Mi vida con Bastián.
Los gemidos de ella habían llamado la atención de él y había venido a investigar. .
Entramos con Bastián a nuestro hogar, lo conduje a la terraza ya que le encantaba estar en ese sector, lo observé mientras giraba y olisqueaba todos los rincones moviendo su cola. Bastián es mi Labrador Retriver, tiene una camita y sus juguetes en la terraza, ese lugar le pertenece y él lo sabe. Su otro lugar es mi dormitorio, ahí también tiene su camita, pero generalmente hace uso de mi cama King Size y también de mi coño que esta siempre jugoso para él. Eso también le pertenece y él lo sabe.
Me despojé de mi abrigo, colocándolo sobre el espaldar del sofá, también chutee mi calzado alto con taco aguja por ahí cerca. Continué desvistiéndome, abriendo el cierre de mi falda corta y ajustada, para luego desabrochar mi blusa y agregarla a la pila de ropa que estaba metiendo sobre el sofá. Después me fui a mi oficina que tiene una puerta que da al balcón, me senté frente al computador a revisar mis correos. La semana había terminado hoy jueves, ya que había un viernes festivo y yo me había preparado para disfrutar del largo fin de semana.
No encontré nada inusual en mis correos, eliminé unos correos spam y abrí el correo de mi amiga Carolina que en el asunto había escrito “Échale un ojo”, me encontré con varias imágenes de muchachos musculosos posando para la cámara, todos vestían pequeños bañadores, pero por más que puse atención, ninguna de esas fotografías mostraba la presencia de un pene de buen tamaño, ni siquiera en relieve; en eso divisé la cabeza de Bastián que me estaba observando desde la terraza y pensé: “¡Ese … ese sí que es un macho con una polla grande, larga, gruesa y resbaladiza!”. En las últimas fotografías había algunos chicos desnudos, pero con pijas lacias y pequeñas. Pero al mirar tanta pija, mi mente se llenó con imágenes de la polla hermosa de Bastián y comencé a acariciar mi botoncito por sobre mis bragas que comenzaron a humedecerse rápidamente.
No sé si la fragancia de mi coño llegó a la sensible nariz de Bastián. Lo vi mirándome inquieto desde la terraza. Me estaba acercando rápidamente a un poderoso orgasmo, cuando escuché los lamentos de Bastián y los rasguños de sus uñas en la puerta de vidrio, eso me hizo perder la concentración. Un tanto malhumorada fui y le abrí la puerta de la terraza, su nariz apuntaba hacia arriba y olfateaba el aire. Volví a mi silla a continuar con lo que había interrumpido, pero al pasar junto a sofá hice caer mi ropa. Me agaché a recogerla y fui sorprendida por un punto frío sobre mis glúteos y una húmeda lengüeteada desde atrás que barrió mis humedecidas bragas:
—¡Guau, Bastián! … ¿Qué haces? …
—¡Woof! …
Fue su conciso ladrido por respuesta mientras se paraba en sus patas posteriores e intentaba derribarme.
—¡Bastián, por Dios! … ¡Compórtate! …
Le grité un poco nerviosa. Él se paseaba de un lado a otro con su nariz muy levantada, luego vino intempestivamente y metió su nariz en mi entrepierna.
—¡Detente, Bastián! …
Le volví a gritar apartando su cabeza con mi mano, pero él insistía y empujaba su lengua sobre el triangulo empapado de mi tanga.
—¡BASTIÁN! …
Le grité fuerte y lo apunté con mi dedo:
—¿Qué pretendes? … ¡Obedece! … ¡Ahora no! …
Metió su hermosa cola entre sus patas y agachó el lomo. Al ver esto me enternecí con él y me arrodille a acariciar sus mofletes y le dije con una voz suave.
—Lamento haberte gritado, querido … pero tienes que obedecer a mami … no es el momento para lo que tu me quieres hacer … tenemos todo el fin de semana … sé paciente …
Me puse de pie y fui a llenar sus escudillas con agua y alimento, después me fui a mi dormitorio a poner todo en orden, de pasada me llevé mi ropa para meterla en el armario. Entrando a mi cuarto, escuché la señal del WhatsApp, era un mensaje hablado de Carolina, mi amiga del alma: “Antó … llegaré el viernes a las nueve y treinta de la mañana a Pudahuel … no olvides de venir a recogerme … espero verte pronto …” Me sentí feliz de que mi amiga de la universidad viniera a visitarme. No la había visto desde el año pasado. Fue cuando terminé con mi última pareja; ella vino a consolarme de una manera muy íntima. Durante el tiempo de universitarias, ella y yo tuvimos algunas experiencias lésbicas, no nos considerábamos lésbicas porque cada una de nosotras disfrutábamos también con chicos. Yo prefería los chicos, pero Carolina era entusiasta con ambos, solo que a mi me gustaba estar a veces con ella a solas.
Continué hasta mi dormitorio y por el momento arrojé toda la ropa sobre la cama. Me fui a la ducha, me quité la bragas húmedas y mi sostén dejándolos caer al suelo a los pies de mi cama. Traté de pensar a cosas agradables y el maravilloso musculo carnoso de Bastián me pareció una buena manera de meterme bajo el agua y acariciar mi cuerpo, mis senos y mi panocha bañada.
Salí de la ducha secándome mis cabellos con una toalla alrededor de mi cabeza, mi visual era obstruida por la toalla, casi tropecé con Bastián que estaba echado a los pies de mi cama masticando mis bragas mojadas.
—¡Maldición! … ¿Qué haces a mis bragas nuevas? …
Lo miré severamente cuando descubrí que al lado estaban mis medias y sostén mordidos y llenos de baba.
—¡Perro malo! … ¡Tienes suerte de que no son de los caros! …
Le quité las bragas del hocico, recogí las medias, sostén y los boté a la basura.
—¡No sé qué pasa contigo, Bastián! …
Lo tomé de su collar y lo saqué al balcón en castigo. El resto del día pasó sin incidentes.
*****
Esa noche Bastián estaba castigado; no le dejé acercarse a mí. Quería mantenerme y esperar a Carolina. Me senté un rato a la computadora y vi que ella me había enviado un nuevo correo. Eran fotografías de chicos, en realidad, de uno solo, pero él no estaba solo. Las imágenes lo mostraban teniendo sexo con una rubia despampanante, un hermoso cuerpo con inmensas tetas. Me sorprendí porque la rubia se asemejaba mucho a mí. La pareja estaba follando en diferentes posiciones, nada de eso me llamó particularmente la atención, excepto la última foto. La rubia estaba sobre sus manos y rodillas y el chico la estaba follando desde atrás. Mi mano se fue hacia mi sexo y toqué desesperadamente mi rígido clítoris.
