Miguel,Lucía y Virginia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
MIGUEL, LUCIA Y VIRGINIA
Miguel estaba realmente sorprendido por el tamaño y factura de esa casa de la que siempre le contara su mujer, pero a la que no suponía tan importante.
Recorriéndola externamente, se congratulo por haberse ofrecido en su empresa para cubrir ese puesto de gerente en Córdoba y de que su cuñada no pusiera dificultades en que ellos ocuparan en la casa el lugar que les correspondía por herencia, ya que a la muerte de sus suegros dos años atrás en un accidente, conformes con su departamento y sus trabajos en Buenos Aires, la pareja había consentido en que la hermana mayor de Lucía siguiera ocupándola.
En realidad, Miguel apenas si conocía a esa familia que viniera de la mano de Lucía y no de la mejor manera, puesto que sus suegros nunca habían estado conformes con su corto noviazgo y el rápido desenlace en el matrimonio del que sólo se enteraran por un llamado telefónico de su hija una vez consumado; si bien era cierto que un poco de razón les cabía, tampoco era motivo como para que ni siquiera intentaran establecer una cordial relación cuando ya todo era irremediable y, por otra parte, como Miguel no ambicionaba bienes o riquezas ajenos, sólo era feliz con esa deliciosa criatura de veintitrés años que era su mujer y la familia le importaba un bledo.
Claro que ahora la situación había cambiado y pudiendo aprovechar vivir en esa ciudad nueva en medio de las comodidades que les proponía esa mansión, había alegrado a la pareja y también a su hermana Virginia que, cinco años mayor, los recibiera con una cariñosa espontaneidad hasta exagerada hacia esa hermana díscola a quien no veía desde que se fuera a Buenos Aires cinco años atrás y a ese cuñado del que desconocía todo; como fuera, lo cierto era que estaban allí y siguiendo con el recorrido a la casa, se adentró en esos salones de techo abovedado en que la arquitectura francesa lucía en plenitud.
Deambulando al azar, subió las escaleras para encontrar un amplio recinto al que daban cinco o seis puertas que imaginó pertenecerían a diferentes dormitorios y mientras admiraba las exquisitas molduras y ornamentos, escuchó que desde uno de aquellos surgía el sonido de voces femeninas y presumiendo que se trataban de su mujer y su cuñada, se acercó a la puerta, pero cuando iba a entrar, el tono de las palabras lo hizo detenerse; no era que hubiera un matiz de reyerta o enojo, pero el casi bisbiseo poseía un hondo contenido de reproche y así fue como pudo distinguir que su mujer echaba en cara a Vicky se la causa de su alejamiento de la casa después de lo que sucediera entre ellas y como esta, no sólo le suplicaba que la perdonara por lo que le hiciera sino que le endilgaba ser la causa de su soltería por aquello.
A pesar de esa serie de acusaciones, reproches y rabietas casi infantiles, no había en las voces un enojo real y sí en cambio, se entremezclaban los tonos mimosos con los de una picardía cómplice y cuando él se animó a espiar a través de la rendija de una de las dos puertas entreabiertas, vio como las hermanas estaban paradas frente a frente y en tanto Vicky ahora la reprendía cariñosamente por las porquerías que debía de realizar en la cama con aquel muchacho tan simpático – él -, deslizaba por su corta melena unos dedos gráciles en una caricia que nada tenía de fraterna; sin ninguna convicción aparente, Lucy le suplicaba que no volviera a reiniciar aquello que las obligara a separarse pero sus ojos angustiados de cachorro desvalido denotaban que opinaba todo lo contrario y cuando los dedos se deslizaron a su espalda hasta recalar en la zona lumbar para luego atraerla hacia sí, bajando la vista con falso pudor, se dejó arrastrar hasta que los cuerpos se rozaron.
En esos cinco años, Miguel había conocido a la bestia sexual que habitaba en su mujer y cómo, no sólo se había prestado gustosamente a las más retorcidas prácticas que le propusiera sino que ella misma aportaba lascivas ideas de las que ahora comprendía su origen; a los treinta años, ya nada lo sorprendía en las mujeres y habiendo él mismo elucubrado en algún momento verla sosteniendo sexo con otra mujer o componer un trío, se dijo que el momento parecía haber llegado y de la forma más grata, ya que una relación de ese tipo podía presuponer una convivencia más que satisfactoria para los tres.
A todo eso, ya las manos de las dos se prodigaban por sobre la ropa en todo el cuerpo y cuando finalmente las hábiles de la mujer mayor comenzaron a desprender la liviana blusa de su hermana, las de esta no le fueron en zaga para buscar en la cintura de Vicky el broche que sujetaba la amplia pollera acampanada; no había en ellas esas urgencias características de la calentura febril, sino que demostraban los años que tal vez lo practicaran por la paciencia casi maligna con que sabían encontrar los huecos y resquicios por el que no sólo buscaban la sujeción de las prendas sino que a la vez se prodigaban en la caricia.
Sus bocas de las que escapaban susurradas promesas, jadeaban visiblemente y cuando aun estaban enredadas con lazos y botones, el ansia las hizo aproximar sus caras para que las bocas se buscaran en exquisitos roces de los labios que no se concretaban en besos pero sí en juguetones toqueteos de sus lenguas; con desatar el lazo que ajustaba a la cintura la blusa portafolio de su hermana, Lucy dejó en evidencia la ausencia total de sujeción alguna y un par de sorprendentes tetas quedó a la vista golosa de su cuñado.
