Trabajando en casa de la vecina
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Frente a mi ventana, al otro lado de la calle, cierto día cambiaron cortinas por unas que en la noche, y con la luz encendida, dejaban ver el interior de aquella recámara. Pude ver a mi joven vecina de quizá 18 o 19 años, despojarse de sus prendas para meterse al baño y cerrar la puerta. Minutos más tarde, la vi salir con solo una toalla sobre la cabeza. Se paseó desnuda por su habitación al parecer cantando algo, pues veía desde mi ventana el movimiento de sus labios, y un suave baile que la acompañó en su paseo.
El baile fue subiendo de intensidad y se convirtió en una danza plenamente sexual. Sus manos recorrían todo su cuerpo acariciando y pellizcando su piel. Para entonces, yo estaba sentado de costado sobre mi silla aferrado a mis prismáticos para no perder detalle. Prismáticos que heredé de un viejo cazador de las montañas canadienses con un excelente zoom.
Más tarde, la chica estaba de pie sin bailar recargando una mano en su silla concentrada en acariciar su entrepierna. De pronto la vi convulsionarse en un interminable orgasmo. La toalla que hacía segundos estaba en su pelo, ahora estaba fuertemente aprisionada entre sus dientes, supongo que para ahogar un grito. La misma toalla colgaba hasta su pubis y me impidió ver si su mano seguía jugando.
Con esa misma toalla limpió sus fluidos. Se puso un cómodo bóxer y se trepó a la cama de pie. Alcancé a ver cómo giraba el foco y todo se oscureció.
Debido a que desde hacía meses había tenido poco trabajo, apenar para subsistir, las deudas se habían acumulado. Decidí poner un anuncio afuera de mi casa. Ofrecí mis servicios de mantenimiento doméstico, pues nada de eso me es complicado. Incluía todo aquello que una casa puede necesitar: plomería, electricidad, carpintería, electrodomésticos, etcétera.
Estaba dando los últimos martillazos al letrero cuando la vecina de enfrente, muy bella mujer y madre de la chiquilla que sin saberlo me había dado un buen show la noche anterior, se acercó para preguntar.
Fui contratado para arreglar la instalación eléctrica de la recamara de la chica y al hacer las observaciones, descubrí que era una total porquería. Cables de todo tipo y calibre mal amarrados y con pésimo aislamiento. Se decidió entonces que realizaría el cableado nuevo en toda la casa.
Al otro día, comencé a trabajar casi de madrugada, cuando las dos hijas habían salido de casa a la universidad. Debido a la confianza entre vecinos, me quedé solo sin interrupción. Terminé pronto con todas las piezas de la planta baja. Por la tarde, cuando trabajaba en la recámara de la chica del show, percibí que alguien me observaba en silencio… era ella.
Por el espejo vi que semi escondida tras el quicio de la puerta, tenía una mano bajo su pantalón deportivo masturbándose lentamente. Me hice el desentendido y bajé del banco donde estaba trepado. Sacó su mano y cuando di vuelta me saludó con una sonrisa que me prendió más que haberla visto masturbarse junto a mí. Sin decir una sola palabra, extendí mi mano después de desempolvarla con una franela para hacerla acercarse más y besar sus labios.
No opuso resistencia alguna a pesar de la diferencia de edades. A mis casi 50 años tenía entre mis brazos a una bella joven de no más de 20.
De pronto, se separó bruscamente de mí y saludó con un grito a través de la entrada hacia el piso inferior y bajó la escalera. Poco después su madre entró a la recámara y me invitó a cenar. Mientras cenábamos, llegó la hija mayor y me saludó de beso en la mejilla como si fuéramos grandes amigos, cosa que me sorprendió un poco.
Cuando subí para guardar mi herramienta, la menor, discretamente me dio un papel doblado que abrí al estar en mi recámara. Había una dirección web y una contraseña. En el monitor me vi sentado frente a mi computadora tal como ella lo hacía desde sabrá Dios cuanto tiempo. Recordé que en un escritorio fuera de mi vista desde la ventana, había una laptop donde seguramente me veía mientras bailaba la noche anterior gracias a una pequeña cámara en la esquina baja de su ventana que vi después.