Bastián estaba cerca y empujó mí brazo con la nariz. Le di una palmada rápida en la cabeza con mí mano libre sin apartar los ojos de la pantalla. Comencé a encorvarme en mí silla, giré hacia un lado para poder estirar libremente mis largas piernas. Presentía que estaba a las puertas de un orgasmo. Bastián volvió al ataque y se movió entre mis piernas estiradas. Cuando retiré brevemente mi mano de mí coño goteante; Bastián se hizo hacia adelante y pasó su lengua por todo el surco de mí panocha caliente e hinchada.
—¡Oooohhhh! … ¡Nnnnoooo! … ¡Baaastiaaan! …
No alcancé a regañarlo, fui interrumpida por un glorioso orgasmo. Ya no podía retarlo ni luchar contra él, se sentía demasiado bien. Bastián continuó a lamerme durante todo mí orgasmo haciéndome estremecer, mí vientre se hundía y mis tetas tiritaban, me lamió mis muslos que chorreaban; cuando me sentí un poco más repuesta, lo empujé lejos de mí.
—¡Oh, Bastián! … ¿Qué me has hecho? … ¡Te aprovechas porque no puedo resistirte! ….
En realidad, no podía oponerme a él. Una porque pesaba mucho más que yo y luego, bueno, el placer que me proporcionaba era abrumador. Me sentí un poco depravada y presa de la lujuria. Pero inmediatamente me desentendí debido al intenso placer que todavía me hacía temblar. Bastián insistió y avanzó sobre mí clítoris, mi mente estaba contemplando algo más depravado y perverso. Me levanté y paré frente a la magnifica bestia con las piernas bien abiertas. Me di unas palmaditas en el abdomen y utilicé mis dos manos para abrir mi chocho. Su nariz se metió directamente en mi sexo mojado. Su lengua arremangó los pliegues rosados de mi agujerito interior haciendo que mis manos se crisparan y los deditos de mis pies se encorvaran.
—¡Oh, mí Dios! …
Jadee sintiendo su áspera lengua raspando mi clítoris. Mis piernas temblaron y estuve a punto de derrumbarme.
Miré el reloj de mi escritorio, era casi las seis de la mañana y ya estaba más que caliente con los cariñitos de mi amado Bastián. A las nueve debía salir de casa para ir al aeropuerto y recoger a Carolina, había bastante tiempo, ¿Tiempo para qué?
Llevé a Bastián a mi dormitorio y me senté al borde de la cama con las rodillas juntas. Mis piernas temblaban. Bastián se sentó delante de mí y golpeaba la alfombra con su cola a la espera. Entonces abrí mis piernas y Bastián se abalanzó adelante separando mis piernas de par en par. Rápidamente alcanzó mi coño y comenzó a lamerme, su lengua exploraba cada centímetro de mí sexo expuesto y me penetró con ella en busca del manjar que brotaba fluidamente de mi panocha. Me derrumbé en mi cama temblando de excitación, jadee y llore de placer y lujuria e un éxtasis total. Un monstruoso orgasmo me hizo levantar mis piernas y juntar mis muslos, pero él seguía lamiéndome. Mis tetas se habían hinchado y mis pezones los pellizqué para disminuir el ardor y quemazón que los mantenía duros y calientes. Cuando dejé de temblar, tuve que alejarlo de mi hipersensible coño. Todavía me costaba respirar en forma normal. Bastián continuaba a caminar de un lado a otro gimiendo, luego intentó de llegar una vez más a mi coño. Cerré las piernas con fuerza y lo empuje enérgicamente hacia atrás diciéndole:
—¡Alto! … ¡No puedo tomar más de tu lengua! … ¡Detente! …
Me miró como si entendiera y de repente saltó sobre mí, colocó sus patas delanteras sobre la cama y casi me golpea con su cabeza. Mientras lo empujaba para tratar de sacarlo de la cama, sentí algo húmedo y caliente en mi pantorrilla. Era su pija que había salido parcialmente de su peluda funda, presionaba contra mi pierna y arrojaba algunas gotitas y chorritos de cálido pre-semen sobre mi piel. Bastián dio una especie de saltitos y pude apreciar unos diez centímetros de su polla que saltaba bajo su panza peluda, caminó delante de mí y su pene parecía crecer aún más. Mi coño comenzó a arder de deseos por su ariete canino. Entonces pensé que la única solución era yacer con él, él me quería y mi jugoso coño se había calentado pidiendo su polla. Tomé su cabeza y lo besé entre los ojos.
—Creo que quieres lo mismo que yo, ¿eh? …
Su polla había crecido a un atemorizante tamaño, me parecía más grande que nunca. Además, estaba más gordito, toqué mi panocha y palpé con mis dedos mi propia humedad, me cercioré de que mi chochito estuviera listo y me giré apoyando mi torso en mi cama aplastando mis tetas sobre el edredón. Bastián prontamente vino detrás de mí y comenzó a lamerme entre los glúteos, su áspera lengua encontró mi ano y continuó a tratar de meterse en ese minúsculo agujerito, apreté mis nalgas sintiendo un placer enorme, moví mí culo para demostrarle mí aprobación y haciéndole ver que quería ser montada por él. Otra vez pareció comprender todo y me saltó sobre la espalda, sus patas abrazaron mi cintura y lo sentí tironearme hacia su pija, rápidamente tomé sus zampas con una mano para no dejarlo bajarse de mí, ahora lo necesitaba, quería ardientemente su gruesa y larga polla en mí. Comenzó a puntearme con su polla que me golpeaba a ratos los muslos, a ratos mi coño y a ratos mis glúteos, buscaba mi vagina, así que pase una mano por detrás y aferré su gordo pene y lo apunte a mi empapada hendidura. Hábilmente él se dejó guiar por mi mano y cuando sintió la calidez, estrechez y humedad de mi coño, dio un fuerte empujón y me penetró:
—¡Argh! … ¡Ay! … ¡Ummmm! … ¡Hmmmm! …
Me empaló completamente en su poderosa verga, rápidamente agarré una almohada y escondí mí rostro para acallar mis chillidos y gritos al sentirme con mi panocha llena, colmada totalmente con su pija y su bola que ensanchaba mis paredes vaginales inflándose dentro de mí. Apreté las sábanas con mis manos y mordí la almohada gritando de lujuria, su gordo pene de veintidós centímetros estaba enterrado en mí y me hacía enloquecer con una especie de leve dolor e inmenso goce. Quería gritar más fuerte, pero ni un sonido salía de mis labios, solo mis gruñidos y afanosa respiración, en este momento era su perra.
