Los 40 años de mi esposa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Siempre tuve la fantasía de ver a mi mujer teniendo relaciones sexuales, tanto lo había maquinado que ya no estaba satisfecho con imaginarla en relaciones como cualquier cornudo voyeur, no, lo mío era en serio, algo más duro, distinto, nada habitual ni normal, quería algo único e irrepetible y pensé en que la oportunidad perfecta sería con el pretexto de una celebración especial e intima para festejar su cumple de cuarenta años, su mejor edad.
Les describo a mi mujercita: es muy hermosa y de estatura media, muy bien formada en su cintura y trasero que está muy bien; tiene una carita con rasgos lindos, atractivos y sensuales, los labios de su boca son rojos, apetecibles, carnosos, perfectamente bien formados, trabajan como una ventosa al besar, los ojos intensos, negros y brillosos; nariz respingada como las muñecas y su cabello es una melena de color negro azabache largo hasta sus hombros y con rizos.
El plan lo armé y tuve que engañar a mi esposa para llevarla a un hotel, me costó mucho convencerla de que colabore conmigo, que se arregle como yo la había imaginado, el asunto era celebrarla pero de una manera especial e inolvidable, al fin la convencí.
La habitación que escogí era elegante, muy discreta para nuestro encuentro, cómoda y decorada con un toque erótico, ligeramente iluminada con luces roja, morada y azul , se olía un aroma a lujuría, tenía una cama grande de 3 puestos lista y en espera de ser desordenada, al centro un tubo para baile y frente a la cama un vidrio panorámico que permitía ver la bañera, al costado una butaca de cuero color rojo muy grande y cómoda.
Pedí que por favor espere sentada en la butaca, ella con aires de diva, vestía un corset negro, con encajes y terciopelo vino, en el pecho una transparencia que dejaba ver casi todo el tamaño de sus senos, que cuando los juntaba se notaba claramente que sus pezones querían ser liberados y anticipaba que nos faltarían manos para cogerlos; por abajo llevaba una tanga tipo hilo dental por atrás, que apenas se notaba los amarres de los cordones en los costados de su derriére, con mínima cantidad de encaje y lentejuelas en el frente que casi no cubría su pubis y que marcaba claramente su rajita.
Su perfume era intenso, sexual, agradable y que daba la entrada a una noche salvaje, me percaté del delicioso olor entre sus senos, su vientre, su tanga y sus muslos, un aroma a mujer sofisticada que invitaba a ser tomada y poseída, estaba preparada para seducir.
Había oído entre burlas con sus amigas que los estríper morenos y trigueños le llamaban la atención por como bailaban y su físico, yo de mi parte pensé en presentarle adicionalmente uno rubio, todo servido para su degustación.
Este juego debía ser lo de conocimiento de los 2 supuestamente, ella no sabía lo que tenía preparado de plato fuerte y su sorpresa era 3 invitados especiales que estaba por recibir. Yo con malicia me encargué de solicitar unos jóvenes, muy atractivos, atléticos, de tipos distintos y eso sí muy vergones, todos con miembros más grandes del tamaño promedio, en la entrevista con ellos pusimos de acuerdo las reglas, el aseo, uso de preservativos, siempre yo tendría la preferencia en cualquier momento, posición o acto que mi esposa lo pidiere y parar si mi esposa o yo decimos basta.
Los tres jóvenes contratados como bailarines eróticos eran altos y muy simpáticos, atléticos y fornidos, uno moreno, otro trigueño y el otro rubio, ella no sabía que acordamos que serían sus amantes por una noche y al mismo tiempo y harían que jamás olvide lo deseable que es, lo preciosa que la consideramos todos los hombres que la conocemos.
Ella los recibió totalmente sorprendida, noté que quería salir huyendo, estaba avergonzada de que la vieran arreglada y maquillada como una puta, me costó trabajo explicarle que había preparado un show privado sólo para ella, se resistía pese a que desconocía mis buenas intensiones, puso todas las excusas para no quedarse casi como negándose a disfrutar esa noche que bien la merecía, con vergüenza de ese festín de hombres, sexo y descontrol, finalmente se tranquilizó y se quedó.
A ellos se les notaba impacientes, locos por demostrar cada uno sus habilidades, cada uno disputándose por ser el primero, ellos sabían que deberían seducirla a como de lugar para luego tomarla, para domarla.
