Su primera doble penetración
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Después de nuestro estreno dentro del mundo de los intercambios de pareja, (léanse mis relatos anteriores) nos hicimos adictos mi mujer y yo a ir a los locales de intercambio.
A veces conocíamos allí a otras parejas, o bien quedábamos con alguna ya conocida para ir juntos.
No puedo recordar con detalle todos los encuentros que tuvimos, pues fueron muchos a lo largo de los años en que estuvimos disfrutando de ese mundo.
Supongo que los que recuerdo bien, deben ser los mejores.
Y he borrado de forma inconsciente los menos relevantes, y puede que también los que fueron decepcionantes.
Pues no todos los encuentros que tuvimos con otras parejas fueron perfectos, pero esos prefiero olvidarlos.
En ninguno de mis relatos he contado como era mi mujer, a la cual llamaremos Raquel.
Por aquella época muy mujer tenía el pelo negro, bastante largo, a mi me encanta el pelo largo, le llegaba hasta media espalda, o sea que por delante se podía tapar las tetas con el si quería. De estatura mediana, y sobre todo muy guapa.
Con unos ojos negros que le otorgaban una mirada cálida y profunda, y unos bonitos labios sensuales, aunque no demasiado carnosos, cuando les ponía carmín rojo parecían cobrar vida propia y decir ¡Bésame!
En cuanto a sus pechos, medianos, tirando a grandes, siempre firmes, eran la envidia de muchas mujeres y la tortura de muchos hombres.
Tenía y tiene aun, una enorme sensibilidad en los pezones, casi tanta como en el clítoris.
He estado con muchas mujeres, pero no he encontrado ninguna con tanta sensibilidad en los pechos.
Su culo, de un tamaño mediano y firme, provocativo dentro de lo normal, al igual que sus piernas.
Y su coño… hay quienes dicen que son todos iguales, pero os puedo asegurar que eso es mentira, el suyo, aun hoy, es abultado y carnoso, con unos labios mayores que esconden celosamente el jugoso tesoro que vive dentro.
¿Cuántas veces se lo habré comido en los muchos años que llevamos casados?
Y en los años en que estuvimos haciendo intercambios y tríos, ¿cuántos otros hombres y mujeres se lo habrán comido?
¿Y cuántas pollas, a parte de la mía, habrán gozado dentro de él?
Me resulta imposible saberlo, pero me produce mucho morbo pensar en ello.
Y en los ríos de semen que habrán corrido gracias a él.
¡Como lo envidio!
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Una noche más estábamos en unos de numerosos clubs de intercambio a los acudíamos con frecuencia, sobre todo los fines de semana.
No había mucha gente aun, el jacuzzi estaba casi desierto y las pocas parejas que había dentro estaban a lo suyo.
También había cierta actividad en la zona de las camas, aunque con la oscuridad que allí había se podía ver poco desde lejos.
Nos metimos en la bañera y nos pusimos a hacer lo que yo llamaría un reclamo por si llegaba alguna pareja interesante.
Nos metimos dentro de agua y senté a mi mujer sobre mi polla mirando hacia mí, y entre besos y caricias, nos pusimos a echar un polvo que era más para llamar la atención que para nuestro disfrute.
Unos minutos después salimos del agua y nos sentamos en el borde del jacuzzi, puse a mi mujer mirando hacia fuera, con las piernas bien abiertas mostrando su precioso coño.
A ella de daba un poco de vergüenza hacer eso, pero era por la causa, y yo hice lo propio sentándome a su lado y dejando que se viese bien mis 20 cm. de erección.
Entonces seguimos con el espectáculo, allí, fuera del agua para que se nos viese bien.
Yo besándola, chupándole los pezones, acariciado su coño, luego ella se metió en el agua para hacerme una mamada sin tener que inclinarse mucho, y así fuimos alternando roles hasta que por fin llego una pareja desde la zona de camas y se metió en el agua.
De él solo recuerdo que era alto y fuerte, sin llegar a ser un musculitos, y que su polla, la cual estaba en reposo, se veía enorme comparada con la mía.