Bastián empujaba a una vertiginosa velocidad su enorme polla dentro de mi coño, era increíble y se sentía increíble. La cabeza de Bastián descansaba sobre mi hombro mientras sus cuartos traseros se continuaban a mover velozmente ensartando mi panocha con su puntiagudo y gordo pene muy profundamente. Resoplidos y guturales sonidos escaparon de mi garganta, me follaba en forma exquisita y salvaje, no lograba alzar mi torso del edredón, él era muy pesado para mí. Sentía que el aire me faltaba, respiré con la boca abierta lanzando gruñidos e ininteligibles palabras que mi mente obnubilada por el goce de la polla más maravillosa del universo lograba en algún modo hilvanar y tratar de expresar:
—¡Ough! … ¡Hmmmm! … ¡Riiico! … ¡Uummff! … ¡Ssiii! … ¡Aaahhh! …
Su polla estaba atorada en mi estrecho anillo vaginal, se había hinchado al máximo y calentaba todo mi coño con su alta temperatura. Me estiraba al limite y la punta de su pija presionaba mi cuello uterino, con su bola del tamaño de una naranja estimulaba demencialmente mi punto “G”. Muy pronto sentí el primer chorro caliente rociando mí útero, había comenzado a correrse, me estaba llenando con su esperma canino. Yo también me corrí sintiendo como me llenaba de semen. Chillé y la almohada amortiguó mi alaridos, no paraba de gritar:
—¡Oh, Siii! … ¡Dámelo todo, Bastián! … ¡Sí, bebito … llena a mami con tu lechita! … ¡Dámela toda amor! …
Bastián ya no empujaba, solo se balanceaba y meneaba sus cuartos traseros levemente. Liberó mis caderas y puso sus patas sobre la cama. Recuperé mi respiración y mis sentidos, pero anudada a la bola de Bastián, mi libido y excitación sexual se mantenían muy altas, de tanto en tanto espasmos orgásmicos estremecían mi cuerpo entero. Esperaba comenzar a sentir el semen de Bastián filtrándose en chorritos fuera de mi vagina, pero su nudo había sellado mi chochito como un corcho en una botella. Pasaron algunos minutos y Bastián se bajo de la cama y al mismo tiempo pasó una de sus patas traseras sobre mi trasero, nos quedamos amarrados culo con culo, sentía que él continuaba a bombear semilla de perrito dentro de mí. Cada vez que se movía me hacía jadear y correrme en tantos mini orgasmos, cuando no explotaba, me bastaba rozar mi clítoris para correrme.
Preocupada miré el reloj del velador, mi visión no era de las mejores, pero pude distinguir que eran casi las seis y treinta de la mañana. Había follado con Bastián por poco más de media hora y llevaba anudada unos diez a quince minutos. Su bola estaba todavía dentro de mí, pero la presión había disminuido, solo su pene se mantenía a estrecho contacto con mi matriz y de vez en cuando podía sentir suaves chorritos de semen vertiéndose dentro de mí, su bola y su polla se estaban encogiendo, pero todavía no podía dejarlo ir pues podría hacerme daño. Estaba exhausta, pero totalmente satisfecha, con los ojos cerrados todavía alucinaba y gozaba con su polla. De pronto escuché un ruido abajo, sentí que Bastián se movió y tiró un poco de mí.
—¡Ouch, nooo! … ¡Bastián quieto! … ¡No te muevas! … ¡Sé un buen chico, quieto! …
Tomé sus patas traseras y lo mantuve pegado a mí sin levantar la cabeza del edredón.
Un momento después volví a escuchar ruidos. Con el silencio de la mañana no podía equivocarme, alguien había ingresado al departamento. Bastián gruño y volvió a tirar, me queje y temblé en otro orgasmo, solo que esta vez cuando cesaron los temblores, me giré y con horror vi a mi amiga Carolina de pie en el umbral de mi dormitorio con los ojos y la boca muy abiertos.
*****
Carolina terminó con sus tareas y canceló una reunión, por lo que decidió irse al aeropuerto y tomar un vuelo más temprano para venir a visitarme. Efectivamente había más de un vuelo a esas horas y se decidió por uno que llegaría un cuarto para las seis. A las seis y veinte estaba aparcando el auto arrendado bajo mi departamento. Sabía que yo estaba en casa y decidió usar sus propias llaves que yo misma le había proporcionado la última vez que me visitó. Tomó su celular para llamarme, pero a mitad de la composición del número, se le ocurrió que era mejor darle la sorpresa y se dirigió a la entrada del edificio. Dejó sus maletas en el auto y tomó el ascensor. Llegó a la puerta del departamento y llamó, pero no hubo respuesta. Sacó de su bolso las llaves y entró, cerrándola en silencio. Suspiros y quejidos venían de mí cuarto, Carolina pensó en sorprenderme follando con algún apuesto chico, y que quizás podría unírsenos. Se quitó sus tacones y caminó descalza hacia la puerta entreabierta. Pero la sorpresa se la llevó ella. Me encontró totalmente desnuda con la parte superior de mí cuerpo sobre la cama, mis rodillas en el suelo y un magnifico ejemplar de Labrador Retriver pegado a mí, culo con culo. Obviamente, supuso que yo estaba en el séptimo cielo escuchándome gemir y temblar lujuriosamente. No sabía si la bestia era amigable o no, por lo que se quedó allí paralizada. El perro gruño y se hizo hacia adelante, haciendo que volviera a gemir y a estremecerme en otro maravilloso orgasmo.
—¡Ouch, nooo! … ¡Bastián quieto! … ¡No te muevas! … ¡Sé un buen chico, quieto! …
La siguiente vez que Bastián gruño, me voltee y me encontré con el rostro de Carolina estupefacto, sus ojos y su boca bien abiertos incrédula e inmóvil. Me ruboricé al reconocer a mí amiga del alma del alma mirándome anudada a Bastián.
—¡OH, DIOS MÍO! … ¡CAROLINA! … ¡Que haces aquí! …
Dije conmocionada y luego enterré mí rostro en las sábanas, no podía mirarla a los ojos con la enorme pija de Bastián aún enterrada profundamente en mí coño. Quería correr a esconderme, enterrarme bajo tierra, pero en mí condición actual era del todo imposible Comencé a llorar descontroladamente. Me sentía destrozada y oculté mí rostro y mis lagrimas bajo mis cabellos. Carolina se sintió terrible al verme llorar, entonces intento calmarme:
—Está bien cariño … no llores …
Dijo entrando a mi dormitorio, sus suaves palabras hicieron que Bastián se tranquilizara y su cola comenzó a menearse y a barrer mi espalda. Carolina vino a sentarse a mi lado.
