La Pequeña Muñeca 3ra Parte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por LessMadurita50.
Azul es una preciosa niña de nueve añitos y a su primer mensaje preguntando para que pedí que me buscara, le respondí que era muy bonita y que me gustaba mucho y me encantaría que fuéramos amigas. Casi dos semanas después recibí su otro inbox diciendo que yo le parecía muy mayor para ser su amiga. Le dije que tenía razón, y que la comprendía si no deseaba hacer amistad.
Pasó más de un mes hasta que, finalmente llegó el pedido de amistad por parte de Azul… Me hice la importante y tarde más de una semana en aceptarla. Decisión estúpida de mi parte, lo reconozco, uno puede fingir “histeriqueo” con personas adultas. Pero la niña ni se percató del tiempo que tardé en aprobar su pedido.
A partir fui entablando un vínculo que, lentamente, se tornó necesario para la niña. Le hablaba de cualquier cosa, sobre temas que ella me contaba, le hacía comentarios hilarantes para provocar su risa. Y, por fin, llegó el momento en que ella iniciaba casi todas los días, preferentemente de noche, las conversaciones, con su típico “Hola ¿todo bien?”.
Con la confianza que me daba su diaria insistencia por comunicarse, decidí dar un paso más audaz. Cierta noche solicité que me diera camarita. Titubeante, preguntó para qué. Le respondí que era más cómodo hablar por webcam y así podríamos conocernos mejor. Finalmente accedió, luego de varias noches donde solo yo le di webcam.
Pasamos a otro período de charlas triviales con salidas graciosas de mi parte que la hacían reírse a carcajadas. Su sonrisa me excitaba terriblemente y, en base a ella, fue que comencé a hacerle insinuaciones sexuales divertidas…
Poseía una tierna facilidad para sonrojarse, al mismo tiempo que se reía de mis ocurrencias y eso me calentaba demasiado, y decidí, finalmente, pisar el acelerador a fondo. Me hacía daño seguir dilatando el tema… Era ir por todo o por nada…
Supongo que pensarán o me estarán recriminando por la lentitud con que voy desarrollando el tema. Yo anuncié, en la primera parte, que haría mi relato creíble.
Soy psicóloga y maestra, aunque dejé de ejercer la docencia cuando me divorcié, sé bien que a la edad de Azul, y prácticamente hasta los doce años, los niños no pueden ocultar las cosas que realizan a sus padres. Hacerlo puede traerle trastornos psicológicos enormes, que podrían derivar en llantos inesperados, mojar la cama, distracción en sus tareas escolares, etc.
Solo hay un modo de llegar a un niño y lograr que no todo cuanto hablamos o hacemos llegue a oídos de sus padres. Y no es, como suponen algunos, por medio de la amenaza o cosas por el estilo. Como tampoco podrán hacerme creer que tienen relaciones con menores, niños/as con la misma facilidad y el mismo consentimiento que si las tuvieran con un adulto/a. Dicho relato los comienzo por el final, para evitar una lectura extensa innecesaria. Rápidamente distingo cuando el relato, por más que aseguren que es real, es una fantasía. Decía pues, que el único modo de llegar a asegurar, al menos por un tiempo, el silencio de la niña, es hacerme compinche de ella.
Y para llegar a ese estado, de compinche, la niña debe tener total confianza en mí. Porque ser “compinche” es guardar el secreto de sus travesuras ante los padres.
Cuando llegamos al punto donde me relató cómo había golpeado a una niña de siete porque miraba al chico que le gustaba. O del día que le dio un “piquito” a ese chico y salió corriendo a toda prisa, por la vergüenza que sentía y otras travesuras típicas de su edad y no viene al caso contar… Supe que era el momento… Ahora el momento en el que yo podría confesarle secretos, sin temor que fuera a contarles a sus papás.
Así, un día, le confesé que me gustaban mucho las mujeres, sorprendiéndome con su pregunta de si era lesbiana. Estimé que no era necesario hacer un recuento de mis preferencias sexual, simplemente respondí que sí. Curiosa la “nena” me dijo si lo había sido siempre, a lo que respondí que no, que lo empecé a serlo hacía unos años, lo que dio pie a que me fingiera turbada y, repentinamente, pedí que cambiáramos de tema. Dando la sensación que sentía vergüenza por hablar de ello.
