no amamos y sin pensarlo estuvimos en un trio
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Somos una pareja con doce años de convivencia, que nos amamos y nos deseamos como hace veinticinco años, cuando por primera vez nos besamos, por lo que se entiende que durante más de trece años hemos sido amantes.
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En ese período en que no vivíamos juntos, sufrimos hasta el extremo de hacer cualquier cosa por vernos, estar juntos y aunque sólo sea para sentir la piel de nuestras manos.
En el plano íntimo compatibilizamos desde nuestro primer encuentro sexual y cada vez que hacemos el amor, entonces como ahora, es un goce que no tiene manera de explicarlo con palabras, conocemos todas las posiciones, y cada acabada, cada orgasmo o cada eyaculación es el goce tan inmenso que solamente nosotros entendemos y disfrutamos.
Lo único que hoy ha cambiado es que cuando llega el momento tope de hacer el amor, hoy sentimos que dentro de un rato, mañana, pasado, seguiremos juntos; en cambio en aquellos años al llegar a esa instancia era como que se terminaba el mundo; en mi caso sentía angustia apenas percibía que salía de mi pene la última gota de leche y para la hoy mi esposa ese sentimiento aparecía cuando sentía que perdía rigidez mi miembro, porque todo indicada que momentos mas tarde debíamos separarnos.
Cuando éramos amantes cualquier lugar era bueno para hacer el amor, la oficina de Chechu (mi esposa), la mía; un pasillo, un baño de cada uno de nuestros lugares de trabajo, la oficina de alguno de nuestros compañeros, en el auto, en la camioneta, en el campo, a la orilla de un río o del mar, a la vera de una ruta, en caminos vecinales, en el medio de un trigal, y desde que estamos conviviendo no hay lugar de la casa donde no hayamos cogido con todo nuestro fervor: nuestra cama matrimonial, el piso de nuestro dormitorio, cada una de las sillas que hay en el comedor y en la cocina, en el baño, sentados en el inodoro, parados bajo la ducha, en la bañera (con la suerte de no habernos caído nunca), en el patio de nuestra casa, a la luz de la luna, en la piscina, y a menudo, cuando sabemos que nadie nos va a molestar, mi esposa se sienta en la mesa de la cocina, meto mi lengua entre sus piernas lamiendo suavemente labios, clítoris y vagina hasta que cuando la calentura se torna insoportable, me paro, la penetro, me abraza con sus piernas y cogemos lentamente sin importarnos la hora porque no importante es que nos deseamos, nos amamos y deliramos de placer en cada encuentro íntimo.
Somos grandes, los dos somos abuelos, nietos pequeños ambos.
Mi esposa Chechu, es de figura delgada, hermosas y armoniosas tetas que apenas las rozo en una caricia, se endurecen desde el pecho hasta los inigualables pezones que diariamente chupo haciéndolos crecer a punto que siempre recordamos lo pequeños que eran cuando por primera vez los chupé y acaricié; tiene un culo que a mi juicio es el mejor formado de la región, a punto tal que muchas mujeres se lo elogian y envidian, como muestra de lo que opinan sus congéneres cuento que en una oportunidad una mujer madura se quedó mirándola desde atrás y me dijo: “No sabe como envidio el culo de su esposa”.
En nuestros encuentros casi diarios, hacemos todo lo que se nos viene a la cabeza y nos motiva mucho el hecho que desde el primer día de convivencia, los dos dormimos desnudos, lo que permite que apenas nos damos vuelta en la cama, o nos acomodamos, nuestra piel se roza, produciendo una sensación tan cálida, tan tierna que normalmente es el comienzo de las caricias que culminan con las más extraordinarias de las acabadas.
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Para que se tenga una idea de lo bien que nos sentimos, baste decir que en los casi 4.
500 días que llevamos conviviendo tan solo no hemos compartido dos días, que fueron por razones de trabajo que tuve que no estar en nuestra casa.
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Nuestro lema es que cuando estamos en la intimidad debemos actuar de acuerdo a nuestros impulsos y hacer lo que tengamos ganas, mientras no haya agresiones físicas ni psicológicas todo nos está permitido, y por eso cuando estamos seguros que nadie vendrá a nuestra casa, andamos todo el día desnudos lo que sirve para que cuando Chechu está haciendo cualquier tarea me siento delante de ella, en el piso y lamo sus labios vaginales, o por ahí a ella se le ocurre comenzar a acariciar mi pene y me hace unas pajas impresionantes provocando que los chorros de leche caigan sobre sus mejillas lo que sirve para que los utilice como crema nutritiva
Cuando estamos en la cama, cuando ella pone sus rodillas entre mis testículos es motivo para que nos abracemos y comencemos a besarnos, yo a besarle y lamerle el cuello, a acariciar sus tetas y pezones, a chuparlos dulcemente mientras la abrazo con las dos manos, la derecha acariciando sus labios, clítoris y vagina y la izquiera deslizándola por sus nalgas hasta que llego a su ano, que acaricio con suavidad y hasta lograr meterle el dedo, lo que la conmueve gratamente, mientras ella me clava sus uñas en la espalda y con la mano restante comienza a pajearme y así estamos hasta que llega el momento que nos viene la agitación imparable que indica el momento cúlmine, donde siento que salen de su vagina los fluidos lubricantes, calientes, que me inundan y mojan toda la mano, a la vez que ella virtualmente me ordeña hasta sacar la última gota de leche.