Evidentemente manipulados, pero para bien, los senos eran un esplendoroso exponente de la estatuaria, ya que como si hubieran sido escrupulosamente esculpidos, tenían el tamaño justo para ser grandes pero sin convertirse en pesados, con una comba exquisita que no los dejaba caer cobre el abdomen y en la parte superior una inquietante consistencia gelatinosa que se magnificaba con el inevitable bamboleo; capítulo aparte merecía su vértice, donde las amarronadas aureolas se extendían generosamente y estaban pobladas anárquicamente por numerosos quistes sebáceos de distinto tamaño para destacar la prominencia de los pezones que, oscuramente corrugados y con una ovalada punta rosada, lucían largos y gruesos.
Aunque seguramente los conocía más que sobradamente, Lucy pareció sobrecogerse por ese aspecto y llevando sus dedos a recorrerlos con amorosas caricias, dejó que blandamente que su hermana terminara de despojarla de la blusa y el corpiño; las que ella llamaba cariñosamente sus “tetitas”, diferían de las de Vicky por su aspecto pero no por su peso pero su forma de pera las hacía parecer más largas, especialmente por las aureolas que, lisas y pulidas, se alzaban como un cono que imitaba a otro diminuto seno y su fino y puntiagudo pezón hacía más notable la divergencia.
A Miguel siempre lo habían calentado las tetas de su mujer desde el primer día que las viera y otro tanto parecía sucederle a su hermana, ya que acercándola con sus manos por los brazos, hizo que los pezones se rozaran y cuando Lucy dejó escapar un ansioso gemido de pasión, ejerció una cierta presión al tiempo que meneaba suavemente el torso en forma circular, con lo que los cuatro senos se frotaran y estregaron apretadamente; asiéndose al cuello de Vicky con las dos manos, la más joven también se comprometió en los restregones pero anunciándole físicamente su calentura, proyectó la pelvis para que buscara la de su hermana en provocativa imitación a una cópula.
Echándose hacia atrás mientras dejaba descansar sus manos sobre los hombros de Lucy, Vicky la imitó y para Miguel fue alucinante ver a esas dos hermosos mujeres, altas, delgadas y esbeltas pero con la redondeces donde debían estar, estregarse con firmeza pero con una lentitud que exasperaba mientras se miraban a los ajos como hipnotizadas y de sus bocas surgían pequeños quejidos, que en su mujer se incrementaron cuando la hermana mayor fue descendiendo con las manos por el pecho hasta arribar a la masa conmovida de los senos para acariciarlos casi con devoción y ante el aumento de sus jadeos, comenzar a sobarlos con delicada porfía.
Ya Lucy expresaba su excitación no solo por los jadeos que exhalaba entre los dientes apretados, sino en el meneo copulatorio que daba a su pelvis con inocultable intención, cosa que interpretó cabalmente su hermana al ir descendiendo con todo el cuerpo para que la boca auxiliara a las manos; si dicen que la función hace al órgano, la boca de Vicky, seguramente a causa de su utilización exclusiva como instrumento para procurarse y procurar placer, estaba condicionada cual un mecanismo perfecto y cuando sus labios tomaron posesión de la parte alta del pecho, descubriendo con su sensitiva parte interior la variedad del sarpullido ruboroso que cubría el pecho de su hermana, Lucy gimió en un hondo suspiro al sentir recuperadas aquellas sensaciones de las que disfrutara desde los trece años hasta los dieciocho, sufriendo como un desgarro la incomprensión de sus padres y el consiguiente exilio porteño.
Aunque Miguel se esforzara en haber modificado su desviación hacia las mujeres y hacerla ejecutar con infatigable entrega actos que rayaban en la lascivia y la ignominia hasta el punto de acceder al casamiento casi exclusivamente para no verse privada de transitar esas exquisitas regiones del goce más perverso para poder disfrutarlo con tanto entusiasmo que la llevara a comportamientos vergonzantes, nunca había podido reemplazar ni desviar de su mente las sensaciones y placeres que le procurara su hermana con la que conseguía una simbiótica fusión física y psíquica.
Conciente de que su marido estaba en la casa pero sobrepasada por aquel reencuentro con su verdadero sexo, alentó a su hermana a profundizar la relación y sintiendo otra vez esa lengua inolvidable trazar surcos de placer sobre los senos en círculos concéntricos que finalmente la llevarían a la cima, disfrutó como nunca de los chupeteos de los labios enjugando la saliva y en tanto aguardaba la feliz reunión de esa boca con el vértice, se regocijó con los apretujones de la mano en el otro.
Ver infernal tremolar de la lengua de su cuñada sobre las tetas apasionó a Miguel, quien observó como esta mandaba la otra mano en perezoso descenso hasta la caderas y desde allí, siguiendo el trazado curvo de la elástica cintura de la bombacha, ir introduciéndose bajo ella para rascar la alfombrita velluda de Lucy antes de tomar contacto con el clítoris, al que superó rápidamente para hacer que los dedos se hundieran en la profundidad de la vulva en insidioso frotar a la encrespada carnosidad de los labios menores.
Lucy se sacudía como azogada y apoyándose en la cómoda que tenía a sus espaldas se aferró fuertemente con las manos al borde y alentó a su hermana en jadeante pedido a bajar con la boca a la entrepierna al tiempo que abría las piernas invitadoramente con esa lubricidad que sólo dejaba aflorar ante ella; aceptando el convite, las manos de Vicky volvieron a subir a los pechos y en tanto los aprisionaba entre los dedos en cansino estrujar, fue conduciendo la boca hacia el surco entre los abdominales.