Unos días después inventé una historia, aclaro los extensos períodos de tiempo que tomé para alcanzar su confianza, a que me considerara su compinche, ahora ya se reducían a dos o tres días de un suceso a otro, sobre una chica joven que conocí en el colectivo. La acción tenía mucho en común con lo sucedido con ella, pero no hice referencia a ella. Pero mostrándome retraída o como con temor a contarle detalles, atraje su curiosidad a full, y era una máquina de hacerme preguntas sobre el suceso. Yo le iba respondiendo una a una, pero con el tino, después de cada respuesta, de mostrarme avergonzada y sugiriendo siempre que cambiemos de tema.
El plan funcionó a la perfección, cuando más arrepentida me sentía por haberle contado la historia, más estimulaba su curiosidad… Cuando se animó a preguntar si había pasado algo, respondí con un contundente “¡Noooooooooo!!! ¡Si apenas la conocía!!!”, ruborizándome. “Solo si me animé a darle mi número de watsapp”, dije, dando por finalizado el tema…
Haré una breve descripción de cómo me presento a la vista de Azul. Con fina elegancia, doy fe que soy muy elegante para vestir, pero con el recato propio de una maestra. Ropa elegante, bonita, pero totalmente discreta… Considero que cualquier tipo de vestimenta insinuante puede provocar rechazo en la niña o al menos, un alto grado de desconfianza hacia su interlocutor.
Dos días después del hecho anterior, luego de la charla habitual, le pido que al día siguiente se conecte a una hora específica, pues era muy probable que saliera. La niña, sin un pelo de tonta, preguntó, divertida, si me vería con la chica del colectivo. A lo cual le respondí, con un fingido tono de enojo divertido. “¡Qué te importa pendeja atrevida!!! Jajajja”. “Daaaaaaaaaaale, contaaaaaaaame” me decía… “No seas mala” insistía… Durante un par de minutos estuvimos en el tira y afloja que no quería contarle nada más y su insistencia para que le contara. Siempre en un tono “inocentemente” divertido. Hasta que le dije contundente “¡Basta! ¡No quiero seguir hablando del tema!” Ya sabía que esa frase era la llave maestra que abriría, aún más, la curiosidad de Azul. Que las preguntas no cesarían, por el contrario, eran cada vez más insistentes y atrevidas. Hasta que, de repente, hasta logró sorprenderme preguntando “¿Van a tener relaciones?” Era el toque de alerta. Hasta ahí debía llegar.
Responder a esa pregunta podría convertirse en un arma de doble filo, que no estaba dispuesta a utilizar todavía. Entonces, fingiéndome terriblemente ofendida, sin dejar el tono de broma con el que tratamos el tema, le grito suavemente: “¡Pero mocosa atrevida! ¿Cómo le hace esa pregunta a una persona mayor? ¡Usted es una niñita irrespetuosa y malcriada! ¿Acaso no le enseñaron que esas cosas no se preguntan?” Y alguna que otra frase corriente más, con voz de enojada, que la hacía matar de la risa, pero que surtió el efecto esperado. Pese al ambiente de broma que le daba, ella igualmente, no volvió a preguntar sobre el tema.
Sin dejar de reírnos y “cargarnos”, nos despedimos. Le repetí la hora que la esperaría conectada para que no lo olvidara. Sabía que en realidad, no lo olvidaría. Pero siempre es necesario actuar tipo “madre”, para que marcar, aunque sea tímidamente, las distancias entre una y otra.
Para la función del sábado, no dejé nada librado al azar. Contacté con una amiga del face, llamada Luciana, de 27 años. Todas mis amigas de mi face “trucho” están al tanto de esta historia que les estoy relatando. Lu aceptó complacida lo que le pedía, que era, ni mi más ni menos, tener relaciones en casa, justo a la hora aproximada que quedé con Azul para que me llamara.
Se presentó en casa a la hora convenida. Tomamos unos tragos, compartimos un “porrito” y como nunca habíamos tenido relaciones, por eso la elegí de entre las chicas del grupo, iniciamos el proceso de atracción correspondiente a dos personas que recién se conocen íntimamente. No me extenderé una línea más sobre lo que sucedió entre nosotras. Solo confesaré que fue sorprendente y muy excitante Luciana. Lo único atípico fue la alarma que sonó diez minutos después de la hora convenida con Azul para encontrarnos por webcam.
