Coloqué mi mano sobre su hombro diciéndole, No te asustes continua, que yo sé lo que es estar sola.
Un par de lesbianas se auto descubren, y dan rienda suelta a sus apetitos sexuales. .
Lo peor de divorciarse, por lo menos para mí, fue el quedarme sola. Al principio, procuré no dejar que eso me afectase, pero lo cierto es que, si me afectó y mucho, el nada más llegar a mi solitario apartamento, me ponía triste.
No por mi exmarido, simplemente era un gran sentimiento de soledad, con el que no podía trabajar.
Mis amigas me recomendaban que saliera, que conociera a otras personas, pero me era imposible, al final siempre estaba sola en casa, en una ocasión hasta llevé a un supuesto pretendiente a mi apartamento, pero después de que finalmente terminamos en la cama, donde hasta se lo llegué a mamar, y dejar que me diera por el culo. Al amanecer se levantó, se marchó, y hasta el sol de hoy no he vuelto a ver al desgraciado ese.
Por lo que después de esa experiencia, decidí no volver a cometer el mismo error. A todas estas yo seguía deprimida, triste, llorando, apenas cruzaba la puerta de mi apartamento. Hasta que una de mis amigas, me preguntó si le podía alquilar una de las habitaciones a su sobrina, que necesitaba un lugar donde alojarse, mientras estudiaba.
Así fue como Melisa llegó a mi apartamento, como mi amiga me dijo que era su sobrina, yo pensaba en una adolescente universitaria. Pero resultó ser una mujer hecha y derecha, más o menos de mí misma edad, alta, delgada, de frondosa cabellera rubia, ojos castaños en fin alguien muy similar a mí.
Melisa realmente estaba por terminar sus estudios de maestría, y era bien agradable su trato, pero al segundo día de su estadía en mi apartamento, me la encontré saliendo del baño, prácticamente desnuda, ya que estaba usando una muy pequeña braguita semitransparente, como única prenda de ropa sobre su cuerpo.
Por un momento pensé que se dirigiría a su habitación, pero no fue así, simplemente continuó preparándose su desayuno, se lo comió mientras, leía la prensa y antes de irse a la universidad, entró en su habitación se vistió y partió. Realmente cuando estaba sola en casa, había días en que ni siquiera un panti me ponía, pero estaba completamente sola en casa.
No pensé mucho en eso, y hasta me dije a mi misma que luego le hablaría sobre el tema. Pero cuando regresé de mi trabajo, me la encontré en las mismas condiciones, únicamente usando una muy pequeñas pantis como única prenda. Fue cuando me di cuenta de que su coño lo usaba completamente depilado. Ya que la transparente tela de su prenda me permitió notar eso. Quizás me turbe por eso y no hice comentario alguno con respecto a su manera tan poco pudorosa de andar caminando por el apartamento.
No sé, pero a los pocos días, yo también andaba así por todo el apartamento, al igual que ella. Charlábamos, y en ocasiones hasta cenábamos juntas, pero nuestra relación no pasaba de eso.
Pero una noche después de que encerrada en mi habitación terminé de consolarme íntimamente con uno de mis vibradores preferidos, después de lo cual me di un refrescante baño, me dirigía a la cocina a tomar un poco de agua, y al pasar frente a la puerta de su habitación, escuché unos ruidos y profundos gemidos, que para mí eran una inconfundible señal, de que Melisa se encontraba teniendo una íntima relación dentro de su habitación.
Indignada pensé entrar, y pedirle que se fuera de mi apartamento, me preguntaba a mí misma como Melisa se había atrevido a llevar a un hombre a la casa, pero al abrir la puerta ligeramente, observé cómo sobre su cama, estaba ella sola, con las piernas completamente abiertas, Melisa se introducía rítmicamente, un vibrados similar al mío, que de no haber sido que estaba segura de haberlo guardado en la mesa de noche, hubiera pensado que se trataba del mío.
Por suerte ella se encontraba con sus ojos cerrados, y viendo en sentido opuesto a la puerta, de haberme visto no sé qué hubiera pasado, de seguro me hubiera muerto de la vergüenza.
Al día siguiente, apenas la vi desayunando, pero completamente desnuda, cuando me fui a trabajar. Durante el resto del día no hice otra cosa que pensar en el bello cuerpo de Melisa, y aunque nunca había pensado en tener relaciones con otra mujer, la sola idea en parte me excitaba, y en parte me asustaba, lo que fuera a pensar Melisa, pensé que hasta quizás decidiera irse de mi apartamento y dejarme sola.
Por lo distraída que estaba mi mente pensando en Melisa y en mí, decidí tomarme la tarde libre e irme a mi apartamento, al fin que no tan siquiera podía concentrarme en mis labores.