Al día siguiente, me encontré con la sorpresa que la muchacha no había salido, y mientras ella y su mamá desayunaban, yo me puse a trabajar. Cerca de las 10 de la mañana, teniendo ambos brazos arriba para amarrar algunos cables, sentí unas manos desesperadas por sacar mi pene de dentro del pantalón. Yo ya sabía que ese día sería fantástico desde que la vi en casa. Bajé del banquillo y continuamos el juego de besos interrumpido la tarde anterior y éste se prolongó por varios minutos. La chica jadeaba excitada mientras yo, aprovechando mi ventaja en experiencia, la llevaba por el camino que yo quería. Mis manos exploraron todo el territorio de su piel haciendo hincapié en los pezones y zonas delicadas. Procuraba dejar las caricias a su clítoris para más tarde, hasta tenerla a punto y lo noté cuando su pelvis se movía buscando el contacto al recorrer mi mano sobre el monte de Venus. Cuando por fin decidí meter un dedo en su ardiente raja, éste quedó empapado por la enorme cantidad de fluido que ya recorría su entrepierna. No lo dudé y sentándola en su escritorio, me coloqué en medio de sus piernas y con lentitud fui entrando con la lengua en su deliciosa vagina. Pocos segundos bastaron para que con un fuerte grito se convulsionara en un rico orgasmo que casi me provoca asfixia, pues tomó mi cabeza con ambas manos y me apretó fuertemente contra su caliente y húmeda concha.
Como pude, escapé de tan rica prisión y sin dejarla terminar completamente, me levanté e introduje apenas el glande en su rajita y ella me jaló con las piernas para clavársela toda de un tirón. Unos cuantos bombazos y ella se estremeció de nuevo en un segundo orgasmo, y luego otro y otro más. La multiorgásmica niña sabía moverse muy bien y pronto me sentí a punto de culminar.
Aprovechando su condición, y viendo que quería más, mientras me reponía un poco del placer le seguí dando lengua desde el monte de Venus hasta el ano. En eso estaba cuando una voz nos sobresaltó a ambos.
-¡Cochina! ¿Qué estás haciendo? –Dijo su hermana que venía llegando de la calle. –Me ganaste el pan. Yo lo quería para mí
Al voltear, descubrí que comenzaba a desvestirse apresuradamente para participar en la fiesta. Yo no podía creerlo y no cabía de gusto. Dos jovencitas en una sola sesión, y además hermanas.La menor bajó del escritorio y se recostó sobre la cama, y yo le pedí a la mayor que continuara con mi faena oral a su hermana, mientras yo me colocaba detrás de ella para, así empinada como quedara, darle también una ración especial de traviesa lengua. Descubrí que las dos eran multiorgásmicas.
En un momento dado, se pusieron ambas de pie y me obligaron a acostarme en la cama para cabalgar sobre mí por turnos. Mientras una cabalgaba sobre mi cadera, la otra lo hacía en mi cara y de cuando en cuando, intercambiaban lugar. Algo pasó que me bloqueó y no podía llegar al orgasmo cuando recordé que en la casa de enfrente estaba mi esposa. En tres o cuatro ocasiones sentí terminar pero antes de eyacular la sensación se perdía, y así duré con ellas cerca de hora y media, cosa que ellas supieron aprovechar.
Después de probar múltiples posiciones con cada una, la menor decidió llevar mi pene a su boca, cosa que ninguna había querido hacer en ningún momento. La mayor no se quiso quedar atrás y dos bocas se movían juntas sobre mi pene besándose entre ellas al mismo tiempo. Lo hacían con tal sincronización que parecía una sola boca trabajando sobre mi pene que estaba más duro que de costumbre. Por fin, ante tan deliciosa mamada terminé por correrme en gran cantidad cuando la mayor optó por ya no compartir. Me vine tan de repente que no le di tiempo de sacarla de su boca y la inundé completamente. Su hermana le pidió no los tragase y le compartiera, y así lo hicieron. Se enredaron en un rico e incestuoso beso lésbico que no me permitió relajarme y continué cogiendo con ellas media hora más.
Terminé completamente agotado, pero aún así continué después de tan rica faena con el trabajo que me llevara a su casa. Debía terminar la instalación eléctrica.
Cerca de las ocho de la noche, llegó su mamá y las encontró sentadas frente al televisor como si nada hubiera sucedido. Subió y al ver que me faltaban unas pocas conexiones me pagó de una vez y me dijo:
-Mañana no saldré a trabajar. ¿Puedes venir a hacer un trabajo especial?
-¡Claro que puedo! –Respondí. –Un poco más de dinero no le cae mal a nadie.
Al día siguiente, llegué un poco más tarde, pues llevé a mi hijo a la escuela antes de ir a “trabajar” con la vecina. Cuando llegué me indicó lo que tenía que hacer. Hacerla feliz.
Cada oportunidad que se presenta, me doy mis escapadas a la casa de enfrente y paso buenos ratos cogiendo con las tres, a veces una, a veces dos y a veces tres. Son una familia muy unida, por lo que veo. Qué bueno que el marido viaja tanto por todo el país.
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