La extraña vida de Laura Reviere
El frío del invierno invita a Laura y Paulina a buscarse con cariño, quizás con demasiado cariño..
Pesadillas de invierno
Mi espalda me despertó aquella noche. Adolorida de dormir en el suelo, me estire fuera de la cobija que había jalado desde mi cama. El reloj de mi cómoda decía casi las tres de la mañana. Me sentía un poco cansada y muy sedienta. Me puse de pie, tambaleante y abrí muy suavemente la puerta: el oscuro pasillo estaba desierto. La puerta del cuarto de Pau estaba bien cerrada y no había luz bajo de ella. Bien, suspiré aliviada, salí como una ladrona en mi propia casa hasta la cocina y bebí un gran vaso de agua. ¿Que estoy haciendo? Pensé y limpie el agua de mi barbilla, huyendo de mi propia hermana en una casa de 8 por 8 metros, no es la mejor estrategia de todas.
Me senté en el sillón de la sala. Frío, una noche terriblemente nublada. Mi piel sufría con el frío pero no quise moverme para nada. Me subí mis medias y abrace mi cuerpo. Me quedé mirando a mis pies, perdida en mis pensamientos, quería que el frío se llevara mi tren de ideas muy lejos. El beso, la calidez, su saliva… sacudí la cabeza, no sentía asco pero me dejó una sensación extraña y emocionalmente contradictoria: por un lado era Paulina, la Paulina que me había arropado de noche y me había cuidado cuando estuve enferma y por el otro, aquel había sido el mejor beso de mi vida. Demonios, pensé y me apreté los ojos, qué diablos pasa… conmigo.
-¿Lau? -la suave voz de Paulina salió de entre las sombras de la sala.
Respingue un poco pero no salí huyendo. Sólo apreté con fuerza mi abrazo alrededor de mi cuerpo.
-¿Está todo bien? -Pau se veía adormecida pero genuinamente preocupada.
¿Como que si está bien?, Pensé, !Nos besamos¡ !Y no fue un beso precisamente fraternal! Gritó mi mente.
-Solo estaba sedienta, no podía dormir -dije y me talle los ojos.
-¿Tuviste una pesadilla? -Pau se sentó un poco lejos de mi en el sillón, no me miró, se sujetaba un brazo como si le doliera y tenía la mirada clavada en el suelo.
-Algo así, si, tuve una pesadilla.
-Deberíamos ir a dormir, aquí está helado -Pau se frotó los brazos con las manos.
-Tienes razón -me levanté y estiré mi castigada columna.
-¿Te duele algo?
-Creo que dormí chueca -dije con las manos en la cadera, me levanté y pasé junto a ella sin mirarla-, descansa Pau.
-Laura -Pau se puso de pie pero su mirada no encontró la mía- sobre lo que pasó hace rato, perdoname.
-Te oí las últimas 50 veces, yo… -un incómodo silencio nos arrebató las palabras- solo dejémoslo así, tú y yo seguimos como siempre.
-¿Así nomás? -la voz de Pau se oía un poco herida.
-Perdon se que, quizás debería decir otra cosa pero -suspiré pesadamente- no se me ocurre nada, solo vayamos a dormir quizás mañana estén más claras las cosas.
-Te entiendo -Pau pasó junto a mi, también abrazándose para evitar el frío- Laura-, mi hermana se detuvo en mitad del pasillo y se giró hacia mí-, yo también tuve algunas pesadillas.
Nos quedamos mirando durante unos segundos, como evaluando nuestras opciones.
-¿Crees poder dormir?
Bajé la mirada al suelo. No tenía ninguna garantía. Mi mente era un desastre. Ni siquiera sentía los ojos cansados o tenía muchas ganas de volver al suelo de mi cuarto o mi cama.
-¿Quisieras…? -Pau se detuvo un momento-, creo que sería más fácil dormir, eso es todo.
-Yo… -me rasqué la nuca-, creo que tiene razón.
Pau alzó la vista, quizás un pequeño rayo de esperanza se dibujó en sus ojos.
-Quedemos en tu cuarto el mío, es un desastre.
-Claro, trae tu cobija, te veo allá.
No me moví de mi lugar hasta que Pau desapareció dentro de su habitación. Era mala idea pero no iba a poder dormir. Además ella vive aquí, solo quería sacar un poco la incomodidad que había entre las dos. Entre a mi cuarto, tome mi cobija y fui a la habitación de mi hermana. Encontré a Pau sentada en la silla de su escritorio, tensa como una tabla.