—¡Sssshhhh! … no llores, cariño … cálmate … no quise hacerte sentir mal …
Me dijo acariciando mis largos cabellos. Entre sollozos le dije:
—Se suponía que no debías verme así … no deberías haberte enterado de esto … ¡Esto es horrible! … debes pensar que soy una persona repugnante y depravada … ¡Uhmm … oooohhhh! …
Respondí gimiendo cuando Bastián se movió y casi me hizo correrme una vez más. Bastián se había volteado hacia la nueva hembra, la observaba y olisqueaba el aire.
—No … no pienso eso … creo que te ves hermosa …
Dijo Carolina mientras mis nalgas temblaban lujuriosamente debido al refriegue de la pija de Bastián en mi estrecho coño. Carolina escudriñaba atentamente mi culo pegado al culo de Bastián. Dejé de sollozar y mire a Carolina a los ojos.
—¿Qué? … ¡Qué dijiste! …
—Que te ves hermosa …
Repitió ella limpiando las lágrimas de mis mejillas.
—¿Cómo puede ser eso? … estoy aquí desnuda y con una pija de perro atorada en mi … tu vienes sorpresivamente y me encuentras en esto … ¿cómo …? …
Bastián volvió a moverse y los espasmos en mi coño volvieron, no pude seguir hablando, solo gemir:
—¡Aaaahhhh! … ¡Hmmmm! … ¡Uhmmm! …
Un orgasmo me hizo esconder mi rostro, no podía contenerme, me ruboricé y ella dijo:
—Eso … justo eso … te ves preciosa … sexy … y … erótica …
Dijo Carolina acariciando mi espalda muy cerca de mi trasero. Se inclinó a mirar mi coño unido a la rojiza polla de Bastián. El nudo de él se había deshinchado, pero no lo suficiente como para salir, ahora pequeños chorros de su semen salían disparados de mi chocho y descendían por mis muslos desnudos. Los labios de mi coño estaban hinchados y ensanchados por la bola de Bastián que luchaba por salir. Carolina movió su mano debajo de nuestros sexos, toco las aterciopeladas bolas de Bastián y luego sentí sus dedos en mi inflamado clítoris, lo que me hizo estremecer en un nuevo vórtice de placer. Estos nuevos espasmos me hicieron moverme y el nudo de Bastián salió disparado de mi cuevita de amor, lo que me hizo gritar por el gozoso final. Me derrumbé sin más fuerzas sobre mi cama. Carolina miró asombrada el torrente de semen saliendo en cascada de mí coño. Bastián solícito vino de inmediato a lamer mis excitados labios, lengüeteando mis pliegues exteriores, hundiendo de cuando en cuando su lengua profundamente en mi conchita. Cuando terminó con mi cuquita, también lamió la alfombra, luego se fue a su camita a lamiscar su polla.
Mientras Bastián me hacía enloquecer, Carolina tomó tiernamente mi mano y me acompañó en esos deliciosos momentos. Me dejé caer agotada y ella me ayudo a subir a la cama, y tiró el edredón sobre mí. Perdida en el limbo del placer y lujuria, me adormecí, Carolina me dio un beso en la cabeza y salió de mi dormitorio para dejarme descansar.
*****
Desperté un tanto desorientada, mi dormitorio estaba en oscuridad con las cortinas cerradas; estaba bajo las sábanas y presentí que algo no andaba bien. ¿Habrá sido un sueño? me pregunté brevemente mientras me alzaba en mis codos, pero sentí la sensibilidad de mi coño después de haber follado con Bastián. El reloj de mi velador señalaba las nueve con diez, era ya tan tarde; tengo que ir a buscar a Carolina al aeropuerto; pero un momento, Carolina estaba conmigo antes de sucumbir al cansancio y relax después de la maratón de sexo con Bastián. Además, escucho la televisión encendida, ¡ella está en casa! ¡Ella me vio! ¡¡Oh, mi Dios!! ¡¡Qué vergüenza!!
Me sentí anonadada y me senté al borde de la cama, me puse la bata de seda hasta las rodillas y caminé por el pasillo. Inmediatamente reconocí los cabellos castaños de Carolina en la parte posterior del sofá, me acerqué y la escuché decir:
—¡Hmmmm! … buen, chico … ¡Qué bien lo haces! …
Carolina estaba rascándole la cabeza a Bastián, cuyo hocico estaba empujando entre sus piernas. La miré asombrada. Ella se había cambiado de vestidos, estaba con una remera sin mangas y pantaloncitos cortos, pero su camiseta estaba arremangada sobre sus senos y sus pantaloncitos estaban apoyado a su lado sobre el diván. Una de sus piernas estaba sobre la mesita de centro y la otra sobre el sofá y Bastián feliz haciendo lo mejor que sabía hacer, devorar el coño lampiño de ella.
—¡CAROLINA! …
Exclamé sin poderme contener. Ella sorprendida, empujó a Bastián hacia atrás.
—¡Oh … ¡Uhm! … Antonieta! … ¡ehm! … ¡yo! … espero no te molestes … yo solo estaba …
No dijo nada más mientras se bajaba la remera a cubrir su sexo bañado por la lengua de Bastián. No sabía como comportarme en ese momento. Ella se acomodó en el extremo del diván en silencio. Nos quedamos calladas sin saber que decir, en eso Bastián volvió a empujar su hocico entre las piernas mojadas de Carolina.
—¡No, perrito! … ¡No! …
Dijo ella apartándolo una vez más. Me quedé en silencio y miré a Bastián que movía la cola sin saber que hacer, luego volvió a meterse entre las piernas de Carolina y ella luchó un poco con él.
—¡No, chico! … ¡Detente! …
—Se llama Bastián … y es muy persistente …
Dije sonriéndole un poco divertida, ella también había sucumbido a la exquisita lengua de mi perro, el cual volvió a empujar otra vez entre los muslos de ella.
