¿Qué seguirá?
Después de haber contado cómo nuestros esposos hicieron un 69 en un intercambio, a la siguiente reunión se masturbaron mutuamente, aquí lo relato. Son muy libidinosos, sí, pero ¿no habrán llegado a algo más a nuestras espaldas?.
Había prometido contarles de esta sesión en el relato anterior, pero éste hubiese quedado muy extenso y me pareció suficiente con lo que ocurrió esa vez. Así que aquí va el relato de una sesión de intercambio posterior, la cual también tuvo sus sorpresas.
Ni al amanecer, durante las acciones cogedoras, ni en la charla en el desayuno del domingo siguiente al 69 que hicieron nuestros machos hubo comentarios al respecto. Sin embargo, Dalita y yo sí lo usamos para condimentar nuestro romance el miércoles siguiente.
–¿Cómo viste el 69 de nuestros maridos? ¿También te calentó? –le pregunté a Dalita cuando me acariciaba el vello de la panocha que ya me creció. (Ella me había rasurado para lucir mis labios al cumplirle un deseo a mi amante Bernabé, quien quería compararlos con los de su ex, Teya, “en vivo”.)
–Sí, me calentó muchísimo ver a mi esposo mamando la verga de Ramón con los residuos de los jugos tuyos y el semen de la cogida que éste te dio. Lo mismo que ver a tu esposo mamando con gusto la verga de mi marido y mirándonos jugar a nosotras con el dildo –explicó detalladamente mientras me dedeaba el clítoris.
Yo no sabía que estaba gozando más, si las dedeadas que Dalita me daba o el recuerdo de ellos mamándose cuando ella lo contaba. Vi las chichotas de mi amada y me fui sobre el pezón para mamárselo y también me puse a meterle el dedo tratando de llegar a su punto “G”. Dalita me quitó la boca de su teta para besarme, comiéndonos las lenguas, mientras seguíamos con el juego de los dedos y soltar mucho flujo con la viscosidad adecuada para pasar a nuestro rico 69. Orgasmos intensos y deliciosos que nos obligaron a descansar.
–¿Qué te ha comentado Ramón de lo que ocurrió con Pedro? –me preguntó Dalita después de acomodarse, mejilla con mejilla, a mi lado.
–Nada. ¿A ti sí te ha dicho algo Pedro? –dije suponiendo que por ello me preguntaba.
–No, como si hubiera sido muy normal que un hombre le chupe el pene a otro… –contestó.
–Pero lo que sí es cierto, es que les gustó –señalé–. Quisiera saber si sólo fue por calientes o si también les gustan los hombres.
–Vamos a preguntarles hoy en la noche, mientras se las mamamos –sugirió mi novia, y acepté afirmando con la cabeza, para seguir con nuestros mimos.
Así, el miércoles, cuando mi marido y yo estábamos en la cama, me puse a darle un masaje el cuerpo. Es común esforzarme en la espalda, el abdomen y las piernas para que descanse del ajetreo diario en el trabajo. La parte final del masaje, son las nalgas, que incluye lamidas y uno que otro puntazo de mi lengua en el culito peludo, pero sobre todo unas caricias en sus huevitos para estimular la producción láctea; estos últimos cariños siempre van con unas mamadas, hasta que se le pone dura la verga y luego… lo que mi viejo pida.
–¿Lo hago mejor que Pedro? –le pregunté sacándolo de onda.
–Tú siempre me has mamado riquísimo, Dalita también tiene destreza para ordeñar con los labios, pero las mamadas que me dio Pedro fueron sólo una novedad, sin técnica alguna – contestó evadiendo el meollo.
–¿Las que tú le diste a tu amigo también fueron sin técnica, porque yo los miraba queriendo exprimir el garrote muy gustosos y felices –dije para picarle la cresta.
