Una pareja peruana…(parte I)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Jamás creí que un viaje de trabajo fuese a resultar tan placentero y menos aún, cuando por esa razón tenía que visitar un país hasta entonces desconocido. Cuando acepté la ponencia de aquel congreso de cirugía cardiovascular, nunca pensé que reviviría momentos de sumo placer sexual al lado de una linda y morbosa pareja, placer que se me había negado desde hacía bastante tiempo por diversas razones que no vienen al caso mencionar.
Llegué a la capital del Perú un jueves en la mañana después de un vuelo más o menos tedioso, confieso que odio volar pero ya había adquirido ese compromiso con antelación y tenía que cumplirlo. Mis disertaciones comenzarían ese mismo día en horas de la tarde y se extenderían hasta el día sábado hasta el mediodía, teniendo que regresar a mi país esa misma noche. Con una agenda así de ajustada, lo menos que pensaba era poder echar "una cana al aire", de verdad que ni pensaba en eso, sólo estaba concentrado en los temas que debía exponer frente aquel auditorio de colegas y estudiantes.
Los organizadores de aquel evento habían previsto que me recogiera en el aeropuerto de Lima, una Dra. miembro del comité, era mi primera visita a ese lindo país y no conocía a nadie, por lo que iba expectante sobre todo en cómo resolver el problema del hospedaje, aunque me habían garantizado que todo iba a estar resuelto a mi llegada.
Justo a las 10:35 a.m. estaba saliendo de los trámites aduanales y caminaba hacia la salida de aquella terminal aérea cuando diviso, apostada a la puerta principal, a una mujer joven, blanca, delgada, como de 1,65 mts. de estatura, cabello castaño que le llegaba a los hombros, muy bien vestida y con un cartelito en la mano que tenía escrito mi nombre, cuando me le acerqué me saludó con una amplia sonrisa que dejó entrever una dentadura perfecta y bromeando me dijo: -el Dr. Livinstong supongo?-, enseguida le correspondí con otra sonrisa y le contesté, -soy el Dr. Pérez Juárez a sus ordenes-, -para usted Beatriz y también a sus ordenes- me contestó. Luego de un corto intercambio de palabras me dijo que la siguiera y comenzó a caminar delante de mi entre la multitud que se agolpaba a la salida del aeropuerto. Por un instante pude reparar en ella y vi que llevaba un vestido un tanto corto y desmangado, un poco ajustado que resaltaba su silueta y dejaba entrever lo bien torneado de sus piernas. Me condujo hacia un estacionamiento y me indicó el vehículo de su propiedad el cual abordamos rápidamente, coloqué mi poco equipaje en el asiento trasero y me senté a su lado como copiloto.
Comenzamos a conversar lo normal en estos casos, que como me había parecido el viaje y esas cosas, una vez enrumbamos hacia la ciudad me interrogaba acerca de que le parecía su país, en verdad debo confesar que soy hombre de pocas palabras y más cuando no tengo confianza con mi interlocutor, así que sólo le respondía de forma intrascendente. No sé por qué, pero en un momento dado de nuestra conversación, seguí reparando en aquella mujer, la miré de arriba abajo sentada a mi lado, y vi como al estar manejando se le había subido un poco el vestido y se le notaban unos muslos muy apetecibles, blancos, plenos, con una piel tersa y lozana, claro, me dije para mis adentros, es una muchacha..!. Se me había olvidado decirles que soy un hombre de 51 años, de los cuales los últimos 14 los tengo de casado con una buena y bella mujer, pero a la que sus 42 años no le ha pasado el tiempo en vano y que por aquellas circunstancias de la vida rutinaria, eran pocas las veces que la miraba con un verdadero deseo, en esto estaba pensando cuando llegamos a nuestro destino.
