Desde niñas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por aslex.
"Es un hijo de su pinche madre" me dijo mientras mis labios saboreaban su cuello, ella había echado la cabeza hacía atrás, y gozaba la hija de puta de mis caricias, le puse la mano en sus nalgas y se las apreté con fuerza. Amanda siguió contándome sus desventuras amorosas, como desde hacía dos años cuando comenzó a fijarse en los hombres. Pero este vez era diferente, esta vez ella estaba en la posición que siempre soñé que estuviera: recargada en la pared medio derruida de aquella casa sin techo, alejadas de las miradas de todo mundo, entre alacranes y arañas medio escondidas bajo las piedras sueltas, y yo, yo de frente a ella, abarcándola completamente ya que la tenía aprisionada con mi cuerpo.
"Es un hijo de su pinche madre" le contesté antes de poner mis labios en su mejilla izquierda y besársela con pasión.
Me enamoré de ella desde que teníamos 8 años, claro que yo no sabía exactamente que es el amor, pero sí comprendía que me sentía muy atraída por ella en varios sentidos: la añoraba cuando no estaba, me enviciaban sus ojos, quería ver su rostro a cada momento y sentir su presencia deliciosamente ahogante el mayor tiempo posible. Todo eso deseaba desde esa edad tan temprana, y ella lo intuía y no por ello dejaba de ser mi mejor amiga, simplemente me evadía cuando me ponía, digamos, demasiado cariñosa.
Hemos sido las mejores amigas del mundo desde que tengo -tenemos- uso de razón, hemos estado juntas desde el jardín hasta ahora, a nuestros 13 años, en la secundaria. Hemos jugado con muñecas, nos hemos peleado muchas veces (ambas tenemos un carácter de la mierda); nos hemos reconciliado en medio de mares de lagrimas. Hemos, en fin, compartido tantas cosas que sería imposible enumerarlas.
Y ahora por fin, luego de 5 años de buscar la oportunidad, ella se dejó atrapar.
Claro que aproveché su estado de ánimo, estaba decepcionada por un chico que la engañó con otra, "le dije que lo vieron con ella y el muy mamón me dijo que no" siguió ella despotricando.
"Es un pinche mentiroso" le dije.
Mis labios se posaron en su parpado, cerró los ojos pero no se alejó ni me empujó suavemente lejos de ella como solía hacer; y mis manos continuaban hurgando: una sobaba su nalga derecha y la otra estaba abajo de su hombro, apenas a milímetros de su pecho izquierdo. "le dije, dime la verdad, andabas con esa zorra y me dijo que sí, pero que la estaba acompañando porque iba a comprar tela, ah, pues vete a acompañarla puto, le dije" Metí mi dedo entre sus nalgas, por sobre el calzón, ella empujó sus caderas hacia adelante, un poco solamente. Miré sus ojos color miel y le posé un minúsculo beso en los labios.
Yo estaba muy emocionada por la oportunidad que me ofrecía.
Yo percibía que su actitud era así como de negación ya que a pesar de mis caricias no reaccionaba en contra, y que utilizaba la plática para simular que no se daba por enterada de lo que sucedía. Comencé a picarle muy adentro entre sus nalgas con mis dedos, estaba muy caliente ahí y pude sentir su agujerito, y con mi boca me fui atreviendo más y más, la besé varias veces igual que la primera, picos leves pero luego me quedé un rato besándola. Ella cerró los ojos y se dejó hacer. "¿Y qué te dijo?"
