De ama de casa a hembra de mi perro. (Parte 3)
Todo se fue desarrollando de una manera imprevista.
De ama de casa a hembra de mi perro. (Parte 3)
Después de ese imprevisto encuentro, o más bien diría buscado de una manera, llamémosle “casual”, sentí una mezcla de excitación, por otro lado, pensaba que era mi hija, con apenas 14 años, me sentía una pervertida, que no me estaba comportando, de una manera muy maternal, diría que era algo bastante promiscua, al permitir al animal, lamer el sexo de Clara.
Pero por otra parte la notaba feliz, con una sonrisa placentera, después de ese torbellino libidinoso zoo. Mientras dormíamos me desperté, varias veces, pensando, si lo que había sucedido, había sido verdad.
Cerca de la 10 am, se despertó, ante mi sorpresa, me dio un beso en los labios, mientras me decía:
“Buen día, mami” Muy sonriente, algo que me llamó poderosamente la atencion, dado que sus despertares, son bastantes malhumorados.
Me volvió a besar, la abracé, tocando su cuerpo desnudo, con esa piel tersa, la besé en la frente, y hasta me sentí contenta, al comprobar su estado de humor, manteniéndonos en ese letargo, en momentos con deseos de acariciar su cuerpo y hasta tocar su sexo. No sé por qué, pero me contuve, aunque creo, que no hubiese puesto resistencia o le habría caído mal,
Cuando imprevistamente apareció Max, saltando en la cama, pasando de una a otra, lamiendo nuestros rostros, y hasta las tetas de Clara, que no dejó de demostrar, a través de su rostro, una expresión de placer.
Intenté, evitar algo más, ya se había hecho bastante tarde, Angélica estaría por llegar, pero el perro se estiró sobre la cama, para que le hiciésemos caricias, así que, entre ambas, complacimos al animal, Clara comenzó a tocar muy cerca de sus genitales, que no tardó en surgir la punta roja, que, al comprobar mi cara, mi hija intento continuar. Que, por supuesto lo impedí, recordándole que estaría por llegar su hermana.
No estaba muy equivocada, cerca del mediodía, llegó, la traía la madre de su amiguita, almorzamos, tomamos algo de sol, dejando a Max dentro da la casa. Cerca de las 5 pm, tocan el timbre, era mi madre, las chicas enloquecidas, más bien Angélica.
Hay veces, que preferiría que no venga, los perros no le gustan, y Max, le salta, trata de olerla, hay que sacarlo, comienza a protestar, y todo se torna insoportable. Esta vez pasó algo similar, así que se levantó, y dijo:
“No se cómo suportan a este animal” Pensé, si supieran que hemos hecho, se muere acá mismo, cuando le pregunta a mi hija:
“¿Angelita, quieres venir conmigo esta noche a dormir a casa?” Clara me miró como diciendo, “que buena idea que tuvo la abuela”, me hizo gracia su actitud, diciendo:
“Si, quiere ir, que vaya”
Ni lerda ni perezosa, corría a su habitación a buscar sus cosas, despidiéndose de nosotras, yéndose con su abuela,
Evidentemente de una manera, muy casual, volvimos a quedar solas, con Max, que, si bien no hicimos ningún comentario previo, estaba como tácito lo que podría llegar a suceder. Creo que debíamos de obrar libremente, y dejar que las cosas se fuesen desarrollando de manera espontáneamente, por supuesto que no le comente a mi hija, mi idea.
Pero, como ya eran cerca de las 8 pm, le digo:
“Quieres que prepare alguna picadita, y algo de vino, ¿y miramos televisión?”
“Me parece perfecto, madre o alguna otra cosa” Como dando a entender que existían otras alternativas
“Porque no, la noche es larga” Contesto.
Mientras preparaba todo, y lo llevaba a la sala, ya estaba Clara, sentada, en el sillón, con su corto camisón, mientras Max estaba tirado sobre la alfombra. Me encantaba estar en compañía de mi hija, al margen de lo que podría suceder. Mientras comíamos, comentábamos algo, de lo que veíamos, era como recrear momentos, que hacía mucho no practicábamos.