Se trataba de un edificio en una buena zona residencial como de siete pisos de altura, de los cuales subimos hasta el quinto, allí entramos y me conseguí con un bello apartamento, amplio, con una vasta sala y una excelente vista a la ciudad, amoblado con dos grandes sofás que se me antojaron muy cómodos. Mi anfitriona, Beatriz, me indicó con amabilidad que me sentara un momento mientras ordenaba algo, ya era cerca del mediodía y me preguntó si quería asearme para que almorzáramos algo y después dirigirnos al evento. Me indicó donde quedaba una habitación donde podía asearme y cambiarme de ropa, me prestó una toalla y me dijo que ella también tomaría un baño pero en su habitación, la cual quedaba enfrente a la que me facilitó a mí. Entré a mi habitación y fue en ese momento que reparé en un detalle, cuál era el estado civil de aquella joven mujer, sería soltera o casada, presumí la segunda a juzgar por ciertos detalles de aquella casa, sobre todo por su habitación a la que pude echarle un vistazo.
Una vez hube tomado mi ducha y haberme cambiado de ropa rápidamente, abrí la puerta de mi habitación y lo que vi me hizo dar un respingo y retroceder, quedándome a mirar por aquella puerta la cual mantuve entreabierta. Mi joven amiga había dejado la puerta de su habitación abierta y el espejo de su recámara la reflejaba hacia donde yo estaba apostado, ¿descuido? , ¿olvidó que no se encontraba sola?, ¿intención?, me pasaron por la mente todos esos cuestionamientos mientras veía a aquella linda mujer de espaldas a mí, estaba envuelta en una pequeña toalla que le tapaba los senos y le llegaba un poco más arriba de medio muslo, colocaba sobre su cama la ropa que suponía se iba a colocar al rato. Un susto sentí cuando vi que se quitaba la toalla mostrando su desnudez en todo su esplendor. Aquella mujer lucía una figura esbelta, de amplias caderas, un hermoso trasero, anchuroso y levantado, con un canalete que a lo lejos se divisaba con un rico color pardo, senos un tanto pequeños pero bien puestos y un valle de pelos negros que le adorna la conjunción de sus bien torneadas piernas. El reflejo que aquel espejo me había permitido en unos pocos segundos, detallar a plenitud aquella hermosa figura.
Salí a la sala y me dispuse a esperar a mi dulce anfitriona, ella salió de su cuarto vestida con una suave bata de casa de algodón color azul claro, la cual se le pegaba a su cuerpo y dejaba entrever que no llevaba ropa interior, aquella imprevista situación me estaba desconcertando y me desconcentraba de los asuntos que me habían llevado a aquel país, a la vez que me estaba causando una excitación que hacía tiempo no sentía. Ella me sonrió y me dijo que iba a preparar algo de comer para marcharnos, me dijo que pasara con ella a la cocina para que no me quedara sólo en la sala, así lo hicimos, tomé asiento en una silla mientras la observaba y hablábamos de mi ponencia, en ese momento si sacié mi curiosidad y le pregunté si estaba casada, me dijo que si, que su esposo era ingeniero, que era un buen tipo, le pregunté si vendría a almorzar y me contestó que generalmente no lo hacía. No me cansaba de admirar las curvas de aquella mujer y creo que ella lo notó puesto que a cada rato me miraba y se sonreía, cuando hubo terminado la comida, me sirvió y ella también se sentó a la mesa a comer conmigo lo que había preparado.
Una vez terminamos me dijo que se iba a vestir y que estaba en mi casa, que ya regresaba para que partiéramos, me quedé sólo en la cocina pero después decidí ir al cuarto a lavarme los dientes, fue inevitable que mi vista se volviera a su habitación y de nuevo noté su “descuido” al dejar la puerta casi abierta. Ya tenía puesto una prenda íntima de esas que se llaman hilos dentales, era de color negro y se le entremetía entre sus ricas nalgas, luego se colocó un brassiere del mismo color, para por último colocarse un vestido color rosa un tanto suelto y que le sentaba de maravilla.
La ponencia resultó como todas, los discursos de siempre, luego las disertaciones y por último el ciclo de preguntas, al terminar había un pequeño brindis y un compartir con los participantes. En un momento noté que mi amiga venia hacia mi tomada de la mano de un caballero, me lo presentó como su esposo Alesandro, había llegado al final del evento más que todo a recogerla a ella, conversamos un poco y noté que él como que no estaba muy a gusto entre esta gente. Beatriz se acercó a nosotros y con un poco de pena me comunicó que no me habían podido resolver lo de mi hospedaje, me preguntó si no tendría inconveniente en quedarme en su casa, supongo que ya había hecho ese mismo comentario a su esposo, puesto que cuando me lo dijo, él estaba a su lado y no observé que hubiese algún descontento de su parte.