Sus ojos permanecían cerrados: "que no, que fue con ella para hacerle un favor, que ya no estuviera enojada" Pasé mi mano por debajo de su calzón, sus nalgas aterciopeladas causaron que me estremeciera, "¿lo vas a perdonar?" Error fatal, ella me empujo un poco y me miró interrogante, como si despertara de un sueño, "no sé, ¿tú qué opinas?". Mi mano seguía en sus nalgas pero me paralicé, "la otra vez también te dijo lo mismo, cuando fue con ella al mercadito, te dijo lo mismo, que fue para ayudarla a cargar las cosas que compró"
"Si, es cierto", dijo mirando hacia ambos lados, preocupándole que alguien nos viera quizá; acerqué mi cara despacio a su cara, puse mis labios en los suyos y la besé un buen rato, me sentía en la gloria, sus labios húmedos y carnosos me transportaban. Mis dedos, ahora sin el estorbo de la tela del calzón hurgaban en la entrada de su agujerito. Ella gimió levemente, alejó un poco sus caderas de mi mano pero no intentó siquiera desprenderse de mí. Cerró los ojos de nuevo pero ahora puso sus brazos alrededor de mi cuello; yo me estremecí del gusto, y es que era lo que deseaba desde hace tanto tiempo, "animal, me gusta como besas". Así nos decimos a veces, animal esto, lo otro… No le contesté, fui empujando mi dedo en su culo lo que la hizo gemir de dolor, "me duele" dijo susurrándome en la boca, pero siguió besándome, yo para entonces ya masajeaba sus pechos con mi otra mano.
Sus gemidos callados me invitaron a meter mi mano en su blusa luego de desabrocharle un botón, traíamos puesto aun el uniforme escolar. El contacto con su brasier me hizo sentir un espasmo en mi entrepierna, me incliné un poco hacía adelante y eché hacia atrás mis caderas. Percibí con mi boca cómo se sonrió satisfecha por ser la causa de ese miniorgasmo (o quizá se reía por, como me ha dicho muchas veces, ser tan "manflora") Volví al ataque con mi dedo, le metí de nuevo la punta, "saca tu dedo" me dijo al oído, "no" le contesté, "ya vámonos" insistió, "no" le dije de nuevo, saqué mi mano de su blusa y la rodeé del cuello por atrás para atraerla hacia mí, empujando también el dedo un poco más en su culo, ella se removió con más energía.
Le saqué el dedo, me alejé unos pocos centímetros para verla a la cara, elevé mi mano y acerqué el dedo a su boca, "¡no! ¿Qué tienes pendeja?" dijo asqueada, "cómetelo" le dije con toda la firmeza que pude, ella se quedó estática mirándome con dureza pero no se movió. Acerqué el dedo y con la otra mano tomé sus mejillas y le abrí los labios, ella empezó a agitarse pero no con demasiada fuerza, así que el dedo le entró casi a la mitad y luego se inmovilizó de nuevo. Comencé a mover el dedo de afuera hacía dentro, ella me miraba aun con fijeza, y casi podría apostar que con cierto odio, me daba miedo que me fuera a morder, era capaz de ello y de sacarme la sangre sin miramientos. Le sostuve la mirada mientras seguía mojando mi dedo con su saliva, percibía sus dientes semicerrados y en cierto momento también que los cerraba un poco, no me refrené, seguí el saca y mete y hacia los lados, en la parte interior de sus mejillas. Luego lo saqué, la rodeé de nuevo con mi brazo derecho para acercarla y metí la otra mano entre sus nalgas mientras la besaba con fuerza. Cuando mi dedo la penetraba de nuevo ella me dijo: "eres una degenerada".
No le contesté, ni me sonreí ni nada, temía desencadenar una de sus reacciones contradictorias; seguí besándola y metiendo el dedo ensalivado en su culo además de sobar sus pechos pero ahora bajo el brasier. Saqué mi dedo varias veces más y lo metí entre nuestros labios. Las dos lo lamiamos y lo chupábamos golosas y lo volvía a meter más profundo. Ella echaba su culo hacia atrás y gemía cada vez con mayor fuerza. Sus pezones estaban muy duros y su boca no paraba de sorber mi saliva. De pronto tuvo un orgasmo, su boca echaba aire entre mis labios pero no le permití que nos despegáramos, quería sorber el clímax que surgía desde el fondo de su cuerpo.
Nos acomodamos la ropa y emprendimos el regreso, "me vas a tener que ayudar con la tarea" me dijo a medio camino, "ya me hiciste perder mucho tiempo"
"Para mí no fue tiempo perdido" le dije sonriendo satisfecha y mirándola de reojo. Ella también se sonrió aunque sin voltear a verme.
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