Ella – El.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
ELLA – EL
Mi tía, una bella mujer de poco más de cuarenta, pero de cuerpo cómo de veinte, era según yo, aficionada al placer. En un principio supe que era bisexual, pero con el tiempo, sólo le conocí amigas amantes. Ella era y sigue siendo abierta conmigo, y no me oculta nada; excepto algo que descubrí yo misma. Tengo 22 años y soy de tez blanca pero azabache y alaciada cabellera. Por vivir con mi tía, encontré el gusto por el sexo, y aunque tuve algunos encuentros con hombres, las relaciones con una amiga de mi tía, me hicieron sentir más plena. De hecho, una vez que me encontraba sola yo en casa, y sintiendo que mi sexo ardía, me vestí con corpiño de vinyl, unos guantes del mismo material y unas sandalias transparentes de alto tacón, conjunto todo de mi tía. Hurgué entre sus cosas, y miré asombrada, todo el instrumental de una fetichista del látex y la dominación.
Tenía ya sospechas al respecto, pero dado que ella era muy buena conmigo, poco me importó. Así, vestida como lo he referido, me dirigí a la sala de estar, y sobre un sofá ahulado, me tendí y comencé a masturbarme. Sentí toda una ola ardiente en mi ser, y los jadeos y gemidos que brotaban de mi boca lasciva, resonaban dulce en mis oídos. Pero, ignoraba que era espiada por una amiga de mi tía, quien desde la ventana miraba extasiada y se frotaba su sexo ardiente y húmedo. Pero era fiel y leal a mi tía, por lo cual, aunque mucho su deseo, no me propuso yacer con ella. Más fue esa misma tarde, cuando regresando mi tía, acompañada de su amiga, y quien me había espiado, que me iniciaron a sus tríos o dúos. Apenas tenía yo 17 años, por eso mi tía no me presionó. Sentándose junto a mí, me refirió mi tía lo que su amiga había visto. Me sonrojé a más no poder, púes creía que se enojaría por tomar sus cosas, pero ella sonrío y acercándose a mí, me dio un beso en la boca, el primero de ellos. Después, acariciándome con su mano blanca por la nuca, me dijo:
__ ¡Vamos Linda, no tienes por qué avergonzarte! ¡Yo te amo y tú a mí, todo lo que tengo es y será tuyo!
__ ¡Me da pena tía! Tú eres mi única pariente. ¿Acaso no estará mal que yo te amé y desee?
Ella no me respondió, sino que me besó nuevamente. Y yo sentí arder todo mi ser, así como humedecerme el sexo, pues su aliento fresco y su lengua traviesa me hicieron conocer algo que me llenaba bien por dentro. Pero me dio vergüenza, pues estaba su amiga frente a nosotras, y ella, notando esto, sonrió sinceramente.
__ ¡No te preocupes! – Declaró Lorena (así se llama la amiga de mi tía). Yo amo a tu tía, y si ella ama a otros yo los amo por igual.
Noté que mi tía hizo una seña a Lorena, una vez que se incorporase de mi lado y se dirigiera su cuarto. Lorena por su parte, tomó asiento junto a mí, y sonriendo me acariciaba los cabellos. Entonces, su voz dulce salió de entre sus rosados labios, y me hizo sentir mejor.
__ Sabes, te observé desde la ventana. Debo decir que me apena el haberte espiado, pero me atrevo a decir que sentí un deseo inmenso por pasearme entre tu cuerpo. Disculpa si soy directa, pero tu belleza me hace sincerarme para contigo. No, no te apenes niña mía, yo jamás te pondría una mano encima si ambas, tu tía y tú, no están de acuerdo.
Después me refirió cómo había conocido a mi tía, y el tiempo juntas. Su voz me agradaba, y su cuerpo bien formado ciertamente me atraía, pero evidentemente mantenía una distancia para con ella, por mera cordura, más que por falta de deseo. Yo estaba ahí, esa tarde de sábado, vestida con un vestido floreado strapless, y calzando unas zapatillas tipo suecas color azul. Lorena, me había formado mi pelo caído, en un bello peinado, de modo que mi cuello delgado y blanco, se veía libre. Un ornamento a modo de sujeta cabello, dejó mi pelo en una bella forma holgada.