Así las cosas, nos despedimos de los demás y nos regresamos a su casa, ya estaba entrando la noche y en verdad lo que quería era recostarme un poco. Llegamos y disculpándome de mis nuevos amigos, me encerré en la habitación que habían dispuesto para mí. Debí quedarme dormido pero como entresueños oí unos lejanos quejidos y resuellos, me desperecé y noté que los ruidos eran ciertos y que provenían de la habitación de mis amigos, aquello me llamó la atención y casi sin hacer ruido abrí lentamente la puerta de la mía, lo que vi me dejó perplejo, no por lo que estaba sucediendo sino por la poca precaución que aquellas personas ponían o daban a su intimidad. Reflejado en el espejo vi a aquella pareja copulando a todo tren, la esposa estaba a cuatro patas con la cabeza enterrada en la cama y al marido detrás de ella enterrándose en su delicioso trasero, la tomaba por las caderas y la embestía lentamente.
Entonces ocurrió algo extraño y sorprendente y que en realidad es el motivo de esta historia. En un momento aquel hombre levantó su vista hacia el espejo y pudo ver que yo los observaba, me quedé petrificado pero luego una sonrisa cómplice suya terminó de confundirme. Yo estaba vestido sólo con un short ancho y una franela, una vez pasado el susto comencé a sentir una erección como hace tiempo no sentía, el short se me levantó formándoseme una carpa de circo, involuntariamente dirigí mi mano derecha a mi entrepierna y comencé a acariciarme mi dura herramienta sin perder detalle de lo que sucedía en aquella habitación, no sé si fueron cosas mías pero vi que Alesandro, a través del reflejo del espejo, miraba con insistencia mi promontorio y el movimiento de mi mano. Me estaba comenzando a desesperar así que me encerré de nuevo en mi cuarto y dejé a aquellas dos personas en pleno apogeo y a punto de terminar aquella faena, que por lo visto y oído, era inminente. Me acosté en la cama, bajé mi short y liberé mi aparato, me comencé a masturbar recordando la escena pero me resistí a liberarme de esa manera, así que con mucha fuerza de voluntad me dirigía a tomar una ducha para calmarme.
El agua fría calmó y liberó mi espíritu, me duché durante largo rato pensando en otras cosas, al cabo de un tiempo salí y me vestí de la misma manera que les mencioné, sentí unos golpecitos en la puerta y era Alesandro que como si nada me decía que la cena estaba servida. Salí y me dirigí a la mesa de comedor donde Beatriz vestida con una bata de casa de botones al frente, de color rosa pálida con algunas florecillas, y que dejaba entrever que por lo menos no cargaba brassiere, estaba sirviendo la mesa y nos recibió con su amplia y bella sonrisa. Con mi mirada los escudriñaba a ambos pero nada en ellos delataba lo que había ocurrido hacía apenas minutos, ni siquiera el Alesandro que me había visto observándolos, me daba muestras de ello, su actitud no delataba para nada esa circunstancia, así que resolví olvidarme del asunto y dedicarme a degustar aquella deliciosa comida y aquel exquisito vino.
Comimos y bebimos divinamente, luego nos dirigimos a la sala y seguimos tomando de aquel licor bromeando y conversando de todo un poco, noté que a Beatriz como que le estaba causando su buen efecto el vino porque reía con más ímpetu, mostrando sus bien formados dientes y su exquisita lengua, lo cual me traía a la mente, mil imágenes de las caricias que aquella boca podría prodigar. En eso estaba, cuando de repente Alesandro nos dice que se acabó el vino y que si no tenía inconveniente en esperarlo mientras iba por otra botella al lugar de expendio de su confianza, le dijo a Beatriz que me atienda bien, le dio un beso y a mí me guiña el ojo y salió. Otra vez mi confusión, ¿qué era aquello?, ¿una insinuación?, ¿una ilusión de mi mente calenturienta?, no quise pensar mas y me quedé tranquilo conversando con Beatriz. En un momento dado ella se levanta y se dirige al ventanal de su apartamento, me llamó para que mirara la hermosa vida nocturna de la ciudad, me acerco y me coloqué a su lado, le entregué su vaso de vino que había dejado en la mesa y brindé con ella mientras me mostraba tal o cual cosa. Su cercanía me estaba encantando, el roce de uno de sus velludos brazos con el mío, comenzó a hacer su efecto y comencé a experimentar una rica erección.
