Nuestro primer trio.
El marido narra como fue la primera experiencia, de su mujer y él, al llevar un invitado a su casa..
Magdalena, mi esposa desde hace quince años, y yo. No planificamos nada de lo que nos sucedió recientemente, es más si alguna de nuestras amistades, antes de lo sucedido, tan siquiera nos hubieran tocado el tema, de seguro le hubiéramos retirado la amistad y la palabra. Ya que hasta hace poco éramos un matrimonio extremadamente conservador.
Recientemente en una tertulia literaria en que tanto mi mujer como yo participábamos activamente, conocimos a Julio.
Un caballero de unos cincuenta años, que aparte de que se mantiene en muy buen estado físico, es un excelente conversador, buen conocedor de vinos, y posee una amplia cultura.
Como tanto ella como yo quedamos gratamente impresionados por la personalidad de Julio, lo invitamos a cenar a casa un viernes, con la idea de mostrarle nuestra bodega de vinos internacionales.
Julio llegó puntualmente a las siete de la noche, y tras una ligera cena que nos preparó mi amada Magdalena, quien vestía un vaporoso traje de seda, bastante exótico, que la hacía verse más hermosamente voluptuosa de lo que ya es, de por sí.
Después de la cena pasamos a la bodega, la que aparte de tener decorada con pinturas originales y motivos alusivos a la siembra y cosecha de la vid, también tenemos unas tres de butacas y un sofá de terciopelo rojo, aparte de un magnífico sistema de sonido.
La idea es que la bodega aparte de almacenar los vinos, nos sirva como una especie de área de esparcimiento, donde comúnmente compartimos con nuestras amistades.
Al principio Julio se dedicó a ir viendo las distintas botellas de las diferentes cosechas que mantengo en la bodega, pero me dio la impresión en cierto momento que también observó detenidamente el hermoso cuerpo de mi mujer.
Cosa que en el fondo me llenó de orgullo, mientras que yo fui haciendo un escogido, de lo que consideré una buena muestra de nuestros mejores vinos. Claro que con la ayuda de mi esposa.
A medida que fuimos degustando algunas de las botellas, Julio nos fue ilustrando amablemente sobre cada una de las cosechas.
A medida que seguimos degustando alguno de los vinos, Julio nos seguía hablando de diversos temas, cada uno cuan interesante que el otro. Hasta que al observar el sistema de sonido me sugirió que pusiera algo de música. En lo que lo complací, pero al mismo tiempo que lo complacía, me di cuenta por segunda vez, de la manera tan especial que él miraba a Magdalena. Que, dicho sea de paso, a sus treinta y tantos años, mantiene un cuerpo espectacular.
Quizás motivado por la forma en que él miraba a Magdalena, me provocó sacarla a bailar, lo que ella gustosamente aceptó. Y a medida que bailábamos, Magdalena me confesó, que se había dado cuenta de la manera tan especial que Julio la miraba, pero que lejos de sentirse incomoda por ello, en cierta forma o manera se sentía sumamente alagada.
Yo en cierto momento le propuse de buena manera que, si era de su agrado, bailase con él la siguiente pieza, asegurándole que no me sentiría mal por eso, y como muestra de ello le di un cálido beso, que me excitó sobre manera.
Al terminar la pieza, regresamos donde Julio, quien nos recibió con una nueva ronda de copas de vino, momento que aproveché para invitarlo a que bailase con mi mujer, pero él caballerosamente se comenzó a negar. Fue cuando Magdalena, tomó la iniciativa y poniéndose de pie frente a nuestro invitado, extendió su mano y con una seductora y simpática sonrisa en su rostro lo invitó a bailar.
Julio cortésmente accedió, y yo me quede disfrutando del aroma del vino que mantenía en mi copa. Magdalena y Julio comenzaron a bailar a la manera tradicional, un suave bolero, pero manteniendo sus cuerpos increíblemente separados, cosa que casi de inmediato mi mujer mientras charlaba animadamente, cambió.