Cuando llegué a mi apartamento, encontré a Melisa, como de costumbre únicamente tenía puesta una pequeñísima braga puesta, con sus hermosos, y arrogantes senos al aire, ella se encontraba sentada frente al televisor, pero este estaba apagado, había estado viendo un video, según me comento. Yo conversé un rato con ella, mientras que Melisa sentada en una de las butacas, me comenzó a contar supuestamente la trama del video que veía, pero me pareció tan, y tan aburrida que decidí irme a dar una ducha.
Después de que me di una buena y refrescante ducha, cuando regresé a la sala, ella no se dio cuenta, ya que yo andaba descalza y únicamente cubría mi cuerpo con la pequeña toalla que uso para secarme. Entonces al pararme de tras de ella, vi que realmente el video se trataba de un par de chicas teniendo una fuerte relación lesbiana.
Melisa estaba tan concentrada en lo que veía en la pantalla, que cuando se vino a dar cuenta de mi presencia, es que ya me encontraba a su lado, observando cómo se introducía una y otra vez sus dedos dentro de su coño.
Cuando comencé a verla, y me di cuenta de lo que estaba haciendo, me entró una sabrosa calentura por todo mi cuerpo, en especial entre mis muslos, sentí todo mi coño caliente y bien húmedo.
Al ella verme se mostró algo cortada, y no sé si fue que dentro de mi estaba presente ese raro sentimiento hacía ella, que colocándole mi mano sobre su hombro le dije. “No te preocupes continua, que yo sé lo que es eso.”
Melisa esbozó una seductora sonrisa, y dejando de acariciar su coño, se levantó de la butaca, me tomó por ambas manos y me condujo hasta el sofá de la sala, diciéndome. “Qué bueno que me comprendes, tenía un miedo tremendo a que no lo hicieras y te ofendieras conmigo, por estar haciendo eso.”
Mientras acercaba mi cuerpo al de ella, después de tomar asiento a su lado le respondí. “Yo también tengo ese mismo sentir que tú, y al decir eso nuestros labios se unieron.”
Por un tiempo indefinido, nosotras dos nos besamos y acariciamos apasionadamente, al punto que la pequeña toalla que tenía ceñida a mi cintura, ni cuenta me di cuando se desprendió de mi cuerpo.
Prácticamente las dos estábamos completamente desnudas, en medio de la sala, ya con nuestras manos habíamos comenzado a explorar una el cuerpo de la otra.
Yo me encontraba tan excitada, que deseaba seguir y seguir así sin que nos detuviéramos. Pero Melisa, quizás un poco más juiciosa que yo me detuvo, no por temor a que alguien llegase y nos encontrase así, sino más bien por comodidad. Ya que me propuso que fuéramos a una de las habitaciones, por eso para estar mucho más cómodas.
Las dos sin soltarnos nos pusimos de pie, y terminamos en mi habitación, mi cama es matrimonial. Por un instante tanto ella como yo actuamos tímidamente, volviéndonos a besar, con cierta ternura y suavidad, pero casi de inmediato, al sentir sus labios y su cálida piel contra la mía, nos volvimos a entrelazar en un fuerte y excitante abrazo.
Melisa no dejaba de acariciar mi cuerpo y yo el de ella, así que lentamente nuestras vulvas comenzaron a rosarse una contra la otra, y el placer sentido por mí era algo completamente nuevo y bien diferente, de momento los senos y parados pezones de Melisa, se encontraban dentro de mi boca, los que chupaba y lamía una y otra vez.
Al tiempo que los gemidos de mi compañera me excitaban muchísimo más. Y de momento sentí la gran necesidad, de llevar mi rostro directamente sobre su depilado coño. Los gemidos de Melisa no dejaban de escucharlos, yo por mi parte besaba y chupaba una y otra vez su cálido y sabroso coño.
Hasta que ella cambió de posición, colocando su cara contra el mío. Y a partir de ese instante, disfrute de algo tan lindo y único que casi lloro de la alegría.
Mis orgasmos por lo general siempre habían sido por uso costumbre, discretos y apagados, pero con Melisa disfruté, no tan solo de múltiples orgasmos seguidos, sino que hasta grité de placer cada vez que ella me chupaba mi clítoris o introducía sus dedos dentro de mi cuerpo.
Hoy en día Melisa y yo somos una pareja, como ninguna otra, en ocasiones ella cuando llegó agotada del trabajo, rápidamente se dedica a darme un magnífico masaje con aceite por todo mi cuerpo, al igual que hago yo con ella en ocasiones que la veo tensa por los estudios.
Ambas jugamos con nuestros vibradores, proporcionándonos placer mutuamente y hasta en ciertas ocasiones nos hemos puesto a explorar otras áreas de nuestros cuerpos, cosa que únicamente he dejado que un solo hombre me haga, si me refiero al desgraciado aquel, que gracias a Dios no lo volví a ver más nunca.
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