—¿Bastián? … ¡Bastián, cálmate! … ¡Basta, Bastián! … ¡Basta! … ¡Siéntate! …
Para su sorpresa, Bastián retrocedió y se sentó expectante frente a ella. Nos miramos y ella dijo:
—¡Oh! … al parecer ese era el comando correcto … lo has entrenado bien …
—No … no lo entrené …
—¿No? … es difícil creer que sea tan obediente … cuando te vi con él pensé que lo habías enseñado …
—Está conmigo desde cachorro … y no lo entrené … solo que las cosas se dieron en modo espontaneo … comenzaron a suceder y no pude resistirme … primero solo caricias … y bueno … después de modo del todo natural nos fuimos acercando cada vez más … hasta que sucedió aquello … bueno … lo que viste en mi dormitorio …
Le dije cabizbaja. Ella no me dijo nada y yo agregué:
—… entonces te encuentro a ti con Bastián entre tus piernas … ¿Cómo sucedió eso? …
—Bueno … una vez que te metí a la cama, fui a buscar mis cosas y me acomodé en la habitación de huéspedes … no pude sacar de mi cabeza lo que había visto … estaba tan caliente que mis bragas se mojaron … Bastián me seguía por todos lados molestándome … me buscaba … bueno, tú sabes … seguramente olfateaba mis jugos … logré alejarlo y vine a cambiarme para estar más cómoda … me puse esta polera sin mangas y mis shorts … luego vine a mirar la televisión … Bastián no me dejaba tranquila … finalmente cedí a sus persistentes avances y … bueno … luego llegaste tú …
Carolina abrió sus brazos y yo me acerqué a abrazarla, ella es mi mejor amiga. Luego me dijo que mi secreto estaba seguro con ella, sería una cosa nuestras como tantas otras que habíamos compartido juntas. Después me explicó el porqué había llegado tan temprano y otros detalles triviales de su viaje. Estábamos abrazadas estrechamente y nuestros senos se aplastaban separados solo por su remera y mi delgada bata, nos quedamos en silencio abrazadas y sintiendo nuestros cálidos cuerpos. La estreché aún más y la besé en los labios, ella sacó su lengua y me devolvió apasionadamente el beso y nos enfrascamos en esa tibia y húmeda caricia de nuestras bocas. La mano de Carolina se metió bajo mi bata y encontró mi sexo todavía húmedo, retrocedí repentinamente, mi coño estaba super sensible e irritado después de haber estado con Bastián. Me miró un tanto extrañada, entonces le dije a modo de explicación:
—Lo siento … pero estoy todavía muy delicada y sensible allí … bueno … tu sabes … Bastián es fornido … largo y grueso …
—¡Oh! … ¡Qué pena! … estaba pensando que podríamos … ¡uhm! …
En eso Carolina fue interrumpida por el ruido de la cola de Bastián sobre la alfombra y unos lastimeros gemidos; miramos ambas a mi perro, su polla rojiza comenzaba a asomarse de su peluda funda. Nos volvimos a mirar y le pregunté:
—Creo que está listo para jugar de nuevo … ¿Cuántos orgasmos te dio antes de que yo los interrumpiera? …
—Bueno … cuando entraste íbamos a por el segundo …
Entonces vino lo increíble. Carolina se volvió a Bastián y separando sus piernas lo llamó:
—Ven, chico grande … ven …
Dijo golpeando su monte de venus enrojecido y mojado; un segundo después, Bastián estaba entre sus piernas empujando su hocico y adentrando su lengua en su coño apretado y bañado. Carolina emitió un audible gemido mientras mi perro la penetraba con su lengua, su mano se estiró y agarró mi muslo, me incliné sobre ella y levanté su remera por sobre sus hermosos, gordos y redondos senos, atrapé uno de sus pezones en mis labios y el otro entre mis dedos, comenzando a chupar sus esplendidas tetas.
En breve, el cuerpo de Carolina se puso rígido y vino sacudido de un violento orgasmo. Bastián continuó a devorar su coño enardecidamente lamiendo el abundante néctar que emanaba del chocho de ella, esto provocó que Carolina se sacudiera con espasmos de placer retorciéndose sobre el diván, luego repentinamente Bastián dejó de lamerla y se echó gimiendo a sus pies. Carolina se dio unas palmaditas sobre su sexo y Bastián vino a lamer su coño una vez más, pero luego desistió y comenzó a caminar de un lado a otro gimiendo, me di cuenta de que su polla estaba casi por entera fuera de su funda y se lo hice notar a Carolina:
—Mira … creo que quiere mucho más que lamerte …
—¡Oh! … creo que tienes razón …
La tomé de la mano y le dije:
—Ven … pongámonos más cómodas en mi dormitorio …
Caminamos de la mano hacia mi cuarto con Bastián siguiéndonos animosamente. Me subí a mi cama y esperé a ver que haría ella. Miró a Bastián y luego me dijo:
—Voy a hacerlo como lo hiciste tú …
Y se arrodilló al borde de mi cama con su torso sobre el edredón. Bastián se había sentado expectante. Puso un codo sobre la cama y por encima del hombro miro a Bastián. Mi perro estaba caminando detrás de ella, no había tratado de montarla ni de lamerla. Carolina se dio unas palmaditas sobre su nalga y Bastián se acercó con su hocico directo a los labios apretados de Carolina. Ella gimió profundamente cuando la áspera lengua perruna separó y empujó la labia mojada de la vagina de Carolina hacia los costados y se insertó en su húmeda cavidad rosada. Su coño estaba goteando. Ella apoyó su rostro sobre el edredón y con ambas manos se abrió los glúteos permitiendo a Bastián de barrer su ojete anal con su ávida lengua, gimió empujando su culito hacia el hocico del perro. Bastián continuó a lamerla y prepararla para el coito inter-especies. Las nalgas de ella comenzaron a tiritar cuando su clímax comenzó a hacerse sentir, pero antes de que ella se corriera, Bastián dio un salto sobre ella y la montó. Sus poderosas zampas la atenazaron alrededor de su cintura y comenzaron a tirarla hacia su pija dando golpes a diestra y siniestra tratando de centrar su coño, viendo la dificultad en que se encontraba Bastián sin poder encajar su polla en la panocha de Carolina, le dije:
—Abre más tus rodillas … levanta más tu culo …
La punta de la polla de Bastián entró y salió haciéndola gemir, pero ahora la altura era la adecuada y Bastián dio golpes cortitos y encontró el objetivo. La tiró con fuerza hacia atrás y varias pulgadas penetraron el coño apretado de ella. Bastián sabía que estaba dentro de ella y con un par de fuertes embestidas, la penetro con todo; hasta su bola que todavía no se hinchaba:
—¡Ouch! … ¡Ay! … ¡Mierddd! … ¡Diablos! … ¡qué grande! …
Bastián deslizó en forma prepotente su polla con fuerza y rapidez, hasta que sus bolas peludas golpearon los labios enrojecidos de Carolina. Ella chilló y gritó al correrse en forma apabullante, levantó un poco su torso para apretar sus tetas y estaba con sus ojos cerrados, mostrando un rostro desfigurado por la lujuria y el placer, los nervios de su cuello eran visibles notoriamente, con su espalda encorvada y las manos crispadas arrugando el edredón. Un tsunami de olas orgásmicas la golpeaban una detrás de otra y los orgasmos la hacían convulsionar con tiritones en todo su cuerpo, especialmente sus tetas y su glúteos que no cesaban de temblar. Cada oleada orgásmica venía acompañada de chillidos y gritos.