Otra de nuestras práctica es que estando yo acostado boca hacia arriba, viene ella y se sienta sobre mi boca, dejando sus labios mojados, su clítoris rígido y su vagina deseosa a disposición de mis labios y lengua, mientras acaricio sus tetas, hasta que poco a poco comenzamos a levantar temperatura que es cuando ella se da vuelta y comienza a mamar mi verga, con dulzura, con pasión, pero sin apuro, disfrutando el “69” a pleno, lo que aprovecho para seguir dándole lengua al clítoris, vagina y ano, lo que la calienta y me calienta, y así seguimos sin apresurarnos, gozando, sintiendo todo el placer que dan esas caricias por espacio de más de una hora, hasta que no aguantamos más y viene la feroz acabada, donde Chechu no deja escapar ni una gota de leche y yo sintiendo que me chorrean por la cara los tibios jugos de su eyaculación, algo que emociona hasta el alma.
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Otra posición que nos gusta es ella jineteando sobre mí, pues así mi verga llega hasta el fondo de su concha, y nos permite aguantar hasta el límite la calentura y permitir de que por lo menos dos acabadas tengamos en esa forma.
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Nos place mucho hablar con toda claridad de nuestras relaciones sexuales, sin vueltas, sin rebusques, como por ejemplo al dormir desnudos lo hacemos abrazados y cuando nos acomodamos para conciliar el sueño, ella dice “quiero sentir tu verga entre las nalgas, abrazame” y así lo hago o yo diiendo “Chechu, concheame, afirmá tu concha contra mis nalgas”, y así dormimos todos los días.
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Así tal como lo cuento es nuestra vida, y con la misma claridad que cuento esos aspectos, los dos sabíamos que nos queda pendiente una materia: el sexo anal, que los dos deseábamos intensamente.
Muchas veces nos lo propusimos, compramos cremas lubricantes, neutras, efecto calor, pero cada vez que lo intentábamos, automáticamente Chechu tensaba los músculos de su culo hasta hacer imposible la penetración, a pesar que tanto le gusta que le meta el dedo.
Como existe plena comprensión de ambos, toda vez que lo itentamos abandonamos sin hacernos reproches pero calmando con una cogina o paja mutua la calentura que nos provoca prepararnos.
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Tenemos una amiga, Eleonora, separada que tiene su pareja pero sin convivir, y no sé por qué, pero tanto ella como nosotros conocemos todos los aspectos de la vida sexual nuestra y de ella.
Sabemos que es fanática del sexo anal, y que como no quiere perder ninguna oportunidad, permanentemente la acompaña en su cartera un pote de lubricante para ponérselo ella y ponérselo a su pareja cada vez que se encuentran.
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Un día fue a compartir una tarde con nosotros, y hablando de nuestras intimidades pregunta:
– Con el sexo, siguen siempre viento en popa, dándole casi todos los días?
– Si, por supuesto.
Contestamos.
– Y vos, Chechu seguis con tu culito virgo?
– Sí, respondió mi esposa.
– Por ahí, hace tiempo que tengo una idea que se las cuento: ustedes saben que ando con mi lubricante siempre en la cartera y se me ha ocurrido que tal vez podría darles una clase o guiarlos en vivo y en directo.
No sé si me explico, ustedes se preparan para coger y yo los voy guiando, como poner la verga de Nano (yo) en tu culo.
– No lo había pensado, dijo Chechu, pero por ahí podríamos intentarlo.
– Sí puede ser, dijo yo
– Ahora no se animan?, dijo Eleonora
– Podemos probar contestó Chechu.
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– Prepárense, donde lo hacemos?
– En nuestro dormitorio le respondió Chechu
– Vos Nano anda al baño, desnudate y por las dudas pajeate un poquito para que se pare tu verga, que yo y Chechu vamos al dormitorio la desnudo y la preparo.
Habrán transcurrido unos quince minutos, yo sólo de pensar que desvigaría el culo de mi esposa, hizo que mi verga se pudiera muy dura, bien erecta.
No es grande, diría que normal, pero sí las mujeres con las que he tenido relación, dicen que es muy gruesa, tiene más o menos el diámetro del cartón de un rollo de papel higiénico y una cabeza acorde a ese tamaño.
– Podés venir Nano, dijo Ëleonora.