–No niego que me gustó probar el atole que hizo con su mujer –aseguró y cerró los ojos antes de continuar la explicación–. También me agradó el sabor del semen que tenía aún en la flácida verga y que le escurría al compás de mis chupadas. Recuerda que también él me estaba dando el mismo tratamiento. En ese escurrir de semen, la viscosidad disminuyó y el sabor se mejoró, supongo que porque comenzó a salir presemen mientras se le endurecía el pene –dijo relamiéndose los labios–. ¡El sabor era delicioso! –exclamó, tomándome del pelo para fornicarme por la boca No me lo dijo, pero supongo que a él le pasó lo mismo cuando se me empezó a parara a mí. ¡Solamente queríamos seguirnos chupando! –gritó y se vino en mi boca…
–¿Se vinieron otra vez, entre ustedes? –pregunté después de darle un beso y hacerlo tragar su lefa mientras que me colocaba encima de su cuerpo.
–Yo sí sentí venirme, era poco, pero sí lo sentí. También en la garganta sentí un chisguete de su parte. Creo que después de eso me quedé dormido mientras le sorbía lo que él seguía escurriendo –dijo y siguió con los ojos cerrados. ¡Ya estaba dormido!
Antes de dormir, me imaginé a mi marido como si fuera él un contorsionista y se mamara la verga a sí mismo. “No, seguramente no sentiría é lo mismo”, me dije, pensando en que me gusta más que otra u otro me dedee a hacerme la paja yo misma.
Por su parte, Dalita me contó que Pedro declaró haber sentido algo parecido y “muy agradable” subrayó su marido. Pero ella avanzó más en el diálogo.
–No te vi muy conmocionado cuando te enteraste que Mar y yo nos queríamos. Pero siento muy raro que mi marido sea “ambidiestro”. ¿Te gusta ser puto? –le preguntó a bocajarro.
–¡Ja, ja, ja! ¡No soy puto ni maricón! A mí no me gusta mi amigo Ramón, ni otro hombre –contestó jocosamente Pedro.
–Pero te gustó mamarle la verga y que él te la mamara…
–¡Y se la volvería a mamar si me la da llena de tus jugos o de los de Mar! –exclamó feliz, seguramente recordando el sabor de nuestras panochas.
–¿También se la darías a mamar a otro que no sea Ramón? –le preguntó hiriente Dalita.
–No me imagino cómo podría ser, no me gustan los putos –dijo metiéndole la verga en la boca otra vez.
Cuando me lo contó Dalita, me di cuenta que me había faltado sondear más a mi marido, cosa a lo que me afané esa noche. Las respuestas fueron similares, negó que le gustaran los hombres, pero que si se pone igual de caliente como otras veces en las que le ha visto la verga a Pedro llena de humedad y exprimida de la cogida que me da a mí o a su esposa ¡ya no me voy a detener para mamársela, sabe riquísima! “Y dice que no es puto”, me dije para mis adentros. Y se me ocurrió preguntarle algo más.
–Supón que estás conmigo o con Dalita y hay un hombre que no es Ramón y saca de mi panocha o de la de ella la verga tal como se te antoja para mamar: desmayada y chorreando de atole, además, con una gota de lefa en la punta, la cual delata que hay un poco más de semen acumulado en el tronco. ¿Se la mamarías también? –pregunté imaginándome un trío con uno de mis amantes y él.
–Seguramente sí… –contestó después de imaginar la escena y reflexionar –. ¿Seré puto si se me antoja…? –preguntó con cierta preocupación.
Ya no quise insistir, porque sé que es muy creativo e imagina bien. ¿Qué tal si le doy ideas para que se vuelva marica? Los sueños que tuve estuvieron de pesadilla, en cada pregunta que me había imaginado lo hacía caer en experimentar si le gustaba o no. Por ejemplo, “¿Te cogerías a un hombre?” el me respondía “Ni aunque tuviera unas nalgas tan ricas como las tuyas”, pero luego decía “Claro que con unas nalgas así, una cara bonita y unos implantes de silicón en las chiches… Tal vez hasta me lo coja agarrándome de las tetas con una mano y de la verga con la otra”, contestaba en mi sueño e inmediatamente lo veía hacerlo con una trans en mi pesadilla.
