Con mi doctora. La segunda vez con una mujer.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por natiorosco.
Con mi doctora.
La segunda vez con una mujer.
Por natiorosco
Esta historia al igual que las anteriores son verídicas, aquí quiero contarles cómo fue que termine haciéndolo con mi ginecóloga.
Hola me llamo Sandra, y quiero contarles mi segunda vez con una mujer.
Bien, para los 12 años ya había tenido relaciones no solo con mi tío y mi vecina, sino también con otro vecino y mi perro, lo que podríamos decir que mi conejo estaba ya muy entrado en carnes.
Como ya estaba empezando a desarrollarme, mi madre decidió llevarme al ginecólogo para que comience a familiarizarme con los médicos de mujeres.
Así que después de hablar de cosas de mujeres, yo comencé a preocuparme ya que se iba a dar cuenta que ya tenía relaciones; entonces me pregunto si quería ir a un doctor o a una doctora.
A la segunda respondí, así que un sábado a la mañana fuimos a ver al consultorio.
Esperamos, cuando llego mi turno mi madre entro conmigo.
La doctora era una mujer de unos 35 años, de piel blanca, de un metro setenta, cabellos oscuros (negros) de grandes pechos, cintura pequeña y caderas marcadas.
Tomamos asiento, la doctora comienza a decirme como me iba a revisar, yo que escuchaba atenta me estaba poniendo más nerviosa.
La doctora se dio cuenta y me pregunta, si quería que mi madre estuviera presente, ya que era mi primer examen.
No se le dije nerviosa.
Mi madre viendo mi cara comento que mejor nos dejaba solas y se iba a ir al súper, y que buscaría dentro de 30 o 40 minutos.
Así que nos quedamos solas, yo me quite la ropa y poniéndome una bata me acosté en la camilla, con mis piernas abiertas (como de costumbre), sobre los soportes.
La doctora se puso unos guantes y ubicándose adelante comenzó a revisarme; cuando en menos de un minuto me dice en tono serio: Niña ya no eres virgen.
Me quede muda, se puso de pie y quitándose los guantes agrego: Yo tengo que hablar con tu madre.
Ay no doctora por favor no le diga, le pedí intentando no llorar.
Se sentó en su escritorio y sin inmutarse me dijo: Mira tienes 12 años recién cumplidos y hay evidencia que ya has tenido relaciones sexuales, es mi deber como medica hablar con tu madre.
No, no por favor no le cuente, le dije llorando.
No te pongas así, tranquilízate comento al verme tan mal; y luego pregunto: Dime una cosa te violaron? No, respondí, secándome las lágrimas.
Y desde cuando no eres virgen? me volvió a preguntar.
Desde los nueve, pero no le diga a mi mama, respondí suplicando.
A ver y cómo fue que empezaste tan chiquita?, comento mirándome con sus ojos negros.
Si así fue, respondí, y comencé a contarle (sin dar nombres y claro obviando a mi perro) con quien lo había hecho; estaba por terminar de contarle cuando mi madre que ya había llegado golpea la puerta, la doctora la hace pasar y sentándose a mi lado, ella le dijo que estaba todo bien, pero que tenía unos honguitos, y agrego la micosis es fácil de contagiarse lo difícil es eliminarla, en este caso se debe posiblemente por el uso del jabón y la ropa interior de laicra.
Yo me quede helada al escuchar sus palabras.
Así que me dio una crema, las indicaciones de cómo usarla, para finalmente agregar que tendría que asistir a su consultorio por unos 3 o cuatro meses una vez por semana, para ver como evoluciona el tratamiento; y ella tendría que volver el lunes, comento.
Entiendo pero los lunes es complicado, recién me desocupo de la universidad a las 19:15 de la tarde, le dijo mi madre.
Mmmm tango clínica a las 20:00, comento.
Ah ya se tu papa te deja y yo te retiro a las 19:45, exclamo mi madre.
Me parece bien, se apuró en decir la doctora, y no se aflija yo la retengo hasta que usted llegue, dijo la doctora sonriendo.
Nos acompañó hasta la puerta y después de despedirse de mi madre me beso la mejilla al tiempo que exclamaba: No te olvides, te espero sin falta a las cuatro de la tarde.
Salimos del consultorio, y en casa mi madre le contó lo sucedido a mi papa.
Al siguiente lunes, mi papa antes de ir a dar clase a la universidad me dejo las cuatro y veinte en la doctora, al entrar la vi sentada en el escritorio de la secretaria.
Hola, salude nerviosa.
Ella me miro, y poniéndose de pie mientras cerraba la puerta principal, comento: Creí que no ibas a venir, cancele todas las citas para atenderte a vos.
Gracias, dije en tono amable.
Entramos al consultorio, ella se acercó y acariciando mis cabellos comento: Desnúdate de la cintura para abajo y acuéstate en la camilla.
Bueno, respondí, y me quite la ropa, bajo su mirada una mezcla de obscena y deseo.
No encontré la bata así que recosté media desnuda (con solo la remera) en la camilla con las piernas abiertas, como la última vez.
Me terminas de contar, me dijo ubicándose entre mis piernas.
Así que intente continuar con mi relato, pero de repente ciento como su dedo empieza a frotar mi clítoris.
Mmm, ayyy, dije levantando mis caderas.
Estas bien? Me pregunto sin dejar de frotarlo.
Ssii, ssii, dije con los ojos cerrados.
En silencio los dedos de la doctora abrieron las carnes que cubrían mi clítoris y posando sus labios comenzó a chuparlo.
