A Falta de Cama
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por rincondelmorbo.
– ¿Ni una sola vez? –Me preguntó-.
– No, ni una.
– ¿Pero te da algo de curiosidad?
– No lo sé, no había pensado en ello.
– ¿Y ahora que lo piensas?
– Mmmmm ¡Algo! –Le dije, dejando entrever la curiosidad que me causaba-.
– Ya vas a ver lo rico que se siente
Y me las quitó suavemente, tomándolas de las puntas, y con su pulgar comenzó a masajearme fuertemente, lo hacía mover en círculos mientras lo presionaba contra mí, lo movía de abajo hacia arriba, haciendo presión.
Yo sentía una especie de hormigueo que me recorría todo el cuerpo, a ratos la sensación era tan intensa que hacía que me retorciera.
Debo reconocer que en verdad sabía lo que estaba haciendo, era toda una experta.
– ¿Qué tal, si lo estás disfrutando?
– No te imaginas cuanto, de verdad se siente tan rico –le respondí mordiéndome los labios-.
– Lo importante es que lo estés disfrutando.
Y continuó haciendo presión, dejando deslizar su pulgar con una agilidad impresionante; sus manos se sentían suaves y cálidas.
Julia, la mejor amiga de mi mamá, me estaba dando un exquisito masaje en los pies, el mejor que yo me hubiera podido imaginar, era la primera vez que recibía uno y ni se me había pasado por la cabeza que se pudieran sentir tantas emociones juntas.
Esa noche ella había dado una fiesta en su casa y yo había ido con mis padres, la había pasado de maravilla, la comida, la música, la gente, todo fue muy agradable; a la hora de acostarnos todas las camas estaban ocupadas, y ante la sugerencia de mi madre de que yo durmiera en el sofá, Julia respondió que mejor me acostara con ella, que en su cama había suficiente espacio y que así no me iba a levantar con dolor de espalda; el esposo de Julia se encontraba de viaje y ya llevaba varios días sola en casa.
Cuando nos acostamos, comenzamos a hablar de una cosa y de la otra, hasta que llegamos al tema del masaje en los pies; fue así como me quitó las medias y empezó a darme ese rico masaje.
– Dame el otro
Y cambié el pie que tenía en su mano; Julia repitió la dosis, me gustaba cuando subía hasta los dedos y los empezaba a jalar, dejaba subir su pulgar por toda la planta de mi pie hasta llegar a los dedos y ahí era cuando lo hacía, a veces sentía un cosquilleó que me hacía reír un poco, pero en general era algo muy placentero.
Cuando terminó, se recostó en el espaldar de la cama, abrió las piernas y me dijo que me sentara ahí, en medio de ella, dándole la espalda, yo lo hice, me empujó delicadamente contra ella y recostó mi cabeza en su hombro.
– Relájate
Y sus manos frotaban mis brazos, las pasaba de arriba a abajo, jugaba con las palmas de mis manos, las hacía subir hasta mi cuello, ponía sus dedos detrás de mi nuca y empezaba a masajearme con mucha sutileza; mientras lo hacía seguíamos conversando, yo le contaba sobre las cosas que hacía, de las salidas con mis amigas, era una conversación muy agradable la que estábamos teniendo.
Por mi parte estaba más que disfrutando todo lo que ella me hacía, nunca antes lo había sentido.
– Te puedo preguntar algo más personal –Dijo Julia-.
– Sí.
– ¿Ya perdiste la virginidad?
– Sí.
Con mi ex novio.
– ¿Y qué te pareció?
– Fue rico, pero doloroso al principio.
Sentí que le hizo falta concentrarse más en mí, yo me vine pero quería sentir que me acariciara un poco más.
– Eso es natural en los chicos a tu edad, ellos sólo quieren meterlo y venirse, pero no te preocupes que cuando crecen se vuelven más meticulosos.
– ¿A ti te gusta cómo te hacer el amor tu esposo?
– Bastante, tiene una forma de tratarme que me hace poner muy arrecha.
– ¿Que tan arrecha?
– Pues no sé cómo explicarte bien, pero hace que me excite tanto que me dan ganas de que me haga de todo.
– Yo sí me he excitado pero no hasta allá.
– No te preocupes que con el tiempo lo vas a sentir.
Tengo otra curiosidad.
– ¡Qué es? ¡cuéntame!
– ¿Alguna vez has besado a otra mujer?
– Una sola vez, pero estaba muy pequeña, no fue la gran cosa, sólo un pico que nos dimos en la boca y nada más, era un juego.
– Mi marido y yo hemos fantaseado con esa situación, varias veces me ha dicho que me quiere ver haciéndole de todo a otra mujer mientras él nos observa, a veces creo que no es más que arrechera porque sólo me lo dice cuando lo estamos haciendo, pero luego no me vuelve a tocar el tema.
Desde que hemos hablado de eso he tenido esa idea en la cabeza.
– ¿Y qué piensas de eso?
– No lo sé, me excita la idea de hacerlo, quisiera saber qué se siente estar con otra mujer.