—¡Oh, Dios! … ¡Oh, Dios! … ¡Uh! … ¡Uh! … ¡Uh! … y sigue creciendo … ¡Uh! … ¡Uh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Dios mío! …
Carolina volvió a gritar cuando Bastián tiro y su nudo se atoró firmemente en el coño de ella, llenándola por completo. La violencia de las embestidas se redujo, pero la velocidad de ellos aumentó. Bastián follaba el coño de Carolina a toda velocidad, ella había parado de gritar, pero escondió su lujuria en una almohada que le acerqué. Le estaba sucediendo lo mismo que a mí unas pocas horas antes. El fuego entre mis piernas se había hecho insoportable y mi coño ardía de deseos; todo conflicto moral ahora había desaparecido totalmente de mi mente.
—¡Ooohhh! … ¡Dios mío! … Se está corriendo en mí … ¡Aaaahhhh! … ¡Ummmm! … ¡Ah! … ¡Ah! … ¡Ah! …
Gritó Carolina casi en sollozos cuando sintió el semen de Bastián llenando su matriz. Yo estaba recostada a su lado masajeando y pellizcando mis senos mientras la miraba con cierta envidia como se corría con la polla de mi Bastián. Me tomó de un brazo y me atrajo hacia ella, me beso apasionadamente, nuestras lenguas se enrollaron y retorcieron con placer, interrumpió el beso para gritar cada uno de sus orgasmos y luego continuamos besándonos.
Finalmente, Bastián aflojó su agarre y se paró en sus patas sobre el edredón, respiraba afanosamente con la mitad de su lengua fuera del hocico, para mí se veía realmente hermoso, un macho orgulloso de sus perras humanas; luego se apoyó en el suelo y paso una de sus patas traseras sobre las nalgas de Carolina, terminando para quedar atado a ella culo con culo. Repetía lo que había hecho conmigo. Su nudo se retorció dentro el coño de Carolina haciéndola estremecerse y tener otras olas espasmódicas de orgasmo cuando estimulaba su punto “G” y, el placer de ella aumentaba a cada minuto que ella sentía el bombeo de esperma perruno dentro de su útero, por último, exclamó.
—Estoy siendo llenada toda … parezco un globo de agua humano …
Me acerqué y besé a Carolina, acaricié sus maravillosos senos y luego apreté los míos. Los orgasmos de Carolina eran innumerables. Bastián tentaba de vez en cuando de despegarse del coño de Carolina, toda vez que tironeaba, ella chillaba y daba golpecitos con sus pies en la alfombra y gritaba con su cuerpo convulsionando en orgasmos repetidos. Me aproximé al trasero de Carolina para verificar que ella estaba totalmente atada a la polla de Bastián y rocé su clítoris con mis dedos. Carolina tembló toda y le ofrecí mi boca, ella se unió a mis labios resoplando y jadeando mientras yo la hacía acabar en manera soberbia con las yemas de mis dedos.
Continuamos a besarnos por un poco de tiempo, luego Bastián se liberó del apretado coño de Carolina. No había durado tanto tiempo con ella como lo había hecho conmigo, pero ella no se quejaba. Bastián lamió la mezcla de fluidos que salían de su coño, luego relamió la alfombra, en fin, se fue a un ángulo a limpiar su propio pene.
Carolina gateó sobre la cama y se derrumbo encima de las almohadas, se volteó sobre su espalda jadeando. Me acurruqué a su lado y acaricie su cálida piel restregándome con mi cuerpo al de ella mientras Carolina trataba de recuperarse de tanta concupiscencia vivida y de los numerosos orgasmos que Bastián le hizo sentir al follarla de esa salvaje manera.
—¡Oh! … Bastián es maravilloso … un amante sensacional …
—Sí … él cambió mi mundo … nunca pensé en tener sexo con él … hasta que me demostró lo que puede hacer con su lengua … me volvió loca … el sexo con él es fabuloso …
—Definitivamente está acostumbrado a satisfacer a una mujer … y lo hace muy bien …
—¿Cómo puedes decir eso? …
—Porque no es el primer perro que he conocido …
—¿Cómo? … tu … ¿Tu ya habías tenido alguna experiencia anterior? …
Me quedé estupefacta, no podía imaginar que Carolina tuviese alguna experiencia canina anterior. La conocía desde la escuela primaria y nos hicimos amigas a mitad de nuestra enseñanza secundaria. Durante la universidad nos acostamos juntas algunas veces. Creía saber todo de ella, pero no era así. Ella me estaba sorprendiendo con esta revelación.
—Bueno … no es gran cosa … ¿Te acuerdas de mi pastor alemán … Micky? …
—Sí … pero él era ya viejito …
—Sí … solo que él estaba totalmente activo … y cuando yo tenía doce o trece años … él me lamió sorpresivamente mientras estaba en la piscina y mis padre no estaban en casa …
Así Carolina comenzó a narrar su encuentro con Micky:
*****
Ella estaba en la piscina de su casa a solas con Micky, él estaba royendo un hueso bajo el ciruelo y Carolina estiró una gran toalla sobre la tumbona y se recostó a tomar un baño de sol vestida solo con un pequeño bikini amarillo.
Micky vino sin que ella se percatara y le dio un baboso lengüetazo en su rostro:
—¡Ay! Micky … ¡Que asco! … ¿Qué haces? … ¡Hueles a hueso! …
Lo empujó y el perro se fue otra vez bajo el ciruelo. Carolina limpio su rostro y miró al perro que se había recostado sobre el césped y lamía su gigantesca polla. Mientras miraba a Micky lengüetear animadamente su enorme pene rojizo y brilloso, ella deslizó sus dedos bajo el bikini y comenzó a tocar su chocho que rápidamente se mojó excitadamente. Presa de la vergüenza, se levantó y se zambullo en el agua fría para enfriar su ardoroso coño, pero el fuego que ella sentía entre sus piernas no podía ser apagado ni con toda el agua de la piscina. Se tumbó a orilla de la alberca y comenzó a darse un desahogo con sus dedos, cuando estaba a punto de correrse, Micky vino y le dio otro lengüetazo en su rostro:
—¡Por Dios, Micky! … ¡Déjame tranquila! … ¡Qué animal más estúpido! …
Los gemidos de ella habían llamado la atención de él y había venido a investigar. Carolina interrumpió su cachonda actividad y se sentó junto al perro limpiando su mejilla. Pero no estaba enojada con él, ella amaba la naturaleza juguetona de su mascota y sabía que siempre la protegería. Se sentía segura con él. Le rascó entre las orejas y Micky puso su cabeza sobre su vientre, olisqueando lo que ella tenía entre sus piernas.