__ ¡Te ves hermosa! – dijo Lorena, mientras me enseñaba su resultado en un espejo que extrajo de su bolsa.
Sonreí, al observar el resultado, y agradecí a Lorena. Entonces, apareció mi tía. Me pregunté interiormente, porque llevaba puesta una larga cazadora hasta las rodillas, pues le ocultaba todo el torso. Claramente vi que llevaba unas botas altas y ceñidas, y me pregunté si le llegaban a los muslos. Extrajo de uno de los bolsos de su cazadora un pequeño bultito y noté que eran un par de guantes largos de látex negros, de esos que llaman de ópera. Tomó mi celular, y mirándome sonriente, me dijo que si tenía planes, como así era, que los cancelara. Antes hacer dos o tres llamadas, mi tía dijo a Lorena, que me llevará. Supuse yo que sería a dar alguna vuelta, o pasear por ahí. Pero justo tras cancelar mi salida, Lorena me sujetó de las manos, y sonriendo dijo:
__ ¡Ven preciosa!
Y cómo una novia, me llevó al interior de la casa donde se ocultaba un aposento siempre bajo llave. Ya mi tía lo había abierto, y algo dentro de mí, como mil mariposas revoloteando en mi estómago, me hacía sentir una extraña mezcla de deseo por lo desconocido. Entonces, observé aquel cuarto. Iluminado por blancas luces, vi que era un sitio donde mi tía claramente disfrutaba sus secretos placeres. Con seguridad que usaba aquel sitio cuando yo no estaba. Había junto a las paredes, un diván, fotografías de sensuales damas en finos marcos, pero lo que me asombro al máximo, fue una vitrina donde se encontraban estrictamente en orden, una gran variedad de objetos sexuales. Pero esto aunque me supuso una fuerte impresión, lo que me dejó atónita, fue la figura de mi tía. Ahí de pie, enseñaba su figura sensual. Vestía un corsé negro fino de cuero muy ceñido, y sobre el cual se alcanzaban a apreciar la mitad superior de sus blancos pechos y sus pezones casi del color de la arena tostada. Sus largas piernas, se ocultaban en aquellas botas de vinyl altas a medio Muslo cómo lo había supuesto.
Sus brazos tenían ya ceñidos los guantes negros largos, que resaltaban sobre su blanca y nívea piel. Su brazo derecho descansaba sobre la parte metálica que corresponde a dejar la pierna, pues vi que era aquella una cama de ginecología. Más, con extraño modo, contemplé que el rostro bello de mi tía y toda su cabeza hasta la parte inferior de su cuello, se ocultaba en un antifaz de oscuro y negro látex. Solamente tenía aberturas para la boca y naturalmente los respectivos para los ojos y la nariz. Lorena tomó asiento en el diván cruzando las piernas, notando que su pose la hacía ver más hermosa. Yo miré a mi tía, y ella, desde su misma y silenciosa posición, me habló.
__ He ocultado mi rostro, niña hermosa, porque sé que si ves mis ojos te sentirás inhiba y tal vez apenada. Con el tiempo ya me lo pedirás; por ahora sólo pido que te muestres dulce y sientas tu entrega sin limitaciones. Dime: ¿quieres que Lorena nos deje a solas o se retire?
Noté cómo ella miraba a su amiga, y ella observándome a mí, formando un curioso triangulo de miradas.
__ ¡Que permanezca; pues ella te ama y yo a ti! – dije yo con firmeza, aunque con el mismo revoloteo de mariposas en mi estómago.
Entonces mi tía se acercó a mí, y escuché yo el alto sonido de sus tacones sobre el blanco suelo. Hizo alto ante mí y paseo delicadamente sus manos entalladas por los guantes. Se fue poco a poco recorriendo mi torso hasta desviarse sobre mis hombros, y sujetándome por los extremos de mis brazos, me comenzó a echar abajo el vestido. Cayó este a mis pies, y yo alcé primero una pierna y luego otra. Después, mi tía, con calma y suma experiencia, rodeo mis pechos entre sus manos. Sentí que la humedad gobernaba a mi sexo, y ella notando esto, se inclinó y tras besar unos instantes mi vientre, hizo lo mismo con mi calzón que con el vestido. Quedé entonces, solamente con las azules zapatillas, mi tía se incorporaba lentamente, mientras sus labios casi fuera de aquel antifaz, se ocupaban en un dulce y tibio besar en todo mi torso. Sentí la caricia fresca de su lengua al recorrer mis pezones, y un estremecimiento que casi me tumbaba, fue como un grito de placer cuando me mordisqueo mis aureolas, y con agrado las dejaba aprisionadas en sus dientes con la medida necesaria de presión.
