internet videos de lesbianas a los cuales era tan afecto su marido, un torbellino de confusión la atacó inmovilizándola, quietud que Corina interpretó como asentimiento y envolviendo sus labios con toda la boca, comenzó a besarla de manera voraz; muchas veces el primitivismo prima sobre lo racional y cerrando los ojos, abriendo los labios para encerrar ella también los de la mujer, tendió una mano para enterrarla en la corta melena y enfrascarse en un besar tan dulce como intenso.
Sin saber cómo, los toallones desaparecieron y los dos magníficos cuerpos se estrecharon para restregar las pieles que el calor yo volvía a humedecer; reaccionando, Andrea intentó separarse pero dominándola, ya acostada sobre ella, tomando su cara con las dos manos y al tiempo que la llenaba de lindezas acerca de su belleza y de lo que ella podría llegarle a hacer sentir, meneando el cuerpo en forma copulatoria por lo que Andres sentía los dos pubis estregándose, reavivó los besos en los que ahora participó la lengua y a la que la suya, recibió jubilosamente con atávica respuesta.
Todavía confundida pero sabiéndose caliente y diciéndose que si a su edad no podía disfrutar un poco de las ventajas de su condición femenina, buscó ávida las tetas de su amiga y se gratificó por su sólida abundancia; ya ambas sabían qué querían y eran lo suficientemente mayores como para eludir el juego previo e ir directamente a las cosas; en un acuerdo tácito, se acomodaron en la cama como para que los dos cuerpos tuvieran libertad y entonces Corina se colocó invertida para que sus bocas quedaran a la altura de los pechos.
Verdaderamente, las tetas colgantes de su amiga eran admirables, ya que grandes pero no fofas sino de una solidez que las hacía atractivas, lucían dos aureolas cónicas y pulidas en cuya punta se mostraban unos pezones largos y gruesos que impresionaban por su contundencia; conociendo sus dudas, Corina buscó con la lengua las suyas y al inclinarse, con solo abrir la boca, Andrea pudo sentir la ardorosa piel rozándole los labios.
Involuntariamente pero proporcionándole un placer inmenso, su lengua salió para recorrer esos conos carnosos y cálidos mientras sus dedos los sobaban y estrujaban cariñosa pero ávidamente y pronto, las dos mujeres en encontraban enfrascadas en la deliciosa tare de macerar, lamer y chupar las poderosas tetas en medio de sus suspiros y murmullos ininteligibles aun para ellas mismas; veinte años había retrocedido Andrea y nuevamente el caldero de su vientre volvía a excitarse con las mismas cosas de entonces y mientras sus dedos ya no sobaban sino estrujaban casi con crueldad las tetas, labios y dientes se esmeraban en chupar, mamar y mordisquear la mama al tiempo que índice y pulgar pellizcaban y retorcían aviesamente la otra.
Pero la meta de la dos era otra y ya las manos de Corina tanteaban los alrededores de la entrepierna; ante eso y acortando los tiempos, Andrea corrió el cuerpo hasta poder aferrar los muslos de su amiga y la boca golosa exploró un Monte de Venus soñado, alzado y gordezuelo que, totalmente pelado, conducía indefectiblemente a una raja que se presentaba como cerrada y profunda tal vez a causa de la posición, lo que no pasaba con la suya que, boca arriba y las piernas abiertas, propiciaba que los baqueteados labios mayores se entreabrieran para permitir a Corina deleitarse con los rosados frunces que asomaban entre ellos.
Enganchando las piernas de Andrea bajo sus axilas, consiguió que toda la zona sexual se exhibiera casi horizontal y entonces la boca entera la recorrió vehemente desde el clítoris hasta el negro agujero del culo; para esta era una sensación incomparable de la que no disfrutaba en mucho tiempo y al tiempo que la alentaba a hacerle mucho más, se abrazó a la nalgas para hundir la boca en el sexo que se dilató mansamente ante ese empuje.
Verdaderamente había olvidado la delicia que era disfrutar de esas carnes cálidas y húmedas por las mucosas lubricantes y tomando entre los labios los colgajos rosados, comenzó a chupetearlos de una manera que parecía querer devorarlos y sintiendo ese maravilloso sabor de los jugos femeninos, se empeño en el chupeteo al clítoris a la vez que dos dedos buscaban el interior de la vagina; ya ninguna de las dos disimulaba sus ansias por poseer y ser poseía y alentándose mutuamente, se chuparon y mordisquearon bestialmente mientras lo dedos hacían desastre en las vaginas.
Aun con la vista nublada por el sudor y las lágrimas de felicidad, entrevió como Carlos se ubicaba detrás de su amiga con la verga en ristre y en tanto ella bajaba la cabeza contra la cama y sujetaba los muslos de Corina, él la embocaba en el sexo y empujaba; tanto la sorpresa como el dolor hicieron a su amiga lanzar un grito desesperado, porque la verga de Carlos no era precisamente un juguete a y a ella misma que la conocía desde siempre, había veces en que le resultaba difícil soportarla.