Uno a uno hizo su parte del baile erótico con movimientos muy sensuales, no desaprovechaban para rozar en cada momento sus miembros y boca contra el cuerpo de mi hembra, dejando su aliento en sus muslos, en su escote y todo donde se restregaban.
El primero en iniciar fue el rubio, extranjero, atlético, era el encargado de atenderla desde sus piernas bellas bien formadas y esbeltas, con pantorrillas muy carnudas sedosas y de color blanco perlado, los muslos definidos y tonificados, mientras él bailaba se arrodillaba y empezó a besar sus pies hermosos y suaves, muy bien cuidados, pequeños con unos dedos que apetecen comerlos, sus uñas muy bien pintadas, esos pies que llaman la atención, como de portada; luego pasó a lamer sus zapatos de tacón alto, negros de charol y volado en la punta que dejaba ver los dedos de sus pies que hacían juego entre carne y malla de las medias, desabrochó primero uno y luego otro, besaba sus pies y pasaba la lengua entre sus dedos y la malla de las medias se los metía en la boca, los besaba, los adoraba, masajeaba la planta y el empeine con la punta de la lengua mientras acariciaba con sus manos las pantorrillas y muslos, estaba concentrado, arrodillado como suplicando piedad, adorando el templo que se escondía entre las piernas y no lo podía ver, tan solo olerla, imaginarla. Se les notaba excitados, sus penes grandotes, venosos y súper parados que mojaban su propia ropa en espera de destrozar la intimidad de mi mujer.
El segundo fue el trigueño que en su coreografía tenía la misión de desvestir de la cintura para arriba a la homenajeada que al principio se resistía hasta que le explique lo bueno que sería colaborar con el ambiente de excitación y que como era tan bonita y deseable, como toque picaresco les enseñe sus tremendos senos que siempre fueron su máxima atracción, le convencimos, pero dijo en tono de advertencia …sólo ver, hasta que arrancó el corset, dejó ver sus tetas al aire, redondas grandes y deliciosas, pero estaba arreglado, los chicos se lo merecían, debíamos ganarnos esos senos blancos grandes y redondos, muy sugerentes que apetecen abrazarlos, besarlos y estrujarlos, adorarlos por lo hermosos, siempre pienso que me hace falta tamaño en mis manos para abarcarlos por completo, son el marco para unos pezones grandes y parados, puntiagudos que apuntan hacia arriba rodeados de una areola amplia y rosada, no puedo describir lo hermoso y sexi que se le ven sus tetas cuando las junta al masturbarme con ellas o se pone de perfil cuando se acomoda y veo lo mucho que sobresalen de su cuerpo como si fueran la mejor obra de un cirujano; el trigueño en cambio no demoró en sacar sorpresivamente su miembro, que lo masajeaba sobre las tetas, pude ver que dejaba su señal de líquido en el escote, se movía bailando de arriba abajo, el bailarín paso su pene de un pezón al otro, y con el ritmo de la música de fondo aprovechó, lo paseaba cerca a la cara y el cuello tratando a toda costa de meterlo en la boca.
Vi como mi mujercita comenzaba a sonrojarse, a transpirar y a mojarse los labios, creo que los de ahí abajo también. Casi no podía respirar, se agitaba, estoy seguro que deseaba también tomarlos, tocarlos y disfrutarlos a todos al mismo tiempo, por todos sus huecos, con todos sus sentidos, que no se escape ni un solo poro de ser ensuciado con esa cantidad de líquidos y libido, ella intuía que yo estaba ahí para cuidarla, protegerla pero no para limitar sus ganas, ella en todo momento me seguía con la mirada en espera de alguna señal de aprobación o recriminación a su deseo.
El tercero, la reserva especial fue el moreno, un estríper cubano, musculoso y desafiante, no hacía caso de las reglas de que sólo haría lo que yo ó mi mujer le pidamos, él quería hacer su propia fiesta y tener su propio libreto, me quedé frío, helado de la confusión de celos y perversión, sabía que le llamaba mucho la atención a mi esposa tener a este jóven entre sus piernas dentro de sí desde la boca, en su vagina y quizá en su trasero, no quería perderse un solo detalle de este tipo, la tentación venció, ella no pudo más se acercó al pene gigante del negro, le cogió desde los testículos y pene con sus manos como fiera a la presa, lo atrajo hacia sí y lo gozó, se lo mandó directo a la boca, entraba y salía este miembro como tren en túnel, dejaba mojada su boca con líquido que lo recogía con la lengua, se lo restregaba por la cara mientras todos masajeábamos sus nalgas, vagina, culo y tetas, con su enorme verga le hizo mierda el maquillaje de mi reina porno.
