un negro para mi solita
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
A mis 42 años creía haber vivido lo suficiente en la vida, pero algo sucedió que no me esperaba, tengo un matrimonio normal, de clase media, y aspiraba a pasar una semana de vacaciones en las playas del Pacifico Colombiano, llamado Ladrilleros, un lugar con un turismo artesanal, con construcciones de madera y un poco selvático.
Habitado por negros en su mayoría y viajamos con mi marido con la intención de pasar varios días tranquilos, dedicados al ocio, la lectura, baños de mar y descanso.
Durante el viaje hacia un calor infernal, yo tenia puesto un shorcito blanco, un poco altico, una camisetita rosadita que me llega al ombligo, y debajo mi ropa habitual, lo más apropiado para un día caluroso donde el trayecto a la isla nos deja prácticamente emparamados, producto del agua arrojada por las olas del mar que nos salpican sin piedad dentro de la lancha; a mi lado derecho esta mi esposo, al lado izquierdo se sienta un muchacho fornido, de color, de unos 27 años aproximadamente, quien durante todo el trayecto no hace sino intentar el roce de mis pechos, con su brazo, en un principio me fastidió, pero luego lo acepté y me pareció divertido, y deje que rozara mis senos con rítmicos masajes, siguiendo el movimiento de la lancha.
Nos alojamos en una cabaña en Ladrilleros, por la noche mientras cenábamos en un restaurante típico del lugar, le comente a mi esposo lo sucedido y lo incomoda que me había sentido, al tener que viajar de esa forma y él sonrió pícaramente y me pregunto… y te éxito mucho? Yo sonreí y le respondí con otra pregunta, y tú qué crees?.
Al día siguiente, me entrego de sorpresa una linda tanguita, hilo dental, con un sostén que escasamente cubre mis pezones, acompañado de una salida de baño transparente del mismo color de la tanga, y me dice… para que la luzcas en la playa, le digo que está muy pequeña, pero me convence para que me la ponga basándose en que había poca gente en la isla y éramos unos desconocidos.
Además le gustaría ver la reacción de los hombres que me miraran, me sorprendió, pero como él es tan liberal no le discutí pues la playa estaba bastante desocupada, muy pocos bañistas, ya que no era temporada de turismo.
Acordamos que pasearía sola, pero el estaría atento a unos metros atento a cualquier imprevisto.
Cuando llegamos a la playa me sentí extraña, la parte de arriba del sostén no era mucho lo que me tapaba y sentía la mirada sobre mi cuerpo de algunos hombres que pasaban cerca, pero después de un tiempo me gustó sentirme deseada y dejó de disgustarme.
Así pasaron los dos primeros días sin mayores detalles que narrar, mi marido me comentaba por la noche lo que había observado, de cómo me miraban y los comentarios que hacían en voz baja, sobre lo provocativa que yo estaba.
Eso me excitó mucho.
Al tercer día, mientras tomaba el sol boca abajo, siento la voz de alguien que me saluda: “que alegría verla, y porque tan solita? Usted es la señora de la lancha verdad?.
sin quitar su mirada de mis nalgas, lo miro con coquetería y luego permanezco boca abajo, mostrando naturalidad y le respondo que sí y él agrega que bueno de seguro nos estaremos viendo por acá y siguió su camino.
Cuando el joven se retira hablo con mi esposo y él me hace una propuesta: “Yo vi como miraste al chico, te gusta verdad? Serias capaz de tener algo con él? Serias capaz de coquetearle?
Yo no me esperaba algo así, quede perpleja y solo atine a responderle, “no, no lo sé, me sorprendes con esa pregunta, además quien sabe si el muchacho lo desee” y él me respondió… inténtalo y nos divertimos a ver qué pasa.
Lo voy a pensar, pero no me creo capaz”, le dije.
Al cuarto día, estaba nuevamente asoleándome y mi esposo a prudente distancia, pero escondido bajo un parasol, el negro vuelve a pasar y al verme sola me pregunta por mi esposo, y le respondo que está un poco cansado y prefirió quedarse en la cabaña, para estar bien y salir de fiesta en la noche.
Esa respuesta lo entusiasmo y sin quitar su mirada sobre mi cuerpo, me hablo de sitios bonitos para conocer en la isla y que se podían visitar caminando y él se ofrecía como guía.
Yo le respondí que me gustaría mucho, pero que tenía que comentarlo con mi marido.
Me dijo que el sol estaba fuerte que si quería que me esparciera bloqueador solar para evitar daños en la piel, a lo cual asentí con un gesto.