Me dirigí al dormitorio, donde Chechu estaba desnuda, apoyada en sus codos y sus rodillas, con el culo hacia los pies de la cama.
Eleonora, acariciaba sus tetas y su clítoris, vagina y labios vaginales.
Como conozco a mi esposa, me día cuenta que estaba muy caliente, gemía y me dijo
– Te estoy esperando mi amor, quiero que me rompas el culo, por fin.
– Arrimate -dijo Eleonora- Ya le lubriqué bien este hermoso culo, a ver, te voy a lubricar a vos.
Dicho esto tomó con la mano que acariciaba las tetas de Chechu, mi verga y exclamó:
– ¡¡¡Pero que gruesa es esta verga!!!, que delicia te va a comer Chechu!!!, pero qué barbaro!!! No sabés lo que te envidio!!! Antes de lubricarla, me das permiso para que la mame un poquito?
– Si te gusta, dale – respondió Chechu, sorprendiéndome hasta a mí
– Oída esta autorización, Eleonora se incó en sus rodillas y comenzó a mamar mi verga a la vez que la acariciaba y la sacaba de su boca y arrimaba su mejilla, volviendo a mamar.
Esto duró dos o tres minutos, y luego comenzó a aplicarme el lubricante.
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Cuando terminó con esa tarea, dijo:
– Chechu, poné bien flojo tu culito y vos Nano, arrimá tu verga para meterla en ese culito divino.
Estás lista?
– Sí respondió – mi esposa y ahí puse la cabeza en la entrada de su culo.
Abrí sus nalgas y comencé a presionar suavemente mientras Eleonora acariciaba sus tetas y suavemente le decía al oído
– Flojito el culito, flojita las nalgas.
Sentí como va entrando la verga de Nano?
– Si siento y me quema, pero siento que está bien mojada.
Cuando hube metido toda la cabeza, le pregunté
– Voy bien? Te duele? Querés que la saque y te la ponga de nuevo?
– No mi amor, no me la saques, duele un poquito y me arde, pero es hermoso, sabía que me iba a gustar, pero realmente es un placer incomparable; seguí empujando despacito mi vida, pero por favor no vayas a acabar, aguantemos todo lo que podemos como cuando cogemos!!!!
Era una sensación tan línda, tan placentera, que no importaba que había otra persona junto a nosotros; me incliné para poder acariciar sus tetas, parecían de piedra, sus pezones eran como dos abrojos calientes.
_ Ya entró toda? Preguntó
– Vas a saber que entró toda cuando los testiculos de Nano te acaricien la
concha y vaya si los vas a sentir porque están bien calientes y muy hinchados – dijo Eleonora.
Seguí empujando lentamente, hasta que por fin sentí que mis huevos se sentían húmedos por los fluidos de los genitales que despedía mi esposa y fue cuando le dije al oído:
– Ahora sí mi amor, tenés toda mi verga adentro, te gusta?
– Si mi vidaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!! Bombea despacito, siento enterita desde la cabeza hasta el tronco tu verga mi amorrrrrr!!!! No vayas a largar la leche todavía que quiero sentirla bien parada por un buen rato!!!!!!
Eleonora se había apartado y miraba en silencio hasta que dijo:
– Ya los ayudé, ahora me voy a retirar, no molesto más.
Cojan tranquilos, sin apuros, disfruten los dos como lo hacen siempre.
A las rejas las cierro con llave y la voy a poner en el buzón; y salió, pero a los pocos segundos volvió y nos hizo saber:
– Después me cuentan lo que han sentido y en otra oportunidad que venga a visitarlos, si les
parece bien participamos los tres.
Chau.
Nososotros seguimos cogiendo lentamente, disfrutando aquella primera experiencia, no sé cuanto tiempo pasó, tal vez media hora cuando comenzamos a sentir que se nos venían las convulsiones típicas, comencé a acariciar el clítoris, bien erecto, caliente, bien mojadito hasta que llegó el orgasmo, me contaba que sentía cómo salía cada chorro de leche y quedamos quietitos hasta que se me pasó la erección y recién ahí abandoné ese recinto recién estrenado y al ver como comenzó a salir por su ano la leche, tomé una foto que de inmediato compartimos junto a besos y caricias.
Pasada más de una hora, nos fuimos a duchar, acaricié permanentemente el culo de Chechu recien desvirgado, como nunca lo había hecho, ella mamaba mi verga flácida con ternura infinita; cuando regresamos a nuestra cama, no quedamos charlando sobre Eleonora y la ayuda que nos dió, pero nos quedó la intriga del ofrecimiento que hizo de participar en una próxima vez los tres.
La verdad es que ya había intervenido, mi esposa se calentó al extremo con sus caricias, por un instante mamó mi verga y nos propusimos que la “próxima vez” no la íbamos a provocar nosotros, pero que si ocurría naturalmente la íbamos a aceptar.
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