Adios
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Esta es la última historia que vas a leer.
Ya me habrás reconocido.
No he cambiado nombres o lugares, para que no te confundas y te sientas seguro de todo lo que lees.
Después de esto, puedes hacer lo que quieras.
Sigue con ese puto divorcio que tanto quieres, ya sabes de donde viene toda esa experiencia.
Esa manera que te gusta que chupe tu verga o que te apriete con mi coño o mi culo.
Nada fue gratis.
Soy mejor que cualquiera de las putas que mencionaste: Karina, Abigail, Christina o de la rubia Carmen.
Ninguna de ellas pueda hacer tanto y con tanto gusto.
Piensas que porque aportas más económicamente a la familia puede hacer a tu gusto.
Te amo, pero me amo más yo.
No te permitiré que me humilles o me digas todo eso.
Me lastimaste.
Y eso no lo olvidaré pronto.
Y si aún quieres saber más sobre mi pasado, sobre mis gustos en la cama, tienes que saber de Susana, mi compañera del último año de la prepa.
Mi último novio le gustaba agarrarme de saco de boxeo, el idiota se enfurecía pues tu sabes que me gusta exhibir mis piernas, mi cintura, mis pechos pequeños y mi culito respingón.
El idiota intento hacerme cambiar de forma de vestir y yo rebelde, me negué.
La última antes de denunciarlo y que él muy puto huyera al extranjero fue cuando, el muy cobarde me abofeteo frente a sus amigos.
Esos maricas rieron cuando caí al suelo.
¡No lo podía creer! Nadie intento defenderme de este tipo que medía 40 centímetros más que yo.
Me levante y le grite que era un poco hombre, que no me satisfacía en la cama y que se venía más rápido que un puberto viendo porno.
Sus amigos se burlaron y cuando intento golpearme lo golpeé entre las piernas con la bolsa.
Estoy segura de que con el tacón de la zapatilla le fracture la mano con el pisotón que le di.
Susana pasó con su auto rumbo a su departamento justo enfrente de donde estaban estos imbéciles, ya fuera de las instalaciones de la escuela, en una de las calles aledañas.
Corrí hacia ella y le pedí que me llevara.
Abrió la puerta del copiloto, subí y salimos pronto hasta el periférico.
No me pregunto nada.
Yo empecé a llorar un rato después de tomar con rumbo a Xochimilco.
Me sentí basura.
Quería saber que había hecho mal para merecer a ese estúpido.
No pare de llorar hasta que me dio un pañuelo de papel y me dijo que bajara, que ya habíamos llegado a su departamento.
Me invito a pasar y ya en su sala, lloré otra vez.
Me tomo suavemente la cara y me dijo que si alguien me amaba no tenía que lastimarme o hacerme sentir así.
Ví sus ojos y no pude evitar pensar que eran muy bellos, su aliento estaba tan cerca.
Sus labios pequeños y rojos tan lindos.
nunca la había visto de tan cerca.
Y entonces me beso.
Fueron besos pequeños, suaves, tiernos.
Me tomó tan de sorpresa que cuando se detuvo y sonrió, no le dije nada.
Una sonrisa ilumino su rostro y me dijo que le gustaba.
Que me olvidará del idiota de mi novio.
Que me haría olvidar todo, que le diera una oportunidad, que si le incomodaba se podía detener.
Entonces pensé: “¿Y por que no?” Quería sentirme amada, valorada, aceptada.
Cerré mis ojos.
Mi respuesta fue otro beso pequeñito.
Sentí su perfume mientras su boca me chupaba suavemente.
Sus manos me apretaron hacia ella, después acariciaron mi espalda, mis nalgas y mis piernas.
Rico-rico-rico.
Me ordenó que la viera, abrí mis ojos.
Me dijo que quería que viera todo lo que me iba a hacer y que quería ver, también todo lo que le iba a hacer.
Sus manos abrieron el cierre rápidamente, la falda y la blusa cayeron al suelo, me empecé a mojar, me tenía en ropa interior, acariciando mis senos sobre el bra.
Hice lo propio para que quedáramos en las mismas condiciones.
Su piel blanca, su aroma, su suavidad me hizo pensar en un futuro en su cama y en su vida.
Desabroche su bra.
Un pequeño par de senos me recibieron sin caer.
Bese su cuello y su pecho.
Sus senos fueron mi perdición.
Los bese y chupe.
¡Dios que dulce su aroma y su sabor! Estaban duritos.
Mis manos buscaron sus nalgas, comencé a bajar su tanga.
Hizo lo mismo conmigo.
Nos arrodillamos frente a frente, sonreía, me regalo otro beso y su lengua me hizo sentir electricidad.
Nos acercamos al sofá y al sentarse abrió sus piernas.