Al rato volvía a dormir y, en otra pesadilla, le preguntaba “¿Te dejarías coger por otro?”. “¡No!, me contestaba tajante, pero luego pensaba un poco y añadía “Tal vez si tuviese una verga muy chica y me pusiera suficiente lubricante… Sólo para saber que sienten ustedes cuando les soltamos una descarga en el culo”, y justificaba cómo, y por qué sí. En mi sueño cambiaba la escena y lo encontraba en nuestra recámara ensartado en la verga de un jovencito de complexión andrógina, saltando alegremente y gritaba “¡Arre, caballito!”. ¡Otra pesadilla más de la cual despertaba sudando!
El peor sueño que tuve fue antes de que sonara el despertador. En él, mi marido y yo hacíamos tríos con cada uno de mis amantes y se dejaba coger por ellos hasta dejarlos agotados, y también se los cogía mucho, de tal manera que yo me quedaba como el chinito, “nomás milando”; luego la escena cambió a una reunión (quizá un concierto al aire libre) donde Ramón coqueteaba con todos los hombres que se le acercaban: feos, guapos, jóvenes, viejos, gordos, flacos, etc. Yo le reclamaba y él, en su respuesta, me precisaba que yo era una lesbiana más puta porque andaba con Dalita, y con otra que yo suponía que él no conocía, Teya; también me decía que hasta me pajeaba pensando en “La Vaquita”, en Ishtar y Tita… ¡Zaz! Me desperté asustada al recordar que algunas veces imaginé, o soñé, a mis amigas ofreciéndome lo que usan para atrapar a los machos que les gustan y las mamaba y me sobaba la panocha, aunque Ramón no las conozca ni en foto, ni sepa de ellas (confesión no pedida, pero cierta). Me comencé a sentir mal, pero me salvó la campana del despertador y dejé de pensar eso.
Lo bueno vino cuando sentí que mi marido me ponía su falo en la boca para darme el biberón matutino y mamé gustosa hasta hacerlo venir. A manera de súplica de perdón, le grité “¡Te amo, aunque seas puto!”, y Ramón se rio.
A la semana siguiente volvimos a pasarla con Dalita y Pedro. Todo muy bien, ordenadamente hicimos estriptís uno a uno, ofreciéndoles nuestro voluptuoso baile para calentar más la reunión. Ya desnudos, Dalita y Ramón bailaron un tango que habían ensayado para nosotros, donde había mamadas y penetraciones de golpe al compás de la pieza. Nosotros, abrazados y dándonos caricias, los mirábamos embelesados. Antes de que terminara el baile, ya estábamos cogiendo…
En fin, hubo muchas de las cosas calientes que siempre hacemos. Ya en la cama. Dalita se acostó con las piernas muy abiertas y ellos se pusieron a mamar, cada quien una teta, colocando sus caderas entre las piernas de mi novia, quedando con las vergas juntas. Me puse a mamárselas juntas; distribuí en los troncos mi saliva y el presemen que salía profusamente para facilitar una chaqueta doble que les hice mientras lamía los testículos, en tres tiempos: uno con las dos bolitas de mi marido y otro para cada uno de los huevotes de Pedro (huevote izquierdo, huevitos de Ramón, huevote derecho, huevitos, etc.).
–¡Cójanme ya! –exigió Dalita– los quiero juntos por la panocha –precisó.
Dejé de mamar y solté las vergas. Ramón se puso al frente (le fascinan las tetas, como a mí) y Pedro detrás. Les ayudé a acomodar sus palos en la pepa de mi amada. No pude evitar dar unos lengüetazos a los labios muy mojados de Dalita. Las venidas de los machos llegaron rápido, pero la puta de mi mujer ya estaba montada en su tren de orgasmos y se quedó con ganas de más, por lo que tuve que hacer con ella un 69, usando lengua y manos para que no se quedara frustrada. Supe que logré mi propósito pues las chupadas que recibí daban cuenta de ello y me vine en su boca con largueza. Al terminar, me acomodé a la par besándola y friccionando los vellos de mi panocha en su raja depilada. Los machos nos miraban acariciando suavemente cada uno su sexo. Descansamos un buen rato, diciéndonos guarradas con dulzura resaltando lo que más nos gusta de cada quién, y más tarde volvimos a los juegos.
