La Cabaña
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por rincondelmorbo.
Podía oír sus risas, yo estaba en el cuarto de al lado, no podía escuchar lo que estaban hablando pero desde hacía rato se oían risas, a mí me dio curiosidad, me paré de la cama y fui hasta su puerta, había una pequeña abertura en ella por donde se podía ver dentro de la habitación.
Tatiana y Melisa estaban sentadas en la cama, la una enfrente de la otra, no tenían puesto el pantalón de la pijama, sólo tenían la camisa.
Tatiana, Melisa y yo éramos amigas desde pequeñas, nuestras familias se conocían desde hacía mucho tiempo y a veces salíamos de paseo.
Ese fin de semana fuimos a una cabaña que le habían prestado a la mamá de Melisa.
A mí me tocó dormir en la habitación de al lado porque era la mayor y en la otra habitación sólo había dos camas, pero desde pequeñas nos había gustado dormir juntas cuando salíamos a algún lugar.
Me quedé observándolas por un rato, se miraban la una a la otra mientras se tocaban el coñito, parecía que se estaban masturbando.
A mí me dio un poco de envidia, no sé por qué no me habían invitado, quizá por ser mayor que ellas o porque les daba pena lo que yo pudiera pensar, la verdad no lo sé, pero lo que estaba viendo me hizo excitar, quería estar ahí y saber qué era de lo que hablaban.
Intenté abrir la puerta para entrar pero le habían puesto seguro, quería entrar sin aviso para cogerlas con las manos en la masa, pero ellas habían sido precavidas y habían previsto esa situación.
Yo toqué la puerta y pude ver como se pararon rápidamente y se pusieron el pantalón de la pijama; Tatiana abrió la puerta.
– Hola –les dije-, ¿me puedo quedar un rato aquí con ustedes? es que no me he podido dormir.
Las dos respondieron que sí.
Yo entré y me senté en la cama.
– ¿Qué estaban haciendo? –les pregunté, para ver si me contaban sin que yo les dijera nada de lo que había visto-.
Me respondieron que sólo estaban conversando, que ya se iban a acostar.
Como yo sabía que no era verdad, comprendí de que les daba pena contarme lo que en realidad estaban haciendo, así que tomé la manó de Tatiana, le cogí los dedos y me los llevé a la nariz, pude sentir el olor de su coñito en ellos.
La miré a los ojos.
– No, en serio, cuénteme qué estaban haciendo.
Se quedaron cayadas por un rato, las dos se miraron y bajaron los ojos, se sintieron atrapadas en su travesura, yo tomé la mano de Melisa para oler también sus dedos pero ella no me dejó, me quitó la mano.
– Nos estábamos masturbando juntas –dijo Melisa, con un poco de timidez en su voz-.
– ¿Ya lo habían echo antes? –pregunté-.
– No, es la primera vez –respondió Melisa-.
Ella me preguntó que sí yo ya me había masturbado y le estaba mostrando como lo hacía.
– ¿Tú ya te habías masturbado antes? –le pregunté a Tatiana-.
Me respondió que no moviendo la cabeza de un lado al otro.
– ¿Nos muestras tú cómo lo haces? –me dijo Melisa-.
Yo estaba ansiosa, quería entrar en su juego desde que las vi.
– Pero sí lo hacemos juntas –repliqué-.
Las tres nos quitamos el pantalón de la pijama.
Yo abrí las piernas, me mojé los dedos y los llevé hasta mi clítoris; les expliqué que a mi me gustaba mover los dedos de un lado al otro, y de vez en cuando meter uno o dos dentro de mí.
Comencé a masturbarme con muchas ganas, las dos me miraban con atención mientras yo lo hacía, Melisa también se estaba masturbando, pero Tatiana sólo se había quedado observando.
– Tati, hazlo tú también –le dije-.
Ella puso sus dedos en el coñito.
– Pero mójalos primero; mételos en tu boca y luego los pones aquí -mostrándole mi clítoris- y te empiezas a tocar.
Lo hacía tímidamente, Tatiana movía los dedos pero se veía que no sabía muy bien lo que estaba haciendo, por el contrario Melisa ya tenía bastante experiencia.
– ¿Quieres que te enseñe como hacerlo? –le pregunté a Tatiana-.
Me respondió que sí.
Me hice detrás de ella; pude sentir el olor de su pelo, eso me arrechó un poco más; tomé dos de sus dedos y dejé caer saliva en ellos, luego los puse en su clítoris y los empecé a mover.
Ella no hacía ningún movimiento con su mano, sólo se dejaba guiar por la mía.
Mojé nuevamente sus dedos pero esta vez los llevé hasta mi boca, quería probarla; el sabor de su jugo era suave, delicado.
Seguí mostrándole cómo hacerlo, noté que el ritmo de su respiración empezaba a agitarse, que empezaba a mover su cuerpo.
– ¿Lo estás disfrutando? –le pregunté a Tatiana-.
– ¡Uff!, es una sensación muy placentera.
Siento un cosquilleo por todo el cuerpo.
– Espera a que te vengas para que veas lo rico que se siente –dijo Melisa-.
– Es verdad.
Ahora hazlo tú sola –le dije, quitando mi mano de la suya-.