-¿Que lado quieres?
-La pared -dije y me subí a la cama donde me tape hasta el pecho y me quedo mirando al techo.
-Claro -Pau apagó la luz de noche y se metió debajo de su propia cobija junto a mi en la cama-, descansa Lau.
-Buenas noches -me giré hacia la pared. No estábamos haciendo nada, pero saber que mi hermana estaba tan incómoda como yo, me hizo sentir un poco mejor. Al poco rato entre en calor y pude tener la sensación de querer dormir. Cerré los ojos y regreso a mi la calidez que había sentido cuando Pau metió su mano bajo mi pijama. Me tocó muy poco pero sentía como si sus dedos siguieran en mi costado. Me giré hacia mi hermana con cuidado y la descubrí ya dormida.
-Al menos una de nosotras puede dormir -saque mi mano de la cobija y aparté el cabello de Pau de su frente.
Era bonita, su cabello negro y lacio era como de una diosa. Bueno, ella me tocó un poco, pensé, no sería justo. Metí las manos debajo de su cobija y encontré su holgada pijama de cuadros. Me acerqué con cuidado de no mover tanto el colchón hasta que pude tomar con los dedos los botones de su camisa. Mi corazón dolía dentro de mi pecho de lo fuerte que retumbaba. Tenía miedo de que su sonido despertara a mi hermana. Desbotone tres botones y metí mi mano hasta acariciar su costado, su piel suave y tersa.
Toque su costado, un poco de su espalda baja y algo de sus muslos. Firmes y torneados. ¿Cómo es que está así si no hace ejercicio? Puta genética, pensé, ahora estamos a mano, pensé para mí misma. Me metí completamente bajo su cobija y abracé a Pau por el cuello. Su cercanía me hizo caer dormida. Sentía su respiración en mi oreja, suave y tibia.
Desperté con la alarma de las nueve de la mañana. Sólo mi hermana pondría una alarma en sábado. Abrí los ojos despacio y descubrí que Pau aún dormía a mi lado, aferrada con fuerza a mi cadera. Claro, está no es mi cama, pensé de inmediato. Me estiré por encima de Pau y logré manotear el reloj de su cómoda.
Pau se movió con suavidad y medio estiró los brazos.
-Buenos días -dijo con pesadez- ¿Qué hora es?
-Las nueve -saque mi brazo de debajo de su cabeza, lo tenía todo entumido.
-Diablos -Pau se talló la cara con fuerza- iré a hacer de desayunar, tengo…
Agarré su mano por la muñeca.
-Yo voy, tú quédate otro rato -salte de la cama y pasé por encima de Pau. Podría haberla dejado cocinar pero mi mente corría a mil por hora y su cercanía me hacía sentir extraña.
-Laura.
-¿Si? -me detuve sin mirarla en la puerta.
-Gracias por quedarte anoche, realmente me ayudó.
-Gracias también por quedarte -dije y me fui del cuarto hacia la cocina. Había frío y solo traía mis medias a los muslos, una larga y aguada camisa que me llegaba hasta medio muslo y mi ropa interior. La alacena estaba vacía así que serví dos tazones de cereal y leche en el desayunador de la cocina. Pau se apareció a los pocos minutos y se sentó en una de las sillas altas del comedor.
-¿Cereal? -Pau movió la comida en su plato con la cuchara-, vamos se que sabes cocinar, pudiste esforzarte más -esbozo una sonrisa.
-No hemos hecho el súper mercado, no hay nada más -di una cucharada de cereal.
-Iremos mañana -Pau comió cereal y se sumergió en un extraño silencio-, Laura -luego me miró-, gracias por lo de anoche.
Casi me atragante con el cereal. Pensé que estaba dormida, pensé llena de pánico.
-Si no te hubieras quedado no habría dormido nada -dijo entre risas.
-Ah claro, supongo que yo tampoco fue bueno para amabas, creo -mi cereal se acabó pronto y me ofrecí a levantar los platos.
-Ayer en el sillón -Pau se alejo un poco del desayunador con todo y silla-, supongo que fue mi culpa, jamás debí meter mi mano en tu blusa.
-Ah eso -dije nerviosamente-, tranquila, no estoy molesta.
-Es bueno saberlo -Pau suspiro con fuerza-, supongo que por eso me acariciaste anoche ¿No es así?
Casi deje caer el tazón a la tarja. Mis manos se pusieron frías de golpe y me estremecí con fuerza.