–Como me dejaron a medias, tendrán que pagarlo –dijo Dalita– Mar y yo nos pondremos en cuatro, frente a frente y ustedes nos cogerán de perrito, Ramón a mí y Pedro a Mar, y nos harán venir hasta que nosotras pidamos paz, pero… ¡sin venirse ustedes! –condicionó.
Nos acomodamos en la alfombra. “¡Cada quién agarre a su puta!”, dijo Pedro al ensartarme coincidiendo la palabra puta con su envión hasta el fondo. “Ya tengo a la mía” dijo Ramón y vi cómo se acercó el rostro de Dalita al mío coincidiendo con el golpe del pubis de mi marido en sus nalgas. Comenzó el “chaca-chaca”.
–¡Muévanse más rápido garañones! –exigió mi querida, y la frecuencia de del mete y saca aumentó un poco –¡Más rápido! –ordenó jadeando por los orgasmos.
Ella y yo nos mirábamos entrecerrando los ojos mostrando gestos de gozo. Miré cómo se calentaba más Ramón viendo a su amigo Pedro cogerse a la madre de sus hijos. Los golpes que Pedro me daba en las nalgas con su pubis en cada envión los disfrutábamos mi marido y yo. Lo mismo ocurría entre Dalita y Pedro, lo delataba la mirada de mi amada hacia la cara de quien me cogía y la sonrisa que delataba el doble gozo, la verga enjundiosa de mi marido y la mirada de lujuria del esposo. Ya no supe más, la vista se me nubló y caí de bruces.
–¡Deténganse ya! ¡Mar se cayó, Pedro! –le gritó Dalita a su marido quien seguía ferrado a mis caderas y dándole con furor a la cogedera con los ojos cerrados, según me contó Dalita.
Ramón dejo de parcharse a Dalita en cuanto vio que doblé los brazos y fue a auxiliarme. Cuando abrí los ojos miré dos mojadas y antojables vergas colgando vergas colgando a mis lados y mi cabeza reposaba en las piernas de mi amada mujer de donde salía un penetrante e incitante aroma a sexo. “¿Se vino Ramón en ti, mi amor?” pregunté. “No, mi chiquita hermosa”, contestó dándome un tierno beso en la nariz. “Porque el olor de aquí es de cogida completa”, dije inclinando la cabeza hacia su raja y lamí su pubis rasurado. “Es que traigo la leche que me habían dejado y tu marido se encargó de menear el atole”.
Volvimos a quedar en cuatro, con los muslos chorreados de nuestros jugos, mucho más Dalita, quien ya había recibido esperma en la cogida conjunta que le hicieron.
–¿Chacualeaste rico y no te viniste, mi amor? –le pregunté a Ramón, quien como respuesta cerro los ojos a la par que lanzaba un suspiro–. Ahora tendrán que limpiarle las piernas y los labios, uno de cada lado. –les ordené y ellos obedecieron.
Se veían muy lindos, parecían perritos cortejando a una perra en celo. Yo miraba sus culos y las bolas que les colgaban. Y ya que los tenía así, me puse a lamerles alternadamente el ano a cada uno, jalándoles el escroto desde la base de la verga “Háganla venir a mamadas, putos, para eso sí son buenos”, dije y miraba sus cabezas compitiendo con sus lenguas en la raja de Dalita, quien daba quejidos cada vez más altos y agudos, señal de que los machos hacían un trabajo excelente, auxiliados por los mimos que yo les daba. “¡Ya, ya…!”, lanzó Dalita cinco minutos después de estar chillando de gusto.
–¡Basta, no oyeron cabrones! –les grité, al tiempo que les jalé los huevos y suspendieron al gritar “¡Ay!”–. ¿Le quieren hacer lo que a mí?
Los machos se sentaron en la cama, yo me puse a besar a Dalita quien había soltado algunas lagrimas de felicidad y se estremecía al dar suspiros como si fuera hipo.
–¿Te hicieron algo malo, mi nenita…? –le pregunté abrazándola y lamiendo sus lágrimas.
–No, mi amor, me chuparon muy rico, me vine mucho… –explicó, como si no nos hubiéramos dado cuenta.