En un juego que alienaba a Lucy por esa morosidad irritante que la impacientaba, labios y lengua se prodigaron en un lento descenso a lo largo del torso y, al llegar al ombligo, tras abrevar en el hueco impregnado por la transpiración, recorrió traviesa la comba del bajo vientre de lado a lado hasta que se le hizo insoslayable el tobogán en que se sumía mas allá; con remolona inquietud, la lengua picó en la puntilla del borde y la prepotencia de la fragancia que brotaba del sexo la hizo transitar sobre la fina tela para que allí se le unieran los labios en succionantes chupeteos a la humedad que ya empapaba la prenda.
En medio de insistentes sí, Lucy se mordía los labios para no expresar su ansiedad y sacudía minimamente la pelvis en imitada cópula que su hermana interpretó cabalmente al iniciar el descenso hacia el vértice; ya las manos habían dejado de sobar los senos y acudiendo en ayuda de la boca que seguía su descenso en hondas chupadas a la tela empapada de la trusa sin refuerzo, los dedos se introdujeron por el elástico superior para ir bajándolo lentamente.
Los labios ejecutaban verdaderas bocanadas sobre el sexo del que ya no la separaba más que la nada de la tela, logrando que Vicky pudiera sentir la carnosidad de los labios de la vulva y ante la constante incitación de su hermana, los dedos acortaron la distancia para que la prenda descendiera hasta los muslos, dejando al descubierto el sexo oscurecido de Lucy; seducida por aquello de lo que no disfrutaba desde hacía cinco años después de haberlo gozado desde su afloramiento adolescente, Vicky empaló la lengua para deslizarla desde el Monte de Venus hasta el mismo agujero vaginal y paladeando la manifestación líquida que rezumaba, reinició el camino ascendente, repitiendo esa operación en medio de los gorgoritos nerviosamente alborozados de su hermana, hasta que las ansias por cebarse en aquellas carnes con las que fantaseaba cada vez que se masturbaba o mantenía relaciones con otras mujeres, la hicieron llevar los pulgares de ambas manos a separar los labios mayores.
Casi con lágrimas en los ojos, contempló arrobada tanta belleza y haciendo tremolar la lengua, la hizo recorrer inquisitiva los frunces arrepollados de los labios menores que parecían haberse desarrollado aun más desde su alejamiento, con esas tonalidades tan particulares en Lucy que iban desde la palidez cerúlea en su base hasta el ennegrecido violáceo en los bordes; degustando angurrienta aquel sabor único que, cómo en todas las mujeres difería de una a otra, su psique incontinente la llevó al mismo instante en que a los trece años realizara lo mismo en aquella vulva que sólo era una rendija en la entrepierna de la pequeña que se agitaba temerosamente inquieta bajo la presión de su cuerpo adulto sometiéndola a un obligado sesenta y nueve en la oscuridad de la noche.
Tras esa violación inicial de la que la chiquilina disfrutara tal como si lo estuviera esperando y de la cual el desvirgue sólo dejara huellas físicas con su mínimo sangrado, accediendo con gustoso entusiasmo a sus progresivas exigencias, Lucy había demostrado que tal vez las inclinaciones lésbicas de Vicky – quien no despreciaba el sexo con hombres porque en definitiva le hacían las mismas cosas – podían ser genéticas, y en los cinco años en que vivieran sumergidas en ese mundo tan particular de la homosexualidad entre hermanas en que noche a noche se prodigaban en darse mutuo placer, la muchachita había devenido en una espléndida mujer que en la oscuridad de su mente elucubraba tales o mayores perversiones que su mentora y seguramente esa libertad de creerse impunemente solas y a salvo en la burbuja de su habitación, fuera lo que las llevara a protagonizar un obsceno y vergonzoso acople en una violenta sodomía que ella ejerciera sobre Lucy con la utilización inaugural de un consolador-arnés, para ser descubierta s por sus padres.
Reviviendo los estentóreos chillidos dolorosamente entusiastas de su hermana mientras ella la culeaba como a una perra, mezclados con el llanto escandalizado de su madre y los golpes iracundos de su padre para que cesaran en la cópula en la que se encontraban inmersas como en un trance; la vista del sexo la volvió a la realidad con una contundencia que la hizo hundir la lengua para reconocer nuevamente la perlada superficie del óvalo y otra vez los pellejitos que rodeaban la dilatada apertura de la uretra la tentaron a fustigarla y notando de Lucy mantenía en ese punto aquella sensibilidad que la llevara a acceder a los máximos apremios sexuales por la forma que esta sacudía la pelvis en mínimo coito, subió hasta donde el manojo epidérmico del prepucio ocultaba al clítoris para descubrirlo con insistentes lengüetazos.
La conocida punta ovalada pujando por debajo de la membrana traslúcida que la ocultaba, la sumió más en la remembranza y haciendo que la lengua escarbara debajo del capuchón, la azotó casi con malevolencia al ver cómo Lucy la alentaba entre ayes y jadeos a chuparle todo el sexo; impresionando a su cuñado por la fortaleza que habitaba ese cuerpo grácil y elegante, la vio levantarse y acercándose a su mujer, colocar las manos por debajo de los glúteos de Lucy y alzarla contra sí.
Sosteniéndola de esa manera y cuando su mujer se abrazó a ella fuertemente por la nuca al darse cuenta de su intención, se dio vuelta para transitar los dos pasos que las separaban de la cama y dejándose caer sobre su hermana porque esta se mantenía estrechamente asida, rodaron hacia el centro del amplio lecho para luego incorporarse arrodilladas; enfrentadas y expresando en sus rostros una felicidad tal que las hacía resplandecer, se sacaron lentamente las bombachas sin desviar las miradas como en un acto litúrgico.
