Mi vecino y su hijo se culean a su perrita mascota
Veo todos los días como mi vecino le da rienda suelta a sus deseos sexuales con su perrita Luna, y de como entre a su hijo par que también se la coja. .
Desde mi ventana, puedo ver el patio de don Javier, mi vecino de 39 años. Es un tipo robusto que trabaja en la construcción, de 1.66 metros, con brazos y piernas fuertes, un pecho ancho y un abdomen peludo. Su verga, de 16 cm 🍆, con una cabeza roja y un tronco venoso y negro, es algo que he llegado a conocer bien a través de mis observaciones diarias. Vive con su perrita Cocker Spaniel dorada, Luna, y su relación es… especial. Javier tiene una vida familiar aparentemente normal, con una esposa y dos hijos, pero eso no impide sus encuentros secretos con Luna.
Todos los días, alrededor de las 5 de la tarde, Javier sale al patio con Luna. Ella lo sigue con esa alegría característica de los perros, moviendo la cola y ladrando suavemente. Javier, con una sonrisa en el rostro, se sienta en una silla de plástico y llama a Luna.
«Ven, mi amor, ven aquí,» dice con una voz suave y cariñosa que contrasta con su apariencia ruda.
Luna corre hacia él, y Javier la acaricia con una mano mientras que con la otra, discretamente, se desabrocha el cinturón y baja la cremallera de sus pantalones. Su verga, ya semierecta, salta libre cuando la libera. Luna, confundida al principio, empieza a olfatear y lamer, lo que parece excitar aún más a Javier. 🐶👅🍆
«Así, mi amor, así,» la anima, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás.
Yo, desde mi ventana, observo cómo Luna lame y juega con su verga, mientras Javier la acaricia y le habla con esa voz suave y amorosa. Es una escena extraña, pero hay algo en la forma en que se miran, en la forma en que se tocan, que hace que parezca… correcto.
«Eres la mejor, Luna,» dice Javier, abriendo los ojos y mirando a su perrita con adoración. «Nadie me hace sentir como tú.»
Luna, ajena a mi presencia y a la intensidad del momento, sigue lamiendo y jugando, moviendo la cola felizmente. Javier, con una mano en la cabeza de Luna y la otra en su propia verga, empieza a moverse más rápido, su respiración se acelera y sus músculos se tensan.
«Así, mi amor, así,» repete, su voz ahora más urgente.
Finalmente, con un gemido bajo, Javier llega al clímax, su cuerpo se tensa y se relaja, y Luna lo lame una última vez antes de sentarse a su lado, moviendo la cola y esperando su recompensa.
Javier, con una sonrisa satisfecha, saca un premio de su bolsillo y se lo da a Luna. «Buena chica,» le dice, acariciándola detrás de las orejas.
Yo, desde mi ventana, veo cómo se levantan y entran en la casa, como si nada hubiera pasado. Es una rutina diaria, y aunque al principio me parecía extraña, ahora la espero con una mezcla de curiosidad y… ¿envidia?
Un día, mientras observo, Javier me ve y me saluda con una sonrisa.
«Hola, vecino, ¿cómo estás?» me dice, acercándose a la cerca que separa nuestros patios.
«Hola, Javier, bien, gracias. ¿Y tú?» respondo, tratando de actuar con naturalidad.
«Muy bien, aquí disfrutando de la compañía de mi Luna,» dice, mirando a su perrita con cariño. «¿Te gustan los perros?»
«Sí, me gustan,» respondo, y es verdad.
Pero no puedo evitar sentir una punzada de curiosidad por saber más sobre su relación con Luna.
«Luna ha estado un poco especial últimamente,» dice Javier, riendo. «Ha estado en celo y ha sido todo un desafío mantenerla calmada.»
«Ah, entiendo,» digo, asintiendo. «Debe ser difícil.»
«Sí, pero también tiene sus beneficios,» dice Javier, guiñándome un ojo. «Aprovecho para darle un poco de… atención extra.»
No puedo evitar sonrojarme al imaginar lo que eso significa. Javier se da cuenta y sonríe.
«No te preocupes, vecino, a Luna le encanta,» dice, dándome una palmada en el hombro. «Bueno, te dejo, que tengo que seguir disfrutando de mi tiempo con ella.»
Mientras se aleja, no puedo evitar sentir una mezcla de curiosidad y excitación. Sé que Javier no sabe que lo observo, y si lo supiera, probablemente no le importaría. Para él, Luna es su amor, su compañera, y nada más importa.
Durante los siguientes 15 días, observo cómo Javier aprovecha el celo de Luna para llevar su relación a otro nivel. Al principio, Javier tiene dificultades para penetrar a Luna debido a que su vagina está muy hinchada. Se coloca detrás de ella, sujetándola firmemente por las caderas, y trata de guiar su verga hacia su entrada.
«Vamos, Luna, relájate,» le dice suavemente, tratando de calmarla. 🐶🍑🍆🔥💧
Luna chilla desconsoladamente, su cuerpo tenso y resistente. Javier, paciente, la acaricia y le habla suavemente, tratando de relajarla. Finalmente, con un esfuerzo considerable, logra entrar en ella. Luna chilla nuevamente, pero Javier la sostiene firmemente, moviéndose lentamente al principio, luego con más confianza a medida que Luna se adapta a la intrusión.