—¡Oh, no! … ¡No puedes hacer eso, Micky! …
El perro ladeó su cabeza y comenzó a lamer sobre su bikini:
—¡No, Micky! …
Gritó Carolina alejándolo con fuerza, pero su persistencia era admirable y ese roce tan cercano a su coño en llamas la convenció que debía terminar lo que había empezado o se volvería loca. Rápidamente se levantó y fue a recoger su toalla y, para hacerlo se inclinó, momento que Micky aprovecho de darle un largo lengüetazo desde atrás haciéndola dar un respingo.
¡Hey! …
Micky se alejó al sentir la repentina reacción de ella. Pero Carolina se había estremecido sintiendo la larga, áspera y húmeda lengua de su mascota lamiendo el interno de sus muslos. Sintió en principio vergüenza y asco, pero también sintió las contracciones de su coño humedecido. Se preguntó porque él la hacía sentirse así. Carolina entró en casa y se fue directamente a su cuarto, se sentó en su cama, mientras los jugos de su coño habían comenzado a mojar su bikini y su coño caliente la mantenía cachonda como nunca. Reflexiono con el dilema moral que le hacía sentir ese contacto cercano con Micky y decidió que una ducha terminaría enfriando su coño y limpiaría de su mente todos esos pensamientos obscenos y lascivos que la circundaban.
Después de secarse Carolina se puso a investigar sobre perros y chicas. La ducha había limpiado su cuerpo, pero no su mente. Muy pronto encontró un sinfín de lugares donde explorar sobre el tema. Muchos relatos. Muchas fotos y videos de mujeres teniendo sexo con animales en todo tipo de posiciones. No solo perros, pero ella se interesó solo del lado canino de esta nueva perversión suya.
Las imágenes eran muy explicitas y cachondas; agredieron sus sentidos y su coño se empapó rápidamente haciéndola sentir repulsiva. Se encontró buscando a los que tenían perros dando satisfacción oral a las chicas. Las miradas de éxtasis en sus rostros y los gritos de placer pronto derribaron su resistencia moral. Pero luego vio a una mujer joven mamando a un pastor alemán antes de que éste la montara y la follara sobre el césped a la luz del día. Sintió una enorme excitación, algo así como un avalancha de deseos. Sin pensarlo dos veces alcanzó su humedecido sexo y comenzó a trabajar con sus deditos en su surco mojado y su clítoris rígido, en segundo se corrió con un vendaval de jugos y convulsiones orgásmicas deliciosas.
La intensidad de su orgasmo la sorprendió, tanto que casi deja caer su computadora al piso. El torrente que emanó de su coño terminó empapando la toalla en la cual estaba sentada. Cuando se recuperó, nuevamente sintió sentimientos de culpa, pero esta vez estos pasaron rápidamente. Ahora se sentía curiosa y quería descubrir si Micky era capaz de hacer lo que hacían los perros de los videos. Leyó algunos artículos sobre el “Cómo hacerlo”, luego se desnudó completamente, se puso solo una bata hasta la rodilla y bajó las escaleras en busca de su mascota. Salió al jardín y llamó:
—¡Micky! … ¡Micky! …
El perro corrió a sus llamados, ella lo hizo entrar y el perro meneaba su cola contento y saltaba alrededor de ella. Micky estaba emocionado y olisqueaba el aire siguiéndola a corta distancia. Una vez en su dormitorio, Carolina cerró la puerta y mientras él deambulaba por la habitación inquieto, ella cubrió su cama con una gruesa toalla. Micky se acercó a la toalla y olfateó el lugar donde ella había estado sentada, incluso sacó su lengua para lamer la toalla con la fragancia íntima de ella. Carolina se quitó la toalla y quedo totalmente desnuda, luego se recostó sobre la toalla. Inmediatamente recibió unos lengüetazos en sus muslos y después sobre su coño mojado. Jadeó ante la sensación de la cálida lengua del perro paseándose sobre su estrecho surco bañado.
—¡Ummmm! … ¡Eres un tesoro! … ¡Me gustas mucho más ahora! …
Extendió sus piernas lo más que pudo manteniéndolas abiertas para su peludo amante canino. Podía sentir varios centímetros de su lengua penetrando su chocho inundado de fluidos sabrosos, luego lengüeteaba su surco, pasando a rozar su culo estrecho y apretado, jamás nadie había besado su culo antes de Micky, abrió un poco más sus nalgas para él y casi se desmayó cuando esa lengua incansable lleno de cálida saliva su clítoris. Carolina comenzó a temblar, sus enormes tetas tiritaban y tuvo a aplastarlas con una mano, presionando sus pezones que parecían estallar. Su nuevo orgasmo llegó violentamente, empujó su pelvis contra el hocico de su mascota, aferró su cabeza y presiono su labia vaginal que le pedía a gritos más y más de esa lengua invasora. Arqueo su espalda empujando sus senos hacia las alturas y se rindió apretando sus muslos y encogiéndose sobre la cama en una posición fetal. Micky la seguía insistentemente, pero ahora solo podía lamer su culo, su panocha estaba escondida entre sus muslos y una mano protegía su clítoris que tiritaba haciéndola sentir escalofriantes espasmos de placer.
—¡Oh, Dios! … ¡Oh, Jesús! … ¡Padre mío! … ¡Ssssiiii! … ¡Que padre, Dios mío! …
Por varios minutos, Carolina se quedó jadeando sobre su cama, agotada y eufórica por tanto placer, nada ni nadie la había hecho sentirse así. Micky finalmente la dejo estar y se echó en un rincón quejándose, al parecer rezongaba al no haber tenido más de ese sabroso coño de ella. Finalmente, Carolina se levantó apoyada en sus codos y lo miró, ¡Increíble! Micky lengüeteaba unos centímetros de su polla y esta era gruesa como un salamín italiano, solo se veían unos diez centímetros de esa pija rojiza y gordota. Ella, amante de los penes enormes se preguntó, ¿Cuánto más estará escondido en esa vaina peluda? Su último novio tenía un pene muy grande, pero esto que estaba viendo bajo la panza de Micky parecía ser mucho más grande, una polla poderosa, ¡ciertamente apetitosa!.