Entonces, yo no pude más, debido a mi inexperiencia y juventud, pues acerqué mi boca a la de mi tía y nos fundimos en un paradisiaco beso. Pero ella, me apartó dulcemente, y colocándose a gatas sobre el suelo, observé su forma esbelta y deliciosa, invitándome a montarla. Se acostó de espalda al suelo, y con uno de sus dedos índices, me indicó que me acercara. Me senté sobre ella, dejando mi sexo sobre el suyo, y ella con el movimiento entrenado ya de tantos años, simulo que me penetraba, yo ardía en una fiebre desmedida al sentir el continuo contacto de su sexo contra el mío. Aquel rozar de las pieles tibias, me llevaba a un desenfreno paradisiaco, que demostraba yo disfrutar en sendos jadeos. Posaba sus manos oscuras sobre los lados de mi cintura llevándome de arriba abajo, y yo concentraba las mías en mis pechos ardorosos. A veces tocaba sus guantes o sus botas, y el deseo acrecentaba más en mí. Luego, nos concentramos en cálidos besos, hasta que ella me acostó sobre una pequeña cama y sujetándome las piernas, las entreabrió a los lados, y acercó su oculto rostro a mi sexo, y vi como una lengua profanaba con su encanto seductor, la humedad de mi entorno.
Con aquel gesto lascivo, me llevó a mil paraísos, que sólo con ojos cerrados se vive. Sentía la presión de sus manos en mis pantorrillas, y yo en respuesta, rodeaba su cabeza con mis manos. Poco después, me llevó de la mano a la cama de ginecología, y con delicadeza me sujetó las piernas a las partes metálicas. Yo ardía en deseo, y observé con gran ardor, cómo mi tía se colocaba un arnés de la que pendía un falo realista. Se acercó a mí, y besó primero mis pechos, y luego derramó lubricante en sus manos y sobre aquel miembro. Me penetró en mi sexo primero con sus dedos y poco después introdujo su falo con agradable sensación. Ahora sentí el verdadero placer, y yo gemí hasta las lágrimas. Mi tía dejó su falo dentro de mí, mientras me llenaba de besos, y yo indefensa, le entregaba todo lo que ella deseaba.
Lorena nunca se inmutó cuando mi tía me hizo el amor. Por el contrario, me ayudó a vestirme, y me llevó a descansar, y hasta me besó antes de desarme las buenas noches. Mi tía vino poco después, ya sin la indumentaria de látex y me deseo buenas noches. Pero algo me resultaba extraño, no sabía qué, aunque tenía la certeza que un secreto radicaba en algún punto. Con los días, mi ardor no hizo sino aumentar, y aunque me daba pena pedirle nuevamente a mi tía, que lo hiciéramos, fue ella quien a acudió a mi cama y me dio lo que yo deseaba. Ya juntas tras haber echó el amor, desnudas y abrazadas, no sé por qué, pero debido a la gran confianza que esto me dio, le dije a mi tía que deseaba a Lorena.
__ ¡Tía, desde que me iniciaste, deseo tanto a Lorena cómo a ti!
Creía que se mostraría enfadada por lo que dije, más aún y mientras me abrazaba, me respondió con su dulce voz.
__ Yo no estoy en desacuerdo, mi niña, pero debes proponérselo tú. Y si ella no lo desea, no debes sentirte mal.
No respondí nada, pues ella inmediatamente me alzó hasta ponerme a gatas sobre la cama, y colocándose detrás de mí, llevó su lengua ardiente a mi ano, y luego de suavizar esa parte, me penetró con su arnés, y cuando ella se hubo saciado, fue mi turno de penetrarla.