Ella estaba alegre, hermosa. Hubo un momento en que se volteó hacia mí y me envolvió con aquella sonrisa única, se me quedó mirando y me enseñó su vaso limpio, yo le mostré el mío igual y lo choqué con el de ella a modo de brindis, nos reímos en silencio, la miré de arriba abajo, pude notar que tenía abierto dos botones de su bata y dejaba entrever uno de sus senos casi por completo, ella entendió mi mirada y sólo sonrió, de repente, como algo mágico, ella se me fue acercando lentamente, levantando su rostro hacia el mío, no podía creerlo pero aquella bella mujer me estaba incitando al beso, cuando la tuve a escasos centímetros vi que cerró sus ojos acercó su boca a la mía, no pude contenerme más, si todo aquello había sido un juego ya era hora de que yo participara abiertamente, tampoco soy tan inocente. Le quité su vaso de la mano y lo coloqué junto al mío al borde de la ventana donde estábamos, la sujeté por su cintura y la atraje hacia mi estampándole en su boca un delicioso beso al cual ella no tuvo reparo alguno en devolverme, nuestras lenguas se entrelazaron y cuando nuestros cuerpos se juntaron, ella notó como mi “lanza” le punzaba su abdomen, una de sus manos bajó inmediatamente y se apoderó de mi “herramienta” mientras seguíamos besándonos, la palpaba, la tanteaba como midiendo tanto su longitud como su grosor, entonces me dijo, -esto está muy bueno, ¿me dejas verlo?-, yo sólo asentí con mi cabeza y ella despegándose de nuestro abrazó, jaló la orilla de mi short hacia ella, metió la mano y palpó mi pene con ambas manos, luego a paso seguido, me bajó el short hasta media pierna y contemplo por un instante mi pene erecto, luego se dobló un poco y sin pedir permiso se metió la cabeza de mi pene en su boca, que delicia de boca, que ricura de mamada me estaba dando aquella mujer ahí frente al ventanal.
Luego de unos segundos que me parecieron horas, se levantó y me besó de nuevo, sujetándome por mi miembro me condujo hasta la sala, me senté en uno de los cómodos sofás que allí se encuentran y me relajé, Beatriz se agachó entre mis piernas y sin mediar palabras comenzó a darme la mamada de mi vida..!, me lamía desde un poco más debajo de mis bolas, pasando por estas las cuales introducía en su boca con delicadeza, para luego continuar pasando su lengua a lo largo de todo el tronco de mi falo y terminar engullendo literalmente la cabeza, la cual relamía de gusto. Créanlo o no, pero en aquel divino momento se me vino a la mente el marido de aquella mujer, ¿y si llegaba?, ¿Qué podría pensar? o pasar que era peor, pero rápidamente se me esfumaron esos pensamientos, aquella mamada me estaba enloqueciendo, tenía que interrumpir a Beatriz de vez en cuando, para darle un beso y alargar mi llegada, podía sentir a través de su boca el sabor de mi verga. El rostro de Beatriz reflejaba lujuria, se incorporó y apartándose dos pasos de mí, abrió su bata y me dejó contemplar su desnudez en todo su grandiosidad, me impactaron sus senos y el vello que cubre la cueva de los placeres. Se me acercó de nuevo y colocándose encima de mí, comenzó a rozar su vulva con mi pene erecto, luego lo ubicó bien con una mano y lentamente se clavó mi estaca..!, comenzó a cabalgarme lentamente poniéndome sus senos en mi cara los cuales saboreé a placer, coloque mis manos en sus nalgas y con uno de mis dedos le tocaba el centro de su culo, l introduje un poco un dedo y ella brincó acentuando sus movimientos, comprendí que aquello le gustaba y mojándome mi dedo medio con saliva se lo introduje hasta donde pude en su culo mientras ella seguía moviéndose y gimiendo cada vez más de prisa. Me sujetó por mis hombros, se levantó un poco y movió sus caderas sobre mi pene como una verdadera amazona, o mejor dicho, como una Diosa, estaba acabando, sus quejidos se parecían a un llanto, sus ojos se blanquearon y se derrumbó sobre mi pecho, sentía como aquella vagina apretaba mi pene, parecía quererle sacar el jugo, pero yo no pensaba eyacular todavía, afortunadamente siempre he tenido control sobre eso y ahora me tocaba a mí..!, le saqué poco a poco el dedo de su culo, le levanté el rostro y ella me besó como agradecida.
