Trío bisexual: mi jefa y su hijo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi coordinadora en la institución donde trabajo me llamó a su oficina para revisar un documento que estaba trabajando en la computadora. Pina, una peculiar mujer de unos 55 años, ese día llevaba un vestido ligero azul, sin mangas y con un pronunciado escote en el que nacían dos tetas de tamaño mediano, turgentes, suaves y respingonas. Sentada como estaba en su silla, la falda mostraba hasta las rodillas sus atléticas piernas, de modo que hoy no pude ver de primera instancia su pequeño y bien formado culo, que en otras ocasiones presumía dentro de ajustados jeans. Podía ver, eso sí, la pecosa piel de su espalda que su corto cabello castaño no oculta, hombros y brazos bien formados por la natación. Su sonrisa pequeña y amplios ojos me recibieron amablemente.
-Necesito tener listo este documento, los lineamientos, como puedes ver, en este aspecto…
Me ubiqué de pie pegado detrás de su silla, y ambos veíamos la pantalla de su PC al ritmo de su explicación. Yo atendía en parte, porque desde ese ángulo mi vista se hundía en su escote casi hasta ver la penumbra de su vientre bajo el brassiere.
Mientras exponía, Pina alzó los brazos para frotar el cabello de su nuca. Lo hacía lenta y suavemente. Sus axilas perfectamente depiladas quedaban al descubierto. Un suave olor femenino y dulce se elevó a mi nariz y comencé a excitarme.
Acerqué discretamente mi entrepierna a la parte trasera del respaldo de su silla. Podía sentir el calorcito de mi pene endureciéndose contra mi pubis rasurado dentro de mis ajustados boxers de microfibra.
Pina mantuvo su brazo derecho arriba, mientras que con la mano izquierda comenzó a acariciar suavemente su axila derecha, apenas con la punta de sus dedos. El calor en mi pene ya era mucho. Aparentemente distraída en la pantalla, Pina hablaba y seguía tocando su axila, recorriéndola como para cerciorarse de que aún no nacía nada de vello.
No pude resistir. Lentamente acerqué mis dedos a su axila, y acaricié de arriba a abajo, suavemente.
Pina no dejó de hablar. Siguió tocando su axila, acariciando ya no con los dedos, sino con toda la mano, su mirada en la pantalla, mientras mis dedos la recorrían desde su marcado bíceps, depilado también y abiertos los poros, casi hasta el nacimiento de su seno derecho.
Con la otra mano alcé su brazo izquierdo y comencé a tocar esa axila, yendo desde sus brazos ahora sí hasta sus deliciosas tetas. Ella dejó de hablar. Sólo la escuchaba respirar fuerte. Como tenía los brazos en alto, me alcanzó el pecho y apretó suavemente mis pezones.
Seguimos así por un rato, hasta que volteó su silla. Sentada frente a mí, me tomó de la cadera y me giró sobre mis pies hasta que mi trasero quedó a la altura de su cara. Se adelantó a la orilla de la silla y hundió su cara entre mis nalgas. Podía sentir su lengua como tratando de rasgar mi pantalón, al tiempo que pasó su mano entre mis piernas para tomar mi paquete entero, obligándome a inclinar mi cuerpo un poco hacia adelante y abrir mis piernas.
Pina acariciaba mis huevos y verga con fuerza sobre mi pantalón. Disfrutaba con delicia el calor de mi verga apretada por mis calzones contra el pubis mientras esta mujer mordía una de mis nalgas. Me moví hacia atrás para intentar tocar la entrepierna de Pina con mis manos. Calor y humedad traspasaron la tela de su falda.
Me volví hacia ella. Pina aflojó mi cinturón, metió dos dedos en su boca, lamiendo, los llevó a su vagina, luego a mi boca, me acercó a su cuerpo y metió la mano entre mi pantalón y mi trasero, por dentro de la ropa interior. Se abrió paso entre mis nalgas hasta llegar a mi ano, que frotó con los mismos dedos que después volvió a meter en su boca, chupando y lamiendo sin dejar de mirarme. Un hilo de baba cayó en la piel madura y pecosa entre sus tetas.
-Aquí no-, dijo.
Mientras ajustaba mi cinturón, quedamos en su casa para esa tarde. Metí un dedo en su boca y luego me lo chupé, antes de salir de su oficina más caliente que el núcleo de mil soles, sintiendo aún el ano resbaloso por su lubricación y su saliva.
Al llegar a su casa esa tarde toqué la puerta.
-¡Voy!
Reconocí la voz de su hijo Andrés, un chico de unos 18-20 años a quien hace tiempo yo había conocido en un partido de volleyball en que él jugó. Mientras esperaba, recordé que el chaval me había parecido algo amanerado, algo femenino, algo en su sonrisa y actitud era más de lolita que de varón adolescente.
Cuando abrió la puerta, me quedé anonadado.
Estaba frente a un joven de mi estatura, quizá una pulgada más bajo. El cuerpo de un esbelto reloj de arena, hula hula en mano y sólo vistiendo una licra blanca, transparente por el sudor que bajaba brillante por su abdomen lampiño y ligeramente marcado, pezones respingones e inflados, brillantes, subiendo y bajando por la respiración agitada. Una sonrisa abierta en labios carnosos.
-Estaba practicando con el aro, pasa.
Entré siguiéndolo. Los muslos de una gimnasta, la cadera de una sirena, las nalgas de una jugadora brasileña de volley de playa. Cintura breve, espalda angosta y hombros delgados, suaves y atléticos. La mano libre girada hacia el frente, como el caminar de una chica de secundaria, dando brinquitos ligeros.
