Les. Yo a los 10 años con una mujer (3ª Parte)
Les. Yo a los 10 años con una mujer (3ª Parte).
LA COMIDA QUE NUNCA FUE
Mi padre una vez al mes debía viajar a Alemania por trabajo. Eran viajes de apenas 2 o 3 días pero esa vez se le iban a hacer muy largos. Una mañana, mi tía llamó a mi madre contándole que mi abuela se había caído y se había roto la cadera. Mi madre quería ir a España para estar con su hermana y su madre al menos durante la operación pero con mi padre en Alemania era imposible, así que me preguntó si yo me quedaría con María. Me prometió que solo sería una noche ya que mi padre llegaba al día siguiente y le dije que sí sin dudar.
María llegó esa misma tarde y me recogió del colegio. Me dijo que mi madre ya se había ido a España y que mi padre llegaría al día siguiente antes de cenar. De hecho me dijo que cenaríamos los tres pizza casera y que si quería la haríamos nosotras.
Le dije que sí con una sensación rara entre preocupada por mi abuela y feliz por estar con María todo un día.
- ¿Tienes deberes del colegio?
- Sí, tengo que ver una película y hacer un resumen de 10 líneas como mínimo. Pero es para el lunes,hoy podemos jugar.
- ¿Y por qué no vemos una peli juntas y luego te ayudo a hacerlo? Así nos lo pasamos bien y hacemos los deberes.
- Bueeeeno… ¿Qué película?
- ¿Tú cuál quieres ver?
- No lo sé…
- Pues luego vamos al videoclub y vemos cuáles tienen.
Con los planes hechos para la tarde, María hizo la comida divirtiéndome mucho porque no encontraba nada en la cocina de mi casa y después de comer nos sentamos en el sofá.
- ¿Quieres que juguemos a cartas?
- No…
- ¿A un juego de mesa?
- No…
- ¿Te apetece leer?
- No…
- ¿Dormir?
- No…
- ¿Qué te pasa?
- Nada
- ¿Estás preocupada por tu abuela?
Asentí y María enseguida vino a abrazarme. La verdad… En ese momento sólo podía pensar en que olía muy bien y tenía su escote en la cara.
- Está bien, cariño. Tu madre y tu tía están con ella y la operación no es nada complicada. A mi abuela también le pasó y ahora está la mar de feliz. ¡Si sale a andar todas las tardes con sus amigas! Hace más deporte que yo.
Eso me hizo reír y me relajé un poco, pero María no se separó pese a que le dije que ya estaba mejor. Ella siguió acariciándome el pelo y hablando conmigo de tonterías hasta que nos fuimos al videoclub. Al final nos decidimos por Matilda y volvimos a casa muy deprisa porque María tenía muchas ganas de verla. Más que yo.
- ¿Cómo es posible que nunca hayas visto esta película? Sí te pareces un montón a la protagonista. Sois igual de listas, ya verás.
María compró unas palomitas de camino a casa y nos las comimos viendo la película. Recuerdo que me gustó mucho y que cada vez que la veo me recuerda a ella. Después de ver la película nos aburrimos un poco y María decidió pintarme la cara.
Vio unas ceras que tenía en mi cuarto y se le ocurrió maquillarme como un gato. Yo no me negué porque la verdad es que había visto cuadros de María en su casa y sabía que dibujaba muy bien. Pero yo disfruté mucho el proceso…
Primero me echo crema en la cara con una delicadeza que casi me dolía… Me apartó el pelo de la cara con un cuidado que me erizó varias veces la piel. Luego me agarró el mentón para que la mirase de frente y se acercó más que nunca para empezar a maquillar mi cara. Me hablaba de cosas, creo que me contó algo de maquillar niños en cumpleaños cuando era joven, pero yo no escuchaba nada. Sólo podía intentar respirar con normalidad mientras aprovechaba que sus ojos bailaban por mi cara para poder verla de cerca. Su nariz, sus cejas, sus pestañas, su boca y labios ligeramente cortados por las palomitas saladas.
- Estás muy callada, ¿no? ¿Aún estás preocupada?
- No…
- Vamos a llamar a tu madre.
Hablé con ella por teléfono y creo que ambas nos quedamos más tranquilas. Después de eso, María preparó una cena rápida y me lavé la cara después de una sesión de fotos más que extensa sobre su obra de arte en mi cara.
- Tu madre me ha dicho que has de lavarte los dientes e ir al baño antes de acostarte. Yo voy a preparar tu habitación.
