Heat Season (Temporada de Celo)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Estoy hechizada, ardiendo y frustrada. Sólo quiero más, más,
¡MÁS!
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Desperté de golpe. De rodillas, soportando el peso sobre las palmas de las manos. Toda sudada, respirando entrecortado. Sabía muy bien lo que me estaba ocurriendo pero no sabía cómo era que lo sabía, o, el por qué. Sacudí la cabeza y respiré lo más profundo que pude. Aún sentía las réplicas del orgasmo a quejándome. El calor corriéndome por las venas junto al ritmo desbocado de mi corazón.
Jadeaba mientras me reponía. Dando las gracias a Dios por estar sola en la casa. Sin perder más tiempo me lancé al baño. Me quité las alpargatas y corrí el cancel de la regadera. Giré la flecha de la llave cromada hasta que quedó justo en medio y la levanté.
Ni siquiera me molesté en desnudarme. Las finas gotas me dieron justo en la cara, fueron como aguijones. Me di media vuelta y dejé que me empapara toda.
Maldije para mis adentros. El sueño se estaba volviendo cada vez más erótico, más vivido. Ese hombre llegaba cada vez más lejos. Una silueta oscura, sin rostro que se aprovechaba de mí.
Siempre empezaba igual. La sombra se inclinaba sobre mí para besarme. Mordía e introducía su lengua en mi boca. Sus manos se movían pesadas por todo mi cuerpo. De vez en cuando, amarraba mis muñecas por encima de la cabeza o me sometía usando una de sus enormes manos. Después, me desnudaba de la cintura para arriba. En los sueños nunca llevaba nada debajo del vestido o playera, así que, estaba lista para su deleite. Acunaba mis pechos, los apretaba y pellizcaba mis pezones antes de lamerlos, chuparlos y morderlos. En el momento en que ocurría, la espalda se me despegaba de la superficie en donde estuviera (ya fuese una mesa, la pared, la cama, etc), en dirección a él.
Luego, el separaba mis muslos (si yo traía un short sólo lo desabotonaba, bajaba el cierre, metía la mano, jugueteaba entre mis pliegues un poco antes de romperlos; si eran jeans me los sacaba de una sola vez, completos; con los vestidos o faldas sólo enrollaba los ruedos), empezaba el descenso besando; daba de lengüetazos, y mordisqueaba hasta llegar al talón. Subía, por la otra pierna. Inhalaba profundamente el olor de mis bragas. No podía detenerlo ni a él, ni a mi cuerpo.
Me acariciaba, ya fueran sus manos, boca o muslo, por encima de las pantaletas. A lo todo lo largo del vértice antes de empujar hacia arriba con un dedo, la lengua o rodilla. Sus dedos, caminaban lentos antes de sujetar el elástico, y tirar de él hacia abajo. Levantaba las caderas. Abría, más las piernas en cuanto sentía la prenda en mis tobillos. Tenía la respiración acelerada. No era capaz de quitármelo de encima. Me retorcía y gemía bajo su cuerpo distorsionado. Sus fuertes manos, sus besos salvajes. Me dejaba hacer lo que él quería. Lo que yo quería que me hiciera. Yo sólo iba en ascenso. Se enfilaba en mi entrada y antes de poseerme…despierto por el fuerte orgasmo que me provocaba el haber hecho todo lo demás.
El agua fría seguía cayendo, fresca y ligera sin embargo yo no me encontraba mejor. Decidí cerrar la corriente. Recargué la frente en el azulejo. No entendía por qué estaba tan extraña, tan excitada. Me enervaba sentirme tan indefensa. Rechiné los dientes y golpeé la pared con el puño. Escurría el líquido transparente y emanaba vapor por cada poro.
No había ningún remedio salvo… no, no estaba dispuesta a llevarlo a cabo. Volví a girarme. En vez de toparme con el verde agua de los mosaicos mis ojos se encontraron con una minifalda color carmín que cubría un par de torneadas y recias piernas.
