Nuestra vecina de 11, mi hermana y yo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Era nuestra vecina, tendría 11 y aunque asistíamos a la misma escuela poco habíamos socializado con ella.
Vivía a unas cuadras de nuestra casa, en una especie de quinta de descanso con gran cantidad de árboles de naranja.
Sus padres eran los encargados de cuidar el lugar, gente buena y amigos de nuestros papás, devotos católicos bastante respetados por los demás vecinos.
Se llamaba Flor y era la más chica de la Familia.
Sus ojos parecían no dar crédito a lo que veía, mi hermana un año mayor que ella a cuatro y tragándose la verga de su mismo hermano.
Todo había sido intencional, al menos por mi parte.
Había planificado que nos descubriera, a mis 14 había fantaseado que al encontrarnos se excitara y quizá hasta decidiera participar.
Idea loca que se me había metido a la cabeza desde el día cuando la había descubierto orinando y ver su chocho desflorado, era evidente que ya le habían dado verga y de la buena.
Cuantas chaquetas no me había echo pensando en que un día podía meterle mis 17 cm, cogermela como Dios manda.
Como dije no era casualidad que estuviéramos ahí, sabía que ella se quedaba solo con su padre en la mañana y que era la encargada de darle de comer a unos gansos que normalmente se mantenían cerca de una especie de estanque bastante alejado de la casa.
Y ahí estábamos, mi hermana apoyada a un árbol y yo dandole desde atrás.
Mis pantalones a las rodillas y ella tan solo se había levantado su falda dejando ese culito al aire para que yo me afianzará de sus nalgas y la penetrara hasta el fondo.
Beatriz no se había percatado que éramos observados, creo que estaba más ocupada en disfrutar el placer de sentir mi polla entrando y saliendo en su interior.
Pujaba como poseída, sus caderas se movían como si buscara tragarse hasta mis huevos, respiraba agitada, estaba al limite de llegar al orgasmo.
Mmmmm mmmmm mmmmm mmmmmm – repetía cada vez más intenso.
Consciente de que aquellos ojos no me perdían vista le saque el pito a mi hermana y procurando dejarlo lo más visible para Flor empecé a lamer el chocho de Beatriz.
Le abría los cachetes del culo y me metía entre ellos para chuparle mejor, la horadaba con la lengua.
Los gemidos de mi hermana decían lo mucho que le gustaba.
Flor parecía no perder detalle.
Otra vez decidí metérsela a Beatriz y esta vez intente que nuestra espía pudiera hasta percibir como entraba cada centímetro.
Lo hice despacio, lo más que pude.
Me había levantado la camisa para no dejar nada a la imaginación, igual le levante la falda del vestido a Beatriz hasta dejar ver sus tetas.
Con toda la maestría que podía empecé a culear ensartándole mi pene lo más profundo que podía.
De reojo pude ver que Flor se tocaba sus partes.
Sonreí – para mí sabiendo que estaba logrando mi objetivo.
Fueron minutos intensos de placer, mi hermana no pudo aguantar más y se vino, derramando tantos líquidos que el chapoteo de nuestros cuerpos debía escucharse hasta donde estaba oculta nuestra vecina.
Mi pinga estaba tiesa, a punto de acabar.
Era cuestión de un par de empujones más y me derramaría en aquella candente vagina que tantas veces había hecho gozar.
Me contuve, se la saque y esta vez se la ofrecí a Bea para que me la chupara.
Era una golosa para mamar mi hermana.
En cuclillas empezó a darme placer como toda una experta.
Con las 2 manos agarrada al tronco mamaba cómo si en ello le fuera la vida.
Me miraba como si midiera la intensidad del placer que me hacía sentir.
Cualquiera que nos viera, quizá nunca se hubiera imaginado que dos chavales como nosotros gozáramos tanto el sexo.
Flor seguía observándonos y cómo si apenas me diera cuenta me agaché para decírselo a Beatriz.
Se lo dije al oído.
También le dije que se tranquilizara, que había visto que se estaba masturbando.
–Digámosle que venga – dijo mi hermana – Y como si ella tomará las decisiones empezó a llamarla sin alzar la voz.
-Flor, Flor – cuchicheaba Beatriz – Flor.
Ya te vimos, ven.
Ven, no te metas el dedo que aquí te tengo un pajarote (Mi hermana le llamaba pájaro a mi verga) para que te quites las ganas.
– Flooor – dijo esta vez Beatriz en tono melodioso – Flor ya te vimos.
La vimos aparecer.
Su rostro inocente aunque denotaba nerviosismo, duda y quizá un tanto de vergüenza de haberse visto descubierta.
– Ven – la animó Beatriz quién seguía con mi verga entre mis manos – ¿Quieres chupar? Directo al grano.
No era la hermana que conocía, pero quizá el estar con alguien un año menor que ella le había dado el valor que necesitaba en una situación, en donde también nosotros debíamos estar avergonzados.
Fue la misma Beatriz quien la acomodo frente a mi para que ahora Flor fuera la empezará a chupar mi tranca.
Lo hacía diferente, más torpe.