Ella era rubia con el pelo largo, recogido para la ocasión, ojos claros, alta, su piel era casi tan blanca como la leche, sus pechos, con aureolas rosadas, eran más bien pequeños pero se adivinaban muy firmes.
Y su vello púbico, casi inexistente, color crema.
Se sentaron a nuestro lado y entablamos una pequeña conversación para romper un poco el hielo, así supimos que él era español y se llamaba Ramón.
Ella era francesa, de nombre Miriam, y solía pasar algunas temporadas en España, no eran una pareja estable, aunque estaban pasando unos días juntos
Miriam nos confeso que se encontraba cansadísima, pues había venido al club con dos amigos, uno era el que estaba allí con nosotros, y el otro se acababa de ir.
Y que durante al menos dos horas seguidas se la habían estado follando por turnos, no recodaba cuántas veces.
Le pregunte si quería hacer el amor conmigo, y me dijo que si pero que tuviese mucho cuidado porque lo tenía muy irritado.
En cuanto al maromo, estaba sentado al lado de mi mujer y ya le estaba metiendo mano por todas partes, miré mejor para ver su verga, y me quedé encandilado por su tamaño, no era más larga que la mía, pero la doblaba en grosor.
Sentí mucho morbo al pensar que mi mujer iba a tener esa maravilla dentro de su cuerpo, como la envidiaba, que suerte tienes, como vas a disfrutar, pensaba.
Mientras veía como se calentaba cada vez más con ese hombre olvidando con toda seguridad que yo estaba allí.
Este tío debe ser insaciable pensé, al recordar lo que me dijo Miriam que le habían hecho.
Nos levantamos y nos fuimos los cuatro a las camas.
Para ir entrando en ambiente, besé con mucha pasión a aquella muñeca francesa, y que bien besaba ella también, luego esos pezones de fresa hicieron las delicias de mi boca, me recree lamiendo y besando todo su cuerpo, esa blanca piel como de porcelana, pero suave y caliente.
Pero cuando fui a meter mi cabeza entre sus piernas, me rogó que no lo hiciera, aquellos dos tíos le habían dejado el coño en carne viva con sus pollas y el duro pelo de sus caras.
Le dije que lo entendía y ella dándome las gracias se inclino sobre mi polla y sin mediar palabra, se la metió hasta la garganta, para luego seguir moviendo la cabeza arriba y abajo, muy despacio.
Torturándome cuando se la sacaba y lamia mi glande, mirándome a los ojos, mientras yo me estremecía de placer.
Ya no aguantaba más, a punto de reventar le pregunte si podía metérsela en su bonito chocho y me dijo que si pero que no me moviese muy fuerte.
A pesar de que tenia aun la vagina muy dilatada, debo confesar que no duré demasiado, porque tenía muchas ganas, pero me gusto mucho, entonces mi blanca-nieves se levanto, se vistió, me dio un beso, y yo le dí las gracias, dijo que iba a al bar a tomar algo.
Tiré el preservativo a la basura y fuí al baño a lavarme la polla.
Cuando volví mi mujer seguía allí con su nuevo juguete, ellos estaban aun en los preliminares, el le estaba comiendo el coño, y ella, como siempre en estos casos emitía unos gemidos que se podían haber oído a decenas de metros.
Me acosté a su lado y puesto que la parte superior de su cuerpo estaba libre, aproveché la ocasión para besar su boca, acallando así por unos mementos sus gemidos.
Luego seguí con sus pechos, mientras que Ramón le seguía comiendo el clítoris.
Ella, boca arriba sobre la cama, se retorcía de placer, era como si quisiera escapar.
Sus gemido iban en aumento, y si pecho se elevaba al ritmo de una respiración arrítmica y jadeante.
Lo que debía sentir su cuerpo en esos momentos, puede ser de lo más grande en placer físico y mental que una persona pueda soportar.
Yo, sentía una enorme alegría por ella y mucha envidia.
Con gran esfuerzo consiguió articular algunos monosílabos para pedirnos que parasemos, pero su cuerpo siguió por unos momentos temblando y con pequeñas convulsiones, como presa de una descarga eléctrica.