Colocando las manos de él sobre sus caderas y ella cruzando sus manos por dé tras del cuello de nuestro invitado, haciendo que de esa manera sus cuerpos se acercasen más hasta tocarse mutuamente.
En ese instante, no sé porque me imaginé ver a los dos bailando completamente desnudos, fue en ese mismo momento en que comencé a dejar correr mi imaginación, que observé a Magdalena que me miraba insistentemente con sus claros ojos azules, como queriéndome decir algo con su mirada.
Yo haciendo un círculo en el aire con mis dedos, le indiqué que prosiguiera, y fue cuando me di cuenta de que ella comenzó a mover sus caderas de manera sensual, contra el cuerpo de Julio, quien sin detenerse a mirarme le plantó un soberano beso en la boca a mi mujer, mientras que yo me tomaba mi copa de vino, tranquilamente.
Al terminar la pieza ambos regresaron a mi lado en el sofá, Magdalena muy acalorada sentándose entre Julio y yo, en ese mismo momento, ella se volteó hacia mí, al tiempo que colocó su mano izquierda sobre la tela de mi pantalón sobre mi caliente miembro.
Yo sin pensarlo dos veces, la volví a besar y comencé a acariciar su bello cuerpo, sin importarme la presencia de nuestro invitado. Mientras que ella continuó sobando mi miembro, por encima de la tela del pantalón. En esos momentos al dirigir mi vista a Julio, observé como Magdalena al igual que a mí, pero con su mano derecha, acariciaba las entrepiernas de Julio.
Por un instante tuve el fugaz impulso de decir que nos detuviéramos, pero en lugar de eso, me dediqué a ir desnudando a mi mujer, y al igual que yo Julio besaba su cuello al tiempo que también me ayudaba a desvestirla, hasta que Magdalena quedó únicamente con sus dos prendas más íntimas. En esos momentos, ella misma terminó por quitarse todo, quedando completamente desnuda ante nuestro invitado y yo.
De inmediato volteó su desnudo torso hacía Julio, quien en cosa de segundos se puso a mamar sus tetas y mordisquear los parados pezones de mi esposa, mientras que ella tomó mi mano derecha y la dirigió inmediatamente a el centro de sus piernas, las que me abrió completamente.
Yo con lo excitado que me encontraba en ese momento, ligeramente acaricié su clítoris, pero de inmediato coloqué mi rostro contra su coño, dedicándome salvajemente a mamar su caliente vulva.
No sé por cuánto tiempo permanecimos así, lo que sí sé es que, Magdalena disfrutó del placer de un conjunto de excitantes y profundos orgasmos.
Cuando retiré mi cara de su coño, observé en su rostro una sonrisa de felicidad, mientras que Julio, aun chupaba como enloquecido los senos de mi esposa, hasta que de la misma manera que yo finalmente se separó de ellos.
Magdalena nos vio por unos segundos, y de inmediato, poniéndose de pie primero para luego inclinarse sobre mi verga, la sacó del pantalón y sabrosamente se dedicó a mamármela.
Dejando su culo completamente a la disposición de nuestro invitado. Julio por su parte, antes de dar el siguiente paso, rápidamente se desnudó completamente, para luego separando las piernas de mi esposa dirigir su verga al húmedo coño de ella.
A medida que él comenzó a penetrarla, sus chupadas y lamidas sobre mi verga se hacían más profundas. Al punto que por temor a venirme antes de tiempo decidí sacarla de su boca.
Al ver a ellos dos desnudos, en un santiamén me quité también toda mi ropa y comencé a besar ardientemente a mi mujer, mientras que dirigí mis dedos a su inflamado clítoris.
Podía sentir excitantemente, cada embate de la verga de Julio contra el coño de mi mujer. Mientras que Magdalena movía sabrosamente sus caderas, Julio me dejó el paso libre, así que sin demora la penetré, por su caliente coño.