Nunca se lo había hecho a una mujer ¿Cómo se le hacía? Recordé a mis antiguos novios y sus estúpidas lenguas.
Si.
Así no era como me hubiera gustado.
La besé como me hubiera gustado a mi.
Chupe todo el coño, mi lengua jugó con su clítoris, la metía, besaba sus labios.
Comenzó a gemir.
Su sabor era tan agradable.
Chupe mis dedos.
Deslice dos simulando el grosor que me gustaba, y chupe su clítoris.
Me mojaba los dedos, sus gemidos me incitaban a seguir.
Jaló mi cara suavemente y me pidió mi coño.
Con otro beso cambiamos de lugar.
Abrí mis piernas, su lengua abrió mi labios recorriendo una y otra vez por dentro y por fuera, al llegar a mi clítoris, lo chupo y recorrió con su lengua al mismo tiempo.
Metía sus dedos y encontró mi punto G, sentí mucho placer, más del que había sentido con ningún otro chico, también, me mojaba como nunca antes.
Me pregunto si me gustaba, le conteste que me fascinaba, hacía círculos sobre mi clítoris con su lengua y sus dedos no se detenían, me pidió que repitiera con ella lo que me había hecho.
Me dió la espalda y como una perra me dio el culo.
Mis dedos buscaron ese punto que me había gustado, lo encontré cuando la vi retorcerse y gemir fuerte y largo.
Empuje lento pero me pidió que fuera un poco más fuerte, además de que le besara su clítoris.
Me costaba trabajo así que sólo use mi dedo y besé sus nalgas.
Su coño me apretaba el dedo, su cuerpo se comenzó a sacudir y sus manos sostuvieron mi cara contra su coño, me rogó que no me detuviera y se vino sobre mi boca, casí me ahoga.
Me sentó sobre ella y abrí mis piernas, me ordeno al oído que me masturbará, y lo hice.
Jalé y masaje mi clítoris.
Entonces su mano experta, me ayudo.
Uno dedos entraban en mi coño y otro acariciaba mi ano, ¡Su-pu-ta-ma-dre! Que rico me estaba dando placer esta mujer; pronto estaba gimiendo como ella un rato antes, pero yo sentía que gritaba.
Le pedí que no se detuviera, que lo hiciera más rápido, luego más fuerte.
Me vine tan fuertemente que sentí que moría.
Por primera vez vi estrellas, pero no estaba satisfecha quería más.
Ella había tocado esos puntos que nadie más, por inexperiencia, había tocado.
Quería más de su boca, más de su coño, de sus pechos que tenían los pezones duros y su sabor.
Y como si me hubiera leído la mente me pregunto si quería más y yo, por supuesto que le dije que sí, que quería repetir esos que me había enseñado.
Que quería su sabor en mi boca de nuevo.
Me llevo a su recamara, esta vez me beso más profundamente, chupando mi lengua, lamiendo mis tetas, acariciando mis piernas y mi culo.
Recostadas sobre su cama, lamía mi lengua mientras se acariciaba, me pregunto si me gustaría un chico para jugar.
No.
No ahora, por el momento la quería toda para mí.
Me susurra que puede enseñarme a hacer a un hombre venirse casi instantáneamente.
Pero yo jugaba con su coño, abrí sus piernas y lamía a todo lo largo su bello coño, chupo su clítoris y siento su aliento en el mío.
¡Su-pu-ta-ma-dre! ¡Que sabroso 69! Mis dedos la invaden y me mojan, me grita que le meta otro dedo y busque su punto G.
Se viene con un suspiro.
Su coño me aprieta fuertemente.
Ahora me dejo hacer y me lame y chupa y me invade.
Sus dedos busca cariñosos mi punto G, me oigo gemir y rogar que lo haga más fuerte.
Más estrellas.
Otra vez.
Una vez más.
Son tan intensos.
Me doy cuenta que me ha metido un dedo en el culo.
¡Sucia, puerca! ¡Dame más! Otra vez estrellas.
Quedo tirada viendo el techo, me regala un beso y me pide que limpie su cara de mi sabor ¿Qué a que sabe mi coño? ¡Delicioso! Me dice que la moje mucho.
Que repitamos.
Quiero aprender todo lo que sabes Susana, todo.
Quiero tu cuerpo otra vez.
Y como dice esa salsa que me devores otra vez.
Me estoy viendo en el espejo del lava manos.
Ya tengo cuarenta y veo mis arrugas algunas canas y mis ligeras manchas.
Si me cuido seguiré viéndome sensual hasta mis sesenta, creo.
Si no quieres seguir con esta aventura que comenzamos hace ya quince años, esta bien.
Han sido buenos años.
Con muchas cosas buenas y malas.
No te detendré cuando leas sobre Antonio, tu hermano, el entrenador y ahora, sobre Susana.
Haz lo que tengas que hacer.
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