Poco a poco su cuerpo se fue relajando y su respiración volvía ser normal, y ya pudo incluso sonreír, expulso aire emitiendo un sonoro “Uff”, y creo que dijo algo así como: “Joer que fuerte ha sido”.
Ahora se puso él boca arriba para que mi mujer se tragase aquel enorme trozo de carne.
No pude evitar la tentación, y por un momento agarré ese falo con mi mano y lo apreté fuerte masturbándolo un poco, el no opuso resistencia.
Estuve a punto de metérmelo en la boca, pero me contuve por si aquello no le gustaba a él, y por lo pensaría mi mujer.
Ella no sabia nada de mis relaciones con otros hombres.
Toda para ti, egoísta, susurré a mi mujer, creo que ni me oyó, toda su atención estaba puesta en aquella hermosa polla que ella iba a hacer suya.
Lo masturbó un poquito, casi no la podía abarcar con la mano, y sujetando la base de la polla, se la fue tragado poco a poco, no sin antes abrazar el glande con sus labios y limpiar con su lengua el lubricante que se deslizaba hacia su mano.
Yo, allí acostado aproveche la ocasión para acariciarle los huevos, aunque retraídos por la erección, se adivinaban bastante gordos.
Estuve tentado de pasarles mi lengua, pero una vez más me contuve.
No pude, ni quise evitar una nueva erección, al ver como Raquel se iba metiendo esa cosa tan gorda en la boca, empezó despacio para ir aumentado cada vez más el ritmo.
También la veía como levantaba la mirada para mirarle a él la cara y así ver como estaba reaccionando ante la bravura de esa mamada.
Yo miraba excitadisimo, mientras le acariciaba el culo a mi mujer y con mi lengua le lamia todo lo que estaba a mi alcance, pero intentando no interrumpirles.
Me preguntaba qué pasaría ahora, ¿Se correría en su boca, o bien avisaría a tiempo?
Hizo lo segundo, tocándole la cabeza le pidió que parase.
Mi Raquel no era muy partidaria de que se le corrieran dentro de la boca, al menos por aquel entonces, luego empezó a gustarle.
Tampoco es muy elegante por parte de un hombre vaciarse sin avisar, me parece de mal gusto y un abuso de confianza hacia quien te la esta chupando.
Entonces ella retiro su boca, dejando al aire esa polla toda mojada, y con la mano se limpio la boca, no sé si de saliva o de algo de semen que se hubiese escapado.
Acto seguido se tumbo dócilmente boca arriba y levantando las rodillas se abrió de piernas sin que se lo pidiesen, como una buena chica.
Tras ponerse un preservativo.
El se dejo caer despacio sobre su cuerpo, y ella le agarro su polla para guiarla hacia el sitio más íntimo y más deseado de su cuerpo.
La oí soltar un leve gemido mientras él se la iba metiendo despacio, y acto seguido se puso a bombear como un loco, y ya no se podían distinguir los gemido de de uno y otro.
Perecían poseídos parecía que querían devorase mutuamente.
Pasados los primeros momentos, relajaron el ritmo y el polvo empezó a ser como más cariñoso, más humano.
Entonces me di cuenta de mi situación, allí mirando como un bobo, y con una excitación de dos pares de huevos, nunca mejor dicho.
Me acerqué, le di un beso a mi mujer en la boca, pero creo que ni me vio, tenía la mirada perdida, mirando al techo, con los ojos casi en blanco, posiblemente concentrada en lo que sentía entre las piernas, creo que en ese momento no había nada más importante en el mundo para ella.
Me acerqué al oído de Ramón, y le dije:
-Aguanta un poco más, no te corras todavía, vuelvo enseguida.
Me lie una toalla a la cintura y salí apresuradamente a ver a la dueña del local, la cual estaba en la cafetería, allí estaba también Miriam hablando con un francés, la salude y le di un beso.
Me pregunto sobre lo que estábamos haciendo dentro, se lo resumí rápidamente y sonrió.
-Me encantaría estar con vosotros, -me dijo, pero ya sabes cómo me encuentro, añadió tocándose la parte inferior de su barriguita.