Empezó por regar el bloqueador en la parte inferior de los pies y a subir lentamente sus manos por mis piernas, cerré los ojos concentrándome en cómo sus dedos pasan por mis tobillos e iban subiendo lentamente, sentí un escalofrió en mi estomago, una electricidad en mi bajo vientre, mi corazón palpitaba aceleradamente, estaba ansiosa, extasiada con la sensación de placer al sentir el roce de sus manos sobre mi piel, sin preocuparme por lo que hacía, le fui abriendo mis piernas sutilmente, para que pudiera maniobrar más fácilmente sus dedos entre mis muslos, al llegar a mis nalgas, doy pequeños brinquitos de goce, acentuándose cuando hábilmente levanta la tirita de mi tanga que estaba metida entre mis nalguitas y resbala sus dedos, tocando “ocasionalmente” mi culito, amasa mis nalgas con un cariño y una dulzura única.
Cuando termina en la espalda, en una decisión caprichosa me volteé quedando boca arriba, y al girar mi cuerpo observé donde estaba escondido mi esposo y él me hace una seña con la mano de aprobación, lo que me motiva a dejar que siguiera con lo que había empezado, me coloqué el sombrero sobre el rostro, para cubrirme del sol, pues deseaba que me pusiera bloqueador por todo el cuerpo.
Estando boca arriba sus manos se volvieron más atrevidas y rozaron mi concha, en ocasiones sentí que sus dedos corrían levemente la tela de la tanguita deslizándose cerca de mi conchita, sin llegar a tocarla totalmente, a pesar de mis deseos.
Me esparce el bloqueador llegando hasta donde está la tela del sostén que tapa apenas las puntas de mis senos, o mejor, mis pezones que fue lo único a lo que no le unto el bloqueador, ya que no le di tiempo, pues cuando iba a hacerlo, me pare repentinamente y lo invité coquetamente a meternos al mar, así lo hicimos durante unos minutos, de lo cual no me arrepiento pues tuve la fortuna de poder acariciarle su miembro que percibí bastante grande, era inmenso cuando se irguió, un poderoso instrumento de goce, las olas eran pequeñas por lo que doblábamos las piernas intentando ocultar nuestros cuerpos bajo el agua , teniendo precaución que mi marido desde su escondite pudiera ver lo que hacíamos en el agua.
Cuando tuve entre mis manos su polla, mi deseo inmediato fue pretender sentirla dentro de mí, pero me acorde que hasta allá no llegaba el compromiso con mi esposo, aunque estaba desesperada por hacerlo, pero disimulé, sin embargo le dije: “Negro, quiero ser tuya, pero en este momento no, mi marido puede aparecer en cualquier momento, pero estoy segura que habrá un momento donde me podrás tener a tu gusto sin afanes, le acaricié ese monstruo de verga, y fue la única manera de contenerlo, mientras el metía sus dedos dentro de mi cuquita, y me exploraba, hasta que vi a mi marido haciéndome la señal acordada que indicaba que debíamos reunirnos: “Negrito, allá viene mi esposo, vete, vete rápido, y el me pregunto, cual es, cual es,” y yo le señale para el lado opuesto a donde estaba mi esposo.
El se fue por debajo del agua y salió a varios metros de donde estábamos y yo aproveché para salir, evitando que reconociera a mi esposo.
Al día siguiente acordamos con mi marido que iría sola al sitio que el negro se había ofrecido llevarnos.
Después del desayuno, me encuentro con el negrote, le digo que no podemos ir al paseo, pues mi esposo quería descansar, él se desilusiono un poco, pero yo le dije que le insistiría a mi esposo a ver si me dejaba ir sola.
Fui a la cabaña, simule hablar con mi esposo y cuando lo consideré conveniente regresé a hablar con el negro.
Le dije que con la condición que regresáramos al medio día, mi esposo estaba de acuerdo que fuera al paseo.
El sitio donde iríamos se llama la Barra.
Tenía mi tanguita, mi sostén y encima la salida de baño, ya habíamos caminado unos veinte minutos y estábamos lejos de la vista de los escasos turistas cuando Jefferson me pide que me quite la salida de baño, y sus manos se posan en mi culo y por debajo de su pantaloneta empieza a asomarse el bulto de esa trancota, que yo estaba ansiosa por sentirla dentro de mí.
Para llegar al destino que era la Barra faltaba recorrer unos tres kilómetros más por de playa cercada de palmas de coco.
Cuando me quito la salida de baño la dejo en la arena y me acuesto sobre ella detrás de unos arbustos y le digo:
“Negro te deseo, quiero sentirte mío, te prometí que me podrás meter tu vergota, por donde quisieras, y aquí me tienes, hazme lo que quieras, cómo y cuando quieras, culeame, culeame, culeame, ” el se saco su armamento y me lo apuntó a la boca, la cual no se hizo rogar y me lo metí hasta donde me fue posible porque era demasiado grande, con lo que tenia dentro me llegaba hasta la garganta y aun quedaba más por fuera, tenía que sacármela por momentos para tomar aire, pues me asfixiaba, pero no quería dejar de mamársela, me parecía mentira que estuviera con semejante órgano mamando y dándole besitos en las pelotas, en un momento me acordé de mi esposo y traté de ver por dónde estaba, no lo vi, pero no me importó, ya después le comentaría lo que había sentido y lo que me había dicho y hecho el negro.