-Yo no quise, quiero decir no fue mi intención ni nada es solo que…
-Lo sé, ahora estamos a mano -dijo Pau entre risas.
Me giré sobre mis talones para verla.
-Te estás tomando esto muy tranquilamente -dije mientras me sacaba las manos.
-Eso es por qué confío en ti, si hubiera sido cualquier otra persona, jamás lo hubiera permitido – Pau se recargo en la silla y luego se fue hasta el sillón-, aunque si te soy sincera creo que harías más, fue un poco decepcionante.
-¿Disculpa? -segui a Pau hasta el sillón y me senté a su lado con las piernas cruzadas-, si hubiera querido, habría continuado, solo quería cobrarmela.
-Aun te falta un poco -Pau me guiñó el ojo-, se nota que nunca has estado con otra chica.
-Estas pendeja -dije entre risas – ¿Tú sí?
-Unas veces solamente, es divertido -Pau se rió para sí misma, como si se acordará de una maldad.
-¿Eres lesbiana? -arquee un poco las cejas -, y yo que pensé que eras la buena de las dos.
-En primera, ser una buena persona no tiene nada que ver con ser lesbiana y en segunda, no soy lesbiana, solo he experimentado unas veces y ya -Pau bajo la mirada hacia sus pies-, nunca he encontrado una chica que de verdad me guste.
-¿Ya ves como si eres lesbiana? -estire las piernas con fuerza-, y no solo eso, trataste de seducirme ayer.
-No, solo nos besamos, eso no es seducir -Pau puso sus manos a sus costados.
-Yo creo que sí.
-¿Te sientes seducida? ¿Estás lista para tener todo conmigo? -Pau se acercó y me lanzó algunos besos.
-Que mensa eres -le di un golpe en el hombro.
Ambas no reímos con fuerza. Durante varios minutos la incomodidad se disolvió rápidamente dando paso a una risa suave y exhausta.
-Laura, lo que te dije ayer es cierto -Pau me miró con una sonrisa de medio lado-, besas muy bien, ese beso fue el mejor que he tenido.
Las palabras de mi hermana calentaron mi pecho hasta ponerlo al rojo vivo.
-Pues yo… -apreté la tela del sillón con mucha fuerza-, también me gustó mucho, fue lindo.
Pau tomó mi mano y le dio un ligero apretón. Le devolví la sonrisa. La forma en la que me miró me dijo muchas cosas, cosas furtivas y excitantes que enviaron un escalofrío por mis vértebras.
-Laura, se que esto sonara muy raro, pero yo…
Puse mis dedos en los labios de Pau.
-Por favor no lo digas, no quiero escucharlo -suspiré pesadamente-, es lo menos que puedo hacer, tú me has cuidado mucho tiempo.
-Pero no quiero que lo hagas por…
-Estas bien, mira -tome algo de aire y me puse de pie frente a Pau-, yo quiero hacerlo ¿Está bien? No me estás obligando o algo así.
-¿Por qué quieres hacerlo? -la mirada de Pau se puso súper sería de golpe.
-Por qué parece que sufres por ello -vi en la mirada de Pau un ligero destello-, no lo sé pero, desde que me besaste cada que te miro parece que algo te está hiriendo por dentro, y creo que yo soy la causa.
-Laura, eso es…
-Y no quiero que sufras por eso, solo… -respire profundamente-, si puedo ayudarte a no sufrir más entonces lo haré por qué te quiero.
-Yo también te quiero Lau.
Durante unos momentos no dijimos nada.
-Y ahora ¿Qué propones que hagamos? -no podía ver a Pau a la cara, tenía los ojos en el suelo todo el tiempo y mis manos estrujando con fuerza mi aguada camisa-, perdón mi valor llegó hasta aquí.
-Pues aunque me digas eso, tampoco tengo idea ¿Que se te ocurre?
-Bueno yo… -patee un poco el suelo para sacarme el miedo-, si quieres puedo quitarme algo… solo -respire muy profundo- !Solo dime qué quieres que me quite y lo haré¡
-Entonces ¿Podrías quitarte tus pantys, Lau?
La instrucción de mi hermana envió un corrientazo eléctrico a mi cerebro. No era que mi hermana tuviera un fetiche poe la ropa interior. Era más bien que quería verme, a mí específicamente. La sensación fue muy extraña, me sentí especial, en el centro del escenario de alguien. Con la manos temblorosas, metí mis pulgares en mis pantys y me los baje hasta que cayeron a mis tobillos.