Pasando por el jardín, se detiene y me explica que su mamá no tarda en llegar. De pie frente a mi con un pie sobre el otro y su cabeza inclinada a la izquierda, alza sus brazos para acariciar su cabello exactamente como su madre lo hizo por la mañana, mostrándome unas axilas brillantes de sudor en las que lucía un vello incipiente.
-Por mí no te preocupes, si quieres seguir practicando con el aro yo espero a Pina adentro.
Andrés lamió la comisura de sus labios y asintió.
Desde la sala podía ver a Andrés en sus evoluciones con el aro. Que tuviera verga y huevos es lo único que le diferenciaba de Remy Lacroix. Sus nalgas vibraban en las húmedas licras blancas mientras Andrés movía la cadera retando al hula hula, sudando en el húmedo calor del jardín.
Pina llegó a los pocos minutos, como si se hubiera puesto de acuerdo con su hijo en el color del día, luciendo unos minúsculos shorts elásticos y una delgada playera ombliguera, sin sostén, todo en blanco. Sus oscuros y endurecidos pezones eran evidentes. Dudé que llevara pantaletas. Me indicó seguirla a su cuarto.
-Mi esposo está de viaje, como siempre. Andrés no será problema.
Delante de mí contoneaba su escasa celulitis.
En su cuarto lamí sus axilas como enfermo, babeando. Me arrojó de boca sobre la cama. Bajó mis pantalones, boxers y su lengua se abrió camino a mi ano. Lamió como si en ello le fuera la vida, alternando sus caricias entre mis nalgas, axilas y pezones.
Mi verga goteaba, confundida entre la imagen de Andrés y su cuerpo de lolita y la colosal mamada de culo que su madre me propinaba.
Me volteé sobre la cama, pasando mi pierna sobre la cabeza de Pina. Acerqué mis rodillas a mis hombros, con mis manos detrás de mis muslos, para dejar libre a la lengua de Pina el camino desde mi perineo a mi glande. No me decepcionó. La punta de su lengua arrastraba mi líquido preseminal. Acerqué mi boca y nuestras lenguas me saborearon.
Puse a Pina en cuatro. Recorrí su short sin quitarlo, dejando casi libre su rosado ano, rodeado de piel muy oscura y coronado por un par de pelos. Mi lengua lo abrió hasta donde pudo, saboreando su calor y su sal.
Pina escupió en su mano y me masturbó. De vez en cuando tomaba mis huevos, llegaba con sus dedos hasta mi ano y regresaba a mi verga.
Inclinado como estaba sobre el culo de Pina, la sensación de algo caliente y resbaloso tocando mi ano tardó en sorprenderme. La mano derecha de Pina rodeaba mi verga y su izquierda se tocaba los pezones.
No era Pina, entonces.
Detrás mío, Andrés se preparaba para embestir. No puse resistencia. Con mi ano dilatado por la lengua de Pina, la cálida verga de Andrés entró sin problema, calentándome el recto sabrosísimo. Entraba y salía sin pausa, sin prisa.
Pina se acomodó debajo mío. Su ano me recibió cálido y maternal. Penetraba a una madura mujer mientras su andrógino hijo me penetraba a mí. El sudor era abundante y era uno.
Después de un rato cambiamos posición. Me senté en la verga de Andrés mientras su madre me mamaba la verga y yo metía mi mano en su vagina y ano, estimulando su clítoris y haciéndola gritar de orgasmo. Fluido abundante me llenó los dedos. Andrés con su lengua los limpió.
Luego Andrés se acostó de espalda en la orilla de la cama. Mi lengua conoció el sudor de sus ingles, sus testículos, su verga chorreante y su ano suavecito. Me incorporé, tomando su pene como palanca y lo penetré. Junto a mí, su madre alternaba en mi boca sus pezones, sus axilas, su lengua y, parándose en la cama, poniendo su culo en mi cara. Luego se agachó y su boca me arrebató de entre las manos el brillante pene de Andrés.
No tardamos en eyacular. Primero Andrés, víctima de la experta boca de su madre, quien llevó a mi propia boca toda su carga, chorreando en nuestros pechos, lamiendo luego mis pezones y metiendo su índice lleno de semen en mi ano.
Luego, Andrés se volteó, cambiando su ano por su boca. Sus lametones me fueron llevando. Pina seguía estimulando mi ano, mientras su boca paseaba entre mis labios, pezones y axilas. Le llené a Andrés de leche su boca de perra, boca que, incorporándose, compartió conmigo y con su madre, lamiéndonos los tres y embarrándonos las caras de mis mecos calientes.
Nos tumbamos en la cama, sudando. Recorrí con mis manos las caderas de Andrés y me estacioné entre sus nalgotas. Lo besé savemente en la boca, lamí sus axilas y pezones de mantecada y regresé a su lengua. Su madre seguía moviendo suavemente sus dedos embarrados del semen de Andrés en mi ano, mientras savemente relamía mis pezones y me besaba. Lamí el sudor de sus axilas y algo del semen que quedó en sus tetas.
El sabor de los pliegues de Pina y Andrés se quedó conmigo un buen tiempo.
Hoy, Pina me llama a su oficina. Entro para verla recargada de codos en el escritorio, sus piernas en unos ajustados jeans deslavados, el maduro culo de puta vieja apuntando a Andrés, quien al fondo me mira en unos brevísimos shorts y camiseta de tirantes, lamiendo sus labios.
Mi verga crece caliente contra mi pubis.
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