Me tomé un minuto más para recuperarme un poco del estado de éxtasis en que me encontraba, me puse una bata así nomás, sin lazo para cerrar ni nada. Y tal como estaba, despeinada, con la pintura de labios corrida, los ojos enrojecidos aun por el placer reciente, y una o dos marcas de chupones que Luciana me dejó en el cuello y con la agitación propia de quien sabe que llega tarde a una cita, encendí el monitor.
El impacto visual para Azul fue el que esperaba. A mi “hola” se quedó un instante en silencio y luego pronunció un “waaaaaaaaaaw” prolongando la a, y un tímido y asustado “hola”.
Fingiendo una naturalidad que se adivinaba falsa, dije: “¡Hola amor!” un espacio breve de tiempo para tomar aire, debido a mi real agitación. “Te pido disculpas por el retraso. No estés enojada. Es que surgieron cosas…” Transcribo las tres frases continuadas, pero entre todas ellas hubo ese espacio de tiempo. Nada era fingido. Estaba aturdida aun por lo sucedido y frustrada por haber tenido que cortar la situación abruptamente.
Azul me observaba con los ojitos entrecerrados, como tratando de adecuar la vista a lo que tiene frente a sí. Como se hace generalmente cuando estamos a oscuras. Fijamos la vista en un punto, hasta que la vista se adecúa a la oscuridad. No quedaban dudas de que mi estado, mi look y mi vestimenta causaron un profundo shock visual en Azul. E intentaba sobreponerse.
Ante la conmoción paralizante a la que estaba siendo sometida, yo trataba de actuar como si no me daba real cuenta de lo que sucedía. “¡Hey Azul! ¿Qué te pasa? ¡Parecés una zombi! ¡Azul! ¡Soy yo jajajaja! ¡Pareciera que estás viendo a una marciana jajajajaja!
La última carcajada fue larga y bien sonora, al punto que logró “deshipnotizarla”. Así y todo, apenas balbuceó una frase. “Estas… estás… estás tan cambiada, tan rara…”. A lo que yo respondí con otra carcajada más sonora todavía que la anterior…
De todas maneras Azul no atinaba a salir de su estado, apenas si emitía una risita nerviosa como único contagio a mi carcajada…
Entonces yo, casi como salida de un hechizo, caigo en la cuenta del estado en que me encuentro y, con muchísima vergüenza, empiezo a disculparme. Como tomando nota de mi facha, lo primero que hago es cerrarme la bata hasta casi la cara. Y roja como un tomate, empiezo a explicarle lo que había sucedido. Muy por arriba, sin detalles, pero intercalando al relato edulcorado de lo que paso, insinuaciones de lo que sucedió realmente…
“¿Me perdonás por favor? ¡Prometo que nunca más va a suceder algo así! ¡Siento muchísima vergüenza! ¡Sabelo!” Estas, y otras frases por el estilo, fueron ablandando la desconfianza de Azul, al punto que finalmente obtuve una sonrisita tímida que tanto me excita. “Esperame unos minutitos así me visto y me arreglo. Te debo parecer toda una bruja. ¡Por dios qué vergüenza siento!!!” Ya sonriente me dice “¡Andá! ¡Apurate, doña Clotilde!” haciendo referencia a la “bruja del 71, de El Chavo del 8.
Un rato después regresé ya vestida con la sobriedad de costumbre, así como bien peinada y maquillada “decentemente” jajaja. Cuando me siento frente al monitor, le digo si estoy mejor. “¡Ahora si sos vos! Jijijiji” Le reprocho risueñamente “¡Eeeeeeeh! ¿Tan horripilante estaba???” Inmediatamente ella me corrige. “¡Noooooooooo! Estabas hermosa! ¡Re linda estabas!” A lo que yo replico, haciendo puchero… “¡Eso que así como estoy ahora soy horrible! ¡Buaaaaaaaaaaaaa!” Simulando un llanto. “¡Dale! ¡No te hagas la boba! ¡Sos hermosa así! Es que antes… como decirte… no sé, que se yo… ¡Parecías otra! ¡Eso! ¡Estabas re linda pero parecías otra! Jijijiji.”