Se despegó de mi y se sentó a mi lado a todo lo largo del mueble, como estirando sus piernas, su rostro reflejaba placer, satisfacción. Me incorporé y como pude acerqué mi verga erecta a su boca, todavía estaba llena de sus líquidos y ella me la limpió con su lengua afanosamente, se la quité de sus manos me acerqué a su cara y la besé para saboreármela. Le tendí la mano y la atraje hacia mí, ella se dejó conducir hacia su habitación, quería cogerla en mi posición favorita pero sobre su cama, para poder relamerme de gusto mientras me observaba en aquel espejo que había iniciado todo.
Entramos y antes de que ella reaccionara la hice acostar boca abajo en su cama, enterré mi cara entre sus nalgas y comencé a mamarle el culo y la vagina como a mí me gusta, desde atrás, cuando sentí que comenzaba a temblar de placer, la halé para que se acomodara en cuatro patas, me subí a la cama, me instalé entre sus piernas y tomándome mi pene con la mano se lo restregué entre las nalgas y su vulva, luego apliqué un poco de saliva en la cabeza de mi palo y la clavé lentamente. Comencé a cogerla suave pero firmemente, con movimientos largos o repeticiones cortas y rápidas, la sujetaba unas veces por su cintura, otras por sus cadera y hasta por sus hombros cuando me hundía todo hasta el fondo ummm..!, que espectáculo aquel culo abierto ante mi mientras me enterraba en su cuca, ella comenzó a gemir a y hablarme, -cógeme duro-, -cógeme rico-, -así, así-, -dale fuerte-, -¿te gusta?- le preguntaba yo, ella respondía con un soberbio si moviendo su culo. Cuando ella entierró la cara en la cama yo miré hacia el espejo, que divino espectáculo, pero de repente veo un tercer rostro, era Alesandro quién con su miembro en su mano derecha se masturbaba afanosamente mirando aquello, se encontraba en el intersticio de la puerta de su propia habitación, también era su propia mujer a quien un extraño le estaba prodigando una sabrosa cogida, cuando vio que yo lo miraba entre excitado y atento, sólo me hizo señas con la mano de que no dijera nada y continuara tirándome a su esposa, cosa que indudablemente seguí haciendo.
Aquello no podía durar para toda la vida como hubiésemos deseado todos, no sabía si Beatriz se había dado cuenta de la presencia de su esposo, de todos modos ya como que no me importaba, sólo seguí cogiéndola con furia, estaba por acabar, sería una eyaculación copiosa puesto que tenía días que ni siquiera me masturbaba, me incliné sobre ella, me le acerqué a su oído y entre besos le pregunté si le podía acabar adentro, me dijo que no había problema, entonces la sujeté por los hombros, me afinqué sobre sus ancas y con un grito contenido me dejé vaciar en sus entrañas. Al sentir aquello y que la cabeza de mi pene crecía dentro de ella, sentí como su vagina me apretaba y succionaba el pene, se estremeció suavemente y comprendí que ella también estaba acabando, pero silenciosamente, como en secreto…!, me atrajo hacia si haciendo que quedáramos acostados yo encima de ella, la besé en la nuca, en su oído y en su boca cuando volteó un poco su cara, me susurró –no lo saques- y pude sentir como seguía apretándomelo con su vagina….!!
¿Que había sido aquello?, ¿una trampa de aquella pareja?, ¿una fantasía?, no lo sé, ya tendría tiempo de pensar en ello, o tal vez no…, que opinan Uds…?
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