Habían pasado los días, y mi deseo aumentó. Aquel apetito por el placer aunque lo calmaba mi tía, el sólo pensar en Lorena, hacía que mi hambre sexual despertase nuevamente. Al cabo de quince días desde que le propuse mi tía que deseaba a Lorena, se me dio una oportunidad, pues mi tía tuvo que viajar, y Lorena vino a nuestra casa para cuidarme. Antes de irse, mi tía me dijo que si lo deseaba aún, hablase con Lorena. Me encantó la idea, y besé a mi tía. Pasó mediodía desde que partiera, y no me atrevía a proponerle lo que deseaba a aquella guapa mujer. Entonces la vi mientras yo leía una revista. Su cabello se alzaba sobre su cuello en un peinado que le permitía lucir su delicioso cuello. Usaba una blusa de botones color rosa muy ceñida, y sus pechos no muy voluminosos, parecían expandir todo lo que permitía aquella tela. Vestía unos jeans entubados de mezclillas azul claro, y calzaba botas de brillante charol.
Hacía la limpieza de modo que usaba un delantal de hule rojo y unos guantes amarillos. Decidida ya por no poder contenerme, me dirigí a mi cuarto, donde me desnude del todo, y pensando que colocarme, el ardor me hizo ponerme las mismas botas altas de mi tía, y me coloqué un collar con sujetadores alrededor, pues deseaba esclavizarme ante Lorena. Puse sobre mis pezones unos parches de cinta aislante. Encontré a Lorena en el baño, mientras limpiaba el lavamanos. Ella me observó por el espejo, y sonrió al notar mi porte.
__ ¡Te deseo Lorena! ¡Ven, quiero que hagamos locuras de amor!- declaré mientras atrevida, colocaba mi mano derecha en su entrepierna, y sorprendida, conocí su secreto: ¡ella era él!
Sobre su parte media, sentí un falo erecto, que parecía pedir más espacio entre los jeans. Ella permaneció muda, pero debido al ardor que corría todas mis partes, aquello no me importó, pues sabía por el tiempo de conocerla, que era más mujer que hombre. Entonces, apreté más aquel falo, e introduje mi mano a través del pantalón, y lo sentí tibio; liso, y deliciosamente depilado. Lo acaricié por unos momentos, y girando su cuerpo, me puse de rodillas y bajando la cremallera, extraje el carnoso miembro. Sin pensarlo lo llevé a mi boca, mientras Lorena me sujetaba los cabellos con sus guantes amarillos, y escuché su respiración entrecortada. Se llevó las manos a sus pechos mientras desabrochaba su blusa. Le hice un magnifico sexo oral y le besé aquellas ocultas partes, que nadie sólo yo y mi tía conocíamos. Luego, me alcé y nos besamos apasionadamente, y nuestras quemantes lenguas nos dijeron muchas cosas en un placentero silencio. Me giró sobre su cuerpo, y me hizo inclinarme un poco. Me besó las nalgas y con sus dedos húmedos y amarillos, me comenzó penetrar el ano. Después, introdujo su pene en mí por unos momentos, pero retirándose después, me dijo que la esperase en mi cama.
Me recosté en cama, y la vi venir solamente con sus guantes amarillos aún puestos; el delantal rojo; las botas calzadas aún y llevaba un cubre bocas.
__ ¡Vamos a jugar al doctor Linda!
__ ¡Alívieme esta fiebre doctora mía! – exclamé yo.
Se subió a la cama, y haciendo a un lado su delantal, acercó su pene enfundado ya en un oscuro condón, y me penetró en mi vagina. Me hizo largamente el amor. Me ponía sus manos enguantadas sobre mi cuello, y sentía yo el dulce sofoco de su presión. Me penetró por el ano y cuando eyaculó, yo salvaje y desenfrenada, le hice un sexo oral que la debilitó. Después, fui yo quien se colocó un cubre bocas y un arnés con un falo, y la hice mía con gran deseo. Igualmente, colocándome unos guantes largos de hule, me suplicó que le hiciera un fisting, lo cual yo no conocía, pero comencé a practicar desde aquel día.
Muchas veces he yacido con Lorena desde entonces; ya les relataré como tuve sexo con ambas, mi tía y ella, que resultó ser él.
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