Empezamos una divertida discusión entre que yo era fea así vestida y ella con que nada que ver. En eso, inesperadamente para Azul, entra en escena Luciana. Ya vestida también. “Mi amor me tengo que ir” Me pongo de pie. Me toma violentamente de la cintura y me atrae violentamente contra su cuerpo y me pega un tremendo chupón. Y así entre chupón y chupón me susurra de un modo que se escuche claramente. “¡Putita mía, que bien la pasamos! Yo asiento con la cabeza, como si no quisiera decir nada delante de Azul, pero Lu sigue aferrándome y pegándome chupones tremendos. “¡Estoy tan caliente guacha, que me quedaría toda la noche haciéndolo!!!” Yo sigo fingiendo incomodidad, tratando de hacerle ver que estaba Azul viendo y escuchando. “¡Mamita, te juro que si no fuera que en casa me esperan mi marido y mis hijos, me quedaría toda la noche garchando con vos!!!” Tapo su boca con la mano, como señal que no siga hablando así, pero ella interpreta que quiero seguir teniendo sexo y pretende tirarme de vuelta a la cama. Confieso que me costó mucho no dejarme caer y volver a empezar con Lu. Pero como todo era parte del plan, tomé coraje y la frené. “¡Puta me dejás re caliente!”, dice después de otro chupón. Finalmente me vuelve a besar y coloca, atrevida, su mano en mi entrepierna por sobre la ropa, me besa nuevamente y me dice “¡Cuidámela… no va a pasar mucho tiempo para que te la vuelva a chupar!”
Dicho esto, la acompañé hasta la puerta y nos despedimos. Estábamos seguras que todo salió a la perfección. Una vez sola, siguiendo con el plan, subí la térmica para provocar un repentino corte de luz. Desenchufe la PC y luego volví a encender la luz. E inmediatamente le envié un watsapp a Azul diciendo que sentía mucha pena, que quería seguir hablando con ella, pero lamentablemente se cortó la luz. Un rato después recibí como respuesta que no había drama. A lo que le respondí que mejor, que mañana seguimos hablando… Tal como preveía, como toda respuesta fue un ok.
La escena de despedida de Lu no fue una improvisación. Habíamos probado con otra amiga la ubicación de la webcam de modo tal que Azul tuviera una visión perfecta de todo lo que sucedía entre Lu y yo, y la colocación del micrófono y el tono de voz que debería poner Lu para “susurrarme” sus frases lascivas. Solo hubo una improvisación que efectuó Lu sobre el tema del marido y los hijos. Y que surtió el efecto por ella previsto, porque cuando volvimos a hablarnos, una de las primeras preguntas de Azul fue “si esa chica era casada y tenía hijos”. A mi respuesta afirmativa, re preguntó “¿Por qué hace eso? ¿Por qué si está casada tiene relaciones con vos? Confieso que la pregunta me sorprendió. Tenía dudas, realmente, de lo eficaz de la idea de Lu. Pero además, jamás esperaría una pregunta tan directa. Entonces mi respuesta también lo fue. “¿Sabés que pasa Azul? El sexo es algo realmente hermoso y el sexo entre mujeres te juro que es genial.”
Se preguntarán porque el corte de luz. Para ello debo dar una pequeña explicación “cuasi” psicológica. La psiquis infantil es precaria frente a nuevos acontecimientos. Todos ellos los desacomodan, los descompensan. Y, ante tal situación, casi inevitablemente, recurren a los papás para recuperar su centro. Con Lu me la jugué. Si ustedes hacen el ejercicio de presenciar la escena de Luciana con ojos infantiles, podrán concluir que, a su edad, Azul la pudo elaborar como una escena casi porno. El riesgo era mayúsculo. Pues todo se podía ir por la borda. Y si yo no buscaba un corte abrupto a la conexión de aquel sábado, y hubiera tratado de dar una explicación verosímil a lo que la niña vio, hubiera sido, casi, como querer apagar un incendio con nafta. Estaba latente, por supuesto, la posibilidad de que haya recurrido a sus padres y que todo se pudriera. Pero si quería seguir adelante tenía que tensar el hilo a fondo, para ver si resistía o se cortaba. No fue sencillo. Azul estuvo una semana sin conectarse y, si bien no le insistí demasiado, no respondió a ninguno de los tres watsapp que le envié esa semana. Pero estaba tranquila. No me angustié ni me deprimí. Cuando tiré toda la carne en el asador, sabía a lo que me estaba exponiendo. De allí en más, solo era cuestión de esperar. Incluso sentía una tranquilidad extra al notar que entraba a mi face todos los días y jamás lo encontré bloqueado, ni, tampoco, un mensaje de sus padres, o de su madre sola, repudiando la escena que obligué a ver a su nena. En cierto modo, estaba confiada que la cosa marchaba bien.