Ahh, ayyy, ahhh, ayy, gemí casi instantáneamente mientras retorcía mi cuerpo al sentir como succionaba mi botoncito.
Te gusta Sandra? Pregunto metiéndome uno de sus dedos.
Ayyy, ssiii, siii, le dije con voz temblorosa, al tiempo volvía a chuparme el clítoris y me lo hacía con su dedo.
Ayy, ddooccttoorraa, ahh, ayy, ayyy, gemía con mi conejo mojado.
Después de un ratito la doctora me pidió que bajara y me arrodillara junto a la camilla.
Así lo hice, ella se paro a mi lado y mirándome fijo se quitó la ropa, con ojos grandes mire su bronceado cuerpo totalmente desnudo, sus pechos grandes firmes y redondos estaban coronados con dos pezones oscuros, y por debajo de su cintura estrecha y caderas marcadas se encontraba su sexo con solo un poco de bello en su monte de venus.
Mónica (así se llama la doctora) se acercó, y después de levantar su pierna derecha hasta apoyarla en la camilla (como si estaría alongando) comento: Chúpamela.
En silencio me metí entre sus piernas y acercando mi boca a su conejo comencé a lamerlo lenta muy lentamente.
Su sabor no se comparaba nada con el de Andrea, este era más dulce, más fuerte pero sabroso.
Mónica comenzó a gemir, al tiempo que sus fluidos (un poco más ásperos, pero igualmente sabrosos) se deslizaban hasta mi boca con cada paso de mi lengua.
Minutos más tarde, Mónica bajo su pierna, la mire y poniéndome de pie la tome por la cintura para besar sus rojos labios al tiempo que mis manos llegaban hasta sus nalgas.
Mónica separo sus labios y mirándome fijo comento: Tengo algo para vos.
Qué es? pregunte curiosa.
Ya veras, respondió, llenándome de la mano a otro lugar de su oficina donde había un sofá adornado con almohadones.
Nos sentamos en el sofá, y metiendo su mano por debajo de un almohadón saco un juguete de goma largo en forma de pene y un frasco de vaselina liquida.
Mire el juguete, era un consolador doble, lo había visto en películas con mi tío, su color era claro no tan grueso.
Dejo caer un chorro de lubricante sobre la punta y acercándolo a mi vaginita lo metió suavemente, para después meterse ella la otra; para luego comenzar a devorarnos los labios y pezones, al vaivén de nuestras caderas.
Estábamos mojadas, no solo en sudor sino también por los flujos que brotaban de nuestros conejos.
Mónica se fue tirando hacia atrás hasta quedar recostada en el sofá, yo que había comprendido el movimiento la acompañe hasta quedar montada sobre ella, unidas solo por el consolador que como una extensión de nuestros cuerpos que salía de mi vagina para meterse en la suya.
Mónica miro mis ojos y en silencio retiro el juguete, y pegando nuestros sexos comenzamos a frotarlos, los nacientes vellos de mi conchita estaban mojados no se so por mis jugos o por los de ella.
Comenzamos a masturbarnos, nuestros dedos entraban y salían frenéticamente, acompañados de gemidos de placer.
De repente al mismo tiempo, comenzamos a temblar yo podía sentir como los músculos de su vagina se contraían alrededor de mis dos dedos que Mónica tenia adentro, gemíamos nos apretábamos fuertemente la única mano libre que teníamos, estábamos por terminar, estábamos por terminar juntas (eso creí) pero de pronto Mónica saco su dedo (dejándome con ganas) y levantando sus caderas dejo salir sus flujos que mojaron mi pecho.
Ay, Sandra me hiciste terminar como una yegua, dijo recostándose.
Me alegro porque yo no, exclame frustrada.
Ay amor perdóname, dijo sentándose para besar mis labios.
Me miro una sonrisa pícara se dibujó en su rostro, volvimos a besarnos me recostó en el sofá, de repente como por arte de magia en su mano apareció otro de sus juguetes, también de goma, pero de color rosado y grueso, lentamente lo deslizo por mi cuerpo hasta llegar a mi conejo, para comenzar a abrirse paso entre mis labios vaginales.
Mónica sin dejar de mirarme a los ojos pregunto: Estas lista? No respondí, no entendí, y mientras ella metía y sacaba su juguete escuche solo un clic; y el juguete comenzó a vibrar dentro mio.
Ayy, ayy, ddiiooss, gemí al sentir como me lo hacía con su vibrador.
Era la primera vez que sentía como mi vagina de niña, vibraba haciéndome desarmar de placer, instintivamente encogí mis piernas como si fuera a parir, Mónica lo metió más profundo, yo comencé a retorcerme y a gemir más fuerte o mejor dicho a gritaba más fuerte, y después de unos minutos mis piernas comenzaron a temblar los dedos de mis pies se abrieron, y sin poder contenerme más deje escapar mi orgasmo mojando el sofá mientras mi cuerpo convulsionaba sin poderlo controlar.
Mónica lo apago y después de lamer mis jugos pregunto: Te gusto? Sii mucho, respondí temblando como una hoja.
Bien espero que les haya gustado, Mónica siguió siendo mi doctora por varios años, ahora esta retirada, ya no ejerce la medicina, bueno solo a unas pocas entre ellas yo.
Por otro lado nuestros encuentros se prolongaron por años ya sea en su casa otras en su consultorio, a veces entre nosotras y otras (5 o 6) con un amante moreno que ella tenia, pero esas son otras historias.
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