- ¿Y tú dónde duermes?
- Pues en la cama de tus padres.
- Ah, vale.
Se me hizo muy raro no estar con mi madre al irme a dormir pero se me pasó cuando María me dio un beso en la frente al acostarme. Se me paró el corazón por completo. Pese a ser una niña de 10 años, cada vez que María se acercaba a mí de manera íntima, mi cuerpo reaccionaba de una manera nada inocente.
A media noche me desperté y fui al baño. María aún debía estar despierta porque oí la televisión del cuarto de mis padres. Cuando abrí la puerta del baño, María gritó. Estaba desnuda.
- Perdón, perdón…
Cerré la puerta y me fui corriendo a mi cama, me tapé hasta arriba, como si así nadie pudiera verme y me recreé en la imagen de esa mujer desnuda que hoy en día, 17 años después sigo recordando perfectamente.
- ¿Sara?
Escuché a María llamarme en un susurro.
- ¿Qué?
- Me estaba duchando, ¿tienes que ir al baño?
Le hubiese dicho que no por la vergüenza que tenía, pero lo cierto era que necesitaba ir.
- Sí, gracias…
Me levanté lenta viendo que María llevaba ahora también otra toalla alrededor del cuerpo.
- ¿Qué haces despierta?
- Me he despertado
- ¿Has tenido una pesadilla?
- Sí.
Mentira, no había tenido ninguna pesadilla. Pero entrando al baño y recordando esa imagen de María desnuda, una necesidad afloró en mí. Estar cerca de ella como fuera.
Al salir del baño, María ya se había vestido con una de sus camisetas blancas.
- Me voy a secar un poco el pelo, ¿quieres dormir conmigo?
Y ahí estaba la posibilidad que de alguna manera había buscado. Dije que sí y me hizo un gesto con la cabeza para que me dirigiera al cuarto de mis padres. Me tumbé en el lado de la cama que no estaba deshecho y la esperé unos minutos. Cuando llegó, pese a estar en la penumbra pude ver lo guapa que estaba.
- ¿No tienes calor?
- Sí…
- ¿Por qué llevas ese pijama si tienes calor?
- No sé…
- Tu madre te lo deja preparado para que te lo pongas, ¿no?
- Sí.
- ¿Por qué no haces como yo? ¿dónde está la camiseta que te regalé?
- En mi armario.
Fue a buscarla y al volver me hizo levantarme de la cama. Me bajó los pantalones del pijama y los tiró sobre la silla que había cerca. Después me quitó la camiseta y yo estaba tan paralizada ante esos movimientos tan confiados sobre mi cuerpo que sólo me dejé hacer. Me colocó su camiseta y me miró.
- Guapísima y fresquísima. A dormir.
Me tumbé y enseguida se acercó a mí y me abrazó. Me dio un beso en el hombro sobre la camiseta y estuvimos en silencio un rato.
- ¿No puedes dormir?
- No…
- ¿Tienes miedo de tener otra pesadilla?
- No… Es que… No sé, no puedo.
- Pues vamos a hablar, a ver si te da sueño. Yo te hago una pregunta y tú me haces otra. ¿Quieres?
- Vale.
- Venga, yo primero. ¿Cuál es tu color favorito?
- El azul. Y el tuyo?
- A mí me gusta el azul también. Te toca.
- Vale… Mmmm… ¿Tienes novio?
- Pero bueno, Sarita… ¿Y esa pregunta?
- Es mi pregunta.
- Pues no, no tengo. ¿Y tú?
- ¡NO!
- Bueno, bueno… No te enfades… ¿Y te gusta alguien?
- Sí.
- ¡Sarita! ¿Cómo que sí? ¿Quién?
Me reí por su tono de sorpresa pero cómo le iba a decir que me gustaba ella… Imposible.
- Alguien… Me toca. ¿Y a ti te gusta alguien?
- Bueno… Puede.
- ¿Cómo se llama tu último novio?
- Nunca he tenido novio.
- ¡Eso es mentira!
- Uy, ¿y por qué va a ser eso mentira?
- Porque tienes 29 años y eres muy guapa. Seguro que has tenido novio.
- Pues no he tenido.
- Eres una mentirosa, ya no juego.
Me hice la indignada aunque en parte entendía que no quisiera contarme sus cosas pero entonces me contó algo que jamás hubiese imaginado.
- Nunca he tenido novio porque mi ex se llama Laura.
Continuará…
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