Rápidamente se dejó caer al piso y gateo hasta llegar al lado de su perro, esto la estaba poniendo muy cachonda otra vez. Amorosamente le rascó la cabeza y acarició sus orejas, los ojos de Micky eran de adoración. Poco a poco fue acercando su mano hacía ese gigantesco pene de perrito. Una vez que llegó a su funda, su mano envolvió el peludo estuche que guardaba esa arma poderosa, sintió la tibieza y consistencia, estaba duro y gordo, su mano no alcanzaba a rodear esa envoltura peluda. Sin duda estaba tan caliente como ella, esa polla se sentía bien en su mano. Comenzó a mover su mano atrás y adelante, poco a poco salieron otros diez centímetros de polla. Era realmente grandiosa y grande esta pija. Micky se levantó y comenzó a mover sus cuartos traseros y Carolina se entusiasmó y se sintió enamorada de esa tremenda polla:
—¡Oh, querido perrito! … ¡Estás follando mi mano! … ¡Mmmmm! … ¡Que rico que es eso! … ¡Y qué gruesito tu adorable pene! … ¡Oh, sigue creciendo! …
Los embistes de Micky se hicieron cada vez más violentos y su pija creció cada vez más grande. La palma de su mano, su muñeca y su brazo comenzaron a cubrirse de lechita de perrito muy caliente. Carolina no cabía en sí de su calentura y orgullo por haber hecho crecer la polla de Micky a medidas colosales. De seguro más de veinticinco centímetros y la parte más gruesa era como su muñeca, más atrás una parte que parecía crecer aún más todavía y, hacia la punta, se iba gradualmente haciendo más puntiagudo. El coño de Carolina parecía hervir de deseos sintiendo las contracciones de su vagina casi al mismo ritmo de las pulsaciones de ese tremendo órgano perruno en su pequeña mano. Pensó: ¿Cómo se sentiría esta maravilla de la naturaleza en mi coño? ¿Estará mi pequeño coñito apto y capaz de albergar este mastodonte de pene?
Con cierta cautela lo soltó repentinamente, Micky lamió un par de veces su polla goteante y comenzó a rondarla dando pequeños saltitos a su alrededor tratando de empujarla y hacerla que adoptara una posición apta para poder follar ese coño del cual emanaba tan delicioso aroma y sabor. La empujó hasta hacerla caer de rodillas, ella se arrastró hasta el diván y apoyó su torso en eso. Entonces Micky le salto sobre su espalda y ella sintió el peso que la inmovilizaba sobre el sofá aplastando sus senos contra el mueble, luego sintió las poderosas zampas de él que la envolvían alrededor de la cintura; también sintió en sus nalgas y piernas las gotas de pre semen que rezumaban de la pija enorme que se balanceaba y punzaba entre sus glúteos.
Después de muchos saltos y embistes desperdiciados, Micky se bajó de la espalda de ella un tanto desencantado, gimió y volvió a lamerla, pero Carolina iba por el otro placer que se bamboleaba hinchado bajo la panza de Micky, lo aferró con su mano y lo masturbó hasta que él comenzó a follar su mano otra vez. Luego volvió a su posición abriendo más sus rodillas y levantando su culo en modo invitante, tal como había visto en los videos, pasó una mano entre sus piernas y cuando Micky volvió a saltar sobre ella, tocó su pene e hizo camino con sus dedos hacia su coño. En dos segundos Micky la empaló haciéndola enderezar su espalda, fue violento y con una mezcla de dolor y placer su chocho acogió al invasor. Se estiró y se estiró, nunca había tenido nada tan grande dentro de su vagina, cuando la bola de Micky la penetró, Carolina lanzó un alarido y su coño se contrajo no permitiendo al enorme pene de volver a salir. La bola hinchada de Micky y el coño ajustado de ella quedaron unidos y nada al mundo iba a hacer salir ese pene de las profundidades de su panocha.
Carolina se estremeció atemorizada al sentir la polla de Micky que parecía continuar a crecer dentro de ella. Estaba anudada a esa mole de carne caliente que empujaba a una velocidad vertiginosa sus paredes vaginales. Era el pene más duro, caliente y grande que haya acomodado su coño. A momentos se sintió preocupada, pero eso no duro mucho. Sus tetas temblaron, su pierna derecha se estiró un poco hacia atrás y se sacudió, sus nalgas tiritaban. Se estaba corriendo sin siquiera darse cuenta, su cuerpo respondía por si solo a la estimulación salvaje a su punto G. Cerró sus ojos y se entregó a la lujuria y placer que la estaba llevando Micky. Su agujero cremoso estaba colmado de polla y la espasmódicas olas orgásmicas parecían no terminar jamás.
—¡Oh, Dios! … ¡Oh, Dios! … ¡Oh, Dios! …
Lloró sin poder contener sus convulsiones, los orgasmos se sucedían uno detrás de otro.
—¡Sí! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! …
Chilló con sus manos encrespadas, los vellos de toda su sensible piel erizados y ella parecía perdida en el limbo de goce y placer que partía de su coño y se expandía por todo su cuerpo. Creyó morir cuando sintió un desbordado rio de semen llenando todos los recovecos de su vagina, Micky estaba depositando sus chorros de esperma hirviente dentro de su delicada y acogedora conchita. En forma automática las manos de ella aferraron sus nalgas y abrió su sexo al máximo aceptando que él la llenara toda, quería ser impregnada por esos espermatozoos perrunos que nadaban hacia su ovulo.
*****
—¿Entonces Micky te anudó? …
Pregunté restregando mi dedito en medio a mis enrojecidos labios vaginales.
—¡Oh, sí! … y desde ese día me folló muchas veces más … me dejaba un poco adolorida y cansada … pero con una sonrisa de oreja a oreja … totalmente satisfecha y deseosa de volver a tenerlo en mí …
Me acerqué a Carolina restregando mis senos protuberantes en su brazo y la besé, ella me devolvió el beso abrazándome y mientras me empujaba hacia atrás, se subió sobre mí y sentí su pierna separando mis piernas, luego su ingle empujando sobre mi pelvis, nuestros coños se acariciaban gozosos y comenzó un fin de semana inolvidable con ella y Bastián.
FIN
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