Cuando finalmente sus entrepiernas se mostraron desnudas, extendieron las manos para acariciar el cuello de la otra y lentamente, fueron arrimando las cabezas hasta que los labios comenzaron a rozarse pero sin concretar el beso y así juguetearon en simulados picoteos en los que esporádicamente las lenguas salían para buscar a la otra, mientras las manos se entrecruzaban en procura de los senos que acariciaban y sobaban con una dulzura inimaginable hasta que el deseo loco que las habitaba convirtió la ternura en un tipo de cólera controlada por la que los dedos pellizcaban cruelmente los pezones y en medio de jadeos doloridos en los que se alentaban recíprocamente a más entre besos violentos en los mezclaban sus salivas, los envolvieron entre índices y pulgares para comenzar a restregarlos entre ellos para, finalmente, retorcerlos sin piedad ante los gemidos que expresaban el goce que les proporcionaba semejante suplicio que pareció llegar a su exacerbación al clavar malévolamente los filos de las uñas en las mamas.
Con las cabeza apoyadas en el hueco entre el hombro y el cuello de la otra y todavía acezando sin aliento después de esa precoz eyaculación, se dejaron estar con los ojos cerrados hasta que Vicky llevó su mano a la entrepierna de su hermana para rascar suavemente el plumoncito velludo que parecía señalar la ubicación del clítoris e imitándola como para señalarle lo que anhelaba, Lucy deslizó sus dedos por la pulida superficie del depilado Monte de Venus con igual intención; era como si el tiempo no hubiera transcurrido y esa fuera otra noche de locura en las que se prodigaban hasta el cansancio cuando sus padres no estaban en la casa y fregando sin contemplaciones al clítoris de la otra, se trenzaron otra vez en una masturbación que tenía otro destino final.
Haciendo que una de sus piernas se ubicara entre las abiertas de Vicky, Lucy propició que los cuerpos se acercaran más aun y así abrazadas, hicieron que los dedos frotaran diligentes los frunces de los labios menores para después tomarlos con pulgar e índice y lubricados por los jugos que ya brotaban de la vagina, estregarlos entre sí; una de las cosas que maravillaban a Miguel de su mujer era su multiplicidad orgásmica por la cual y sin poderlos contener, era capaz de alcanzar tantas eyaculaciones como él le exigiera.
Por su iniciación, esa parecía ser una de aquellas ocasiones y notando como las mujeres iban acomodándose para que las manos alcanzaran sus sexos, se dijo que esa noche iba a iniciarse una nueva relación entre las Vicky, Lucy y él que les permitiría a los tres vivir en un continuo mundo de placer y dándole razón, vio como su cuñada llevaba su mano hasta perderse dentro de la vulva de Lucy y como esta, imitándola, se prodigaba en cansinos frotes de su mano a los labios menores de Vicky; en una mezcla de burla y crueldad, entre risueñas y gimoteantes, se endilgaban mutuamente ser capaces de realizar las perversidades más viles e infamantes al tiempo que multiplicaban la actividad de los dedos en sañudos restregones, hasta que esforzándose en los empellones con que se restregaban, hicieron que los dedos se perdieran dentro de las vaginas.
Aquella era una de las tantas formas en que se contentaran años atrás y así como los tres dedos de Vicky hurgaban en el conducto vaginal en un exquisito rascado en forma semi circular por el meneo de la muñeca, los de Lucy buscaron en la abovedad parte anterior aquella callosidad que ella sabía enloquecía a su hermana de placer y, encontrándola fácilmente tras tanto tiempo de manipularla, se esmeró para hacerle alcanzar la forma almendrada que le placía frotar; era fascinante contemplar a esas dos bellas mujeres confundidas en aquel lúbrico abrazo que ponía en evidencia el nivel de su incontinencia y, cuando Vicky hizo un esfuerzo en descender aun más sin desprenderse del abrazo para buscar con dos dedos empapados de mucosas el cerrado agujero anal, asintiendo fogosamente con todas sus fuerzas, Lucy sintió como estos la sometían a una deliciosa sodomía.
Tras varios minutos del alienante acople, Miguel escuchó como su mujer proclamaba el próximo advenimiento de otra acabada y exigiéndole a su hermana que la llevara prontamente a conseguirla, se afanó en la vagina de Vicky hasta que ambas, halagándose recíprocamente por sus habilidades manuales, fueron como desmigajándose sobre la cama.
Sus cuerpos magníficos, se estremecían agitados y fue Vicky quien pronto superó el momentáneo sopor; levantándose, hurgó en un cajón de la cómoda en busca del aquel arnés que utilizara en aquella noche fatídica y que no volviera a emplear con ninguna de sus ocasionales amantes posteriores; el asombrado Miguel miraba absorto a aquella hermosa mujer, alta, longilínea, de espléndidos pechos y sólidas ancas, convertirse en una especie de fauno-efebo merced a esas tiras con que envolvía la entrepierna.
El nunca había visto más que los consoladores manuales y aquel falo que surgía de una copilla de plástico al frente del artefacto, no sólo tenía una similitud increíble con uno verdadero, sino que excedía a cualquier imaginación en su largo y grosor; viendo a Vicky abrirse de piernas para acomodar mejor las tiras de surgían de la parte baja ciñendo sus nalgas, comprobó que eso le permitía mantener descubiertos a sexo y ano, cosa que aceleró sus fantasías.