-No te imaginas como me gustaría, -dije yo.
-Otro día será, y sonrió resignada.
– Lo siento, pero debo darme prisa, añadí.
Le pregunte a la dueña si tenía alguna crema lubricante para dejarme, sonrió poniendo cara de picara, y al momento volvió con un tubo de crema, le di las gracias y volví apresuradamente, a la cama, con la esperanza de que estuviesen aun follando.
Al llegar me encontré con que ya no estaban el uno dentro del otro, estaban hablando entre si y acariciándose lentamente.
Por lo que pensé que habían terminado, pero no era así.
Me dijeron, entre risas, y con cierto aire de complicidad, que habían parado para esperar a que yo volviese, intrigados por saber lo que me llevaba entre manos.
-Es una sorpresa, dije, y escondí disimuladamente el tubo de crema al quitarme la toalla.
Me tendí boca arriba sobre la cama y le pedí a Ramón que se tumbase a mi lado.
En esos momentos nuestras erecciones habían perdido algo de fuerza.
Por lo que le pregunte a Raquel si le apetecía chupárnosla a los dos a la vez, y accedió.
Me daba algo de corte pensar que su boca iba a estar alternando entre los diferentes tamaños de nuestros penes, pero el morbo que me producía la situación pudo más que cualquier complejo.
Así que Ramón y yo juntamos todo lo posible nuestros cuerpos, permaneciendo ambos boca arriba, abrimos un poco nuestras piernas, y ella se puso de rodillas, a caballo, entre las piernas de ambos.
Aquello le obligaba a separar los muslos, y dejaba su coño, ligeramente abierto, al alcance de nuestras manos.
Se inclino para ponerse manos a la obra, pero de pronto se detuvo y levantando la mirada, dijo:
-¿Bueno, y ahora con cuál de las dos empiezo?
Empieza por él le dije, refiriéndome a Ramón, es nuestro invitado, y así lo hizo.
Aun con solo media erección, el miembro de ramón se veía ya gordísimo, ella se inclino sobre él, y enderezándolo con su mano, se lo metió todo entero en su boca.
Yo no podía saber que estaba pasando dentro de esa boca, aunque era obvio que la tenía llena y eso le debía dejar muy poco margen de maniobra.
Sabía lo que ella quiera, quería sentir como aquel hermoso pene crecía dentro de su boca y saber cuánto podría aguantar sin tener que sacárselo.
Me imagino que se lo estuvo succionando mientras pudo, pero cuando aquello fue creciendo cada vez más no tuvo más remedio que echarse hacia atrás tosiendo.
Durante todo ese tiempo, Ramón había alargado su mano y me había estado acariciado la polla y los huevos, lo cual fue una grata sorpresa para mí.
Raquel se había recuperado de la tos y ahora reía pensando en lo que le había pasado.
-Por poco me ahogo, dijo mientras se limpiaba las lagrimas que le habían provocado la tos y ahora la risa.
A estas alturas no hizo falta que mi mujer se esforzase para ponérmela dura, Cuando se la metió en la boca mi polla estaba a punto de explotar, todo aquello me había excitado muchísimo.
Vaya noche, pensaba, esto no se repetirá en el resto de mi vida.
Y mientras me la chupaba, tan bien como ella sabía hacerlo, yo me agarraba a la polla de Ramón y disfruté de ella tanto como pude, hasta que Raquel dejo de devorarme la verga.
Ahora llego el momento de la sorpresa.
Le pedí a Ramón que se tumbase boca arriba, y a mi mujer que se sentase sobre él, volviendo a meterse aquel trabuco en las entrañas.
Se dejo caer despacio sobre él, y una vez más debía de sentir ese enorme placer que yo tanto envidiaba, sus gemidos perderían más bien pequeños quejidos, pero para mí que la conocía, aquello no dejaba lugar a dudas.
Se movían despacio supuse que lo hacían para prolongar aquel polvo, y así disfrutar el mayor tiempo posible, pero yo iba a tener que interrumpirles.