Exactamente el sábado siguiente reapareció Azul. Decir que verla me produjo un orgasmo es exagerar muy poco… se los garanto. Por primera vez en casi nueve meses, estaba segura que cumpliría la fantasía que rondaba mi cabeza desde aquel día que la conocí en el colectivo y que comenzó apenas le entregué mi dirección de face. Estaba segura que tendría relaciones sexuales con Azul. Ya no habría marcha atrás…
Pasado ese sábado de explicaciones y confesiones, nuestros encuentros fueron, casi en su totalidad, de índole sexual. Ella manifestaba curiosidad y yo ya no me reprimía, le daba las explicaciones necesarias sin pelos en la lengua.
Una vez me dijo que me quería ver vestida como la tarde con Lu. Le dije que no habría problema alguno. Solo le aclaré que yo podría reproducir todo lo externo que ella vio aquel día, pero el estado de excitación era irreproducible, porque cuando, aquel día, me percaté de la hora que era y que me estarías esperando porque yo te lo había pedido, estaba en pleno acto sexual… y el estado en el que una se encuentra en ese instante no se puede fingir… así que eso no lo vería aunque me vistiera y me peinara tal cual estaba esa tarde. “No espero que puedas entenderme. Solo lo entenderás el día que tengamos relaciones vos y yo. Ese día sabrás de que te estoy hablando mi amor.” Lo dije de corrido, sin respirar y terminé con los ojos cerrados. Cuando oí su risita y su vocecita diciendo sonriente “¡Qué loca que sos!”, supe, ya tuve en claro, que solo era cuestión de días para hacer realidad mi sueño.
Al día siguiente me vestí como aquella tarde, me despeiné lo más parecido posible a aquella ocasión, y dejé mi bata entre abierta tal cual estaba al principio, cuando ella estaba impactada. Totalmente distinta fue esta vez. Azul no se sorprendió, por el contrario, sentía curiosidad por lo que le había dicho de mi sentir interior de aquel día que le había explicado el día anterior. En realidad, dio muestras clara de su inteligencia cuando reconoció que “falta algo que había aquella vez. Tenías razón. No sé qué es, pero se nota que falta…”
Finalmente y después de mucho remolonear disparó algo que la tenía inquieta. Preguntó si tenía ropa debajo de la bata… Dije que no. Quería verme desnuda. Me pidió que me quitara la bata. Conforme a mi forma de ser, jamás permito que alguien me ordene o me pida algo así, sino siempre yo pido primero o exijo compensación. “¡Hey Azul! ¡No es justo! ¡Pedís verme desnuda y vos estás toda vestida! ¡No es justo! ¿Por qué mañana no te conectás vos también vestidita solo con una bata? ¡Y después nos la quitamos juntitas! ¿Sí?” Me dijo que no tenía bata. Yo le respondí que le pidiera a su mamá que le comprara una, aunque sea de baño. Estuvo pensativa unos instantes y concluyo. “creo que mi prima tiene una. Se la voy a pedir”
A los dos días apareció con una bata de baño, el cabello mojado y con una carita de vergüencita y temor como para pintarla, realmente. No nos apuramos, hablamos de pavadas como al principio.
Era un paso difícil para Azul y tenía que seguirla, no debía apurarla, pese a que ardía de ganas de verla desnuda. Inesperadamente, después de un rato, me pregunta que me parece si nos quitamos la bata. Le digo que bárbaro, y a la cuenta de tres, casi al mismo tiempo, quedamos las dos desnudas frente a frente. Nos miramos en silencio un breve instante y nos pusimos a reír. Más tranquilas, seguimos así como lo más normal del mundo. Y ya no había ningún tipo de autocensura. Le pregunté si ya se había masturbado. Algo avergonzada me dijo que no. Me preguntó si me había depilado. Llevo instintivamente la mano a la entrepierna y empiezo a acariciarme suavemente. “Si, esta mañana. Me depilé para vos” Ella se sonrió tímidamente y yo seguí avanzando. “Dale, tocate, acariciate como hago yo”. Empezó a acariciarse. Yo empecé a separar mis labios vaginales, abriéndolos y casi ofreciéndoselos le pregunto, “¿Me la chuparías? No responde de inmediato, pero noto que quiere hacer con sus dedos y sus labios lo mismo que hice yo… finalmente en voz bajita y con la vista baja como observando lo que hace su manito, dice, “¡No sé!… ¡Qué se yo!…. mmmmmmm ¡Creo que sí!” y se sonríe… “Quería saber porque hace muchísimo que te la quiero comer!” Ella lanza una carcajada… “¡No es joda Azul ¡Quiero coger con vos! ¡QUIERO COGERTE YAAAA!” Le grito desquiciada.