Entretanto, Vicky había vuelto a acostarse, pero esa vez lo hizo para formar la famosa “cucharita” con su hermana; abrazándola desde atrás, restregó sus generosas tetas por la espalda de la muchacha y mientras aquella aceptaba mimosa la caricia estrechándose más contra ella, buscó con una mano las nalgas para sobarlas tiernamente a la par que la incitaba a ir encogiendo la pierna y cuando Lucy respondió en un reflejo condicionado, con la misma mano condujo la verga a restregar la vulva todavía mojada por la acabada.
El tamaño del glande avergonzaba a Miguel, pero su mujer, como si el roce la hiciera recuperar algo perdido, meneó suavemente la grupa y ella misma colaboró para que el fenomenal falo la fuera socavando; eso no quería decir que su tránsito no le fuera doloroso en esa vagina que se había comprimido con los años, pero encogiendo más la pierna para facilitarle la entrada, en medio de ayes y gemidos que brotaban de su boca mezclados con fervientes asentimientos, sintió como aquella maravillosa verga habitaba nuevamente su sexo y la trasgresión al cuello uterino que ella extrañaba tanto y que recibió con gorgoritos de felicidad, marcó el comienzo del movimiento de su hermana en un cadencioso coito que fue exacerbándolas a las dos.
Fuera de sí por volver a sentir al estupendo artefacto dentro de ella, se revolvió y con el torso boca arriba, pasó la pierna por encima de su hermana para ejercer un fuerte meneo de las caderas y abriendo entonces exageradamente las dos piernas, extendió las manos para invitarla a encajarse sobre ella; esa debía ser una práctica largamente utilizada por las hermanas, porque, sin sacar el miembro de la vagina; Vicky se inclinó para quedar sobre Lucy y apoyada en los codos a cada lado del cuerpo, comenzó a sobar reciamente los senos con las manos a la vez que ejercía con las caderas un movimiento basculante que hacía penetrar la verga hasta sentirla estrellándose en el fondo.
Tomándole el rostro entre las manos y en tanto la azuzaba a chuparle los senos mientras la penetraba con las expresiones más groseramente vulgares, Lucy enganchó las piernas en los muslos de su hermana y apoyando los talones en las imponentes nalgas, incrementó el vaivén copulatorio, yendo ella al encuentro del falo y en tanto aquella hacía chasquear las carnes por la intensidad del coito, comenzó a chupetearle los senos al mismo tiempo que los estrujaba rudamente con los dedos; enloquecida por el roce infernal de semejante verga pero gozándolo como desde hacía mucho no lo hacía, los corcovos de Lucy se hicieron salvajes y de su boca escapaba un ronco imperativo para que su hermana la poseyera aun con más fuerza.
Y esta no la defraudó, ya que le tomó las piernas y alzándolas entrecruzadas para que el roce todavía fuera más intenso, lo poseyó así durante unos momentos más en que la mas joven, con el rostro abotagado y las venas del cuello apunto de estallar por el esfuerzo, le pedía más y más; entonces, tras sacar el falo monstruoso del sexo, fue bajándole las piernas para hacerla dar vuelta y apoyada en las rodillas, fue separándoselas con la colaboración de Lucy que, sabiendo lo que se avecinaba, restregaba los senos contra la ropa de cama mientras elevaba invitadoramente la grupa; alucinada por esa boca alienígena que permanecía dilatada tras semejante penetración, Vicky volvió a tomar el falo empapado por las espesas mucosas y apoyando una mano en la zona lumbar de la muchacha, lo embocó en la vagina para luego ir penetrándola morosamente, volviendo a arrancar exclamaciones dolorosamente regocijadas en su hermana.
Para Miguel era emocionante ver a su mujer siendo sometida desde atrás en la más primitiva de las posiciones por la espléndida belleza que era su cuñada, quien, en esa postura, parecía mimetizarse con los legendarios machos cabríos sometiendo a las ninfas mitológicas y asida con ambas manos a las caderas, se daba impulso para que en cada rempujón, el choque fuera más conmovedor e hiciera prorrumpir en agradecidas exclamaciones de placer a su hermana; es que la misma Lucy no daba crédito a estar viviendo esa felicidad y animada porque su cuerpo volvía a adaptarse para disfrutar con el tremendo volumen de la verga, extendía una mano por debajo del cuerpo para alcanzar al clítoris inflamado por semejante fricción y restregándolo entre dos dedos, alcanzaba inefables niveles de goce.
Sólo el sonido de sus quejidos y bramidos, junto al chas-chas acuoso de las carnes estrellándose, llenaron por unos momentos el cuarto hasta que el ánimo exacerbado por la pasión de Lucy, le hizo reclamarle aquello por lo que su hermana extrañara por años; dejando caer una abundante cantidad de saliva en la hendidura entre las nalgas y tras separárselas con ambas manos que rápidamente fueron reemplazadas por las de Lucy, apoyó la verga portentosa contra los esfínteres anales y, muy lentamente fue empujando.
El ronco bramido sufriente de la muchacha, a partir de que Miguel viera como el tronco se iba introduciendo al recto, fue transformándose paulatinamente en sollozos y el grito fue elevándose hasta el nivel del alarido cuando todo el falo estuvo dentro y, al iniciar Vicky un suave retroceso para dar comienzo a una verdadera sodomía, en medio de lágrimas, llanto y risas, Lucy expresó en hipantes palabras el contento de sentirse sometida de esa manera y la instó a no cejar hasta hacerle alcanzar un verdadero orgasmo y, en ese trajín, hamacándose una y balanceándose la otra, se perdieron en la plenitud de la culeada hasta que expresaron a un tiempo la llegada de su alivio y tras cuatro o cinco remezones violentos, se desplomaron juntas en la cama.