En tanto Andrea le decía a Corina que esa noche sería inolvidable para todos, Carlos completaba el hundimiento del falo para iniciar un lento vaivén que puso en boca de su amiga un encendido asentimiento que matizaba con ayes de dolor, pero finalmente, y enardecida porque Andrea excitaba con los dedos al clítoris, volcó en su sexo todo el goce y sufrimiento que le producía la penetración, con lo que pronto los tres eran un amasijo de piernas y brazos estrechándose y Andrea resultó ser la gran beneficiada, ya que mientras excitaba al clítoris con lengua y dedos, Corina se cebaba en el suyo con lengua, labios, dientes y dedos que se hundían indiscriminadamente en sexo y ano.
Ya en el cuarto el aire pesado vibraba por los gritos, suspiros, gemidos y bramidos de placer y goce hasta que, casi a un tiempo, las mujeres proclamaron sus orgasmos y los sonidos chirles de los golpeteos y los aromas a salvajina de los almizcles se esparcieron en el aire.
Yacían como desmayadas una sobre otra, cuando Carlos las condujo al centro de la cama y acostándose entre ellas, las incitó a que le chuparan la pija que, aun a pesar de la acabada, presentaba un aspecto temible; acostumbrada a eso y haciendo punta para incitar a su amiga que aun vibraba por la tremenda penetración, la besó en la boca mientras la conducía a la entrepierna del hombre y estirando la lengua para cosquillear en las bolas, la guió para hacer lo mismo con la pija; ni lerda ni perezosa, Corina no sólo lamía con gula la verga cubierta de sus propios jugos vaginales, sino que los labios la envolvieron para chupetear perezosamente de arriba abajo y viéndola tan entusiasta, Andrea condujo su boca a chupetear esas tetas maravillosas que colgaban oscilantes mientras con un dedos estimulaba alternativamente al culo y la concha de Corina.
Todos ya estaban lanzados nuevamente y fue la misma Corina la que se alzó para acaballarse sobre la entrepierna de Carlos y sosteniendo la pija erguida, la guió hasta su concha al tiempo que bajaba el cuerpo hasta que esta despareció dentro suyo; sosteniéndola por las axilas y en tanto movía la pelvis arriba y abajo, Carlos la hizo galopar sobre la pija y Andrea, ya seducida por eso de poseer a otra mujer, se acuclilló detrás de ella y en tanto con una mano aprisionaba una teta para estrujarla y sobarla, hundió dos dedos al culo de su amiga al tiempo que besuqueaba y lamía su espalda.
Después de unos momentos de este sexo en el que la mujer recibía lo que ansiaba, Carlos la hizo girar sobre la pija y así, de espaldas a él, la recostó hasta hacerle apoyar las manos de los brazos extendidos hacia atrás junto a sus hombros y en esa posición en la que ella se proyectaba adelante y atrás, él rempujaba con la pelvis y Andrea se cebaba en el descubierto clítoris a la vez que sus dedos retorcían casi con saña los inflamados pezones.
Corina parecía enloquecida y recibía las perversiones del matrimonio con groseras palabras de pasión y agradecimiento mezclados con sus ayes, gemidos e insistentes sí y entonces, Carlos la hizo detenerse y colocándola boca abajo arrodillada en la cama con la cabeza sobre la entrepierna de Andrea para que la chupara y sometiera con los dedos, se acuclilló detrás de ella para embocar la tremenda verga en la concha nuevamente; en esa posición se le hacía aun más terrible la penetración pero cuando Corina iba a pedirle misericordia, Carlos la sacó de la vagina para apoyarla en la negrura del culo y empujó.
Esta vez el alarido estremeció a la pareja porque iba acompañado por un llanto desgarrador y a la vez un ruego de piedad, pero sabiendo que las sodomías son así, él la aferro por las caderas y dando a su pelvis un empuje extraordinario, continuó con la culeada que se hizo rítmica y eso pareció calmar a la mujer quien, hipando todavía, fue lamiendo y besuqueando la concha de Andrea quien acariciaba su cabeza en medio de frases cariñosas.
Paulatinamente, la mujer no sólo se acostumbraba a la sodomía sino que gozaba y esa se manifestaba por la pasión que ponía en chupar al sexo de su amiga con vehemencia mientras la penetraba con tres dedos por la concha. Eran un espectáculo digno de verse; barnizados por el sudor, el vigoroso hombre acuclillado como un fauno detrás de Corina para culearla con fuerza y esta, inclinada entre las piernas inmensamente abiertas de Andrea para chuparla y someterla con los dedos.
Ya en el paroxismo del vicio, el matrimonio la hizo acostar boca arriba con la cabeza colgando del borde para que chupara de esa manera al fantástico miembro y en tanto, Andrea se instalaba entre sus piernas abiertas para ir introduciendo en forma paulatina, uno, dos, tres dedos a la concha hasta que, sumando a meñique y pulgar plegados a la palma, forzaba a los nudillos a trasponer los esfínteres y él penetraba su boca como a una vagina mientras ella hundía un dedo en su ano, Corina sintió que en el sumun del
placer-dolor de tan magnífico sexo, su amiga hundía toda la mano para plegarla en un puño que la sometía adelante y atrás como un ariete y ella alcanzaba el más exquisito orgasmo de su vida mientras deglutía el lechoso semen del hombre
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