Por un momento queda paralizada por la sorpresa que le produjeron mis palabras. Son instantes supremos, sublimes. La tensión se la puede cortar con una “yilet”… Finalmente dice… Yo no sé. A mí no me dejan salir nunca sola… Sería imposible. Con un mohín de tristeza. “¿Tenés ganas Azul? ¡Sé sincera!” “¡NO SEEEEE!” Me gritó ella, ahora. “¡Solo sé que me gustaría estar con vos todo el tiempo! Pero no se puede.” Traté de tranquilizarla. “No te preocupes. Algo se me va a ocurrir.” Festejó mis palabras con alegría y aplausos. Se puso muy feliz. En cambio yo, tuve que inventar una excusa para cortar la conexión… Esa noche necesitaba sexo duro… Llamé a mis amigas para saber si había tiempo para organizar una fiesta sado… Me confirmaron que justa esa misma noche harían una. Y que no me avisaron porque sabían que estaba muy “ocupada”.
Podrán imaginar que ese “algo se me va a ocurrir”, quería decir que ya algo se me había ocurrido. Nuevamente mis amigas me dieron una mano y hacía como diez días que venían investigando la rutina de la mamá de Azul. Para mi fortuna, no trabajaba. Ganaba algo vendiendo Avón a sus amistades y vecinos. Controlaron todos sus horarios de salidas. Donde estaban ubicados el súper chino, la panadería, o a la verdulería o a la carnicería. Lugares comunes a los que asistía casi todos los días… Especialmente los chinos y la panadería. Luego de muchas deliberaciones, sobre si era conveniente o no, y ante el avance constante sobre la sexualidad de Azul, interpretamos que sería necesario alquilar una casita, que se encontraba a una cuadra y media a la vuelta de la casa de Azul. Todas las que tenemos un buen pasar económico, hicimos una “vaquita” y, por medio de una de las mujeres mayores del grupo, Antonia de sesenta y tres años, alquilamos dicho departamento a su nombre. Aunque, eventualmente, lo ocuparía yo. Rossana, decoradora de interiores, se ocupó de darle una acústica semejante a un estudio de grabación. De manera que no se emitieran ruidos al exterior. Ya estaba todo listo.
Luego de aquella conversación desnuditas, me atreví, todavía, a pedirle que se masturbara conmigo. Aquello fue lo más emocionante que viví desde que empecé con el plan. Fue un placer inenarrable observar su carita transformándose a medida que el placer que sus deditos le iban proporcionando iba llegando a su cerebro. Verla cerrar los ojos, alucinada, mordiéndose los labios. Ver su lengüita mojando las comisuras de la boca, fue el show erótico más excitante que había visto hasta entonces. Y el último minuto y medio en el que fue acelerando el ritmo del dedo, sus ojos se quedaron cerrados, su lengua mojaba los labios y sus dientes los mordían incesantemente, su cuerpito se contraía.. También observar los últimos quince segundos cuando por fin su respiración se detiene, su manita frenética acelera enloquecidamente el ritmo y, finalmente el grito de aaaaaaaaaa del suspiro que anuncia la llegada del orgasmo, es un video que jamás dejaré de ver en mi vida y jamás dejará de excitarme como a una colegiala.
La novedad de ese último video era que ya estaba instalada en la nueva casita. No le di lujo de detalles, ni siquiera le di una pista. Solo le dije que en unos días más le daría una sorpresa. Que estuviera atenta para no meter la pata.
Al tercer día de encuentro casual en la verdulería, comencé a tener diálogo con Marina, la mamá de Azul. No fue difícil. Una crítica al aumento de los precios e interesarme por sus hijos al enterarme que los tenía, fue la llave necesaria para que, casi diariamente, nos cruzáramos y hasta nos quedáramos largos ratos conversando frente a su casa o a la mía. Le conté que estoy divorciada y que tengo hijos mayores. A veces uno viene de visita cuando necesita algo, inventé… Datos tan exiguos dieron la confianza suficiente como para hablarme hasta por los codos de su familia, sus hijos, su marido, su madre y su cuñada.