Luego de ver a las dos mujeres entregadas a esos acoples de una manera tan bestial y convencido que, aunque se dejaran llevar por la pasión, tenían clara conciencia de su presencia en la casa y no podía haber ignorado el escándalo de llantos, gritos y maldiciones con que expresaron sin recato el placer que obtenían al someter y ser sometidas, Miguel decidió concretar lo que imaginara viéndola y, desnudándose totalmente, se dirigió a la cama en la que las dos hermanas yacían reposando una frente a la otra.
Quien no las hubiera visto, no podría suponer que esas dos hermosas jóvenes que expresaban una calmada dulzura en sus rostros y que sumidas en la modorra letárgica del orgasmo, pudieran albergar en su mente la desquiciada incontinencia que las habitaba; justamente, no queriendo modificar nada en ellas, Miguel primero se reclinó junto a su mujer y acariciándola con ternura, consiguió que Lucy, aun sin reaccionar del todo, recibiera con gruñidos complacidos sus manos sobando delicadamente los senos, pero al preguntarle si quería que jugaran un rato, ahora sí plenamente conciente, ella le susurró que sólo si Vicky participaba y haciéndole un lugar en el medio, permitió que Miguel se instalara entre las dos.
Evidentemente, Vicky había salido de su sopor y en tanto él buscaba angurriento la boca de su mujer, la sintió aplastando su cuerpo al suyo y al tiempo que cruzaba una larga pierna sobre su muslo, acariciándole el vientre co delicada avidez, fue descendiendo hasta hurgar en la mata velluda para después tomar contacto con la verga tumefacta; urgido en el beso a Lucy, había instalado una mano sobre uno de los senos y el contacto de la mano de su cuñada con el miembro le hizo comprender que las mujeres seguramente lo superarían en malicia e incrementando el manoseo a las tetas junto a malignos picoteos de los dedos a las mamas, sintió los dedos de la otra mujer, acariciando, comprimiendo y sacudiendo a la verga en una indudable preparación para masturbarla.
Encantado por cómo se daban las cosas, inició un premioso juego con la lengua a para incitarla a hacer lo mismo y cuando su mujer se le prendió a la nuca en clara aceptación del desafío, comprobó que Vicky se había escurrido hacia abajo y con la punta de la lengua tremolante fustigaba al proyecto de falo; Lucy también manejaba la lengua con eficiente lascivia y ahora, aparte de los lengüetazas, envolvía individualmente sus labios para chuparlos y tirar de ellos, pero al ver cómo su hermana sostenía la verga alzada para que labios y lengua se cebaran en las carnes en procura del endurecimiento, le dijo a su marido que ya iba a ver de lo que eran capaces de hacer juntas, tras lo cual, se deshizo de sus brazos para colocarse arrodillada frente a su hermana.
Más allá de sus relaciones lésbicas, ellas habían tenido relaciones con hombres a distintas edades y circunstancias y cada una sabía qué hacer; en un acuerdo tácito, pusieron sus cabezas una a cada lado del pene y con las mejillas apoyadas en las ingles de Miguel, fueron turnándose en lerdas succiones a la verga y tanto Lucy lamía y chupaba al glande que de a poco iba tomando consistencia, como Vicky se esmeraba con la lengua de arriba abajo del tronco mientras sus dedos excitaban al arrugado escroto de los testículos.
A pesar de su experiencia, Miguel jamás había tenido sexo con dos mujeres juntas y apoyándose en los codos, miraba con satisfacción como las hermanas se manifestaban con la misma libidinosidad desprejuiciada de unas prostitutas y habiendo conseguido que la verga fuera deviniendo en un falo que, sin ser desmedido, tenía sus particularidades, fueron alternándose en aquello de meterlo en sus bocas hasta el mismo fondo para luego ir retirándolo con profundas succiones al tiempo que acompañaban el vaivén con la recia masturbación de los dedos; aun siendo distintas sus bocas, los labios poseían una virtud semejante por la que se hacían maleables y de esa manera rodeaban al tronco con las cabezas inclinadas para luego ir subiendo chupeteándolo hasta que, después de exceder al glande, unirse en sonoros besos en los que mezclaban sus salivas y los jugos masculinos.
A Miguel se le hacía mentira que esas dos hermosas mujeres estuvieran proporcionándole tanto placer, ya que no se contentaban con las chupadas y la masturbación de los dedos sino que las manos incursionaban por los testículos y más allá aun, con algunos dedos que se aventuraban traviesos en la rendija para estimular aviesamente los esfínteres del ano; toda esa delicia se prolongo unos momentos más, hasta que Vicky se levantó para colocarse ahorcajada sobre su cara al tiempo que le pedía le hiciera un sexo oral completo.
La grupa de su cuñada era alucinante, ya que a las nalgas poderosas, redondas y prominentes, destacaban por esa misma condición la profundidad de la hendidura que las separaba y sí, allí donde morían, la insoslayable presencia del palpitante agujero de la vagina hacía ver como la tentadora vulva entreabría los labios mayores, dejando percibir los rosados frunces del interior; Miguel esperaba que sus habilidades orales contentaran a esa mujer que estaba acostumbrada a practicar el sexo oral casi con exclusividad y suponía que asiduamente, pero la condición de esos glúteos que superaban en todo a los de su mujer, lo tentó a iniciar el juego con lo que habitualmente ejecutaba en el final y separando con los pulgares esos flancos que imitaban a un precipicio, encontró en el fondo la sima pulida que lucía más por la piel oscurecida a causa del constante frotar.