Debo confesar que había tomado demasiado vino, porque en determinado momento me quedé dormida.
Cuando algo, me despertó, era Max que jugueteaba con Clara, si bien tenía ganas de acostarme, me quedé, entreverándome con ellos, cuando no tardó, en meter su hocico bajo, la prenda de mi hija, diciéndole:
“¿Qué quieres, hacer lo de anoche, perro chancho?” Mirándome como para pedirme autorización, o no sé qué cosa, pero solo levante los hombros, sin aclarar nada.
Fue más que suficiente, para quitarse el camisón, reluciendo sus ricas tetas, que acaricie con algo de recelo, aclarándome mi hija:
“No te contengas madre, has lo que sientas, me agrada profundamente que lo hagas” Besando mis labios sutilmente, percibiendo esa necesidad de tocarla, besarla, era algo extraño y además indebido, pero sin contenerme, acaricie su cuerpo, abrazándome, mientras mis manos recorrían su piel, hasta que quité, sus bragas, llegando a tocar su sexo, que humedeció las yemas de mis dedos.
Nuestras entrecortadas respiraciones, delataban nuestro estado, la bese en los labios mientras mis dedos se introducían en su cavidad vaginal, oyendo sus gemidos de placer, mientras Max, se interponía entre nosotras.
Clara, comenzó a desabrochar mi blusa, sin dejar de besarme, hasta quitarla subiendo mi sostén, para chupar mis mamas, mientras desabrochaba mis jeans, metiendo su mano entre mis piernas, notando sus finos y delicados dedos, en mi útero.
No sé en qué momento nos volcamos sobre la alfombra, mientras me quitaba los pantalones hasta dejarme desnuda, que algo avergonzada traté de cubrirme, diciéndome:
“Tienes un hermoso y sensual cuerpo, madre, no pienses y actúa. Sé que ambas estamos de acuerdo, a pesar de que te recistes” Parecía mentira que mi hija me estaba llevando a ese estado de enajenación, cuando se suma Max, para lamer nuestros cuerpos, buscando ávidamente los sectores en que expulsábamos esos aromas tan lascivos.
Abriéndome de piernas, para sentir como su lengua, hacia estragos en mi sensible vagina, mientras mi hija arrodillada, succiona apasionadamente mis alterados pezones.
Era algo alucinante, jamás había experimentado un momento tan apasionado, donde mis hormonas revolucionaban mi cuerpo, donde mi mente estaba totalmente concentrada en ese momento de fogosidad.
Mi hija no dejaba de besarme y acariciarme, hasta que me encontré en cuatro, mientras sin darme tiempo a pensar, Max, me montó, intentando penetrarme, volviéndose a bajar, para reiterar esos movimientos tres o cuatro veces, Denotando su desesperación para hacerme suya, me daba la sensación, que no era yo en ese instante, Clara intentaba ayudar al perro para que me follase, era una situación alocada e incoherente, llena de sensualidad.
Después de varios intentos logró su objetivo, haciéndome emitir un grito tanto de dolencia como de sorpresa, percibiendo como su verga friccionaba rápidamente las paredes de mi vulva, mientras sus patas se apresaban a mi entrepierna, clavando sus uñas, a la vez que, de una manera demoniaca, no dejaba de bombearme con total ferocidad.
Me sentía algo cohibida ante la presencia de Clara, que parecía disfrutar el espectáculo, mientras Max, se había hecho dueño de mi cuerpo, aplacando su estado de excitación, mientras mis tetas se bamboleaban ante ese impulsivo apareamiento.
Clara estaba fascinada, me acariciaba y me besaba, disfrutando de ese coito animal, hasta que se acostó sobre la alfombra, hasta llegar a mis tetas, para succionar febrilmente mis pezones, mientras el animal me transportaba a un estado de total, éxtasis.
Mis gemidos no dejaban de delatar mi estado de esquizofrenia, cuando sentí el semen del perro regar copiosamente mi interior, mientras lo tomaba de las patas traseras para que no se saliera, sintiendo las palpitaciones de su verga en mi interior,
En ese momento crucial, la pedí a mi hija que me besase, haciéndolo de una manera inmediata, sintiendo su lengua ponerse en contacto con las mía, notando su estado de alteración, en el momento que un poderoso orgasmo se hizo dueño de mi cuerpo.