Aproveché para tocarme nuevamente, sentía mi coño palpitando, pidiéndome que lo acariciara; haber sentido el jugo de Tatiana en mi boca había echo volar mi imaginación, quería saber qué tan lejos íbamos a llegar con todo esto.
Así que mientras veía a Tatiana haciendo lo que le acababa de enseñar, puse mi mano en su cintura y la empecé a subir por dentro de su camisa, la acaricié un poco por su abdomen, quería ver su reacción, ella seguía masturbándose, esta vez lo hacía con más propiedad, llegué hasta sus senos y los comencé a apretar; noté que Melisa estaba buscando mi mirada, alcé la vista y pude ver en ella un destello de complicidad que me hizo sentir segura de seguir.
Con mi otra mano comencé a levantarle la camisa para quitársela, ella simplemente levantó los brazos para que se la terminara de quitar y siguió masturbándose.
Besé su espalda mientras recorría su cuerpo, Tatiana no paraba de acariciarse, se empezaban a oír sus gemidos; dejaba deslizar mis manos sobre su piel, no paraba de olerla, el aroma de su cuerpo se sentía tan cálido.
– ¿Y a mí me van a dejar viendo? –dijo Melisa-.
– Córrete más para acá –le respondí-.
Melisa se corrió un poco, yo la tome por los tobillos y la jalé para que quedara enfrente de nosotras, subiendo sus piernas en las de Tatiana.
– Tati, quítale la camisa –le dije al oído-.
Mientras ella lo hacía yo la seguía masturbando, no quería que dejara de sentir placer.
Tomé su mano y la puse en los senos de Melisa, le dije que la acariciara, que los apretara.
Al parecer esto excito mucho a Tatiana porque pude sentir lo duro que se puso su clítoris.
– Meli, dale un beso a Tati.
Melisa se acercó a Tatiana y puso sus labios en los de ella retirándolos de inmediato.
– ¡Eso es un pico!, dale un beso de verdad.
Mira te muestro cómo.
Tomé a Tatiana de la mejilla y le di un delicioso beso, de esos mojados con mucha lengua; lo alargué los más que pude; y mientras lo hacía no paraba de acariciar su suave y mojadito coño.
– Ahora hazlo tú –le dije a Melisa-.
Melisa se volvió a acercar y mientras le daba el beso a Tatiana, yo puse mi mano en su espalda y comencé a bajar por ella, la metí por entre sus nalgas, pasé por su ano -pude sentir cómo lo apretaba al contacto con mis dedos-, hasta que llegué a su coñito; estaba empapado; me hizo sentir tan arrecha estarlas tocando a las dos al mismo tiempo.
Melisa dejó de besarla y buscó mis labios; Tatiana buscó su cuello.
Dejé que Tatiana se recostara en la cama, comencé a pasar mi lengua por su entrepierna, me devolvía antes de llegar a su coño, lo hacía en las dos piernas; Melisa la besaba por el cuello, bajaba hasta sus senos, volvía a subir y le daba un beso; se podía ver en las expresiones del rostro de Tatiana cómo lo estaba disfrutando, me gustaba la forma en que arrugaba su frente mientras gemía.
Subí nuevamente mi lengua por su entrepierna pero esta vez no me detuve, llegué hasta su coñito y comencé a lamerlo.
Los espasmos de sus caderas mientras gemía me volvían loca.
– Tati vente bien rico –le dijo Melisa mientras la acariciaba-.
– ¡No sé cómo!
– No tienes que hacer nada, sólo déjalo salir.
Cuando lo tengas lo vas a saber.
Movía mi lengua despacio por todo su coño, quería que la sintiera, quería que su primer orgasmo lo tuviera en mi boca.
Tatiana comenzó a gemir más fuerte, el movimientos en sus caderas se hizo más frecuente e intenso.
– Creo que me voy a venir –dijo Tatiana-.
– Sólo déjalo salir –le dijo Melisa-.
Tatiana se agarró fuerte de las sábanas, tensionaba los músculos de su espalda y los volvía a relajar, sus gemidos eran largos; pude sentir en mi boca todo el jugo que salió de ella con ese orgasmo, era delicioso.
– ¿Te gustó? –le pregunté-.
– Es muy intenso, es demasiado fuerte –respondió Tatiana-.
– Te dije que te iba a gustar –le dijo Melisa-.
Ahora sólo quería venirme, desde hacía rato estaba sintiendo esas ganas tan intensas de correrme; Entrelacé mis piernas con las de Tatiana y junté mi coñito con el suyo, la abracé de una pierna y comencé a revolcarme, me podía deslizar fácilmente sobre su coño, las dos estábamos tan mojadas.
– Ponle el coñito en la boca –le dije a Melisa-.
Melisa se puso de rodillas, separó las piernas y puso su coñito en la boca de Tatiana, ella comenzó a pasar su lengua por él.
Melisa y yo comenzamos a besarnos, a acariciarnos por todo el cuerpo; fue un momento muy intimo para las tres, nos estábamos haciendo gozar la una a la otra.
Melisa y yo nos vinimos casi al mismo tiempo, abrazamos a Tatiana y le dimos de a beso.
Después de eso corrimos las camas y nos acostamos las tres juntas, como siempre nos había gustado.
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