«Así, mi amor, así,» le dice, su voz llena de deseo y afecto. «Eres mía, Luna. Solo mía.»
Yo, desde mi ventana, observo cómo se aman, cómo se entrelazan sus cuerpos en un baile primitivo y hermoso. Es una escena que me deja sin aliento, y aunque a veces me siento como un intruso, no puedo evitar sentirme atraído por la intensidad de su conexión.
Javier monta a Luna en diversas posiciones, a veces sobre una manta en el patio, otras contra la pared del garaje. Luna, con sus patitas temblando, acepta cada encuentro con una mezcla de sumisión y placer canino. Javier, siempre atento, se asegura de que Luna esté cómoda y satisfecha, hablándole suavemente y acariciándola mientras se mueven juntos.
«Te sientes bien, mi amor,» le dice, besándola en la cabeza. «Eres mía, y yo soy tuyo.»
La rutina de Javier con Luna se vuelve más frecuente, a veces más de tres veces al día. Siempre aprovecha los momentos en que sus hijos están absortos en sus celulares y su esposa trabajando, asegurándose de que sus encuentros sean privados y especiales.
Un día, mientras Javier y Luna están en medio de uno de sus encuentros, su hijo de 14 años, un adolescente flaco pero atlético llamado Alejandro, sale al patio. Al principio, parece sorprendido, pero rápidamente su expresión cambia a una de curiosidad. Javier, notando la presencia de su hijo, lo llama con una sonrisa.
«Ven, Alejandro, acércate,» dice Javier, su voz suave pero firme.
Alejandro se acerca, sus ojos fijos en la escena frente a él. Javier, sin dejar de moverse, toma a su hijo por los hombros y lo acerca más.
«¿Ves, hijo? Así es como se hace,» le dice, guiando las manos de su hijo hacia Luna. «Primero, la pones en esta posición, así puede relajarse.»
Alejandro, con una mezcla de nerviosismo y excitación, sigue las instrucciones de su padre. Javier le enseña cómo acariciar a Luna, cómo calmarla y prepararla.
«¿Quieres intentar tú? » dice Javier, guiando a su hijo para que se coloque detrás de Luna.
Alejandro apresuradamente se baja sus boxers, con una verga de apenas 12 cm pero peluda debido a la pubertad, se queda parado y con la verga tiesa como un mástil mientras su papá Javier aún está dentro de Luna.
Javier, con esfuerzo, se desabotona de Luna, su verga aún semierecta y brillante por los fluidos de ambos. Le da paso a Alejandro, principio, tiene dificultades, pero con la guía de su padre, finalmente lo logra.
Luna chilla suavemente, pero se relaja rápidamente, moviendo la cola como si disfrutara de la atención
«Así, hijo, así,» anima Javier, observando con orgullo. «Muévete lentamente al principio, y luego con más confianza.»
Alejandro continúa montando a Luna con movimientos cada vez más seguros y confiados. Javier observa, acariciando a Luna y hablándole suavemente, asegurándose de que ambos estén cómodos y satisfechos.
Mientras tanto, de mi lado, yo cuido de mi hermanita 👶🏼🧒🏻 en el patio. Todos los días, alrededor de esta hora, mis padres me dejan a cargo de ella mientras ellos trabajan. Coloco a mi hermanita en su cuna y me siento cerca, observando la escena con una mezcla de curiosidad y excitación. Mientras veo a Javier y Alejandro con Luna, comienzo a masturbarme, mis movimientos sincronizados con los de ellos. Mi verga, de 14 cm, se pone dura y palpitante. Sin pensarlo dos veces, me acerco a la cuna y, con cuidado, saco a mi hermanita. La coloco boca arriba y, con una mezcla de deseo y curiosidad, froto mi verga contra su vaginita, siendo cuidadoso de no penetrarla. El contacto es suave pero intenso, y mi excitación aumenta. Muevo mis caderas rítmicamente, sintiendo el placer build up. Finalmente, con un gemido bajo, eyaculo, mi semen cayendo sobre la carita de mi hermanita, quien duerme ajena a todo, su rostro ahora manchado con mi esencia y con su Conchita hinchada Por la fricción.
Del otro lado del patio, Javier y Alejandro continúan su ritual, ajenos a mi presencia y a todo lo demás, perdidos en su mundo de placer y conexión. Con un gruñido final, ambos eyaculan dentro de Luna, llenándola de su leche, sus cuerpos temblando con el esfuerzo y el placer. Luna, exhausta pero satisfecha, se relaja, su cola moviéndose lentamente mientras ambos hombres se retiran, sonriendo y acariciándola con cariño.
«Buena chica, Luna,» dice Javier, besándola en la cabeza. «Eres la mejor.» 🐶🧔🏻🧒🏻
Y así, día tras día, continúan su extraño y hermoso ritual de amor, ajeno a mi presencia y a todo lo demás.
Increíble y super excitante, sigue con el relato por favor!!