El moreno arrancó la tanga, todos vimos que la vagina estaba mojada, su cosita rica depilada, con unos labios muy carnudos, rosada por dentro, húmeda y olorosa a mujer, el regalo perfecto para un hombre ó en este caso para varios. Por fuera sus labios levemente marcados por la señal del vello púbico que horas antes depiló en su totalidad; por dentro, sus labios menores rosaditos, lindos, mojaditos son la obra maestra de diseño que oculta su perlita, su botoncito el punto máximo de su intimidad, este tipo no pensó dos veces y la penetró, su compañero el rubio se les acercó y se colocó a un lado, se masturbaba con sus senos, ellos la acomadaban para facilitar posiciones mientras la manoseaban, de todas las formas posibles, haciendo que quede su vagina expuesta, estaba roja, hinchada por esta arremetida brutal por el tamaño gigante de la verga cubana, los tres estrujaban sus senos y nalgas, pero no conformes con esto, trataban de abrir su trasero como para meterse en su interior haciéndose paso de cualquier manera y a cualquier costo; ahora los dedos y penes se metían alternadamente en su cosita, primero el moreno, luego el rubio y el trigueño, primero un dedo, luego dos dedos, luego 2 dedos negros y uno blanco. Yo podía ver hasta tres manos distintas en cada teta, las tres bocas en sus pezones que los estiraban, dos de tres cabezas en su pecho dándose el banquete de las mejores tetitas que he conocido, mordían sus muslos, se peleaban entre ellos para meter la lengua en su vagina a fin de conseguir llegar a su clítoris, era una guerra de deseos y besos, agarres en momentos hasta con 8 manos en su cuerpo, tetas y cosita, la festejamos, la ultrajamos.
Luego de casi 2 horas de desenfreno, descargas de semen, cambios de condones, mamadas gemidos de todos, llegó el ansiado final feliz para mí y fue cuando los 3 invitados tomaron de los brazos y de las piernas a mi mujer, la viraron de espaldas sobre la cama mojada, arrastraron como pluma su cuerpo sudoroso hasta el espaldar de la butaca, la subieron y colocaron boca abajo, ella no tenía voluntad, nos estábamos aprovechando, regaron licor de almendras en su espalda y este líquido lubricaba la raja entre sus nalgas que parecía una manzana perfecta muy bien formada y apetitosa, con esto mojaba su ano, lo preparaba para mí, para penetrarlo y dejar establecido que soy y seré su dueño, que lo de hoy fue un regalito de tirar con mi permiso pero que era mía, mi propiedad, mi puta.
Yo estuve todo momento de custodio del tesoro, a veces cerca para que me haga feliz con su mano libre o boca, pasé viendo pasmado y excitado qué lujo de hembra tenía y la disputa entre los invitados para saciarla, hasta que llegó mi momento, yo seguía en mi posición atrás de la butaca, acomodado a su costado derecho , había terminado algunas veces durante el show, puse mi pene en su colita, la mojaba con el licor y saliva, este parecía un anestésico para ella que mezclado con el éxtasis de la situación favorecía el ingreso de mi miembro, ella temblaba, mordía la butaca de cuero, trataba de arañar las piernas, pechos y espaldas de nuestros colaboradores, ellos aprovechaban y la manoseaban, yo insistía en meterla, ambos gemíamos de éxtasis, dolor y pasión, hasta que en pocos minutos fuimos uno solo una vez más pero esta vez estaba ella empalada, su colita fue vencida y desvirgada, ella maldecía por la excitación y el dolor, nos abrazamos los dos y nuestros invitados se dieron cuenta del fin de su visita.
Al final fueron únicamente los ligueros que sujetaban las medias de seda y malla lo que quedaban en su cuerpo sudoroso, perversamente manoseado y utilizado; hacían un contraste entre lo negro del material y lo blanco de su piel, cuando nos quedamos solos nos dimos un beso apasionado, descansamos juntos en la cama que fue testigo de esta orgía y nos prometimos volver a jugar juntos, siempre juntos para protegernos y disfrutarnos.
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