Pequeño Escorpion
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hecate.
PEQUEÑO ESCORPIÓN
Aquel ritual suyo se había convertido en una obsesión.
Cada noche venía a la cama y me relataba una historia, a la manera de una Sherezade seductora con una voz grave y varonil siempre recién duchado, con su albornoz negro y el aroma de su perfume me recostaba como una niña y hacia que escuchara aquellos relatos que me mantenían despierta y excitada humedeciendo las sabanas bajo mi piel. Pero había llegado al límite de la desesperación, ya no podía soportarlo más, creo que tan solo quería oír aquellas historias, parecía ausente cada vez que me tocaba, ensimismado en sus propias palabras que yo sabía casi con certeza que eran las palabras de otro.
Rebusque por la casa desesperada, intentando encontrar algún rincón secreto donde él guardase los manuscritos diabólicos que me lo estaban robando. Nada, no había nada. Seguí buscando y llegué al sótano, aun había cajas de mudanza, cosas que habíamos decidido no incorporar a nuestra nueva vida juntos, pasee entre el cartón y las telarañas y lo vi., aparcado al fondo de la sala, bajo los tubos de la caldera medio cubierto por una vieja alfombra. Era un baúl de tamaño medio, viejo con los herrajes oxidados. Lo abrí, estaba lleno de viejos comics, libros eróticos y… un gran número de cartas dirigidas a él. Sobres negros con su nombre y la dirección de un apartado de correos abiertos cuidadosamente para no romper el lacre con un sello que perfilaba un escorpión, única reseña del remitente. Abrí un sobre y leí el contenido de la página de papel rojo manuscrita en tinta negra. Una caligrafía exquisita, gótica inclinada a la derecha. Al momento reconocí las palabras, la historia que me contó en alguna velada nocturna. Ahí estaba el principio de su secreto.
Aquel escorpión aparecía una y otra vez.
Él se acercaba a mí, me desnudaba, besaba mi piel y aquél escorpión lo hacía con él, insistente y malévolo, provocando en mí la ira de los celos.
Enardecido cada vez más con aquellos relatos nuestros encuentros pasaron de acaramelados a fogosos, de agresivos a letales. Mi cuerpo mostraba unas cicatrices insanas que yo ocultaba a la vista de los demás, pero no podía resistirme a él, estábamos hipnotizados por una filacteria maligna que giraba en torno al escorpión.
Entonces me propuse averiguar quien era, empecé a buscar en editoriales escritores bajo el seudónimo-marca de aquél sello.Pero la verdad, el resultado no me ayudó en nada. Entonces oí a alguien hablar de un foro erótico y decidí buscar allí. Entable contacto con varios usuarios que habían visto y leído la marca. Se dejaban comentarios en una dirección de correo electrónico y yo, dejé el mío.
Apenas en un par de días recibí una respuesta:
“Querida lectora, me siento halagada por su comentario, jamás pensé que mis palabras alcanzasen tal magnitud. Su historia me abruma y siento curiosidad por conocerla. Me permito el invitarla al Salón Erótico que se celebrará la próxima semana. Será un verdadero placer verla allí”
Una mujer, era una mujer. Me ardía el pecho y el estómago, no solo aquellas palabras, además eran de una mujer…todo aquel tiempo él había estado obsesionado con ELLA.
Resuelta a terminar con aquello le hice acompañarme al Salón Erótico, cosa que no pareció importarle, más bien al contrario se mostraba emocionado.
Aquello tenía más de pornográfico que otra cosa pero dimos de pronto con un espacio cerrado por un telón negro en el que destacaba un enorme escorpión rojo. Había un portero alto y fibroso, ataviado con una túnica y un turbante blanco que hacían resaltar el negro de su piel, que controlaba la entrada al recinto.
Llegado el turno accedimos al interior, él nervioso y alterado desde que viera la marca apenas articulaba palabra. El interior de negro riguroso; hacia mirar sin escapatoria a una mujer sentada tras una mesa bajo el resplandor de una luz roja. Era morena, con unos rizos que caían en cascada a ambos lados de su cara enmarcada por un flequillo cortado en pico. De ojos enormes y expresivos y labios carnosos. Se acercó a nosotros, dejando ver al levantarse un cuerpo de formas redondas. Caminaba firme sobre unos tacones de vértigo.
– ¿Que queréis del escorpión?¿a que venís?
El estaba al borde del coma, respiraba con un nerviosismo extremo, incontrolado y yo quería matarle, gritar allí mismo todo lo que sabía, enseñar las marcas de mi piel, derrumbarla de sus tacones…
Me miro de una manera increíble, sus ojos de negras pestañas se clavaron en mí y me dijo:
– Ya habíamos hablado ¿verdad? Así que…
Se volvió hacia él
– Tú eres Héctor.
Era increíble, la ira había dejado paso a un deseo que desconocía. Aquella mujer… deseaba a aquella mujer.
De pronto, él se abalanzó sobre ella, la agarro con una mano en su cintura y otra en su cuello atrayéndola hacia si y la besó.
-Será mejor cambiar de escenario.
Como dos esclavos sumisos entramos en su coche, en su habitación de hotel. Se denudaban y yo les miraba descubriendo mi nueva posición, sentada frente a ellos en un enorme y cómodo sofá. Perdido en ella, en sus relatos, intentaba arrancarla algún gemido de placer, pero ella mantenía sus ojos firmes en mi, que me humedecía sin apenas hacer movimiento alguno.
Me invitó a su cama.
Ambos éramos presas de un deseo insaciable, él quería poseerla por entero y yo quería poseerle a él. El circulo se estrechaba, y nuestros cuerpos se encrespaban en una danza frenética y lasciva. Alcanzamos un grado de violencia inusitada, dando dentelladas aquí y allá, agarrando pechos y sexos, violando cada uno de nuestros rincones, salivando nerviosos, poseyendo y siendo poseídos. Hasta que él se apartó tiritando, todo era rojo, húmedo. Puede sentir el olor de la sangre en mi cuerpo, ver su boca vampi rica y el cuello de ella, con su cabeza ladeada sobre la almohada empapada con su líquido vital.
El escorpión había escrito su último relato.
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