Y continuaba deslizando sus dedos sobre mis brazos, yo estaba bastante relajada, ella tenía un don especial en sus manos, la sutileza con las que las hacia recorrer por mis brazos, me hacían sentir que me estuviera arrullando.
– ¿Quieres que nos acostemos ya? –preguntó ella-.
– No, todavía no, acaríciame otro poquito, es que me estás haciendo sentir muy rico.
Ella me continuó acariciando, yo descargando mi cuerpo contra ella; me corrió el cabello y me dio un pico en la mejilla, pero dejó su rostro contra mí cara, podía sentir su respiración, me daba un poco de escalofrío, pero habíamos estado tanto rato así que simplemente lo vio como una prueba mas de afecto.
Puso sus labios en mi cuello, lo menos que pudo y me dio un besito, eso sí me hizo estremecer, no sabía que decirle, me sentí un poco abrumada con la situación.
– ¿Qué estás haciendo? –le pregunté-.
– Sólo dejándome llevar por mis sentimientos.
– ¿Y qué es lo que estás sintiendo?
– Muchas ganas de acariciarte, de mimar tu cuerpo.
– Yo nunca he estado con una mujer.
– Ni yo, además sólo te estoy acariciando.
Yo guardé silencio, no sabía como responder.
Ella lo había notado y me dijo:
– No tienes que decir nada, sólo disfruta de las caricias que te hago, y si algo más pasa es porque así lo estábamos deseando las dos.
Mi mente se puso en blanco, con semejante dosis de caricias: suaves, arrulladoras, electrizantes; la conversación tan amena que teníamos, lo relajada que me sentía, lo bien que la estaba pasando; sólo me entregué al momento y me dejé llevar por esa sensación tan placentera en la que me tenían sus manos.
Nuevamente sentí sus labios en mi cuello, esta ves lo besó, sentí un escalofrío impresionante, y lo empezó a repetir una y otra vez, con diferentes intensidades, subió su mano hasta mi cara, la hizo girar hacia ella, cerró los ojos y acercó sus labios a los míos, mojé mis labios con la lengua, y nos comenzamos a besar; jamás había sentido tanta delicadeza en un beso, sus labios eran blanditos, estaban completamente mojados, se movían con tanta dulzura, era hipnótica la forma en que me hacían sentir.
Yo tenía mis manos puestas sobre sus piernas y las empecé a acariciar también, las apretaba levemente dejando deslizar mis palmas sobre sus muslos.
Me incliné un poco hacía ella y sentí su mano por mi espalda, me subió la camisa y empezó a acariciarla, subía con sus dedos por toda mi espina dorsal; había pasado de estar relajada a sentirme realmente excitada.
Puso su mano en la parte de arriba de mi pecho, lo acariciaba, sus dedos comenzaron a introducirse por el cuello de mi camisa, se fueron moviendo ágilmente hasta llegar a mis senos, los acarició; jaló hacia abajo mi camisa y la copa de mi brasier, pude ver lo hinchado que estaba mi pezón, completamente erecto, ella puso sus dedos sobre él, lo tocaba delicadamente.
Bajé mi boca hasta su cuello, sentí el olor de su perfume, de su piel, puse mis labios sobre él y comencé a besarlo; mis manos recorrían su cuerpo, toqué sus senos, su abdomen, la tomé fuerte por el cuello, sentía ganas de devorármela; todas esas caricias habían logrado causar su efecto en mí.
Ella me hizo hacia un lado y puso su boca en mi pezón, sacó su lengua y empezó a lamerlo, la hacía moverse en círculos, la pasaba de un lado al otro, lo dejaba lleno de saliva y luego pasaba sus dedos sobre él; yo estaba invadida por una sensación de placer indescriptible, quería devorarla y que me devorara por completo; sentía ganas de meterme dentro de su cuerpo y jamás volver a salir de él.
Puso las manos en el pantalón y comenzó a bajarlo, yo me levanté un poco para que pudiera quitármelo, lo terminé de empujar hacia abajo con mis manos y me lo terminé de quitar con los pies.
Me quitó la camisa y el brasier; volvió a recostar mi espalda contra su pecho, sus manos comenzaron a acariciar todo mi cuerpo, me sujetaba los senos, bajaba por mi abdomen, acariciaba mis muslos, parecía entre los tentáculos de un pulpo que estaba sumergiéndome hacia un abismo de lujuria.
Me gire y quedamos de frente, no quería ser la única que estuviera desnuda, comencé a desabrocharle los botones de la camisa, la empujé hacia atrás para que cayera, se fue deslizando por sus hombros hasta que quedó atorada en sus brazos, jalé de las mangas para terminar de quitársela, ella se quitó el brasier y pude ver sus senos, eran enormes comparados con los míos; tenían una franja de pecas en toda la parte superior, se veían tan sensuales; puse mis manos en ellos, quería palparlos, sentirlos, eran suaves, tibios, daban ganas de apretarlos.
Jalé su pantalón con tangas y todo; ella se sentó sobre mi muslo y pude sentir su coño mojado; me abrazó, comenzó a darme un beso, se balanceaba sobre mi pierna, podía sentir el vaivén de sus caderas sobre mí.
Yo también la abracé y la agarré por las nalgas, las empecé a apretar, con mis manos le ayudaba a que se siguiera balanceando.
