Un trio por realizar
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Somos una pareja feliz, de lo más normal.
Nos queremos mucho, llevamos catorce años juntos, tres como novios, otros tantos de feliz matrimonio.
Con dos niños, nuestra vida sexual no es para nada monótona, siempre que podemos hacemos el amor o follamos como animales, nos gustan los juguetes y se puede decir que tenemos confianza plena en exponer nuestras fantasías y jugar con nuestros cuerpos.
Mi mujer es fenomenal, una mujer bajita, morena, con 33 años muy bien puestos, tiene un buen par de tetas y un culo que me vuelve loco, y un cuerpo que incita al pecado.
De un tiempo a esta parte, jugamos mucho con la fantasía del trio hmh, en la cama solemos usar un vibrador, a ella le gusta que le vende los ojos, y mientras la follo por detrás, le doy a chupar polla.
-¿ Te gusta chupar otra polla mientras te follo?
– mmmmm. asiente, con la boca llena.
Luego me encanta que se ponga a cuatro patas, y mientras la follo con el vibrador, dejo mi polla apuntando a su culito, que poco a poco, se abre, y acabamos realizando un sándwich en toda regla.
ella lo disfruta, lo sé, llevo tiempo "pervirtiéndola" con esta fantasía, leyendo relatos sobre el tema, y en fin, dejando volar nuestra imaginación en la cama.
Puede que ella se sorprenda de que mi fantasía (bueno, ahora podría decir que nuestra fantasía) sea un trio con otro hombre y no con otra mujer.
Pero, si bien es verdad que dar el paso da un poco de miedo, nunca sabes como podría ir ni si funcionaría o se estropearía algo entre nosotros (personalmente estoy convencido de que no sería así), el simple echo de pensar en la cantidad de placer que podría darle a mi querida mujer en un trio así me excita mucho, muchísimo.
imaginarla gozando como una perra con una polla en cada mano, me pone muy cachondo.
Este es el relato de lo que está por venir.
Era nuestro aniversario, y por fin nos habíamos escapado de fin de semana.
Habíamos dejado a los niños todo el finde con los abuelos, y habíamos cogido un avión a Barcelona.
Habíamos llegado al hotelito, nos habíamos bañado, y habíamos follado a gusto buena parte de la tarde.
Caída ya la noche, teníamos reserva en un restaurante que nos encanta, pues no era la primera vez que íbamos.
Mi mujer estaba preciosa, se había vestido de escándalo, con un vestido negro, ceñido, por encima de las rodillas, que daba justicia a sus meses de gimnasio.
El tanga hacía que el vestido le marcara un culo para comérselo, y un escote no muy generoso pero suficiente, hacían que los ojos se perdieran entre sus pechos.
Llegamos puntuales a cenar, tanto que tuvimos que esperar en la barra mientras nos tomábamos unas cañas.
La cena anduvo muy bien, entre besos, carícias, y una agradable conversación.
Al final de la cena, nos tomámos unos cubatas, y me sorprendió mi mujer, un poco ya achispada, al soltarme de repente:
– Bueno, ya nos escapamos, por fin, habrá que ir a un local liberal no?
Me pilló de sorpresa, casi me atraganto con la copa.
– ¿Como?
– Vamos, llevamos tiempo fantaseando con estas cosas.,no digo que vaya a pasar nada, pero podríamos probar.
No iba a dejar pasar la oportunidad, aunque no las tenía todas conmigo.
Había leído experiencias de parejas que habían ido, y solo habían encontrado viejos salidos, acabando con la lívido por los suelos.
-Mira, -le dije-, vamos a hacer una cosas.
Si estas muy cachonda, y te apetece probar algo nuevo, vámonos a tomar algo, y vamos a buscar en alguna web de contactos algún profesional que nos guste.
Lo llamamos, que venga al hotel y a ver que pasa.
Mi mujer me miró fijamente a los ojos, Su mirada me decía muchas cosas, me transmitía inseguridad, pero a la vez deseo, me transmitía duda, pero a la vez ganas de probar.
– Estas seguro? – Me dijo.
– Amor, no haremos nada que no queramos.
Una mirada bastará para cortar cualquier situación que nos incomode, a ti o a mí.
Yo personalmente quiero probar, reconozco que me da miedo, pero me muero de curiosidad.
Ya no se habló más.
Al rato, estábamos en una terraza cerca del hotel, con un cocktail cada uno, mirando en una página fotos de contactos.
Un anuncio nos llamó la atención, a ella le gusto la foto del chico (aunque no se veía la cara).
A mi me gustó lo que ponía:
"Deja que le de un masaje a tu mujer en tu presencia, o un masaje entre los dos.
Aceites, velas, y unas buenas manos garantizarán una feliz velada.
El final y los límites, los pondréis vosotros.