Engullía más de lo que podía soportar y se atragantaba.
– Metete menos – le increpaba mi hermana -.
Su boca aún no siendo experta sabía delicioso, caliente como chocho excitado, húmeda, estrecha.
Me gustaba ver cómo mi pene se veía grandísimo en esa boquita de niña de 11.
Era indescriptible lo que me hacía sentir tener a Flor mamando mi pito.
Lo había fantaseado, pero era más de lo que había imaginado.
Ya empezaba a hallarle el ritmo, no en vano era asesorada por Beatriz quién hasta le ayudaba empujándola suavemente para que no se tragara más de lo debido.
Agarrado a su cabecita yo la culeaba suavemente.
– ¿Quieres que te la meta? Le pregunto mi hermana -.
Asintió que si moviendo su cabeza y fue la misma Beatriz la que le saco los calzoncitos de figuras dejando ver ese chocho aún sin vellos, abultado y del que sobresalía una pepita como aleta de tiburón.
Estábamos ocultos y sabíamos que difícilmente nos podían ver desde la casa, pero aún así nos adentramos un poco más entre los árboles de naranja hasta llegar a un claro cubierto de abundantes hojas secas.
Nos pareció perfecto.
Me quité la camisa y la coloqué sobre el suelo para que Flor se acostara quedando despatarrada ante mi mostrando ese chocho que era claro que ya había sido desflorado y seguramente por una buena verga.
Beatriz parecía disfrutar el ver a su ahora cómplice sexual a punto de ser cogida por la misma polla que minutos antes la había hecho feliz, sonreía pícaramente, un brillo de lujuria se le dibujaba en la mirada.
Sin más preámbulos me coloqué entre las piernas de Flor, le puse la cabeza del pene en la entrada para rosarlo entre sus labios vaginales.
Estaba húmeda, caliente.
La escuche gemir mientras me miraba como si aún dudara dejarse coger.
Algo que la misma Beatriz pareció darse cuenta, porque la animó diciéndole que le gustaría, que sentiría rico, muy rico le reafirmo.
Se la empuje despacio pero firme hasta que tuvo más de la mitad dentro, se la saque y otra vez empuje metiéndole lo mismo, luego igual y así varias veces más.
Mi hermana continuaba al lado de su cabeza, en cuclillas como si quisiera supervisar la cogida o quizá tan solo quería disfrutar viendo cómo lo hacíamos.
Flor aparentemente ya gozaba mi pene por lo que decidí empujar el resto y de una buena vez se la deje ir toda, hasta el fondo, hasta percibir que hacía contacto con sus tripas.
Nomas pujo, pero me pareció que del gusto.
Incluso levanto sus piernas como gallina asada quizá con la intención de recibirme mejor en cada embestida.
Fueron 5 minutos de mete y saca, 5 largos minutos en donde los gemidos de Flor fueron la constante.
Yo bufaba y resoplaba al aire buscando fuerzas para no correrme antes que ella.
Beatriz nos miraba y creo inconscientemente mostrándome su panochita pues estaba en cuclillas y sin calzón.
Que rico – pensé – y sin más me deje vencer, sentí como esa corriente eléctrica bajaba por toda mi espalda hasta llegar al pegue de mi culo y luego se conectaba con mi pene para así abrir la válvula y dejar escapar sendos chorros y chorros de semen en el coño de Flor.
Fue bestial mi acabada, lo hice dentro, en el fondo, en lo más profundo.
Flor gemía de gusto atrapándome con sus piernitas, halándome con fuerza como si mis 17 cm no le bastarán.
Terminé exhausto.
Ninguno de los tres hablaba.
Beatriz seguía a la cabeza de Flor y fue ella quien se puso de pie primero, luego yo dejando a nuestra vecinita de último.
El semen se le escapaba de la panocha y le recorría por las piernas, por lo que mi hermana le ofreció su calzón para que se limpiara.
–¿Te gusto verdad? – le dijo
– Si
– Ya te lo habían metido.
Guardo silencio.
– Vamos.
Dinos: ¿Ya lo habías hecho antes?
– Si
– ¿Con quién? ¿ Con tu papá?
– No.
Con el Profe y con el cura – dijo
No hubo tiempo de más.
El grito de su papa llamándola interrumpió cualquier otro comentario.
Se escuchaba cerca del árbol de mango y Flor salió corriendo a su encuentro.
Quizá por la prisa hasta dejó su calzoncito de niña junto con el de Bea tirado en el suelo, el cual recogimos para entregárselo después.
Porque al menos yo imaginaba que habría un después de todo esto.
Mi hermana y yo salimos por el hueco que había en la valla de la propiedad y fue hasta llegar a nuestra casa cuando ella dijo:
– ¿Cuál Profe será el que se coge a Flor?
– No se
– ¿Será el Profe de matemática?
– No se
Y cómo no le di importancia nos bañamos para luego irnos para la escuela, en donde seguramente estaría el profesor que había desflorado a nuestra vecina.
O habrá sido el cura Miguel en donde su papa era sacristán.
Difícil la saberlo, pero sabía que un día nos lo diría.
Seguiré contando.
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