— ¡Chris! —mi hermanastra Christina estaba ahí, dentro de la ducha. Sus ojos, normalmente, café oscuro se veían negros. Mostraban un brillo bastante peculiar. Me provoco escalofríos—. Creí que habías ido con ellos a pasear.
—Na-ah, no me dieron ganas —soltó encogiéndose de hombros sin dejar de mirarme así. Ladeó la cabeza entrecerrando los ojos y se lamio el labio inferior.
Mmm… ¿OK?
Iba a salir del cubículo cuando sus dedos me tomaron por el codo para empujarme contra la pared. Choqué con la llave del agua, lastimándome la columna; intente avanzar pero su cuerpo ya estaba adherido al mío.
— ¡Christina! -Nada más salió de mi boca. Christina sellaba con sus labios los míos. Gemí al percibir el afán febril que brotaba de su beso. Metió la lengua haciéndola girar en torno a la mía. El fervor volvía a nacer desde la cúspide de mis piernas. Un latigazo bajo, arqueándome el abdomen. Los oídos me zumbaban.
—Deleciosa-ah —murmuró, despacito.
—N-no… — sostuvo mi cara entre sus manos, introdujo la lengua hasta el fondo de mi garganta, la sacó y la volvió a meter, enrollándola y sacándola. Mordió el labio inferior. Chupó el superior.Los pulmones me quemaban. Las rodillas de gelatina. Apartó sus labios. Sonrió maliciosamente. Empecé a jadear en el momento en que las manos de Christina bajaban por mi cuello, hombros, talle, vientre…. Ese maldito ardor empezó a corroerme las entrañas.
— ¡Ah! — Un cálido muslo separó los míos y Chris me apretó los senos. Desabotonó el vestido y lo hizo caer hasta el piso.
— ¡Argh!—usando los dedos índice y pulgar tiró del centro de mis pechos a través del brassiere de tela transparente que traía puesto. Sentí una punzada atravesándome. Rodé los ojos.
—Son tan pequeños — soltó con entusiasmo al observar lo chicos que eran. Atrapó y tiró de un pezón mientras descansaba la cabeza en mi hombro—. Como un par de frambuesas.
Sonrió contra mi cuello antes de aflojar mi sostén para unirlo al amasijo de ropa. Chris se apartó.
Inhale por entre los dientes. Eché la cabeza atrás en tanto espiaba por entre las pestañas. Christina encogía los hombros al quitarse la blusa. No llevaba sostén…
¡que par de tetas las de esta mujer!
…Seguí jadeando ansiosa por sentir su piel dorada. Tomó mi rostro, de nuevo, entre sus manos para devorarme la boca. Nuestros senos restregándose entre ellos. Y su pierna entre las mías presionando ahí.Gruñí en voz alta cuando bajó por mi cuello usando el filo de sus dientes…
Más abajo, más abajo,
…recorrió mi clavícula con la lengua
Bajá más, por favor,
…hasta el canalillo de mis pechos.
Gemí, fuerte y claro; al sentir sus labios en la cima de mis pechos. Enterré las uñas en las uniones del azulejo. Mientras daba besitos a uno el otro era acariciado por sus hábiles dedos. Mis senos subían y bajaban al violento compás de mi respiración. Jamás dejó de estrujar mi entrepierna, frotaba y espoleaba. Dolía un poco el sentir el firme musculo contra la suavidad de mi conchita derretida pero… me gustaba.
Quería más. Quería que hiciera lo que el desconocido en mis sueños. Arqueé la espalda hacia su boca. Quería que hiciera más que besar y acariciar. Sentí como sonrió antes de sujetar mi pecho para ponerlo dentro de ella.
¡SIIIIIIIÍ!