Hasta que, al soltar las patas de Max, se pudo salirse, cayendo al suelo, algo extenuada, mientras mi hija denotaba un estado de total exaltación, haciendo un esfuerzo la acosté sobre la alfombra y gateando llegué hasta ella, separando sus piernas, viendo su apetecible abertura, totalmente humedecida, volcando mi boca en ella, hasta llevarla a un estado de embeleso, donde su cuerpo se arqueaba, acosando con mi lengua su adolecente, clítoris, mientras mi índice lo introducía por su esfínter.
Donde sus gemidos y gritos inundaban el ambiente, hasta que la llegaba de un apasionado e incontenible convulsión, revolucionó su delicado y juvenil cuerpo. Quedando abrazadas un buen rato, aplacando nuestro estado de agotamiento y excitación.
Me sentía extraña por lo sucedido, Clara, estaba acurrucada pegada a mi cuerpo, algo que hacía mucho tiempo no sucedía, me agradaba ese contacto, la acariciaba suavemente, sin llegar a perder ese carisma que se había creado. Cuando me dice:
“Me agrado mucho, lo que me hiciste, madre, fue alucinante, jamás pensé que llegarías a ese punto, llevando mi cuerpo a ese estado de conmoción. Además, esa fusión entre ti y Max, es algo patético, totalmente morboso, me súper excite”
Charlamos un rato, realmente estábamos felices, habría transcurrido casi una hora, no era demasiado tarde, cuando Clara llama a Max, que no tardó en aparecer, saltando sobre nosotras, sintiendo sus patas pisando nuestro cuerpo.
Rápidamente comenzó lamernos, oliendo en nuestras partes íntimas, donde en mi caso, aun tendría vestigios de su esperma, y Clara, que no tardó en humedecerse inmediatamente.
Al punto de acostarse junto a Max, rodeándolo con sus piernas, llegando a besarlo, de una manera carnal, pasándole su lengua sobre su rostro en señal de cariño, permaneciendo un buen rato en esa posición, que, si bien era solo la espectadora, no dejaba de apreciar esa escena llena de una sensualidad especial, entre mi hija y el perro.
Hasta que separo, sus piernas, interviniendo inmediatamente Max, para lamer su vagina, viendo como el cuerpo de mi hija comenzaba a estremecerse, no dejaba de subyugarme ese comienzo, ver la piel de mi hija, ponerse en contacto con el pelaje del animal, era algo, tan lujurioso y a su vez morboso, que no podía dejar de estremecerme.
Ver los pezones de Clara, rigidizarse, mientras el animal, alteraba con su lengua a mi querida niña, era algo indescriptible, mientras no dejaba de acariciarla, propinándole algunos besos alternando, en esa suma entre la zoofilia y el lesbianismo.
En ese juego previo, Clara termino colocándose en cuatro, percibiendo, como la lengua de Max, circundaba, sus intimas cavidades, mientras el culito de mi hija se elevaba a la espera de algo más, llegándome a tentar, acariciando esos pomposos glúteos.
El perro rápidamente demostró su entusiasmo, montándola abruptamente, para volver a bajarse, repitiendo esos movimientos que connotaban deseos que aparearse nuevamente, lamiendo su cavidad, como preparando a su hembra para poder penetrarla
El rostro de Clara mostraba su impaciencia, golpeando sus muslos, para atraer a nuestra mascota, que volvía a montarla, intentando insertar su verga, que asomaba suficientemente, acaricie y bese a mi hija, expectante ante los alocados movimientos de Max. Estaba casi decidida a evitar que fuese desflorada por nuestra mascota, aunque interiormente lo deseaba, cuando vi su rostro pronto a desear ser penetrada, no sé si hice bien o mal, pero no lo impedí.
Cuando después de varios intentos, la abrazó con sus patas, mientras Clara permanecía, en cuatro con la cabeza contra el suelo, mientras los movimientos de Max, se hacían cada vez más rápidos y tenaces, con la intensión de aparearse con mi hijita.