Sorprendido de su propia angurria, hundió la boca y con la lengua tremolante fue recorriendo la lisura del fondo hasta arribar a su objetivo, que se presentaba como un profundo cráter que él suponía dilatado por las sodomías; sin embargo y cuando la lengua vibrante como la de un reptil rozó el borde de ese embudo carneo, Vicky expresó su satisfacción por la abierta aprobación en la que le pedía la chupara mejor.
A todo eso, Lucy, que estaba encantada porque su marido quisiera formar parte de ese sexo loco, no quería desaprovechar la erección del falo y acaballándose sobre él, lo guió con los dedos hasta alojarlo en la boca de la vagina y flexionando las rodillas para alzarse lo más posible, se dejó caer con todo el peso del cuerpo hasta sentir con la vulva se estrellaba contra la mata velluda y la verga llegaba casi hasta la cervical; junto con tan feliz sensación, vio como su hermana, tras aprobar la actividad de Miguel, se enderezaba para aferrarla por los hombros y aproximándola a ella, comenzaba a besarla de aquella manera profunda que la obnubilaba.
Tras estimular insistentemente al ano, la lengua de Miguel fue introduciéndose a la tripa que se abría generosamente a su paso y cuando luego de encerrarla entre los dientes para mantener su rigidez, comenzó a darle un corto vaivén, los angustiosos pedidos de su cuñada para que también la chupara con los labios, la hizo obedecerla y aplicando la boca como una ventosa al tiempo que la lengua se movía adentro, escuchó complacido los asentimientos de la mujer y empezó a degustar el sabor extraño pero no desagradable de las mucosas intestinales.
Las mujeres alternaban la profundidad de los besos con tiernos arrumacos mimosos pero ya no se conformaron con eso, sino que las manos deambulaban por los senos en cariñosos apretujones que las calentaron más todavía y por eso, mientras Lucy iniciaba una verdadera cabalgata al falo, subiendo y bajando con vigor, Vicky arqueó más la cintura para que fuera el sexo el que ocupara el lugar sobre la boca y roncamente estimuló a su cuñado a chuparla y penetrarla con los dedos.
Las flatulencias de la vagina, sumadas a los aromas naturales del cuerpo y los restos de la acabada, incitaron a Miguel para abrir con dos dedos los labios mayores de la vulva; aunque todos los sexo femeninos puedan parecer iguales, cada uno es singular y en el caso de Vicky, la diferencia notable con el de su hermana entusiasmó al hombre; los tejidos interiores formaban una especie de puntilla que se fruncía y retorcía con tanta profusión que ocultaban el hueco del óvalo y cuando, sin dejar de separar los mayores con los índices, el pulgar de Miguel los apartó, la brillantez rosáceo-nacarada lo alienó, ya que el huequito de la uretra, casi pegado a la generosa boca cavernosa de la vagina pero tapado por delicados pellejos lo tentaba y proyectando la lengua tremolante, lo azuzó enérgicamente, sintiendo el gusto ácido de la orina.
La pasión de las mujeres le dificultaba las cosas, ya que mientras su mujer se mecía sobre la verga adelante y atrás, arriba y abajo, reforzándolo con nerviosos meneos a los costados, provocados seguramente por los recios apretujones de su hermana a los senos en los que clavaba inmisericorde los dedos, esta también ejecutaba un pequeño meneo que le costaba acompañar con la boca; sin embargo, se las arregló para alcanzar el largo clítoris de su cuñada y en tanto lo sumía en la boca para chuparlo a la vez que la lengua lo empujaba contra el filo de los dientes, introdujo a la vagina a índice y mayor unidos.
Eufórica por la actividad de boca y dedos, Vicky lo alentaba a seguir con mayor empeño y entonces él sumo otro al sexo para hacerlos rebuscar sobre las mucosas en intenso rascado al tiempo que el pulgar de la otra mano iba introduciéndose al ano; ahora sí, todos parecían haber conseguido su objetivo y la cadencia necesaria y en esa maravillosa cópula se entretuvieron unos momentos hasta que y propiciado por su cuñada, las mujeres cambiaron de lugar y mientras Miguel sentía la caldosa temperatura del sexo de Vicky envolviendo su verga, la conocida geografía del de su mujer se la ofreció generosamente empapado por los jugos provocados por el coito reciente.
Aquello era más propio de una saturnal nigromántica que de una relación, aunque antinatural e impropia, entre parientes en la provinciana tarde cordobesa, pero los tres parecían habitados por seres oscuros y perversos que les hacían brindarse y someter simultáneamente a los demás a los más depravados actos y por eso, durante largo rato en que las mujeres se cuidaron de hacer eyacular al hombre pero si obteniendo ellas unas tan cortas como potentes acabadas, era fantástico el espectáculo de esos cuerpo jóvenes y fuertes entregarse hasta con encono a satisfacerse satisfaciendo a los otros, hasta que cuando era la segunda ronda de esa cabalgata de sexo y mientras Vicky galopaba entusiasmada sobre la castigada verga de su cuñado a la espera de otra acabada suya, Lucy se salió de él para colocarse tras de su hermana y empujándole el torso hacia delante, ocasión que Miguel aprovechó para seguir con la tarea de macerarle las tetas, se inclinó sobre ella, descargando una andanada de besos y chupeteos en la zona lumbar de Vicky al tiempo que le envolvía los muslos acariciante y llevaba sus dedos hacia adelante a escarbar en las ingles.
Apoyándose en las manos puestas junto al torso de Miguel, esta disfrutaba tanto de los besuqueos y los manoseos de su hermana a las ingles, como de los estrujamientos del hombre a los pechos y del deslizarse de la verga en su sexo, cuando Lucy se escurrió hacia la hendidura y separándole las nalgas, llevó la lengua tremolante justo al sitio en que el falo de su marido hacia parecer a la vagina un elástico tubo rosado que acompañaba el vaivén para enjugar los flujos y mucosas que arrastraba en su entrar y salir.