La mitad de mi seno izquierdo desapareció entre de su boca. Lamió la carne, caminó por ella con los dientes hasta el pezón. Se detuvo unos segundos. Gruñí, molesta, haciéndome para atrás y empujarla por el hombro. Entonces, antes de estar fuera de alcance, lo chupó. Mamando con fuerza. Me retorcí, igual que una lombriz. Enroscaba y jalaba el otro antes de masajearlo y exprimirlo. Repitió el proceso una y otra vez, alternando entre mis pechos.
—Me fascinan tus tetas. Son tan suaves y redondas. Ricas, ricas. Justo como las frambuesas.
— ¡Más, más!—grité clavando las yemas de los dedos en su espalda, agitando las caderas hacia Chris. El calor se deshacía entre mis piernas, la sangre flameando por mi cuerpo. Era insoportable. Yo quería MÁS.
Dejó de mamar sin embargo sus manos continuaron manoseando. Asentí, frenéticamente—. Como gustéis, madame.
— ¡Eh!
Me tumbó, de espaldas, sobre el piso del baño, las piernas cerradas, las rodillas flexionadas y los pies bien plantados. Chris, de rodillas, junto a mí. Veía perfectamente su perfil: frente amplia; ojos levemente rasgados enmarcados por negras pestañas; nariz larga y torcida; labios delgados y perfilados; cuello largo; senos grandes, firmes; el pezón café hinchado; los delicados valles de sus abdominales…
Volvió a besarme, apasionadamente. Posó sobre mi estómago una de sus anchas manos, era un contraste muy notorio el de mi piel blanca como la leche, y la suya, bronceada y dorada. acarició , marcó la curva en mi vientre. Bajó más, sin dejar de besarme, metió la mano dentro de las bragas, hasta el fondo.
—Mmm…
Alce la barbilla al techo. Cerré los parpados. Una luz blanca me había cegado. Chris se deslizaba fácilmente entre los pliegues. Subía y bajaba. Giraba los dedos, frotaba, azotaba mi pubis inflamado y empapado. Mi hermanastra no dejaba de lamerme el cuello, hombros, mamarme las tetas. Oía el reflejo de mi agitación en su respiración. Entre más bruscas y salvajes fuera más me excitaba.
—Te gusta… — susurró con la voz ronca. Yo había separado las rodillas—. Lo que sigue te gustará más.
Apenas la escuché. Lloriqueaba y jadeaba como enajenada.
— ¡Argh! —rugí, sacudiendo la pelvis. Uno de sus dedos entraba y el talón de su mano reposaba encima de mi sensible clítoris
— ¡Sí, mami! ¡SÍ! —exclamó con la voz estrangulada. Bajó la cara y siguió mamando el inexistente néctar de mis pechos.
— ¡Ah… ah…. ah!
Las embestidas, las caricias entre mis pliegues, la presión de su pulgar en mi botón y sus succiones en mis senos seguían el mismo ritmo y cadencia. Agité las caderas, empujando contra su mano. Más profundo, Más duro. Ascendía, ascendía. Ola tras ola de placer y temor me llenaban como una represa a punto de desbordarse. Estaba a punto de rebalsar el límite.
— ¡DÁMELO MAMI! ¡DÉJATE VENIR! —Christina tocó el fondo de mi interior haciendo girar la muñeca mientras jalaba mi clítoris y mordía mi pezón.
— ¡DIOS!
La represa de mi cuerpo no aguantó y las murallas se desquebrajaron con violencia. Temblaba toda con mucha violencia. Estaba sudada y resoplaba. La cabeza me daba vueltas. No veía claro. Solo formas nebulosas e indefinidas, hasta doble. Me sentía desinflada, lánguida. Completamente exhausta.
Christina se desplomó, momentos después sobre mis senos. Su hombro izquierdo se me clavaba entre las costillas. Respiraba entrecortado y su cuerpo daba ligeras sacudidas. Acercó su rostro al mío, y alcance a vislumbrar el reflejo de su doble cabellera oscura antes de que todo alrededor se apagara.
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Ahora sí está lista. Lo que viene no lo espera ni lo adivina. Siento como se pone dura la verga con imaginarlo.
Continuará—
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