La escena se hacía cada vez más intensa y de una voluptuosidad indescriptible, viendo como esa ya crecida verga roja, buscaba cobijarse dentro del útero de mi chiquita. El rostro de Clara estaba como desencajado, sus pómulos rojos, y un jadeo incontenible, que rápidamente se transformó en un grito, que donde el perro debe haber sentido el contacto de la vulva de mi hija, se enardeció, de una manera implacable, sujetándola fuertemente con sus patas, para bombearla de una manera dominante, ante los gemidos de Clara,
Veía como sus pequeños senos, se bamboleaban al ritmo de ese imparable coito animal, donde los gemidos de placer eran evidentes mezclándose con los jadeos del animal, donde esos sonidos denunciaban ese momento de placer.
Clara mantenía la posición en cuatro, jadeando, ante los embates de Max, humedeciendo con su baba la espalda de mi niñita, que no tardó en eyacular, ante las exclamaciones de su joven” hembra”, que acaba de recibir la calidez de su simiente, Mientras observaba, la bola de Max, atascada entre los labios de la vagina de mi Clara, que tardó bastante en destrabar, ante un nuevo gemido, vertiendo parte de los líquidos que le fueron almacenado en su útero, con algo de sangre, por la rotura de su himen.
Clara cayó sobre la alfombra, bastante extenuada, la abracé, colocando su cabeza sobre mi regazo, acariciando ese rostro, besándolo levemente, Comenzó a sonreírme, aparentemente muy feliz por lo acontecido.
“¿Quieres que nos duchemos, hija?
“Me encantaría, madre” Así que nos dirigimos al baño, mientras prepare todo, una vez que estábamos en la regadera, lavé su cabello, al igual que sus partes íntimas, algo que hacía muchos años que no sucedía. Me atraía tocar su cuerpo con total libertad, y hasta sentir sus manos recorrer el mío, era algo extraño lo que nos sucedía, era como que nos habíamos liberado de ciertos escrúpulos, no sé si era o no correcto, lo que estábamos compartiendo, pero si las partes concuerdan, ¿que está mal?
No era una cuestión de lesbianismo, era otra cosa, como un encuentro, posiblemente a la sexualidad, o a algo más intenso, en ese momento no veía, como algo pecaminoso lo que estábamos practicando, simplemente disfrutando madre e hija de algo que es tabú, para la sociedad.
Después de bañarnos, la sequé y hasta puse talco en sus partes “prohibidas”, parecíamos dos adolescentes que están descubriendo el mundo de la sexualidad, riéndonos de cualquier cosa, Hasta que Clara, decidió, ponerme una emulsión que tenía, con un olor perfumado muy atrayente,
Comenzó a embardunar mi cuerpo, hasta cubrirlo, totalmente, con ese exquisito fluido, sus manos recorrían mi cuerpo de una manera seductora y provocativa, que al percibirlo traté de relajarme, Desde la cabeza hasta los pies, no quedó mi piel, centímetro en no ser recorrido,
Después de un rato, su lengua se introdujo en los intersticios de los dedos del pie mis dedos, lamiendo mi pierna, subiendo de una manera lenta y precisa, alterándome cada parte sensible de mi cuerpo,
Hasta que llegó a mis pechos, succionando mis alterados pezones, diciéndome;
“Que bellos pechos tienes madre, te envidio” Continuando aspirando, hasta oprimirlos con sus dientes, bajando hasta el Monte de Venus, rozando con sus dedos mi vagina, hasta que su boca no se apiado de mi clítoris, de una manera devorante, haciendo estragos en mi sensible y indefensa vagina.
Empecé a gemir y gritar, ante ese acoso incontenible, mientras mi cuerpo, se arqueaba con una convulsión, que creo, nunca llegue a tenerlas, transportándome a un estado de total estremecimiento, donde no podía dominar los impulsos a los que llegó a provocar mi hija,
Hasta que esos incontenibles temblores se fueron apaciguando, quedando en un estado de insensibilidad, mientras mi hija me besaba, abrazándonos, hasta que entramos en un profundo y descansado sueño.
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