Esa mezcla de chupeteos chasqueantes que acompañaron a los lengüetazas, satisfacían tanto a Vicky como a su cuñado y entonces fue que Lucy subió hasta el negruzco agujero anal para aplicar su boca como una ventosa carnea; ejerciendo succiones tan profundas que sus mejillas se hundían por el esfuerzo, empujó y forcejeó hasta arrancar una exclamación gozosa en su hermana y, como estimulada por ese reconocimiento, fue añadiendo al chupeteo la delgada punta del índice que pronto fue desapareciendo en la tripa y en sucesivas idas y venidas, se sumó el mayor para ejercer una decidida sodomía que hacía a Vicky reclamarle por más con entusiasmo.
Las hermanas, a pesar de los cinco años que las separaban además de su notable parecido físico, poseían esa condición o virtud propia de los gemelos, que los hace sentir, desear y disfrutar de las mismas cosas, aunque seguramente en ellas lo condicionara aquella primera unión carnal y la transferencia de los hábitos viciosos de la mayor; de cualquier manera, Lucy consideró que su hermana estaba esperando que se concretara lo mismo que ella e irguiéndose, se colocó diestramente el arnés y tomó el tronco del recio consolador para aplicar la cabeza sobre la dilatada tripa que, mojada por su abundante saliva, no puso obstáculo y cuando ella inició una delicada penetración a causa del falo de su marido en el sexo, las exclamaciones de gozoso asentimiento de Vicky por esa inaugural doble penetración se hicieron estentóreas.
Para Miguel las reacciones de su cuñada eran todo un espectáculo, ya que aquella había detenido sus enérgicos galopes a la verga y con el cuerpo estremecido sacudía de lado el torso haciendo que las tetas se oscilaran colgantes mientras alzaba la cabeza hacia atrás con el cuello en un arco musculoso cuyas venas hinchadas parecían a punto de estallar y mordía sus labios que pugnaban por distenderse en una franca sonrisa de felicidad, en medio de satisfechos bramidos, pero cuando su hermana acentuó la penetración, haciendo que el consolador se frotara con la verga tan sólo con la delgada separación de los tejidos vaginales y la tripa, el sufrimiento se le hizo insoportable y él la vio contraer los dedos de las manos en un puño al tiempo que de su boca, súbitamente abierta, escapaba un alarido, mezcla de chillido con un eufórico asentimiento.
Parte del espectáculo del que disfrutaba el hombre era su mujer que, como una amazona lujuriosa, tomaba seriamente su rol masculino y aferrada a las caderas de su hermana, terminaba de penetrarla con el falo portentoso exhibiendo en su rostro una idéntica pasión que Vicky, pero por primera vez, vio que en sus ojos abiertos habitaba una chispa sádica que, por su alegría ante el sufrimiento de la otra mujer, demostraba una paranoia que la hacía indiferente al padecimiento ajeno y seguramente disfrutaba con el propio.
Las lágrimas fluían de los ojos de Vivky hasta la boca abierta para unirse a la abundante saliva que brotaba por las comisuras y chorreaban hacia el mentón desde donde goteaban hacia los senos de cuyas mamas, el movimiento las hacía dispersarse aleatorias sobre el hombre y la cama; Miguel sentía en su miembro la reciedumbre del consolador pero estaba alucinado por la exhibición de las dos hermanas y resbalando con los dedos en la patina de sudor, lágrimas y saliva de los pechos, los manoseó rudamente sobre esa lubricación; su cuñada, con los ojos cerrados se concentraba en la cópula- sodomía y mediante cortos jadeos enronquecidos por la pasión y el martirio, expresó su más ferviente agradecimiento a los amantes.
Pero eso había sido nada comparado con lo que sucedió cuando Miguel, al tiempo que se adueñaba de los pezones para retorcerlos con sañuda malevolencia, comenzó a mover la pelvis y verdaderamente la fricción entre los dos miembros se convirtió en una dolorosísima realidad; como si estuvieran de acuerdo, cuando el hombre llevaba el rempujón hasta que su velluda mata restregaba la vulva, Lucy retrocedía en la tripa y así por varios minutos, hasta que su incontinencia, especialmente la de Vicky que sabía por experiencia propia lo que estaría sintiendo físicamente su hermana, hizo que la dos vergas coincidieran y semejante masa rompiéndola toda con el único objetivo de proporcionarle el placer más inefable de su vida, la llevó a proclamar con soeces palabras lo sublime del goce al tiempo que los incitaba a incrementar la fortaleza y velocidad del sometimiento, pero Miguel, decidido a que la acabada final fuera tan grata por un como para los otros, salió de debajo de su cuñada para rápidamente ubicarse tras su mujer y con la agradecida complacencia de esta, fue hundiendo la verga en su sexo.
Alentándose recíprocamente a no desmayar y buscar alcanzar sus eyaculaciones juntos, los tres se debatieron frenéticamente en ese trencito en el que Lucy sodomizaba a Vicky mientras su marido la cogía por el sexo; entre quejidos, sollozos, bramido y ayes, los tres se debatieron en ese magnífico acople hasta que casi al unísono proclamaron la obtención de sus orgasmos y mientras Vicky recibía en su mano la recompensa líquida del útero, su hermana alojaba en la vagina la tibia melosidad lechosa de Miguel que se fundía con la riada de sus jugos en abundante derrame.
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