–Ahora nos toca a nosotras –dije minutos después, tomando el dildo de dos puntas, el cual nos fuimos metiendo a la vagina entrelazando nuestras piernas para hacer unas tijeritas.
Primero fue despacio y Pedro se acarició el rifle para que le creciera más, lo mismo hizo Ramón jalándose el prepucio. Dalita y yo aceleramos y ellos también. Cuando nuestros quejidos y guarradas que nos decíamos (“Qué rico me coges, amor” dijo Dalita. “Porque tú estás muy hermosa, mi putita”, contesté) volteamos a verlos ¡Pedro le hacía una chaqueta a Ramón y éste se deleitaba jalándole el pellejo Pedro! Verlos tan atareados, uno en el otro, mientras nos miraban, nos calentó a nosotras y nos esmeramos más en darles el show. Casi al unísono saltaron sus chorros sobre nosotras y, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, nos fuimos sobre sus vergas para limpiarlas. El dildo salió de mí en el movimiento, pero se quedó en la vagina de Dalita. Lo saqué y le puse una punta a la boca de Pedro y la otra se la puse a Ramón. Dalita y yo nos limpiamos una a la otra las salpicaduras de lefa, ¡muy rica la que le cayó en las tetas…!
Lo que siguió en la noche, el amanecer y el desayuno, ya lo pueden adivinar, lo de siempre… ¡Somos felices!
¡Qué buenas cogidas y jaladas se dieron! Me quedó una duda: ¿Quién de los dos es zurdo?
Sí, estaban uno al costado del otro y, ahorita que recuerdo, fue Pedro quien trabajó con la mano izquierda, pero no es zurdo, Ramón tampoco.
¡Qué calor…! Estuvo bien caliente el relato, pero me empecé a calentar cuando leí y me encantó tu «confesión no pedida, pero cierta» donde me imaginaste o soñaste ofreciéndote lo que uso para atrapar a los machos que me gustan: mi par de pendientes que los hace babear. Lo demás va en un correo…
¡Preciosa! Ya leí tu correo y tú también imaginaste cómo te mamaba las tetas mientras me acariciaba la panocha. ¡Pues ya me hice una paja viendo la foto que me mandaste (misma que alguna vez le enviaste recortada a Ber, pero a él sin rostro). Me gustó la sonrisa de tu boquita y lo demás, que Ber describió atinadamente pues está tomada después de que Mario te dio el uso cotidiano: los pezones se ven puntiagudos, señal clara de que habían sido chupados y, además, entre el pelo revuelto y mojado sobresale el clítoris entre los labios aún semiabiertos, incluida una escurrida de lefa en la ingle.
Me escribes en el correo (transcribo para que se enteren todos) «Yo tengo algunas que recaté hace varios años cuando publicaste el relato «Las fotografías» en Cuento Relatos y colocaste la dirección donde éstas estaban (además de portadas y avatares de ese foro). Desgraciadamente, en ninguna se te ve la cara.» Ya lo solucioné, te las mandé completas sin recortes ni manchones que lo oculten. ¿Te gustaron?
Ojalá puedas venir alguna vez a donde vivo (sólo son 500 km de donde tu estás) y te mostraré completamente el modelo que usó Bernabé para las fotos.
Ya me imagino a mi esposo y a José dándose mutuo consuelo mientras me ven abriéndome la pucha. Les diría: «Al primero que se venga se la mamo, y el otro acaba aquí adentro…».
¡Caray, se las pusiste difícil…!
Si ya se mamaron, no veo problema en que se la jalen. En mi caso, si hay una segunda oportunidad, les pediré que lo hagan, eso no sería difícil. Me imagino que una puerta sería jalárselas yo simultáneamente, para después pedirles que lo continúen haciendo colocándolos de frente (pondría la mano de uno en la verga del otro y luego al revés) para darles a chupar mi pepa muy usada previamente por ellos. Segurito que caen…
En esas líneas, demuestras que ya tienes un plan que te apetece realizar.
¡Eres fuego!
Eso no te consta a ti, pero se puede solucionar…