Azul no sabía nada todavía de esta parte del plan. Pero como yo había decidido que no debería mostrarme todos los días, sino que día de por medio, con la excusa que algunos días trabajaba de tarde y otros por la mañana, que en verdad no era excusa pues es cierto. Jajaja. Le pregunté a Azul donde quedaba su escuela y a qué hora salía, un domingo a la noche. Y dado que el lunes trabajé por la mañana, dio la “casualidad” que justamente ese día pasé por el colegio a la hora en que las madres estaban esperando a sus niños salir del colegio. Y allí estaba Marina a quien simulo querer esquivar, pero me ve y me empieza a llamar a los gritos. Me acerco contrariada pues llevo algo de apuro, pero me convence que en cinco minutos los chicos salen y así conozco a Azul y me doy cuenta que no me miente ni un poquitito sobre su belleza. “¡Pelotuda!” Pensaba yo. “¡Si supieras que estoy acá para cogerme a tu hija, no estarías tan interesada en que la conociera! ¡Forra!”
La carita de Azul cuando me vio conversando con su madre en la puerta del colegio fue digna del mejor pintor de la historia. La mamá hizo aparatosas señas para que la divise y para que se apure que, hasta a mí me avergonzaron. Y me presentó a Azul. “Azul saludá a la señora. Es una vecina nueva, muy simpática”. Me agaché para besarla, pero justo en ese momento un grupo de bulliciosos alumnos de último grado pasaron en tropel, asi que aproveché y mis labios rozaron las suyos y le susurré al oído. “¡Hola putita mía!!! ¡Muy pronto te voy a coger!” Ya estaba jugada. No había vuelta atrás. O me la garchaba o iba presa… No existía otra alternativa.
Aquella noche no me conecté. Quería darle tiempo para digerir la novedad. Con las mismas expectativas que en otras ocasiones. Pero con la confianza que había dado todos los pasos necesarios para que no hubiera retorno. Pero claro, debía tener en presente siempre, que existía una mínima posibilidad de que todo se desmoronara si Azul decidía hablar con sus padres. Pese a mi total seguridad que ello no sucedería, no me conecté por ese leve temor, y para que la niña no se sintiera muy acosada…
Al día siguiente ese leve temor desapareció apenas me conecté y le di webcam. “¡Sos una guacha! ¿Por qué no me dijiste nada? ¿No te diste cuenta que casi me matas del susto?” Esas y muchas otras fueron las risueñas protestas con las que Azul celebraba nuestro encuentro. A su pedido le conté como fue todo. Por supuesto no le conté los detalles, pero si le conté desde cuando conozco a su mamá y como nos hicimos amigas. Finalmente terminamos la conexión con la propuesta definitiva. “Azul, el próximo lunes va a ser el día.” Sin dejarla pregunta nada seguí hablando. Le voy a presentar a tu mamá a una amiga que se va a interesar por comprarle productos Avón. Pero mi amiga vive lejos de acá y solo podrá el lunes que viene. A tu mamá le conviene ir, porque mi amiga le va a presentar otras chicas que, seguramente, le harán un pedido muy importante. O sea, solo resta esperar que tu mamá confíe en mí lo suficiente para dejar que te quedes en casa conmigo hasta que regrese. Tal cual imaginé que sucedería, Azul mostró un entusiasmo más que moderado. Era lógico que le sucediera eso. Por un lado tenía interés, pero también tenía miedito, y ese miedito le impedía mostrar el entusiasmo que demostraba cuando todo lo que hablamos era una quimera.