Me adaptaré a vuestras necesidades.
"
El muchacho, Raúl se llamaba, cobraba, pero no era un precio muy alto.
No lo dude y marqué el numero.
Tras una breve conversación y explicarle nuestra situación, nos dijo que estaría en el hotel en veinte minutos.
Nerviosos, nos fuimos para el hotel.
Notaba como a mi esposa se le habían disparado las pulsaciones.
A mi también, hay que admitirlo.
Nada más llegas a la habitación, la besé con muchísima pasión, mientras la agarraba con fuerza del culo y le decía:- Te quiero muchísimo, lo que pase esta noche tómatelo como un regalo de aniversario, vamos a disfrutar y a ver que pasa.
Mi mujer pareció tranquilizarse, y al rato, llamaron a la puerta.
Me levanté a abrir, y apareció un muchacho un poco más bajo que yo, bastante atractivo, se presentó dándome un apretón de manos, y se acercó a mi mujer a darle dos besos:
– Encantado, soy Raúl. Que sepáis que es normal si estáis nerviosos, es vuestra primera vez, pero no la mía. Nadie, ni una sola pareja, ha quedado insatisfecha con mis servicios.
Asi que si os parece bien, vamos a empezar.
– Dirigiéndose a mi mujer añadió:- Puedes quitarte la ropa, yo voy al baño a prepararme mientras. Tu puedes ayudarla a desnudarse, hoy ella es el centro de atención y debe sentirse cómoda en todo momento.
Dicho y echo, entró en el baño.
Volví a besar a mi mujer.
-Que te parece?-Le pregunté-
-Mmmm.
-dijo mirándome con una cara picantona que conocía muy bien.
Esa cara era una aprobación, lo sabía.
Cogí el antifaz, y le vende los ojos.
Sabía que ella lo prefería así.
Le ayudé a quitarse el vestido, y el sujetador.
no pude evitar comerme un rato sus preciosas tetas.
notaba su excitación y me ponía a mil.
Así, en tanga, mi preciosa mujer se tumbó boca abajo en la cama.
Yo me quedé mirándola, embelesado.
Entonces entro Raúl.
Iba con el torso desnudo, se había quedado en shorts.
Se le notaba un bulto pronunciado, seguramente calzaba más que yo, pensé.
Raúl cogió aceite de masaje de una botella, y empezó a untar la espalda de mi esposa generosamente.
arriba y abajo, sus manos se deslizaban por la espalda de mi esposa y yo no podía evitar excitarme con la situación.
Se tiró un rato así, y luego me indicó que cogiese aceite y le ayudara.
Empezó a masajearle una pierna desde abajo, y yo hice lo propio con la otra.
Arriba y abajo, los dos masajeábamos las piernas de mi mujer.
Ella no denotaba nada raro en su mirada, pero imaginé que tenía que excitarla notar cuatro manos recorriendo sus piernas.
Estaba procurando seguir el ritmo de Raúl, y a mi mujer parecía gustarle.
al ir subiendo, sutilmente mi mujer abrió un poco más las piernas.
-Joder, pensé.
le está gustando-.
Empecé a frotarle el culito a la par que Raúl, nuestras manos se turnaban en sus nalgas y entre sus muslos.
Le noté el tanga muy mojado, supongo que Raúl también.
-Esto lo quitaremos para que no se ensucie- Dijo Raúl tirando del lateral del tanga.
Mi mujer, asintió con un gemido, y levantó ligeramente el culito dando su aprobación.
Entre los dos, le bajamos y quitamos el tanga.
Dios, pensé, está disfrutando, y yo también.
Seguimos con el masaje por turnos, Raúl en las nalgas, yo entre los muslos, y viceversa.
En una de esas, Raúl se entretuvo y empezó a tocarle el coñito con los dedos.
mi mujer empezó a gemir, se notaba que le encantaba.
En ese momento no lo pude evitar y me abalancé a besarla.
Al cogerla del cuello, se puso a cuatro patas, y me besó con muchísima pasión, metiéndome la lengua como si no hubiera mañana.
Mientras, Raúl seguía masturbándola, y a juzgar por los gemidos de mi mujer, debía hacerlo muy bien, tanto, que noté como finalmente empezaba a convulsionar y le venía un intenso orgasmo.
-Descansa, chssss – dijo Raúl- Y date la vuelta, solo es el principio.
Mi mujer, relajada y con el color en la cara de haberse corrido, estaba preciosa.
-Estás bien amor?? Disfrutas?? -Le dije-
– Y tú? – Me respondió-
– Yo estoy a mil, me encanta.
Quiero seguir, si tu quieres, claro.
– Sigamos, dijo ella sonriendo.
En ese momento la contemple, desnuda, con los ojos vendados, y tenía unas ganas de follármela que no podía.