Saque el tubo de crema que tenia escondido y me puse el lubricante sobre los dedos de mi mano derecha, me puse detrás de ella y busqué su ano con mi mano, en ese momento dejo de moverse, y él la imitó,
Debo decir que mi mujer ya había probado en varias ocasiones el coito anal conmigo, y le gustaba por el morbo que le daba, más que por el placer en sí.
Por eso también sabía que con algo de lubricación y de dilatación, mi polla le entraba casi sin dolor.
-¿Qué me vais a hacer? -Dijo, haciéndose la inocente.
-¿De verdad, no te lo imaginas? -Le pregunté.
-Te vamos a follar los dos a la vez, -¿Qué te parece?
-Me da algo de miedo, y además Ramón la tiene muy gorda, -dijo ella.
-Es por eso que yo te la voy a meter por el culo, ya tienes la suya el coño.
Cuando ya tenía metidos dos dedos dentro de su culo, los fui moviendo despacio, y comprobando como la resistencia de su esfínter iba cediendo.
Al otro lado de su tabique rectovaginal podía sentir la polla de Ramón que esperaba pacientemente.
Lo siguiente fue embadurnar mi polla con la crema que me quedaba en la mano, y sujetándola fuertemente la guíe hacia su agujerito, fui empujando muy despacio, y tuve que parar varias veces a petición de la dueña del culo.
Por fin, en un último empujón la tuvo toda dentro, me estuve quieto unos momentos, para que Raquel se fuese relajándose, luego empecé a moverme despacio.
La estrechez de aquella cavidad se veía reducida por el tamaño del pene de mi compañero en este viaje de placer y locura.
Cuando él empezó también a moverse despacio, pude surtir como nuestras pollas comprimidas dentro de aquellas fundas calientes se rezaban, lo cual incrementaba por mil el placer que sentíamos.
Como ya cuento en otro relato, la doble penetración es una de mis prácticas sexuales favoritas, superada por muy pocas cosas.
Mi mujer estaba disfrutando con aquello, solo había que ver como no paraba de moverse, buscando siempre la postura que más placer le producía.
En aquel combate cuerpo a cuerpo, la cuestión era aguantar al máximo para que ella se corriese con nosotros, pero conforme aumentaba el placer, nuestro ritmo de movimientos iba en aumento, retorciéndome de placer tuve que decir:
-Lo siento, pero me corro, ya no aguanto más, -y dando unos últimos pollazos incontrolados, me vacié con una eyaculación que parecía interminable, dentro del culo de mi Raquel.
Me estuve un momento quieto, recobrando la respiración, y al notar la flacidez de mi pene lo saque, y me tumbé a un lado.
Entonces mi insaciable amigo puso de nuevo a mi mujer boca arriba, y se desboco en un mete y saca loco acompañado de los gritos de ambos.
Tenía miedo por Raquel, por si le hacía daño, pero lo que consiguió fue que se corriesen juntos entre gritos y palabras casi incompresibles.
Entonces, agotado, se dejo caer sobre ella por unos momentos, mientras se daban besos de agradecimiento mutuo.
Yo me sentía un poco desplazado, pero era feliz al verla contenta y saciada.
Tampoco me debía quejar, yo fui quién la metí en esto.
Cuando intento levantarse, sintió como el semen le salía por el culo.
-A ver como lo hago para levantarme yo de aquí en este estado, dijo.
Nosotros reímos cariñosamente al oírla decir eso.
Cogió una toalla, se la lio en la cintura y como pudo llego hasta el baño.
Cuando salimos, aun estaba Miriam en la cafetería esperándonos, no sentamos con ella comentado entre risas, y la sorpresa de Miriam, toda nuestra odisea.
Tras algunas copas más, a casi amanecía.
No abrazamos todos para despedirnos, con la esperanza de volvernos a ver algún día.
Sin duda había sido maravilloso, que pena que Miriam no participase con nosotros hasta el final, pero claro, ella ya se había llevado una buena ración de sexo.
Besos para tod@s.
Por favor puntuad este relato y dejadme vuestros comentarios.
Es lo que me anima a seguir contando mis vivencias dentro del maravilloso mundo del sexo.
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