La amiga que nombré para hacerle las compras de Avón a la mamá de Azul, no era mi amiga sino una amiga particular de Luciana, totalmente fuera del grupo, de la que yo tomé su nombre para presentarme a la mamá de Azul. Y esa amiga llamaría a otra amiga suya que vive en Pacheco, dándole el teléfono de Marina y pidiéndole que la llame para que le pueda vender producto Avón a ella y a algunas amigas más… Una trama elucubrada por la cabeza de Luciana, parte fundamental en esta empresa. Aclaro por si no se entiende. La amiga de Lu de la que usurpé su nombre y apellido, llama a una amiga, que vive en Pacheco, porque conoce una señora que vende productos Avón y está muy necesitada de una buena venta. Cuando Marina se presente en la casa de Pacheco, ella dirá que viene en nombre de Andrea Medina, que ella cree que soy yo, pero en realidad quien se comunicó con la chica de Pacheco, era la amiga de Lu. Cuando la chica de Pacheco sepa que viene en nombre de Andrea Medina, pensará que fue enviada por su amiga. Son pequeños trucos para no dejar cabos sueltos, por las dudas…
La cuestión fue que los días pasaban y si bien ya teníamos la confirmación que Marina iría Pacheco el lunes, el sábado caminábamos por las paredes, porque aún no había habido confirmación sobre si Azul se quedaría conmigo o no. Lo último que hablé con Marina el sábado era que estaba muy agradecida por la oportunidad que me había dado con mi amiga. Y que no sabía cómo haría para pagármelo. Íntimamente yo pensaba, “entrégame a Azul” y me costaba mucho no largar la carcajada. Azul, mientras tanto, estaba tensa y expectante. Nuestras conversaciones giraban sobre temas triviales, como aquellas primeras que tuvimos. Ninguna de las dos hacía mención al plan. Yo sabía que no debía presionarla en lo más mínimo. Casi como que habíamos olvidado lo que planeamos.
El domingo por la mañana, sin la confirmación aún, Luciana apareció temprano, con facturas y con una posibilidad que yo había pasado complemente por alto. ¿Qué tal si Marina ya se decidió por mí, pero Azul a último momento se dio vuelta y, sin mandarme al frente ni nada, le dice a la mamá que no le caigo bien y le propone que le pida quedarse a la mamá de una compañerita? Empezaron las horas de angustia, rozando la desesperación. Cada vez le encontrábamos más lógica al argumento de Luciana. Azul, que no tiene un pelo de tonta, sabe que no puede “acusarme” de nada porque yo pude grabar nuestras conversaciones. Realmente eso no me salvaría para nada de la “guillotina” social, pero Azul, en su cabecita de casi diez años, no lo imagina. Pensará que desnudarse y masturbarse frente a mí le podría jugar en contra. Entonces, sin dar una razón específica, argumenta que no le caigo bien o, directamente, le caigo mal. Y ante la pregunta de qué razón tiene para decir eso, puede buscar cualquier pavada, propia de una nena que no le gustan las mujeres mayores y se acabó.
“¡Puta Luciana!!!”, pensaba. “¡Solo ella podía tener la mente más retorcida que yo e imaginar tal posibilidad!!!” Así y todo, no me desanimaba. La lógica decía que la idea de Lu era muy probable, pero todo este plan está alejado de toda lógica, así que, me ilusionaba, seguiremos rigiéndonos sobre la ilógica.
Mi mayor temor era la decisión de Marina. Entablamos una amistad bastante grande, pero, quizás, no lo suficientemente grande para que deje a su hija en manos de una casi desconocida. Era un ser muy primario en sus decisiones y, a lo mejor, ni siquiera me tenía registrada como una alternativa para dejar a la niña.
La tarde pasó… éramos seis “yeguas” ya muy calientes por la ansiedad que estábamos viviendo, más el alcohol y las “sustancias poco recomendables” que, a las seis de la tarde, aproximadamente, no lanzamos a una orgía magistral, violenta, desgarradora. Cada una se cogía a otra como si la otra fuera Azul. Y, de repente, en medio de tal descomunal desenfreno, suena el teléfono. Casi no lo oímos. Fue Laura la que tuvo la consciencia suficiente para escucharlo.
Le estaba chupando el culo a Rossana cuando, de repente, se irgue, y me pregunta si no estaba sonando mi celular. En ese momento, Cintia me estaba chupando la concha, mientras tenía a Lu sentada en mi rostro y mi lengua bebía ávida sus jugos. Debió gritar Lau hasta hacerme reaccionar. Me levanté sobresaltada, tirando a la mierda tanto a Cintia como a Lu, corro hasta el celu, atiendo.
“Hola soy Marina, la mamá de Azul…”
Estallamos todos en un orgasmo colectivo. Todo salió tal cual lo planeamos. Pasado el cimbronazo de la confirmación, volvimos a nuestras tareas interrumpidas… jajajajaaja.
Podría ver una 4ta parte ?? Muy buen relato, me quedé con ganas de más