Después de mucho rato de estar mamando y tener sus dedos revolcándose dentro de mi Chocho, él me dice: “Mami, me gustaría antes de darte por la panocha, intentarlo por el culo” yo no esperaba que saliera con eso y le dije: “pero es que esa vergota tuya es muy grande me dolerá mucho, nunca lo he hecho así, ni con mi esposo lo he hecho, puede ser muy doloroso y tu polla es demasiado grande y gruesa”, pero el insistió y accedí a sus deseos; es que en esos instante estaba entregada y no me importaba nada, quería al negro dentro de mi; me coloqué como perrita, y el empieza a pasar su polla por mi ano, la inunda toda de saliva y enseguida inicia la penetración, lentamente y a pesar de su delicadeza, el dolor es importante, mis quejidos hacen que el decida sacar lo que hasta ese momento me había penetrado, pero le digo que no, que siga adelante: “estoy decidida, no me la saques, quiero complacerte, no me importa, métemela hasta el final, deseo sentirte dentro de mí, te quiero dentro… este culo es tuyo, eres el primer hombre que me penetra así,” El sigue empujando y mi dolor poco a poco va bajando, cada centímetro que entra a mi culo es un placer que siento, es un deseo, es un orgasmo pleno, sentirme penetrada por una pollota tan gruesa, fuerte, y jugosa me excita, hasta que por fin me entra totalmente, le pido “quiero que me dejes tu leche en mi culito, y cuando te vayas a correr no lo saques… quiero que esto nunca se acabe” Mi brioso amante me complace y empieza a mover sus caderas incesantemente, sin parar un ritmo frenético, y en este punto es tanto el placer que ya no me duele nada.
Finalmente termina en mi trasero dejándolo repleto de su caliente líquido, y de varios orgasmos que experimente durante estos momentos; cuando él me la saca siento como si me hubieran metido un carbón encendido dentro del culo; decidimos no seguir caminando y nos quedamos en ese sitio un tiempo, y después nos metemos al mar y jugueteamos con las olas, estamos completamente desnudos aprovechando que por allí no pasa la gente nativa ni turistas; una vez se recuperó mi culo de tan tremendo polvo y su pene nuevamente está listo, regresamos a la playa y bajo unas palmas de coco y le pido: “ quiero que me comas la concha, el no se hizo rogar y me colocó encima de él lo que facilitaba la penetración; fueron momentos de goce total, no sé cuantos orgasmos alcance a sentir, con ese mete y saca de ese tronco gigante, que hacia arder mi concha gozando y gritando como una zorra; fueron muchos minutos de placer hasta que volví a experimentar el alivio del chorro de su semen dentro de mí.
Permanecimos un tiempo abrazados, besándonos, acariciándonos, mientras mi ano se reponía del zarandeo anterior.
Cuando eran las 11 de la mañana aproximadamente, regresamos a Ladrilleros y por la noche volví a ver mi imponente negrote, lo busque para despedirme ya que al día siguiente regresábamos, nos despedimos con un beso prolongado aprovechando la oscuridad de la playa mientras sentía su polla metida dentro muy dentro de mi concha hasta llenarla de nuevo con su leche.
Al día siguiente, se aparece en nuestra cabaña para ofrecerse a llevarnos las maletas, lo cual aceptamos gustosos, al llegar al desembarcadero me despidió con un beso discreto en la mejilla y dándole las gracias por todo, él responde “Fue con mucho gusto señora, usted sabe que acá estoy para servirle cuando vuelva, espero que tengan buen regreso, y dirigiéndose a mi esposo le dice: “ Cuídela mucho es una gran mujer ” Mi marido sonríe, me aprieta contra el y me da una palmada en la nalga diciéndome al oído, ese negro no sabe que quienes nos lo hemos gozado somos nosotros.
Esa noche ya en nuestro hogar mi esposo me dice riéndose “nunca me quisiste dar el culo a mí y se lo diste a tu amiguito, vi todo perfectamente, escondido tras las palmas, escuche como te puso a gritar y a gemir, te colocó en cuatro y te la fue clavando y tu le pediste cada vez mas polla.
Pero ahora aclárame una cosa, no decías que no te gustaban los negros? Y yo le respondí: “Una tranca como esa, dura y potente le hace a una cambiar a cualquier mujer de opinión, no crees? Luego nos dimos un beso y después de una buena cogida nos quedamos dormidos desnudos hasta la mañana siguiente.
Hoy recuerdo esa tranca maravillosa del negro que tuve dentro de mi y mi concha se humedece de inmediato.
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