La lesbiana que me comvirtio en su putita 2a parte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por mimadaa1.
Desde aquella última vez de mi encuentro con Gris en el diminuto baño de aquella oficina, confieso que no había podido quitarme de la cabeza aquel asquerosamente delicioso momento, estaba más allá de mi control, todo el tiempo estaba pensando en los dedos de aquella hembra ruda que más bien hacía las veces de macho dominante, agresivo y hasta violento como me excitan.
Aquello ya se había salido de toda proporción, cada vez más seguido, donde me encontrará, ya sea en mi casa, en la de mi familia, en la oficina, en todos lados me metía delicioso los dedos y me meneaba el clítoris para todos lados pensando en ella, en lo rico que me hizo sentir tratándome como a su puta.
Cada vez que en mi trabajo se mencionaba un trámite que debía realizarse en aquella oficina, comenzaba emocionada a hacer todos los arreglos, pero finalmente resultaba que no era necesario.
Pero afortunadamente llegó el día en que la persona de servicio a clientes me pidió ayuda para realizar una operación en la que la oficina de ecología debía dar su permiso, así que inmediatamente, disfrutando desde ya las con las deliciosas porquería que venían a mi mente, tomé mi auto y me enfilé hasta aquel sitio.
Al llegar me percaté de que todas estaban ahí, menos ella, la única que me interesaba.
Realice el trámite, me despedí y tremendamente decepcionada salí de ahí.
Cuando estuve en el exterior, ya casi llegando al estacionamiento, me dieron unas ganas tremendas de ir al baño, así que ya no regresé hasta la oficina, sino que entré a los que estaban dispuestos para el público en la parte de afuera.
Abrí la puerta y de repente me encuentro con una escena que ni en mis más remotas fantasías retorcidas me hubiese imaginado.
Ahí estaba gilda, con sus clásicas botas vaqueras, pantalón de mezclilla totalmente varonil con cinturón piteado con la letra inicial de su apellido y camisa a cuadros, con bigote y patillas que era su gran orgullo.
Estaba hincada en aquel piso asqueroso y trepada en la caja del agua del inodoro estaba una mujer con el vestido levantado, sin calzones y la piernas abiertas de par en par dejando ver un clítoris a punto de reventar y un escurridero de jugos y saliva ¡la estaba mamando riquísimo como a mí! Sin importarle que el baño estuviera asqueroso, podía más su lujuria.
Gilda, en cuestión de segundos me agarró de las greñas y me jaló hacia atrás la cabeza
– Métete puta hija de la chingada, me has de haber andado buscando pinche caliente.
Pues aquí estoy nomás que estoy con mi vieja, así que hoy les va a tocar a las dos perras.
Yo iba preparada, totalmente dispuesta con una pequeña falda, debajo ni siquiera llevaba tanga.
Gilda me dejo ir el filo de la mano hasta el centro de mi panocha que para entonces ya estaba empapada.
– Ya vienes escurriendo puta ganosa – Me dijo mientras me arrinconaba en la pared de aquel diminuto lugar.
Me hizo levantarme la falda, se hincó de nuevo y comenzó a mamarme delicioso mientras me metía tres dedos de jalón y como una fiera me cogía una y otra vez con ellos.
– Pero mi amor ¿Por qué? – dijo la novia, en mala hora porque Gilda se levantó del piso en donde me estaba chupando exquisito y le volteo la cara de una cachetada salvaje
– A mi ningúna perra me cuestiona, ni tú, te tengo para cogerte no para que digas pendejadas – Le dijo Gilda a la novia, mientras yo era un manojo tembloroso de nervios, calentura y excitación.
Agarró a la vieja fuerte del brazo y la aplasto sobre la tapa de la taza del baño – abre las patas pendeja, para eso deberías de servir – le gritó.
La mujer quedó a mi altura, así que Gilda volvió hincarse y se me prendió bien rico de la panocha, casi me succionaba el cerebro, una cosa deliciosa, me estaba volviendo loca del placer, me retorcía, me revolcaba de un lado a otro de la pared.
Abrí un segundo los ojos y vi que con la otra mano le estaba picando bien rico la pepa a la novia ¡Aaaaaaaaaaaaaaag! No!!! que delicia, jamás pensé que me llegara a suceder en la vida, pero en ese momento mi calentura y toda la excitación, la depravación que sentía me hicieron estallar y un chorro tremendo me salió de la panocha.
Gilda se bañaba en él atacada de risa como un macho orgulloso de su hazaña y seguido de mi la otra vieja comenzó a gemir como una puerca y otro chorro.
¡Wooow! Eran como sus grandes medallas, el p hombruna se regodeaba feliz de su logro.
– Ya vieron perras, para esto es para lo que me sirven y para todas hay.
Yo todavía estaba débil y sintiendo las convulsiones del orgasmo de mi vida, pero si me quedaba ahí no se qué podría pasar.
Me bajé la falda y salí corriendo de ahí, me acosté en el asiento de atrás del coche y todavía me revolqué como una puta alimaña picoteándome de nuevo la panocha con las imagines vivas de aquello.
Con sólo imaginármelo otro chorro salpico todo el asiento, sentía que la vida se me iba de placer en ese momento, la aventura más exquisita de mi vida.
A lo lejos vi como Gilda a empujones metía al asiento del copiloto de un coche a su vieja y ella abrió las patas como macho para treparse en el del piloto y arrancó como una loca, supongo la iba a dejar a su casa y a cambiarse después de aquel batidero.
Ya no me importa si hay trámites o no, yo ya no puedo vivir sin esas chupadas y picoteadas que me vuelven la perra más dichosa del mundo, quizás mañana mismo esté de regreso por aquellos, los que ahora son mis rumbos favoritos.
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