Raúl había cogido más aceite, y había empezado a masajearle los pies.
Yo hice lo propio, pero empecé por sus hombros.
Una mirada aprobatoria de Raúl me indicó que lo estaba haciendo bien.
Raúl fue subiendo por sus piernas, y yo alcancé sus pechos.
En ese momento, Raúl me indicó que nos cambiáramos.
Para mi sorpresa, se quito el pantalón, dejando al aire una polla depilada un poco más gruesa y larga que la mía, porque no admitirlo.
Se situó el la cabeza de mi mujer, y empezó a masajearle los hombros y de allí hacia el pecho.
un poco más abajo, ella tuvo que notar la polla de Raúl rozándole la cara.
no se echó atrás, entreabrió la boca, como tantas veces se lo había visto hacer en nuestros juegos.
La polla de Raúl le rozaba los labios, y ella sacó la lengua, perdida de deseo, la cogió con la mano y se la llevo adentro.
Dios, mi mujer se la estaba chupando a otro, y a mí me ponía cachondo.
No lo dudé, me coloqué un preservativo y me puse entre sus piernas, insertándosela de golpe.
Noté como ella se estremecía, y empecé a follarla mientras Raúl, poniéndose de lado, dejaba que se la chupara.
No puede contenerme, y me corrí, disfrutando como un cerdo del momento.
Para mi sorpresa, no me bajó la libido, era algo que temía, pero seguía estando excitadísimo.
Me sali de mi mujer y fui a quitarme el condón y a limpiarme la polla al baño.
Cuando regresé, mi mujer estaba a cuatro patas, y Raúl se la follaba, a juzgar por sus gemidos, estaba disfrutando como una perra.
Seguía con los ojos vendados, pero tenía que saber que quién la follaba no era yo, pues Raúl tenía una herramienta un poco mayor.
Para mi sorpresa, eso no me puso celoso.
Me acerqué a la cama y la besé con pasión.
– Disfruta zorrita mía.
-le dije-.
Oh, sí, síiiiiiii dijo ella, y noté como se corría.
No la dejé descansar, ya volvía a estar medio empalmado, y le puse mi polla cerca de su boca.
Raúl, que tenía mucho aguante, seguía follándola.
Mi mujer me cogió la polla y empezó a chupármela, con una pasión y ganas increíbles.
Seguía disfrutando como una perra, y eso me ponía a mil.
Enseguida la tuve dura como una piedra, otra vez.
Esta vez fui yo el que tomó la iniciativa, y le dije a Raúl que se tumbara.
Raúl paró, se salió, y se tumbó al lado de mi mujer.
Mi mujer seguía chupándomela, la hice parar y la incorporé, besándola, y indicándole, abriéndole las piernas, que se sentara en Raúl.
Ella no lo dudó, le cogió la polla, y se la clavó, empezando a moverse.
-Te gusta? Disfrutas con dos pollas?.
Ella gemía y sonreía, lo cual me alegraba.
– Pués ahora me darás el culito.
Dicho y echo, me coloqué detrás, no sin antes ponerme gel lubricante.
Apoyé la punta de mi polla en su culo, que estaba más receptivo que nunca, señal inequívoca de que mi mujer gozaba como nunca.
Raúl era ahora quien llevaba el ritmo del mete y saca, a la par que le comía las tetas.
Mi polla, poco a poco, se fue adentrando más y más en su culito.
No puede evitar mirar atrás, en el espejo, y vi el coñito de mi mujer con esa polla descomunal entrando y saliendo, y el culito abriéndose paso a mi polla.
Ella no paraba de gemir, estuvimos así un rato, hasta que, para mi sorpresa, volvió a correrse en un tercer orgasmo.
No recordaba la última vez que mi querida esposa se había corrido tres veces.
Era glorioso.
Al notar como ella se corría, Raúl no aguantó más y también se corrió.
Supongo que para ella notar esa gran polla corriéndose la excitó aún más, su orgasmo no acababa.
Reventé, y le llené el culo de leche.
Joder, que bueno.
Yo también hacia tiempo no tenía un orgasmo tan intenso.
Salí de mi mujer, y caí rendido de lado.
Ella, se giró hacia mi, y me abrazó, besándome mientras no para decir:- gracias, gracias, gracias. Te amo.
Raúl no dijo nada, se levantó y fue al baño, dejándonos solos.
Nos fundimos en besos y abrazos.
Ella se quedó dormida.
Me levanté a despedirme de Raúl, y a pagarle, claro, dándole las gracias.
Una sombra de duda me envolvió al tumbarme al lado de mi amada, que dormía profundamente.
Pero se me pasó pronto.
Se que ella me preguntaría, que dudaría, pero también sabía que la quería más que nunca.
Y que repetiríamos.
Seguro.
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