Empezó a deslizar su mano por mi abdomen, llegó hasta mi coñito y empezó a tantearlo con sus dedos, se sentía la forma en que lo iba explorando por todas partes, separaba los labios y ponía su dedo un poco dentro de mí.
– Se ve que lo estás disfrutando –dijo ella-.
– Eso mismo me di cuenta yo – le dije, haciendo referencia a lo mojada que la había sentido cuando se sentó sobre mí-.
No paraba de asombrarme la forma en que Julia podía utilizar sus manos; movía sus dedos sobre mi clítoris, tenía una forma especial de hacer presión en sus puntas, lo exploraba por todas partes hasta que daba con el punto exacto en donde me hacía sentir más placer y se concentraba en él.
– ¡Shhhh! No tan duro que nos van a oír.
A las dos nos dio risa, yo había comenzado a gemir muy fuerte, perdí el control cuando empezó a hacer gozar mi coñito con sus dedos, por un momento se me había olvidado el mundo y estaba entregada al goce de sus caricias.
Además mis manos, guiadas por sus curvas, recorrían toda sus espalda, su culo, sus piernas; se sentía tanto placer al tocarla, su piel era suave y mis manos se deslizaban fácilmente sobre ella.
Me acostó sobre la cama, continuó estimulándome con sus dedos, acercó su boca y pude ver como un pequeño hilillo de saliva que salía de ella llegaba hasta mi clítoris, y con sus dedos la esparcía por todo mi coño, acercó más la boca y empezó a succionar su saliva, sacó su lengua y pude sentir como me recorría por completo hasta llegar a mi clítoris; era completamente diferente de lo que ya había sentido antes, parecía como si se estuviera comiendo su postre favorito, me lamía, me chupaba, movía su lengua de arriba abajo, de un lado al otro; el placer que estaba sintiendo es simplemente indescriptible; un torrente de satisfacción me tenía invadida por completo, estaba poseída por la euforia, era como si fuera a salirme de mi cuerpo.
Así me hizo venir dos veces, a la segunda, subió su cuerpo hasta mi cara y me puso el coño en la boca, quería hacerla sentir lo mismo que yo había sentido, saqué mi lengua y comencé a recorrerlo, pude sentir su jugo al contacto con ella, era demasiado, se sentía tan mojada, cada vez que pasaba mi lengua sentía como su jugo se pegaba a ella, yo lo saboreaba, Julia comenzó a moverse, a revolcar su coño en mi boca, yo dejaba mi lengua afuera y ella empezaba a mover su cintura con más fuerza, sentía como a veces se descargaba sobre mí, sin dejar de moverse; me había puesto tan arrecha que se subiera de esa manera encima de mí que no pude aguantarme y empecé a tocarme, quería venirme mientras ella se revolcaba en mi cara.
Sentí como se vino, me tomó por el cabello y dejó de balancearse para pasar a dar fuertes embestidas sobre mi boca, el jugo no paraba de emanar de su coño.
Se hizo a un lado, comenzó a besarme, se acostó y las dos quedamos boca arriba, ella tomó mi mano y la puso encima de su coño para que yo la tocara y puso la suya en el mío, empezamos a masturbarnos la una a la otra, sentí su mano sobre la mía, la que tenía en su coño, y le hizo fuerza a mis dedos para que se los metiera, yo comencé a hacerlo, estaba tan caliente y mojada por dentro, Julia metió dos de sus dedos en su coño, donde yo ya tenía los míos, y empujó mis dedos hacia arriba, les hizo presión mientras los hacía mover, hacía que se los sacara y se los volviera a meter, se podía oír el movimiento de mis dedos dentro de ella de lo mojada que estaba, ella sacó sus dedos, los que tenía en su coño, se los chupó, metió su lengua en mi boca, y pude sentir como dejaba caer su saliva, se sentía el sabor de su jugo, se sentía su olor por todas partes, eso me tenía tan arrecha, miré mis dedos y se veían blancos, yo los seguía moviendo dentro de ella, fragmentos de su jugo quedaban pegados en sus labios con el entrar y salir de mis dedos, se sentía como lo estaba disfrutando, acariciaba su cuerpo, apretaba sus senos, llevaba su mano hasta el clítoris y jugaba con él, la expresión de su rostro, su ojos me veía de una manera extraña, tan apasionada, a veces nos quedábamos viendo fijamente y nos fundíamos en un beso.
Me agarró fuerte del pelo, presionó su rostro contra el mío, se estaba viniendo otra vez.
Sacó mis dedos de su coño y los devoró con su lengua mientras los chupaba, se sentó encima de mí, puso su boca cerca a la mía y dejó caer su jugo en mi lengua.
Y así continuamos toda la noche, un orgasmo detrás del otro, por la ventana ya se empezaba a ver que aclaraba el día; nos pusimos la pijama y nos acostamos; se acercó a mi espalda y me acurrucó contra ella, me dio un beso en la nuca, y mientras sentía como sus dedos acariciaban mi hombro, me fui quedando dormida, sintiendo el olor de su cuerpo que había quedado impregnado sobre el mío.
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