-Que lindos pantys, te combinan bien -Pau extendió su mano hacia mi-, ven, siéntate sobre mí.
Fueron cuatro tímidos pasos hasta que me subí sobre mí hermana. Pase mis piernas por los costados de la suyas y abracé su cuello. La cara de mi hermana quedó casi en mis pechos.
-¿Laura?
-¿Ahora qué quieres? -dije nerviosamente.
-No te pegues tanto, dame algo de espacio.
Me alejé un poco y por fin ví a Pau a los ojos.
-Relajate un poco -me dijo Pau al oido-, te voy a hacer sentir muy bien hermanita, no tengas miedo.
-Es muy fácil para ti decirlo -dije completamente espantada-, es la primera vez que estoy con una mujer, así que más te vale ser super amable y linda conmigo ¿Te quedó claro?
-Esta bien, voy a meter mis manos en tu abdomen -Pau deslizó sus dedos debajo de mi blusa y pasó sus palmas por todo mi abdomen- cielos Lau, qué bien definida estas.
-Callate no es cierto, tengo algunas lonjas -las manos de mi hermana pusieron mi respiración a mil por hora. Las manos de Pau se sentían como carbones al rojo vivo, me dejaban la piel sudorosa. Me puse súper cachonda pero no quería que ella lo notará. Respiré agitadamente, Pau tenía una mirada hambrienta, sus ojos me hacían temblar y su toque me estremecía.
-¿Te mojaste un poco? -Pau alcanzó mis pechos y se sujeto de mis pezones. Los estiró, jugó con ellos a su antojo dejándome en un éxtasis que ni yo misma había sido capaz de provocarme. Aparte la mirada, Pau no paraba de pellizcarme esas glándulas tan delicadas.
-Abre un poco las piernas Laura, no puedo tocarte bien -me dijo al oído.
Con mucho cuidado abrí las piernas ligeramente y Pau metió sus dedos en mi entrepierna. Mis labios encontraron sus dedos que fueron veloces a meterse por mi entrada. Pau introdujo un dedo en mi ya empapada vagina. Mi cadera se contrajo violentamente, el dedo de Pau entró y salió con suavidad mientras con su otra mano rozaba mi clítoris. Me están haciendo gozar como nunca había gozado en mi vida.
-Pau, espera, más despacio -dije con apenas fuerza en la voz. Comencé a gemir, no podía parar ni mi voz ni los fluidos que salían de mi cuerpo. Las piernas de Pau quedaron empapadas y yo me revolcaba sobre ella, agitando la cadera e inconscientemente pidiendo más. Quería que mi hermana fuera mala conmigo, que me usara y no parara de darme ese delicioso placer. No quería correrme, no así de rápido al menos.
-¿Qué pasa Laurita? ¿Te quieres venir? -Pau me dió un beso en los labios-, ¿Eso quieres, verdad putita?
Que Pau abusara verbalmente de mi, me puso a mil. Más fluidos bañaron los dedos de mi hermana y mis gemidos se intensificaron. Mi vagina se cerraba con fuerza alrededor de sus dedos.
-!Pau no pares! !No pares! -grite y clavé mis uñas en los hombros de mi hermana.
-!Vente¡ !Acaba mi amor¡ -Pau clavó sus dedos hasta el fondo y me vine de golpe. Mi vagina apretó al máximo y toda la tensión se fue de mi cuerpo. Mis piernas y los dedos de mis pies dejaron de contraerse. Dejé escapar un grito que llenó la sala. Tuve un orgasmo sobre mí hermana. Pau me sujetó con fuerza y me dejó sobre el sillón, luego se acostó sobre mí entre mis piernas, comiéndome a besos. Su lengua me embriagaba y su saliva me supo deliciosa.
-Que linda te ves cuando te vienes mi amor -dijo Pau acariciándome la cara, apartando mis cabellos pegados por el sudor. Pau metió sus dedos en mi boca, me dejó probar mis propios jugos, lamí hasta que los quité todos-, descansa, te viniste muy fuerte.
El aire me faltaba pero no quería que Pau se quitará de encima de mí. Luego de unos minutos, nos acomodamos en el sillón, muy juntas para dormir. Metí la cara en los pechos de Pau y la rodeé por la cintura con mis manos a manera de un silencioso gracias.
-Duerme cariño, me darás las gracias como se debe después.
Fin de la parte II
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