Mientras que nuestro invitado, se agachó tras ella, y separando sus nalgas dirigió su lengua al centro de las nalgas de Magdalena. Quien, al sentir tal cosa, gimió de placer profundamente y dejándome de besar comenzó a pedir que continuase, diciéndole lascivamente. Dame más duro papi, métemelo todo.
Yo seguía clavándome a mi mujer por su coño, cuando después de un corto rato, Julio dejó de lamerle el culo, y parándose tras ella separó sus nalgas y enterró su pedazo de carne entre ellas.
Magdalena al principio se quejó seguramente por el dolor, pero casi de inmediato, continuó moviendo sus caderas, de forma y manera tal, que la excitación que yo sentía se incrementó, no tan solo por estar viéndolos, y sentir el cuerpo de ellos contra el mío, sino que además del aroma a sexo que emanaba de nuestros cuerpos me enloqueció más.
Al punto que ya no me pude contener, viniéndome dentro de Magdalena. Mientras que Julio continuaba metiendo y sacando su verga de entre las nalgas de mi esposa.
La que divinamente disfrutaba de todo aquello que los dos le hacíamos. Hasta que finalmente al igual que yo Julio se vino, pero dentro del culo de Magdalena.
Por un rato los tres nos quedamos exhaustos, yo me levanté para servirnos otras copas de vino, pero al regresar con ellas, mi esposa se encontraba mamando la verga de Julio, de una manera tal que nada más de verla me comencé a excitar.
Magdalena agarró con una de sus manos mi verga y al tiempo que viciosamente se la mamaba a nuestro invitado, a mí me comenzó a acariciar las bolas, y poco a poco comencé a sentir como sus agiles dedos, comenzaban a rozar mi esfínter, para luego sin que yo me opusiera comenzara a introducirlos dentro de mi culo.
Por un buen rato ella se dedicó a mamar la verga de Julio y acariciar mis nalgas, hasta que sin que nadie dijera nada, Magdalena sacó la verga de Julio de su boca y la dirigió directamente a mi culo.
Yo me quedé sin saber qué hacer, hasta que comencé a sentir como mi carne se abría al paso del miembro de nuestro invitado, al tiempo que Magdalena se dedicó a lamer mi verga, para luego continuar mamándola.
Mis nalgas se abrieron como nunca llegué a pensar que me pudiera suceder, mientras que mi mujer continuaba chupando mi verga. Julio me daba salvajemente por el culo, hasta que ya no pudiendo más se vino.
Al día siguiente, los tres nos despertamos. Magdalena sin decir palabra se dirigió a la casa y se puso una bata después de salir del baño, y después se fue a la cocina para prepararnos un suculento desayuno.
Mientras que Julio y yo nos quedamos un rato en la bodega, yo me encontraba sumamente cortado o avergonzado, por el hecho de haberme dejado dar por el culo de manera tal.
Cosa que en mi vida ni tan siquiera creo haber contemplado en momento alguno. Mientras que Julio, como que se dio cuenta de mi estado de ánimo, y sin decirme nada se sentó en el piso, entre mis piernas, tomó mi mustio y adormecido miembro, y con una rapidez inusitada se dedicó a mamármelo, casi tan bien como Magdalena.
No lo podía creer, el hombre que salvajemente me había dado por el culo, ahora voluntariamente me mamaba la verga, chupándomela de manera incansable hasta que finalmente me volví a venir.
Justo en el instante en que Magdalena entraba con una bandeja de café y galletas. No les diré que, de ese momento en adelante, nos dedicamos abiertamente a los tríos, porque sería falso.
Continuamos disfrutando de la compañía de Julio ocasionalmente. Aunque Magdalena me ha estado sugiriendo que invitemos a un par de chicos que ella conoce del gimnasio, a nuestra casa.
Excelente trío, me gustó esta historia, es una fantasía que tengo en mente con mi esposa..
Espero nos cuentes más relatos de encuentros que tuvieron
Saludos
Deliciosoooo !!! espectacular trio bisexual , me encantaria algo asi !!!