Dulce Libe
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Unos días después salimos a tomar unos mates y fuimos hasta su casa, a dejar su mochila. Ni bien llegué a su cuarto, me senté sobre su cama, bajé el cierre de mi bragueta, corrí con los dedos mi bombacha y empecé a tocarme.
Ella estaba de espalda hablándome, sacando cosas de su mochila y al darse vuelta, vio lo que estaba haciendo y como la miraba. Se acercó, se sentó frente a mí, observó por un rato lo que hacía y ni bien levantó la mirada, saqué mis dedos completamente mojados y me los metí en la boca. Vi como en sus ojos ardía el deseo.
La agarré de la nuca y tiré fuerte para que me besara, mi cuerpo quería entrar en el de ella. Nos desvestimos rápidamente y observé esos hermosos senos que tenía, esa pequeña cintura y esa cola hecha a medida.
La tiré sobre la cama y empecé a recorrer su cuerpo con mi lengua, le mordisqueé los pezones y de a poquito, de vez en cuando, los pellizcaba. Ella se retorcía de placer. Bruscamente abrí sus piernas y mi lengua se sumergió en su vagina. Su sabor y su aroma me enloquecían; ella jadeaba sin parar y pedía a gritos que siguiera haciéndolo.
Sus ojos daban vueltas y eso me calentaba más y más. Le metí dos dedos de una y su cuerpo estalló de placer; mi lengua jugueteaba con locura en su clítoris mientras seguía trabajando en su vagina, sumando dedos cada vez que se abría hasta que finalmente entró mi puño. Sus movimientos pélvicos eran indescriptibles; clara imagen de placer y dolor.
Seguí un rato allí hasta que se acabó; mi puño tenía flujos de texturas diferentes. La miré y le dije: "ahora te lo vas a tragar todo" y muy obediente lo hizo. Al terminar me preguntó con cara de pícara: "¿y ahora qué?". La acosté bocabajo, empecé a pasarle la lengua, desde su cóccix hasta la nuca, por la columna, mientras mis pezones duritos acompañaban el recorrido.
Bajé lentamente hasta llegar a sus nalgas y empecé a lamerle su ano, despacito, ella estaba algo nerviosa. Subo y le susurró: "relajate y confiá en mí". Volví a lamarle, cada vez con más fuerza hasta que mi lengua pudo entrar en su ano y le dije: "te voy a partir ese culo" y le metí un dedo para que se acostumbrara y no se quejó; minutos después, tres dedos adentro tenía la dulce Libe, que esa tarde se comportó como una verdadera putita. Nuevamente se acabó, ahora sobre la sábana oscura que cubría su cama.
Hice que se arrodillara sobre el piso, me paré detrás de ella, jalé de su cabello fuerte y le dije: "ahora me vas a chupar". En un segundo estaba de frente, con una pierna sobre la cama y comenzó a chuparme, apenas podía mantenerme de pie pero ver a mi "sumisa", trabajando como loca para darme placer me excitaba. Sus ojos eran de una niña inocente.
Dejó de chuparme y pidió que me acostara; abrió el cajón de su mesa de luz y sacó un pañuelo.
Lo mira, me mira y le hice gesto que ya entendía lo que iba a hacerme. Entrelacé mis manos al respaldo de la cama y le dije: "atame bien porque donde me suelte vas a ser castigada", -ella sonrió-.
Hizo un par de nudos -bien fuertes para ser sincera- y se montó. Ella sabía que eso me ponía loca. Despacito comenzó a moverse, hacia adelante y hacia atrás, alternando de a poco el ritmo. Estaba medio incómoda y le pedí que me desatara, ella se negó. Mi mirada fue desafiante y amenazadora. "Desatame pendeja que te voy a enseñar como se hace"- le dije.
Acomodé su clítoris con el mío, la tomé por la cintura y comencé a moverme con ella encima; ahora sí le estaba gustando. Saqué mis manos de su cintura y dejé que tomara el control; era un jinete salvaje, estaba llena de deseo y me gustaba la idea que me dominara. Entre el roce de nuestros clítoris y senos pasó algo inesperado, ambas acabamos.
Esa mezcla de fluidos repuso nuestras energías; yo quise probarlo y ella también. Se dio vuelta rápidamente y al instante, tenía sus hermosas nalgas rozándome la cara, mientras ella jugaba con mi clítoris. Se acomodó e hicimos un 69 deslumbrante. La pendeja gozaba con mi lengua que se recorría sin intervalos por su clítoris, vagina y culo; ella estaba exhausta, yo también y le tomé el pelo diciendo: "ahora quiero tu lechita", creyendo que ya había tenido lo suficiente y sin pensar me dice: "entonces abrí la boca". Al segundo tenía toda su leche en mi boca, la saborée y me la tragué todita.
Salimos un par de veces más pero eso lo dejaré para otro relato de la dulce Libe…
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